Cap 41: ausencia
Alvvays - Dreams Tonite
🍂 If I saw you on the street, would I have you in my dreams tonight?🍂
✩✩✩
Imperaba la oscuridad nocturna colándose por cada recoveco y grieta de la calle adoquinada por la que nuestros pies se movían, pies agraciados, gráciles, danzarines, que parecían atesorar en ellos y en cada uno de sus pasos el contento de un ánimo gustoso. El paisaje era embellecido por el claro de luna amarillenta que se deslizaba como una cascada por las comisuras del sitio, atravesando las ramas delgadas de los impetuosos árboles invernales que se erguían como espontáneamente a nuestro alrededor.
— ¿Debería agradecerte por dejarme tomar tu mano en la vía pública?—preguntó Timothée con una sonrisa juguetona pintada en su rostro, aunque vamos, yo no era necia y percibí el tinte de agotamiento en esa inofensiva pregunta.
Si bien habían pasado pocos días desde que habíamos empezado con lo que teníamos, mi actitud temerosa cada que ambos recorríamos las calles había propiciado que un tipo peculiar de tiempo se nos sumara, como si aquella efímera dificultad que me encarceló la mente desde que había llegado a Nueva York, nos hiciera sentir que aún nos quedaba un arduo y largo camino por recorrer hacia la confortabilidad. Y sí, a mí también me estaba cansando.
Me limité a devolverle una sonrisa melancólica; su comentario, lejos de generarme gracia, me había hecho recordar esa culpa que me invadía cuando pensaba que a causa de mis ineficaces complejos perpetuaba una tipo de incomodad implícita entre nosotros.
—Lo siento, Agnes. No pensé que te incomodaría—detuvo abruptamente sus pasos, mostrándose preocupado.
—Está bien, Timothée, tienes razón, a mí tampoco me gusta esta situación—refunfuñé desviando mi mirada.
Suspiró con ganas, y entonces el vaho cálido de su aliento viajó intermitente por el aire helado, desvaneciéndose de manera fragmentada, haciendo recordar a nuestras atolondradas mentes que el invierno seguía allí, rodeando nuestros cuerpos, como un murmullo aprisionado y listo para ensordecernos.
Me tomó del mentón y me hizo mirarlo a los ojos.
— ¿Sabes, Agnes? Honestamente, aun no entiendo cuál es el problema con que lo nuestro se sepa. Es necesario que lo conversemos, así que... ¿Qué tal si luego de mi entrevista me paso a tu apartamento y resolvemos este asunto mientras comemos una pizza?—sonrió persuasivo, mirándome con ojos luminosos—. Ya verás que así se nos hará todo más fácil.
¿Ya dije cuánto más me hacía amarlo el escuchar aquellas respuestas tan cargadas de optimismo y seguridad?
—Sí, está bien—respondí, soltando una pequeña carcajada.
Me acerqué a él para tomarle del cuello y acercar mi rostro al suyo, quería unir nuestras frentes y narices, pero no para besarlo, simplemente deseaba sentirlo cerca, percibir la manera en que nuestras pieles entumidas y purpúreas a causa del frío se pretendían incluso en aquella intemperie. Bajé mis manos hasta las suyas, las miré y las divisé translúcidas, diáfanas, con sus articulaciones y huesos sobresalientes a causa de esa delgadez innata que otorga el aire helado cuando las golpea.
—Te amo, Agnes—susurró, besándome la frente.
—Te amo, Timothée.
Cada vez que escuchaba el sonido de nuestras voces enunciando nuestro amor, un nudo en mi garganta emergía de repente y amenazaba con estallar, era como si mi cuerpo no tuviese la capacidad de soportar el afecto que sentía por él, como si el espacio en mí no fuese suficiente para contenerlo y fuera necesario dejarlo salir en forma de un rocío de lágrimas.
Esa emoción era tan desconocida para mí como lo era la forma en que lo amaba, y es que bueno, ese sentimiento no era más que otro de los pilares que conformaban esa manera singular que tenía de quererle, una que no había experimentado nunca antes y que como tal, a veces hacía florecer en mí un temor grácil, sutil, ese tipo de temor que inevitablemente nos genera todo lo que tiene al menos algo de misterioso y desconocido.
(...)
Le esperaba entre bastidores, en uno de esos camarines que la producción del late night show había preparado especialmente para él. Frente a mí, que me encontraba sentada ahí justo en medio del simétrico espacio, se erguía un plasma cuya única función era permitirme presenciar en vivo lo que ocurría en cámara.
Fue en ese instante, mientras le veía, que me sentí asaltar por una felicidad inusitada, como encantada de estar allí esperándolo a él, a ese chico con cabello revoltoso que se meneaba inquieto en medio de las habladurías con el entrevistador, el mismo que buscaba menguar ese nerviosismo mesurado llevando sus manos a su camisa holgada para bajarla o bien recomponiendo su postura en el asiento, un nerviosismo que era delatado de cuando en cuando por las mismas sonoras carcajadas y risas que él pegaba.
Era sencillamente adorable, y algo dentro de mí se removía cuando pensaba que luego de que él desapareciera de la pantalla, de esa pantalla que lo mostraba y exponía en vivo a todo el mundo, él se iba a ir conmigo, era en demasía reconfortante saberme en la fortuna de ser yo, de todas las personas que lo veían, la que podría pasar el rato con él después. Y no, no se trataba de un sentimiento cargado de egocentrismo sino más bien de un deseo cumplido, porque aún recordaba aquella ahora lejana vez en que Vico, en condiciones cotidianas, me había hecho mirar la televisión para mostrarme que ahí estaba su primo, en un late night show, y entonces sentí algo en mi pecho, un anhelo irracional de él y por él, un deseo de saber quién era detrás de toda esa fachada celebritie, de saber qué hacía, qué era de su vida, en qué consistía su camino de regreso a casa, porque el tono de las conversaciones, las risas del público, la iluminación artificial, todo eso, se me hacía increíblemente ajeno a lo que suponía que debía ser Timothée, aquello distaba mucho de lo que realmente quería ver de él.
Aún recuerdo que la culminación de todos esos involuntarios pensamientos en esa arcaica vez no fue otra que una sensación de vacío inexplicable que me generaba el saberme una más de todas las personas que lo veían desde una lejanía insondable, una lejanía propiciada por el espacio físico de la pantalla y también por la artificialidad del momento, en resumen: la sensación de vacío del saberme fuera de su vida; pero claro, en la actualidad la situación era bien distinta, eso había cambiado y ahora yo era parte de su vida y podría partir con él apenas terminase el show.
Decidí entonces, cuando ya el espectáculo hubo terminado, que le esperaría a las fueras del edificio que le daba vida al aclamado programa nocturno. Y allí me encontraba, rebosante de felicidad, volteando la mirada a la puerta del lugar de vez en cuando para vigilar que Timothée me viese al salir; sin embargo, cuando divisé la silueta de una mujer que percibí que conocía levemente mi semblante cambió al instante, reflejando la repentina sorpresa, inquietud y confusión que me inundó incluso antes de entrecerrar los ojos y lograr ver con claridad a quien pertenecía, porque sí, mi memoria y mi intuición no me fallaban, mucho menos cuando se trataba de algo que había sido pilar fundamental de un dolor pasado. Era Emily que salía de la puerta del mismo edificio, con una sonrisa dibujada en su rostro, parecía satisfecha.
Me vio y del mismo modo en que ocurrió conmigo, su expresión cambió repentinamente ¿estaría enfadada? Qué clase de necia pregunta era esa, por supuesto que yo no debía caerle bien ni de lejos, pero... ¿qué estaría haciendo ella ahí? ¿Sería parte del personal? ¿Acaso trabajaba en el lugar? Ay, y justo cuando guardaba la esperanza de que no me dirigiera ni la mirada, la vi acercándose a mí, dispuesta a no pasar desapercibida ante mis ojos. Mi corazón comenzó a latir con fuerza, como presintiendo la llegaba de algo no muy bueno. Pero qué disparate, nada tan malo podría salir de allí.
—Hey, Agnes, tanto tiempo, ¿cómo estás?—pregunta con simpleza. Ok, aquello era algo bueno, no se veía a la defensiva.
—Bien, bien... ¿y tú? ¿Qué te trae por acá?—continuo con toda la normalidad posible, aunque el ligero meneo de mis piernas me traiciona. Mierda.
—Oh, ya sabes, vine a ver a Timothée. Me enteré gracias a mis contactos que hoy estaría de invitado, así que quise venir y apoyarlo como solía hacerlo—suspiró en una mueca.
Esa respuesta me hizo querer vomitar allí mismo, fue como un golpe en la boca de mi estómago y tuve que tragar saliva para recuperar la voz y continuar con normalidad la conversación. No podía mostrarme flaqueando, simplemente no podía.
—Ya veo—susurré, mirando hacia los lados. Por primera vez en todo ese tiempo deseé como nunca que Timothée no apareciera.
—Escucha, sé que estás aquí por Timothée—habló con compasión. Le miré al instante, con el rostro ceñudo, como intuyendo lo que se vendría—, pero te diré algo por tu bien, no quiero que sufras, Agnes...
— ¿Disculpa?—le interrumpí.
—Sí, bueno—soltó el aire—, mira,...con Timothée nos tenemos mucha confianza, tenemos una historia, ya todos saben lo que pasará, es claro que pronto volveremos a estar juntos, y de verdad, no me gustaría que te decepcionaras. Digo, sé lo que pasó entre ustedes antes, él me lo contó todo obviamente, pero...—se detuvo, dudosa.
¿Pero qué clase de mierdas decía esa mujer? No comprendía nada, simplemente no lograba dimensionar el tamaño de sus palabras, ¿es que acaso ella no entendía nada de lo que pasaba? ¿O efectivamente era yo la que no entendía ni pío y lo que decía sí tenía algo de sentido? Lo peor de todo es que en su voz no había ni un dejo de malicia, parecía honesta en sus palabras, tanto que hasta resultaba inquietante escucharla.
— ¿Has hablado con Timothée?—cuestioné con la voz sutilmente quebrada, intentando mantener la compostura.
Para ese entonces la vista se me había nublado y no sabía a ciencia cierta si era por el aire frío que impactaba contra mis pupilas como quemándolas con cada ráfaga o bien por la pesadumbre que me estaba generando esa conversación y que se colaba por todos los poros de mi tembloroso cuerpo. No podía creer cómo había podido pasar tan rápido de un estado anímico tan dichoso a otro sencillamente agónico.
—No, no había hablado con él desde que decidió terminar con nuestra relación—se sonrió melancólica, mirando a sus zapatod—pero le acabo de ver y aunque parecía sorprendido de verme no se inquietó, o al menos no me pareció.
Me encontraba tan ensimismada que ni siquiera alcancé a ver con claridad la manera en que se despidió de mí y comenzó a caminar en dirección contraria, lo único que fui capaz de visualizar fue la actitud estatuaria y taciturna con el que había quedado parada allí en medio de los edificios neoyorquinos, siendo azotada por el frío y la lugubridad nocturna, viendo de soslayo, como ráfagas de fuego, a ese en tumulto de gente que caminaba a paso apresurado a mi alrededor con el ánimo impasible e indiferente a los acontecimientos de su entorno.
Vi a Timothée buscándome con la mirada a través de la muchedumbre apenas abrió la puerta de salida, al parecer, el ánimo alicaído me otorgaba una especie de velo que me hacía pasar desapercibida ante el resto. Y entonces, cuando sus ojos hicieron contacto visual con los míos se vieron obligados a abandonar ese brillo tan especial que los circundaba hace solo un rato atrás; él había captado al momento que algo no andaba bien.
— ¿Qué pasa?—preguntó apenas llegó a mi lado mirándome con ojos preocupados.
Me aclaré la garganta.
—Necesito ir al apartamento—solté sin más, esquivando su mirada, moviéndome para partir.
—Espera, Agnes, no entiendo nada, ¿qué ocurre?—me detuvo, con el entrecejo fruncido a más no poder.
A pesar de que decidimos tomar un taxi con el fin de acortar el tiempo que nos separaba de conversar el asunto, de igual manera el camino hacia mi apartamento fue una verdadera tortura, Timothée parecía ansioso y preocupado, siéndole inevitable el no mirarme a cada instante para intentar leer en mi expresión la causa de tamaña reacción, y yo simplemente no podía no esquivar sus ojos, pareciendo indolente ante su inquietud, pegando mi vista a la ventana del vehículo, esa ventana empañada que impedía a cualquiera contemplar el luminoso paisaje citadino al exterior, y que como tal, no hacía más que delatar en mí la pretensión de evitar a toda costa el contacto visual con Timothée.
— ¿Entonces?—resopló Timothée justo en el momento en pusimos los pies dentro del salón.
—Me encontré con Emily a las afuera del edificio—comencé, dándole a entender para dónde iba el asunto.
—Oh, sí—se sorprendió—también yo. Me la encontré un momento adentro y me sorprendí pero luego supuse que podía estar trabajando allí o algo—explicó con simpleza— ¿por qué? ¿A ti te dijo algo?
—Pues sí, Timothée—aseguré—, me confesó que había ido allí por ti, tal y como "solía hacerlo"—recalqué —, y prácticamente me recomendó que no me hiciera ilusiones contigo porque ustedes estaban destinados a volver a estar juntos, que era algo que ya todos sabían—solté con la voz tensa y a punto de estallar.
— ¿Qué?—habló estupefacto—, no puede ser...no hablo con ella desde hace mucho, Agnes.
—Eso es lo que me dijo, ¿por qué te mentiría?—comenzaba a alterarme. Mierda. Tuve que empezar a inhalar y exhalar para controlar mi molestia.
—No, no—corrigió—, te creo, Agnes, solo me confunde su actitud, no entiendo por qué cree algo así.
—Lo peor es que no parecía decírmelo con el objetivo de molestarme, Timothée, parecía honesta e incluso se veía bastante dolida por la ruptura aún, no lo sé, Timothée, había algo en su mirada, ella aún te quiere, estoy segura. ¿Todavía la quieres de esa manera?
—No, Agnes, claro que no—se apresuró a decir mirándome fijo.
— ¿Estás segur...?
—Claro que estoy seguro—interrumpió ahora alzando levemente la voz— el tiempo que pasé solo no fue en vano, Agnes, estoy seguro de lo que siento—habló con seguridad—, yo no tengo la culpa de que ella siga sintiendo cosas por mí, honestamente no entiendo por qué te lo dijo, si a mí ni siquiera alcanzó a preguntarme cómo estaba.
—Cuando terminaron ¿le dejaste claro las cosas, Timothée?
—Sí, lo hice, Agnes, claro que lo hice.
— ¿Le hablaste de mí? ¿De lo que sentías?—cuestioné.
—Bueno, pues... obviamente le conté lo que había pasado con nosotros, le confesé que eso me había dejado muy confundido, que sentía cosas por ti, pero cuando terminamos no le mencioné las ganas que tenía de ir corriendo a buscarte, me parecía descriteriado, hubiese sido hacerle daño a propósito, Agnes.
—Entonces ella no sabe que tú y yo...—dudé. No sabía cómo llamarlo, simplemente no sabía.
— ¿Qué estamos juntos? Pues no, no lo creo, nadie lo sabe—soltó al fin en una mueca—, nadie lo sabe—repitió en un susurro, mordiéndose el labio.
— ¿Qué quieres decir con eso?—cuestioné, adusta.
—Escucha, hablaré con ella, le dejaré claro todo, más claro de lo que ya lo había hecho antes, le confesaré que ahora estamos tú y yo juntos y te prometo que no habrá necesidad de volver a hablar de esto. Pero..., y no me malinterpretes—advirtió—, solo digo que si lo nuestro se supiera nos habríamos ahorrado este malentendido.
— ¿Qué dices, Timothée?—hablé con agotamiento— ¿me estás diciendo que le dejemos a los medios algo que debiste aclararle tú mismo?
— ¿Qué pretendías que hiciera? ¿Que fuese yo corriendo donde ella a contarle la buena noticia?—preguntó incrédulo—no podía hacer nada, Agnes.
Resoplé con el fin de calmarme, cerré los ojos e intenté comenzar a pensar con claridad.
—Está bien, tienes razón, no es tu culpa—cedí—, es solo que no es agradable tener que escuchar todas esas cosas, Timothée, de verdad que no lo es—sentí cómo mi voz se quebraba.
—Ven acá—se acercó para abrazarme, era muy reconfortante saberme en sus brazos, sentir que me bañaba de su calor corporal y que lograba con ese simple pero llenador gesto desvanecer gran parte de mi malestar—. Sé que debió ser muy incómodo para ti—se alejó una corta distancia para mirarme a la cara—, lamento que hayas pasado por eso. Pero por lo mismo Agnes, creo que es importante que dejemos de escondernos. No se trata de alardear sobre lo que tenemos, simplemente se trata de estar, de hacer lo que queramos frente a quien queramos y cuando queramos. Querernos sin miedos, evitar cualquier tipo de malentendido, evitar los malos ratos como éste que acabamos de tener.
—No lo sé, Timothée—vacilé, desconfiada.
— ¿Qué es lo que te frena? ¿A qué le temes tanto?—cuestiona con ojos luminosos.
—A que no funcione—termino por decir, con expresión seria y tensa—a que no funcione y luego tengamos que enfrentarnos a los comentarios sobre nuestra relación en la televisión, en las redes, no quiero eso Timothée, no quiero que nos expongamos así— Un silencio ensordecedor se hizo presente, como si una bomba hubiese explotado antes allí mismo, dejando la huella de su presencia en forma de chirrido.
Tragó saliva.
— ¿Entonces qué? ¿Decidimos no arriesgarnos a tener algo por miedo a lo que pueda resultar?—dice descreído—escucha, yo quiero algo serio contigo, para mí esto no es un juego ni una simple salida de semanas, quiero estar contigo, que tengamos una relación formal y responsable, proyectarnos en ella y que le dediquemos nuestra energía y paciencia para lograr que dure todo lo que tenga que durar. Y te juro Agnes que yo soy capaz de entregarte toda la seguridad que necesites, pero no puedo hacerlo solo, necesitamos de ti también, de tu seguridad y confianza en nosotros—se detuvo soltando el aire para continuar—. Y creí que así era, eso me diste a entender cuando estuvimos en París, pero ahora... ya no lo sé, y no quiero presionarte, pero es necesario que me digas si es que lo que de verdad quieres, si estás segura, si de verdad crees en nosotros—finaliza con la mandíbula tensa y con un aire afligido que parecía ahogar su voz.
Me quedé mirándolo unos segundos, como incapaz de decir nada, aturdida y entumida, y desconociendo la totalidad de todo lo que le expresaban mis ojos en ese momento. Así que tuve que bajar mi mirada, como con miedo a que pudiese percibir en ellos una respuesta que no quería darle todavía, que no me sentía lista para entregarle.
Sentí mis sentidos agudizarse al máximo, podía percibir con intensidad cómo el roce helado se colaba por los recovecos de las ventanas y me recorría el cuerpo, escuchar con detalle el sonido de nuestras respiraciones endebles, pero sobre todo, podía escuchar el murmullo incipiente y suave de plumas chocando contra la vidriera del balcón a solo unos metros. Dirigí mi vista hasta el lugar, y mis pies, como siendo llevados por sí mismos, se movieron hasta allí separándome del cuerpo de Timothée. Abrí unos centímetros la cortina que cubría el ventanal y vi frente a mí el espectáculo de la nieve danzante reflejado en mis pupilas, era el primer nevazón de aquel frío invierno.
Una ola de inquietud se apoderó mi pecho, como si mi interior se viese proyectado en la solidificación de los albinos copos que caían a manera de fragmentos, cristalinos, e inseguros desde el cielo. Una pequeña lágrima cayó de uno de mis ojos y casi temí que se congelara cuando el sonido frío, duro y frígido de la puerta cerrándose me hizo estremecer el cuerpo, como descubriendo éste que en esa noche imperaría la ausencia de esa otra piel para hacerle compañía durante le helada nocturna, atisbando que reinaría la ausencia de las sonrisas, de los suspiros y quejidos, y hasta la de aquella pizza que había sido previamente prometida con tanto esmero.
Por favor, no me odien 💔💔 yo también sufrí escribiendo el final de este cap, pero confíen en mí. Espero que lo hayan disfrutado igual, gracias por todooooo, recuerden votar y/o comentar si les gustó y cuéntenme que les pareció 💕. Les envío muchos abrazosss 🍂😊
*mi cara cuando me pongo a pensar que quedan pocos caps para que termine esta nove :( *
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