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Cap 42: fairy lights/relámpago

Aclaración:  Dudo que después de tantos caps lo recuerden, pero que al comienzo del primer cap de esta nove Agnes nos empieza a contar, como un recuerdo, su historia con Timothée, y bueno, sí, en este cap volvemos a ese mismo momento, al "presente", y no tiene mucho sentido quizá pero quería aclararlo para que no se confundan con el "actualidad". Eso es todo, ojalá lo disfruten :) 

                                                                  ✩✩✩                                       

                                                           Actualidad

Así que sí, después de todo lo sucedido ahora me encontraba allí presa de un hondo ensimismamiento. Casi podía observarme a mí misma desde el otro extremo de esa habitación ajena, con el semblante serio, respirando a través de mis labios entreabiertos como si el aire que atrapaba mi nariz no fuese el suficiente en ese momento.

Era consciente que mi postura estatuaria me mostraba dubitativa y aislada, envuelta de un aire ausente, y es que cómo no, si fue a causa de esa ráfaga de luz que viajó allá en las lejanías como un relámpago, cuya efervescencia pude contemplar a través del vidrio de la ventana, la que se impregnó en mi mente haciéndome retroceder como a trazos a la totalidad de mis vivencias con Timothée.

Con ello parecía querer conseguir escabullirme de nuestra historia para mirar la situación desde un plano exterior, tal como si fuese otra persona leyendo mi propia historia, y todo eso, con el excepcional objetivo de hallar una respuesta que me permitiese ver más allá de lo que hasta entonces pude, una respuesta que lograra extirpar mi inseguridad y mis miedos porque esas jodidas emociones me habían nublado el corazón y arrancado mi valentía para llevarla a un precipicio que sentía no tenía ni fondo ni salida.

Pero lo cierto es que comenzaba a sentir un atisbo de sosiego innegable, agotada mi mente como si hubiese estado nadando contra una oleada con el único objetivo de salvar su existencia, se había obligado a sí misma a acallarse, propiciando que yo pudiese dejar en paz mis uñas y sacando a la vez la conclusión de que al menos de algo había servido ese destello en plena oscuridad: no había sido solamente resultado del placer estético de contemplar una luz en el medio de la penumbra.

De pronto me sentí invadir repentinamente por una cómoda confianza cuando pensaba que aquella visión no había sido más que una alegoría que casualmente apareció ante mis ojos, un símbolo de que siempre hay un destello de luminosidad por allí hasta en la mayor de las adversidades, incluso aunque se esté presenciando el pic de una de las peores tormentas, y claro, los relámpagos eran un ejemplo palpable de eso.

                                                                                                   

—Es increíble que la nevazón no cese—comenté a mi madre, concentrándome ahora en el paisaje que se cernía ante mis ojos a través del vidrio de la ventana, dejándome una vez más como tantas otras, arrebatar los sentidos por el panorama que me rodeaba.

La iluminación templada del cuarto, únicamente favorecida por las pequeñas ampolletas que circundaban los pliegues del espejo, propiciaban una mejor vista hacia el nocturno exterior, otorgándole prestigio al bello paisaje que se desparramaba en las afueras: desde allí se distinguían a la distancia, como pupilas fulgurantes, los destellos de las fairy lights extendiéndose por las calles y en algún que otro balcón en los edificios, como si un pueblo de seres mítico acaeciera a lo lejos en medio de toda esa lúgubre oscuridad a miles de kilómetros a la redonda.

Era el invierno neoyorquino y su nevazón la que traía consigo aquellas luces, haciéndolas emerger atropelladamente, la misma nevada que no había cesado desde esa noche en que Timothée salió mudo de mi apartamento. Había sucedió hace exactamente tres días y desde entonces no tenía noticias de él. Ignoraba con totalidad el cómo había interpretado mi silencio, sin embargo lo que sí estaba claro para ambos, era que el destino de nuestra relación, sea cual fuere, estaba en mis manos, su confesión y mi reserva nos lo habían pintado claro, plasmándolo con dureza frente a nuestros ojos. Y pese a saber que era yo quién debía buscarlo para darle una respuesta, eso no impedía que su distancia eternizara en mí cierta sensación de desequilibrio y de desvío: está demás decir cómo me hacía sentir el hecho, parecía tener la desazón plasmada en toda yo.

— Agnes, hija mía, ¿por qué no cambias esa carita que traes? En pocos minutos va a llegar la gente y tienes que mostrarte feliz de que por fin tienes ese miserable papel entre tus manos. Además te ves preciosa en esa ropa, pero lo harías más si mostraras un poco más de emoción en tu rostro—me acarició la espalda en señal de apoyo.

Se había mantenido conmigo durante toda esa tarde, ayudándome a ordenar con Victoria el apartamento a fin de que quedase presentable para cuando nuestras familias y amigos llegasen celebrar con nosotras nuestra ansiada titulación.

— ¿No me vas a contar lo que te tiene así?—continuó, mirándome cabizbaja.

Resoplé con fuerza, como tratando de desechar a través de ese soplo de aliento aquel temple decaído que me tenía como encadenada.

—Es Timothée—comencé—, yo...no hemos hablado en unos días porque le hice saber que no estaba segura con nuestra relación, o más bien, con darla a conocer—dejé caer mi trasero con fuerza en la cama.

—Es lo mismo, Agnes—río con obviedad, sentándose a mi lado.

—Sí—dije reflexiva—tienes razón. Pero eso no es todo, mamá. Prácticamente tengo que darle una respuesta, y honestamente no sé qué hacer. —confesé, levantando mi cara para no dejar caer las lágrimas que se acumulaban en mis ojos.

— ¿Qué es lo que te hace sentir tan insegura?—cuestiona con el ceño fruncido—. No tengo el placer de conocerlo aún, o al menos no tanto, pero si de algo estoy segura es de que ese chico te ama, y es capaz de hacer lo que esté en sus manos para estar contigo.

—Es solo que...me da miedo que no funcione, mamá. Me aterra el pensar en los medios y todas esas mierdas—solté con rabia—, no estoy segura si puedo con eso ahora. Y sí, ya sé que no puedo dejar de hacer mi vida por temor a lo que se pueda decir de mí, pero lo siento y no puedo negarlo.

—Está bien que sientas miedo, hija, eso está más que bien—habló con seguridad—, no es necesario que lo niegues, pero tampoco puedes dejarte aplastar por ello, dejar que el temor y la inseguridad pisoteen tus anhelos, tus sueños. ¿O es que acaso no te das cuenta de a todo lo que te has enfrentado este último tiempo? Cuando saliste de nuestra casa, a las tantas de la madrugada, arriesgándote a todo tipo de peligros y decidida a buscarte sola un lugar para vivir, supe que estabas lista para enfrentar cualquier adversidad. Yo lo sé, todos lo sabemos, solo falta que lo sepas tú, que te lo creas.

—Es distinto...

—No, Agnes, no es distinto. Con ese acto no solo te enfrentaste a un miedo sino a muchos, o ¿qué me dices de cuando aceptaste protagonizar Ocasos de Otoño? Yo sé que sabías al tipo de cosas a las que tendrías que enfrentarte y lo hiciste, lo hiciste a la perfección y ese proyecto ahora te está abriendo muchas puertas, incluso esa puerta por la que podrías dejar entrar a alguien que amas a tu vida, porque lo amas, ¿o no?

Me sonreí inconscientemente con esa pregunta, era tan obvio que hasta me causaba gracia la posibilidad de que no lo fuese.

—Lo amo...demasiado—solté, incapaz de advertir que estaba dejando correr una lágrima por una de mis mejillas, la misma que me apresuré a quitar con mi mano temblorosa a penas la sentí caer.

—Soy tu madre, Agnes, y sé lo que eres capaz de hacer, de lo contrario no habría temido tanto cuando te fuiste de casa, porque sabía que si lo hacías tomarías de inmediato las riendas de tu vida y ya no habría cabida allí para mí...

—Y sin embargo ahora estás acá aconsejándome sobre cómo llevar mi vida—carcajeé

— Sí, pero...—río—. Pero a lo que voy es que si viese en ti algún dejo de incapacidad con algo que tenga que ver con Timothée o con su relación no tendría problema en decírtelo. Pudiste con un hogar propio y con el desarrollo de un filme ¿y piensas que no podrás con una relación solo porque le temes a las circunstancias? Por favor, Agnes. No tiene nada de malo sentir miedo, todos estamos llenos de miedos, pero lo que no me puedo permitir como madre es que te quedes con la idea de que es correcto que dejes de hacer algo solo por temor a los resultados, aun cuando ni siquiera lo has intentado.

Solté el aire, de pronto las respuestas de mamá me hacían alivianar todo peso emocional como nunca creí que podría llegar a ser con ella. Y entonces me concentré en él, en segundos lo evoqué a imágenes en mi mente, sintiendo lo mucho que anhelaba que estuviese presente ese día.

— ¿Crees que él venga hoy?—curioseé.

Ella carcajeó.

—Claro que vendrá, ¿cómo es que todavía lo dudas? él jamás dejaría de asistir a un lugar en el que estés, de eso estoy segura. Me cuesta creer que aún dudes de su amor eh, no te críe para que fueses una niñita consentida y caprichosa que necesitara la mayor muestra de amor para sentirse a gusto, debes ser tú la que le demuestres también que lo quieres, sin importar nada, Agnes. Ya basta de que tengas que tener todo asegurado para que te sientas bien, tienes que atreverte a quererle incluso no estando segura de nada, por dios—habló rápido, dejando salir sus palabras con tal severidad y molestia que sentí que me regañaba.

La miré con ojos entrecerrados y hubiese alcanzado a protestar de no ser porque el sonido de unos nudillos tocando a la puerta me hizo parar con brusquedad. Mi madre fue la que tomó la iniciativa de pararse a abrir y ya con la puerta abierta tomó tal posición que me impidió ver de quien se trataba.

—Por cierto, Agnes, hace un rato llamó tu hermana para felicitarte, dice que le devuelvas la llamada cuando te desocupes—informó desde allí como queriendo disimular el contenido de la conversación que estábamos teniendo. Pero ¿por qué?

Y entonces capté. Me di cuenta cuando me miró fijo por unos segundos, como intentando alentarme con la mirada, dándome a entender que confiaba en mí y en que sabría cómo tomar las riendas del asunto. En resumen: mostrándose segura de que tomaría la decisión correcta.

La vi desaparecer por la puerta para darle paso a aquella silueta que había estado esperando que apareciese frente a mis ojos desde que di el primer suspiro esa mañana, como percatándome de que de no haber sido por la discusión de los días previos, él probablemente habría amanecido suspirando conmigo, y quizá hasta me hubiese acompañado el resto del día a preparar todo lo necesario para esa noche. Ay, mierda. La puerta se cerró a sus espaldas y yo, nerviosa como nunca, me quedé estática allí mirando sus melancólicos ojos: él lucía tan increíblemente bello como siempre, y su figura en esa habitación no parecía más que otro de los tantos destellos que alcanzaban a colarse a través de la diafanidad del cristal de la ventana.

—Hey—susurró sentándose a mi lado, con una de esas sonrisas ligeras que le descubrían algo deprimido y resignado.

—Qué alegría verte—le miré sincera, esperando que mis ojos atrapasen los suyos.

— ¿De verdad?—pegó una risilla leve.

—Mucho.

Volteó su rostro para mirarme con ojos titilantes y con una sonrisa atravesada en el rostro. Dejó escapar su aliento en un suspiro ahogado que me acarició el rostro, los labios, y entonces tuve que voltear mi cara, tragar saliva y aguantarme las ganas de lamerle la boca.

—Ya ha llegado gente afuera—informó—..., pero, y en el caso de que estés de acuerdo, antes que salgas me gustaría hablarte de algo.

—Oh—me sorprendí—, claro Timothée, sí, lo que quieras—respondí, mirándole con el ceño fruncido.

—Qué bueno porque ya hablé con Vico para que no nos interrumpa con sus sorpresivas apariciones.

—Y yo que ya me estaba acostumbrando—bromeé.

Le veía concentrado en sus manos entrelazadas colgando en medio de sus piernas abiertas, mantenía su cabeza gacha y se mordía sutilmente el labio inferior. Así, llevó su mano a uno de los estrechos bolsillos de su pantalón y de allí extrajo con una diminuta bolsita de tela. La miró por última vez y luego me la entregó. Mi corazón comenzó a latir desaforado cuando las yemas de mis dedos tocaron la suave tela de felpa, y es que durante esos cortos segundos en que me retuve de abrir impulsivamente las hilachas de la cerradura, no logré, por mucho que lo intenté, adivinar lo que era a través del tacto.

—Es una llave—explicó.

—De hecho es lo que parece...—comenté abriéndolo al fin para ver el contenido.

La tomé con cuidado, tratando de memorizar en dónde la había visto, qué era lo que abría. Y entonces, igual que si de una ola chocando contra las rocas de orilla de la costa se tratase, sentí que me golpeaba un océano de recuerdos, partiéndome en dos, desalineando mis sentidos y dejando que por un lado fuese mi mente la que viajase meses atrás y me hiciera llegar a la memoria como una voz en off aquella ahora lejana vez en que me dijo "A veces siento que eres parte significativa de este espacio, o como si este lugar necesitara de ti para estar completo".

Del otro lado, fue mi cuerpo el que se fundió en el espacio de las memorias sensoriales, ese recoveco que me hizo rememorar y volver a sentir en la piel el roce suave de sus manos y de ese aliento cálido que despedía de entre sus labios y su nariz a fin de acariciarme la piel mientras mis manos se movían inquietas por el piano, ambos fundidos en un espacio únicamente iluminado por el claro de luna que en esa noche de tormenta era eclipsado por la nubosidad lóbrega de la lluvia.

—Es la llave de...

—Ese cuarto, sí, lo recuerdo—no podía despegar mi mirada del pequeño manojo de acero en mis palmas.

—Escucha, Agnes...sé que todavía no tienes una respuesta...

—Timothée, no es...

—Déjame continuar, por favor. Sé que todavía no sabes si quieres tomar este riesgo, pero quería entregarte esto en señal de que lo tienes todo de mí ahora—dijo al fin, raspando su garganta—. Lo venía presintiendo desde que te confesé que sentía que ese lugar estaba incompleto sin ti y ahora lo entiendo mucho mejor que antes—se sonrío melancólico, mirándome con ojos titilantes—, siempre recuerdo todos nuestros momentos ahí. Pero por favor...no quiero que te sientas presionada, solo quería dártela y que supieras todo lo que significas, no te estoy pidiendo nada ahora. Eso es todo. Es todo lo que puedo darte. Si quieres llegar allí algún día....

—Timothée no...lo digas, por favor, no digas algún día.

— ¿No?—inquirió.

https://youtu.be/iC6E-FJv5xE

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Fue allí que sentí la nostalgia de un anhelo pasado quebrantarme los huesos y la piel a causa de aquella evocación gatillada por ver en mis manos la llave de ese cuarto que atesoraba en él tantos sigilos, silencios y secretos cargados de esa ambigüedad que nos caracterizaba, de ese amor implícito que durante tanto tiempo nos encargamos de fomentar pero de nunca explorar como se debía. Y ahora que efectivamente estaba ahí, conmigo, amándome, yo lo saboteaba todo, armaba revuelo buscando conflictos inexistentes para no tener que lidiar con las posibles pero quizá hasta improbables dificultades de un amor intenso. Y eso no estaba bien, dios, no estaba bien, tenía que hacer algo, yo tenía que poder hacer algo, tenía que.

—No—aseguré rotundamente con la cabeza—no es necesario si puedo ir mañana, o pasado, o ahora...—me detuve en seco como ahogada por un aire invisible que se colaba por mis poros hasta hacerme estremecer—. Creo que me cansé, Timothée, me cansé de mis embrollos, y—cerré mis ojos, acallando mi sensibilidad— intentémoslo, Timothée, intentémoslo con todo, ahora sí—solté con seguridad.

Miré al chico que a mi lado regalándome una sonrisa afable y una mirada dulce llena de comprensión. Un gesto que distaba mucho de cómo se sentía mi interior, porque allí parecía desplegarse un aire repleto de adrenalina que se disipaba por todo mi pecho y mi estómago, como ansioso y emocionado a la víspera de un futuro incierto, al cual inevitablemente le temía, pero al que, si no quería arrepentirme de por vida por dejar ir, sentía que me correspondía encaminarme, porque sí, nos lo debíamos, nos debíamos la oportunidad de ser felices pese a todo, o al menos de intentarlo.

—Lo haremos juntos...—señaló sigiloso y tranquilo, como leyéndome la mente.

—Lo haremos juntos—repetí, en señal de asentimiento, sintiendo de pronto un incipiente cúmulo de lágrimas amenazando con salir.

—Eres tan hermosa que me dueles—soltó de pronto, sonriendo

—Basta, Timothée, me haces sonrojar—me sonreí bajando la mirada.

Le palpé una de sus manos con la mía a fin de acariciarla, era innegable la calma que me transmitía él, me bastaba con rozarle los huesos sobresalientes de su delicada y fina piel para sentirme igual de ligera que una hoja desprendiéndose de la rama de un árbol, cayendo con tranquilidad pese a saber que está a punto de estrellarse con la férrea tierra.

—Gracias por concederme la posibilidad de quererte—susurró en mi oído.

Tenía sus ojos aguados y alcancé a ver el rastro de una lágrima que hace poco le había acariciado los hermosos lunares que se desplegaban por su mejilla, ahora la gota caía por la piel nívea de su cuello, formando un camino cristalizado como si de un río se tratase, de la misma manera en que la nieve en al exterior era acariciada por el resplandor de las fairy lights, que parecían dibujar caminos aquí y allá como a pinceladas.

Le hice erguirse de la cama para tomarle del rostro, ponerme de puntas y acercar mis labios a los suyos. Fue un beso suave, lento, un viaje de nuestros labios cuyo único objetivo parecía ser palpar y con ello conocer cada una de las líneas de nuestras respectivas bocas, a fin de memorizarlas a modo de alivio para esos días en que no estaríamos cerca, del mismo modo que nuestras lenguas se acariciaban con resguardo, porque sabían que una eventual intensificación causaría el florecimiento de eso suspiros y quejidos ahogados de delirio, y no, no podíamos cuando había gente esperando nuestra presencia afuera.

—Me estás encaprichando al entregarme esa llave—hablé separándome a duras penas de él— O al menos eso diría mi mamá—reí.

Me miró serio unos segundos, parecía tratar de responderse a sí mismo si lo que estaría por proponer me parecería bien.

—Tengo una idea—me miró con ojos entrecerrados.

Fue así como dimos nuestro primer gran paso: salir con nuestras manos entrelazadas de la habitación a manera de lograr que ya no solo nuestros amigos más cercanos se enterasen de nuestra relación sino todos los presentes allí: nuestras familias, nuestros padres. Y pese a los nervios que ambos sentíamos, porque vamos, que siempre está ese bichito allí picando y haciéndonos creer que no seremos lo suficientemente agradables a los ojos de nuestros suegros, lo cierto fue que en el momento nada pareció tan terrible: fue ver en cámara lenta cómo nuestros progenitores nos miraban a la cara con la huella de un contento previo a causa de algún chiste tirado al azar, que luego de unos segundos bajasen sus pupilas hacia nuestras manos entrelazadas a un costado de nuestras caderas y que finalmente sus rostros reflejasen un asombro y conmoción de esos que sabes que son buenos porque puedes leer en ellos la expresión traviesa de quienes piensan en voz baja: "lo veíamos venir, ah, después de Ocasos de Otoño imposible no verlo venir".

De verdad espero que les haya gustado 💕 este es uno de los últimos caps y les invito a leer lo último que va quedando y un prólogo a parte que me estoy pensando subir en unos días más. 😊 Gracias por todo <3 no olviden votar y/o comentar en el caso de que les guste o quieran comentar algo. Abracitoss 🍁🍂


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