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Cap 40: corazón desbordado (mini maratón 🍁)

— ¡Mi pequeña Agnes!—profirió enérgico Ezra, abriendo sus brazos para alzarme apenas abrí la puerta del apartamento.

—Ya te he dicho que me haces sentir como una niña cuando me llamas así, Ezra, es simplemente perturbador, ¿Sabes que nos separan solo un par de años, no?—protesté, recuperando la respiración.

—Me gusta fastidiarte, lo sabes—pronunció tan rápido que apenas pude entenderle—. Mira a quiénes me he encontrado de camino acá—señaló con sus brazos a uno de sus extremos oculto por la pared.

—Por dios, pero si es toda la boyband que llega junta—se emocionó Vico abalanzándose a los brazos de Louis.

—Qué gusto verte, Agnes—alcanzó a decir risueño en forma de saludo. Estaba siendo sofocado por los brazos de mi amiga.

—Hola Agnes—escuché que anunciaba la voz ronca y melódica de un cuerpo entrando en mi apartamento con un movimiento tan cautivador a mis ojos que casi contemplé la escena como en cámara lenta—. Qué alegría volver a verte—terminó por articular con gesto travieso.

—Hola Timothée, qué sorpresa—jugué.

Mi corazón comenzó a saltar de alegría y emoción apenas escuché pronunciar esa primera palabra que salió de su boca, era un reconocimiento absoluto de mis sentidos con todo lo que él era, nada más que un rastro de ese misterioso vínculo que nuestros sentidos habían generado por sí solos entre ellos.

Si bien dudé respecto a la manera en que debía saludarlo, el saber que los que se encontraban frente a nosotros eran nuestros amigos me hizo sentir la suficiente seguridad como para acercarme a él y recibirlo con un beso corto en los labios, claro que no esperaba para nada aquellos gritos de jolgorio en forma de reacción que escuché salir de la boca de los presentes.

— ¡Esto se puso bueno, señores!—soltó Ezra, mirando la escena como encandilado sin poder dejar de aplaudir. Los demás lo siguieron.

—Ya, basta, nos hacen sonrojar—señalé preocupada, no quería haber incomodado a Timothée a mi lado con aquel, quizá, quién sabe, atrevido gesto.

—Ven acá—le escuché decir, y entonces sentí sus brazos aferrándome a él, sí, frente a todos. Me regaló un beso sencillo en los labios, suave, prácticamente una caricia de sus labios a los míos, pero lo bastante duradero como para dejar claro a todos los presentes lo que éramos, lo que sentíamos.

Le miré con ojos titilantes y una sonrisa tímida, a lo lejos escuchaba las risas y frases exaltadas de mis amigos como un murmullo lejano, porque yo me sentí por unos segundos en una burbuja, absorta y sorprendida, definitivamente no me esperaba eso, y es que aquello no era un simple gesto de presentación de lo que teníamos; no, con ello también Timothé me estaba demostrando su satisfacción con todo, me mostraba su contento, su convicción para con lo que ahora éramos, y a la vez que ello, me entregaba toda la seguridad necesaria para que yo me sintiera libre de comportarme frente a quien quisiera de aquella manera íntima y cariñosa con él. Era sorprende como cada jodido gesto, por ínfimo que fuese, hacía sentir a mi corazón desbordándose de amor por él.

—Me gusta la decoración del salón—comentó agraciado el castaño mirando el mueble principal del salón en un momento en que nos alejamos de los demás.

—Ya te imaginas de quien fue la idea.

—Ezra—dijimos al unísono.

— ¿¡Qué hay conmigo!?—saltó la voz de mi amigo desde el otro extremo.

Íbamos a responder otra de las tantas payasadas de la noche, pero el sonido suave de unos nudillos tocando la puerta nos detuve en seco. ¿Esperábamos a alguien más? Fue la pregunta que se escuchó salir de mis labios; compartimos miradas confusas entre todos y como nadie atinó a enunciar sobre posibilidad de que fuese alguien conocido, me dirigía a abrir sin esperar más.

Allí me encontré con aquellos ojos azulados que durante tanto tiempo me contemplaron con una discreción enternecedora. Al instante esbocé una sonrisa instintiva, debía admitir que me contentaba verlo allí, había pasado tiempo desde que no lo veía y mi interior ya se había acostumbrado a su constante atención para conmigo, por más injusto que haya sido para él. El tiempo le había hecho crecer el cabello y según veía, esta vez había optado por dejarlo crecer a sus anchas para llevarlo algo revuelto y alborotado; también se había dejado crecer unos pequeños centímetros su barba, así que su apariencia actual distaba mucho de aquella de chico bueno y formal que poco tiempo atrás llevaba. Sin embargo, sus gestos y su mirada guardaban la misma blandura, dulzura y ecuanimidad que tanto le caracterizaba, y bueno, es que era inevitable, aquella era su esencia.

— ¡Logan! Qué sorpresa—anuncié emocionada, abrazándolo por el cuello.

—Agnes...—susurró en mi oído, correspondiéndome—. Lamento si he venido sin avisar, Vico me comentó hace unos días que llegarías de París y quise venir a saludar. Te traje esto, sé que son de tus favoritos—me pasó una caja de bombones rellenos—. Espero que no te moleste, juro que he venido solo en son de amistad—aseguró mirándome afable.

—Ay, ya no es necesario que me lo digas, ya lo sé. Muchas gracias, Logan, me alegra verte, de verdad—le tranquilicé—. Por favor, pasa, has llegado en el momento justo, están todos acá—informé, dejándolo entrar.

—Logan, qué guapo estás, amigo—dijo Ezra corriendo a saludarlo. Y sí, él tenía razón.

Suspiré de felicidad viendo cómo una persona más se unía a la simpática reunión que estábamos teniendo. Era extraño presenciar todo ello, me costaba dimensionar lo mucho que había cambiado mi vida desde que había decidido irme de casa de mis padres; aquel fue un cambio abrupto, repentino y que me dejó con una sensación de deriva en el cuerpo por largo tiempo, pero ahora, el ver a esas personas en demasía queridas por mí allí en un espacio que podía considerar propio, me llenaba de un profundo optimismo.

—Te ves bien, Agnes—comentó Logan inhalando el humo de su cigarrillo.

Habíamos salido ambos al balcón luego de que una súbita conversación sobre el cigarrillo nos hiciera nacer a ambos el anhelo de llevarnos unos cuantos a los labios. Allí el aire corría gélido, haciendo bailar nuestros cabellos con cada tenue ráfaga de viento que impactaba con nuestros cuerpos, dejando con ello la huella de su humedad en nuestras manos y labios bañados de un sutil tinte purpúreo. Desde adentro, las voces de nuestros amigos resonaban atravesando la vidriera del ventanal que nos aislaba, como ecos danzantes deseosos de amalgamarse con el murmullo citadino que se extendía en el basto paisaje por el que vagaban nuestras titilantes miradas: miradas cuyas pupilas guardaban el reflejo de las luces resplandecientes de los edificios neoyorquinos a nuestro alrededor.

—Es que me siento bien—suspiré nostálgica—. Tú también en todo caso, ah. Te has dejado crecer el pelo y la barba. Te queda bien la pinta.

—Sí, tenía ganas de variar un poco. Ya sabes, la formalidad termina por cansar.

— ¿Así que ahora te has propuesto convertirte en todo un chico despreocupado y subversivo?—bromeé despidiendo el humo del cigarrillo.

—No, claro que no—soltó una risilla—, eso no va conmigo ni aunque lo quisiera, pero creo que algo de espontaneidad no me vendría nada mal a estas alturas—terminó por decir pegándome una mirada cómplice.

Sonreí despegando la vista de sus ojos y me sobresalté cuando escuché el ventanal abrirse de pronto. Me volteé y allí lo vi, era Timothée.

—Hey—le sonreí como invitándolo a unírsenos.

—Lamento interrumpirlos, solo vine a avisarles que las hamburguesas están listas—explicó con simpleza para luego voltearse rápidamente y caminar hacia los demás.

Noté que intentó esbozar una sonrisa amable, pero según vi, le fue imposible. Aquello me sorprendió y únicamente atiné a mirar a Logan a mi lado, intentando hallar una respuesta; pero para mi sorpresa él ya había apagado hasta su cigarrillo y ahora se encontraba de camino a la entrada al salón a un paso que delataba una especie de honda resignación. Entonces fue allí que me percaté que por mucho que yo quisiera que ellos se llevasen bien, aquello estaba lejos de llegar a ser. Podrían saludarse, claro que sí, compartir en alguna celebración e incluso intercambiar alguna que otra palabra, pero jamás podrían llegar a optar el uno por el otro. Con aquel último gesto me lo habían demostrado todo.

Aquella noche pasó entre risas, conversaciones y alguna que otra broma dirigida a Timothée y a mí; y es que cómo no, si éramos la nueva pareja y por tanto nuevo foco de entretención para los escandalosos ánimos de nuestros amigos. Me fue imposible no vislumbrar el bello cuadro del que formábamos parte los seis allí siendo parte de una misma felicidad, de un entusiasmo en común, compartiendo miradas y sonrisas cuya imagen mental sentí que recordaría de por vida.

Incluso aun siendo consciente de que existía una gran probabilidad de que con el tiempo y por distintos motivos cada uno de nosotros tomara un camino distinto, lo cierto era que en ese momento no me importaba, me sentía afortunada de tener a aquellas personas en mi vida, y hasta me di cuenta que estar ahí, en medio de ese simpático y fiel choclón, era mucho mejor que estar a miles de kilómetros de distancia de ellos, por mucho que aquello pudiese traerme esa placentera sensación de irrealidad y desarraigo que me infundía la nostalgia de París.

                                                                              (...)

Una vez que los chicos partieron, con Timothée nos encargamos de ordenar el desastre que habíamos dejado en el apartamento, apagamos las luces, resguardamos la puerta principal y las ventanas, llevamos a la habitación un jarrón de agua por si nos daba ser por la noche, encendimos el calefactor en mi habitación para protegernos del frío, y así, ahora nos encontrábamos allí, en mi cuarto, agotados por el viaje y por el día en su totalidad y sin embargo, aquello me encantaba, amaba sentir que con todo: con el hecho de haberlo invitado a pasar la noche, con el haber accedido a que me ayudase a ordenar, y en general, con el haberlo involucrado en mi rutina de noche, estaba perpetuando la fortaleza de un vínculo con él, porque le estaba mostrando esa parte íntima de mí, y con ello, le evidenciaba toda la confianza que depositaba en él.

Ahora ambos nos encontrábamos bajo las sábanas, iluminados tenuemente por la lámpara a un extremo de Timothée, únicamente cubiertos por la tela fina de nuestras ropas interiores y es que el calor que irradiaba el calefactor era suficiente como para hacernos sentir cómodos con nuestros cuerpos semidesnudos. Una de mis piernas se encontraba entrelazada con la de él, permitiéndome sentir sus vellos, su suavidad y su calor atravesándome todo el cuerpo.

— ¿Quieres un bombón? están exquisitos—ofrecí con la boca llena de los chocolates que me había dado Logan, indiferente al hecho de que eventualmente las sabanas de la cama se verían salpicadas por el contenido que caía de cuando en cuando en forma de pequeñas cáscaras.

—No, gracias.

Le miré, tenía sus brazos cruzados tras la cabeza y mantenía un semblante serio aunque con matices de decaimiento. Divisé la sábana cubriéndole su torso desnudo solo desde la mitad hacia abajo, y entonces tuve que morderme el labio para no desconcentrarme del verdadero motivo que me había llevado a observarle.

— ¿Pasa algo, Timothée? Te siento algo serio y callado—curioseé dejando, aunque muy a mi pesar, la caja de bombones a un lado.

Le escuché soltar el aire con fuerza, claro indicio de que algo lo tenía aquejado, así que me moví para abrir mis piernas, posicionarme en su regazo y extender mi cuerpo semidesnudo sobre él con el mero objetivo de que mi rostro quedara a solo unos centímetros del suyo. Aquello me facilitaría el acariciarle las mejillas, besar sus labios y enredar mis manos en su rizado pelo.

—Cuéntame—le invité a hablar, haciéndole entender que había captado el mensaje en aquel aire exhalado.

—Creo que...—suspiró—. ¿Tú y Logan tuvieron algo serio?—dijo al fin, con sus pupilas evitando las mías mientras su mandíbula se tensaba en un gesto inconsciente.

Lo cierto es que la pregunta no me sorprendió, quizá hasta me esperaba esa conversación luego del aire abúlico que había percibido en él después de que con Logan volviésemos del balcón.

—No, no tuvimos nada serio porque no tuvimos nada—sonreí haciendo que me mirara—, fuimos amigos y seguimos siéndolo.

—Pero he visto la forma en que te mira, y ese día en la fiesta de Vico...

—Ese día no pasó nada. Sí, es cierto, yo le gustaba, pero lo conversamos y le confesé que no podía quererlo de la misma manera, fue una larga conversación la verdad y todo quedó muy claro. Lo que siento por él es afecto y cariño porque bueno, es mi amigo y estuvo ahí para mí en momentos en que lo único que quise fue alejarme de todo y de todos, pero es eso, eso es todo.

— ¿Él no te gusta?—preguntó entonces más relajado, ahora atreviéndose a mirarme a los ojos.

—No, él no me gusta—dije con seguridad—. Tú eres el único que me tiene encantada, mírame nada más cómo estoy aquí sobre ti, es casi una materialización simbólica de cómo me tienes en todos los aspectos, Timothée.

El chico río, haciendo viajar su mirada por todas las facciones de mi cara; llevó una de sus manos a mi espalda descubierta mientras que con la otra me removía el pelo.

—Está bien, lo entiendo—susurra.

—Así que... ¿tema zanjado?—propuse.

Tardó un par de segundos en responder hasta que finalmente cedió.

—Tema zanjado—suspiró melodioso, esbozando una sonrisa leve pero cargada de honestidad.

Extendí uno de mis brazos para alcanzar uno de los tantos bombones que quedaban, lo dejé cerca de su esternón y una vez allí, acerqué mis labios a él, succionándolo y lamiéndolo junto con su piel. Al instante escuché un suspiro de placer que se dejaba escapar de sus labios mientras el bulto entre sus piernas y las mías emergía con delicadeza, de a poco, como si de una lluvia naciente se tratase. Arrastré con mi boca el pequeño fragmento de chocolate que quedaba entre mis labios y su piel y lo llevé hasta su cuello, dejando rastros dulces en su blanquecina piel mientras que él, que para ese entonces agarraba con firmeza mis caderas con sus manos, ahora las dejaba deslizarse con cuidado hacia abajo con el único fin de deshacerse con delicadeza de mis bragas.

Fue así como luego de unos segundos, ya desprovistos ambos de cualquier tela, me dejé deslizar sobre su miembro, moviéndome despacio, como queriendo captar con el cuerpo todo ese aterciopelado momento. El roce de nuestras pieles gozaba de una suavidad y un calor que nos inducía a desear una proximidad casi absoluta, me estremecía la manera en que sus ojos nocturnos me miraban graves, como eclipsados por la satisfacción, y amaba la manera en que él, inyectado en aquel placer, dejaba escapar quejidos suaves de sus labios. Entonces quise concentrarme en ellos, excepcionalmente en ellos, así que cerré mis ojos, los besé, y sentí que los amaba: amaba su suavidad, su delicadeza, su grosor, su labio inferior cuyo tamaño me permitía succionarlo, lamerlo y morderlo hasta el cansancio, los amaba...siempre: cuando hablaban, cuando reían, cuando se tensaban, cuando gritaban mi nombre... porque su boca era esa parte de su cuerpo que más se asemejaba a un corazón, a un corazón desbordado de ternura, amor y pasión. 

Timothée, el celosillo :c

Espero hayan disfrutado de estos dos caps <3 al principio iba a ser uno extra largo, pero al final opté por dividirlo en dos . Gracias por todo su maravilloso apoyo 💕💕😊 recuerden votar y/o comentar lo que les parezca <3 abrazosss


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