Cap 37: me llueves el pensamiento
De pie junto al marco de la puerta de la habitación cuya disposición me separaba del escenario principal en donde en solo unos pocos minutos más se llevaría a cabo la tan esperada premiere, me encontraba con mis ojos expectantes mirando de aquí para allá el estresante ajetreo de los organizadores del evento, y junto con ellos, la encantadora decoración que inundaba el lugar de la más característica esencia de Ocasos de Otoño: ornamentos dispuestos en lugares estratégicos que simulaban hojas otoñales, rincones resueltos en representar la misma estética lluviosa y caótica que debimos encarnar con Timothée en más de una escena; la alucinante portada del filme en tamaño monumental a disposición de hasta el más miope, y finalmente, el pretencioso título de la obra detrás como anunciando al mundo que pronto saldría a la luz y removería las entrañas hasta de aquel con la más indolente alma.
Y mi corazón allí, en medio de todo, rebosante de felicidad, se encontraba incluso más alborotado que todos los presentes; y es que cómo no, si era mi primera vez siendo parte de un espectáculo como aquel.
— ¿Crees que me veo bien?—interrogué insegura aunque emocionada a la chica de maquillaje que poco tiempo antes me había ayudado a preparar el vestido y el peinado.
—Te ves preciosa, Agnes—me sonrió gustosa en tanto me tomaba de los brazos en señal de apoyo—. Iré a ayudar con el resto, si necesitas algo ya sabes dónde encontrarme—anunció.
Dios, no podía dejar de mirar a todos lados, la luz en extremo luminosa de los focos me hacía sentir aún más expuesta; sin embargo, era de gran ayudar el sentirme cómoda con lo que llevaba puesto: el vestido en su tono, con esa apertura a la espalda que me hacía percibir cada diminuta ráfaga de viento del parisino frío nocturno que alcanzaba a colarse desde el exterior, y también en su forma ligera de caer me daban toda la comodidad necesaria para moverme con soltura. Por otro lado, me fue inevitable no atreverme a llevar puesto el collar de hojas que me había dado Timothée, y es que era la ocasión perfecta para hacerlo, sería como llevar encima algo del sentir del personaje de la pianista.
—Hey—alcancé a oír susurrar antes de que inesperadamente unas firmes manos me tomaran de la cintura para empujarme dentro del cuarto y cerrar con ello la puerta que nos exponía a las ajetreadas gentes. Era Timothée.
— ¡Timothée!—me sorprendí haciéndome la ofendida. Pero entonces me fijé en él y en lo extremadamente guapo que se veía con aquel traje que llevaba puesto.
—Lo siento, quería verte antes de que tuviésemos que salir—se excusó—. Llevas el collar—comentó sorprendido, mirándome de pie a cabeza. Aquello me hizo sonrojar—.Te ves preciosa, Agnes...pero siempre ha sido así—y entonces se acercó para besarme los labios.
Nos movimos con nuestras bocas pegadas hasta una de las tantas sillas disponibles a cualquiera que quisiese retocarse en el lugar ¡Qué apropiado verbo para el momento! Sus besos me hacían sentir tan dentro de él, y a causa de ello, desearle tanto, que tuve que sentarlo en la silla, abrir mis piernas y ponerme sobre su regazo. Dios, si seguíamos así iba terminar desarmando mi peinado y estropeando mi vestido.
—Timothée...estropearemos nuestros trajes...—suspiré entre besos, acariciándole con fuerza su cabello.
Ay, sus manos.
—No me importa—alcanzó a decir mientras comenzaba a deslizar sus delicadas manos desde el comienzo de mis piernas hasta mis muslos. Dios, es que no pude ni quise evitar moverme con delicadeza sobre él, acariciando así mi centro con el suyo. Le escuché soltar un gemido suave mientras aferraba con más fuerza sus manos ahora en el límite de mis muslos; los acariciaba con ansías, en movimientos circulares que parecían pretender llegar un poco más arriba.
—Timothée...puede entrar alguien—advertí sin dejar de acariciarle, porque no, yo le deseaba entero.
Dejé de enfocarme en sus blandos labios para pasar a dirigirme a su cuello, y le lamí completo, no me importó que el aroma del maquillaje opacara en parte aquella fragancia natural de él tan exquisita para mí y tan placentera para mis orificios nasales. Su aroma era tal cual la rosácea llovizna, del solo hecho de olerlo me hacía sentir que fluía hasta mis entrañas, me hacía querer adentrarme hasta los huesos en él.
—Eso tampoco me importa...Agnes—murmuró en mi oído, dejando allí huellas húmedas de su cálido aliento.
Entonces fue entonces cuando me sentí humedecer, sorprendiéndome el hecho de que cualquier tipo de caricia de parte de él, por más ínfima que fuese, podía llegar a despertar en mí el más insaciable deseo. Comencé a soltar gemidos pausados, acallados...y me fue inevitable el levantar mi cabeza para llevarla hacia atrás mientras él se encargaba de reforzar con constancia nuestro céntrico roce, y es que por lo demás, esa erección de él era tan jodidamente evidente desde el comienzo que durante todo aquel momento no había hecho más que estimularme en aquella posición.
— ¿Agnes? ¿Puedo pasar?—se escucharon los golpes en la puerta. Era la maquillista.
Me separé rápidamente, aunque con dificultad, de las piernas de Timothée. Ya erguida le quise arreglar un par de mechones de pelo que le había desordenado al antes lacado cabello del muchacho, pero dios, ¡no funcionaba! Me sentí espantar hasta que la risa divertida y burlesca del chico menguó mis nervios.
—Oye—se irguió para mirarme fijo, ponerse frente a mí y tomarme del rostro—, déjala pasar, no me importa. No me importa nada, solo quiero estar contigo—confesó, con sus ojos llenos de un brillo titilante. Me limité a responder en una mueca, una mueca que pese a serlo escondía una inmensa felicidad; escucharlo decir aquello no hacía más que contentarme.
Lo cierto fue que la chica solo había ido para darme aviso de que debía salir porque se iba a dar comienzo a todo, y de paso, a preguntarme por Timothée. Al parecer, el chico había desaparecido de un segundo a otro poniendo de nervios a todo el personal, así que cuando se percató de que el escurridizo chiquillo estaba allí la única expresión en su rostro fue la de relajación, hecho me había llevado a intuir que ni tiempo había tenido para sospechar que algo estaba pasando allí.
Salimos de la habitación y lo siguiente pasó tan rápido que apenas pude darme cuenta de todo: primero, el tener que posar frente a las cámaras de un sinnúmero de fotógrafos esperando obtener la imagen perfecta me generó tal encandilamiento que luego de ello me sentí embriagada por mis propios despiertos sentidos. Ni siquiera podía poner atención a mi rostro, escuchaba en la lejanía que me pedían sonreír y aunque lo hice, no podía estar segura de cuál había sido la expresión escondida tras aquellas sonrisas. Yo estaba contenta, aquello era innegable, pero dios, era mi primer vez en algo así, me sentía como un cordero en medio de un pueblo de lobos.
En más de una ocasión el susurro apenas audible de Timothée con su empático "tranquila, lo estás haciendo bien", fue suficiente como para tranquilizarme para lo que vendría después: las entrevistas. A decir verdad, ese momento fue mucho menos incómodo que el excesivo sentimiento de exposición que me generó el verme frente a tanta cantidad de cámaras. Las cortas entrevistas de los periodistas se sentían mucho más personales y las temáticas en las que enfocaban sus preguntas, a excepción de algunas pocas, eran lo bastante interesantes como para hacerme adentrar en ellas de tal manera que logré olvidarme durante aquellos minutos de que me encontraba en la primera premiere del primer filme del que había sido parte. Las preguntas relacionadas a cómo había sido mi experiencia trabajando con una cineasta del porte del Margot a la vez que con un actor como Timothée no se hicieron esperar, y pese a que sentí un leve temor porque mis ojos delataran mi profundo amor por el chico, aquello no me impidió dar respuestas lo suficiente honestas como para dejar satisfechos a los insaciables entrevistadores.
(...)
—Así que... ¿Nos vamos a cenar?—propuso juguetón Timothée, dándome un leve empujoncito discreto con su hombro cuando apenas había terminado todo el agitado asunto.
Me tuve que morder el labio para no sonreír como boba—. ¿Te das cuenta que necesitamos cambiarnos de ropa antes?—cuestioné—. Moriremos de frío.
—No, eso no pasará. Yo tengo la solución—respondió con seguridad.
No tengo idea de cómo había logrado convencerme, pero lo hizo. Mandó nuestras pertenencias con no sé qué sujeto de confianza hasta el lujoso aunque acogedor hotel en que nos estábamos hospedando con el equipo. Mientras que nosotros, por ahí, caminábamos como si nada con nuestros aparatosos trajes y únicamente protegidos del frío por un par de sudaderas que el chico había "casualmente" llevado al lugar de la premiere. Estaba siendo todo tan espontáneo que casi moría de risa de solo pensar en cómo, gracias al aspecto despreocupado que nos otorgaban las sudaderas, desentonábamos por completo del delicado y fino paisaje a nuestro alrededor.
La noche resultaba silenciosa en aquellos desolados parajes en los cuales nos adentramos con Timothée con el único fin de tomar un atajo para llegar al centro de la ciudad. El vapor cálido que salía de nuestras bocas se fusionaba con la persistente helada del aterido aire que corría, los adoquines en el suelo, gastados por los años, marcados por las huellas de quizás cuántos sensibles ánimos, siendo indiscretamente iluminados por el color ocre dorado que irradiaba la luz de los de los refinados faroles en aquella tierna noche parecían agradecernos secretamente que caminásemos sobre ellos con el más apacible temple en nuestros cuerpos. Los modestos edificios que nos rodeaban, con su tamaño moderado, con su forma vetusta y colores opacos, aunque no por ello poco elegantes, otorgaban a aquel solitario lugar una personalidad afable y humilde, inundándonos y contagiándonos de su serenidad y sosiego.
Observaba el caminar de Timothée a mi lado, tan lento como el mío. Sus manos, resguardadas del frío en sus bolsillos, guardaban la misma calma que su andar, y cuando lo miré con más detención, intentando que mi mente captase aquella escena con el fin de atesorarla para siempre, solo sentí el intenso anhelo de ser parte de ese sosiego en él, de ese sosiego que era únicamente palpable a través del cuerpo.
—Mira, una pileta de efigies—anunció en voz baja, señalando con su dedo el bello monumento a un lado de la solitaria callejuela. Sabía lo que quería decir con ello, así que nos movimos hasta allí en silencio. Era hora de conversar.
No hizo falta tocarla para saber que el mármol del que estaba formada la pileta estaba incluso más frío que el aire, así que haciendo caso a nuestra intuición, preferimos sentarnos a un extremo, en una banca de madera que como tal, no concentraba en ella el frío del lugar.
Dirigí mi vista hacia el chico sentado a mi lado, sintiendo como la nostalgia se me atoraba en la garganta, porque su perfil iluminado por la luz anaranjada del lugar no hizo más que hacerme revivir fugazmente la vez en que nos sentamos en aquella ahora lejana banca de un parque en Chelsea, luego de haber estado horas hablando en una cafetería sobre mi posible rol en Ocasos de otoño. Claro que esta vez el agua cayendo en forma de gotas en la pileta atrás nuestro marcaba la diferencia con cada golpeteo, inundándonos de su tenue sonido como si de una melodía lejana se tratase.
— ¿Puedes creer que sea real que estemos juntos en este lugar?—río Timothée a mi lado, antes de pasar a tomar con delicadeza mi mano para llevarla a su amplio bolsillo, abrigándola allí junto con la de él.
—Sí, es raro ¿o no? Digo, han pasado muchas cosas en muy poco tiempo—comenté, con mis ojos perdidos en nuestras manos resguardadas.
—Ajá, sobre todo para ti que has alcanzado tus metas: trabajar en lo que amas y tu tan ansiada independencia con el nuevo apartamento—asintió sonriendo. Se quedó unos segundos como intentando reflexionar cómo proseguir. Yo le miraba expectante—. Aun así, Agnes...para mí el tiempo lejos de ti ha sido difícil, harto difícil—confesó, mirándome a los ojos.
Me le quedé mirando unos segundos antes de responder.
— ¿Sabes?—solté el aire—Yo no creo que haya sido tiempo perdido—negué—, creo que fue un tiempo necesario para aclarar nuestras mentes. Claro que la manera en que nos alejamos no fue la mejor, pero honestamente, yo dudo que haya podido continuar como si nada luego de lo que pasó, me sentí muy confundida y te detesté por no entenderte, Timothée. De todas maneras necesité de un buen cachetazo de parte de Vico para darme cuenta de lo que me pasaba y de lo que estaba sintiendo. Por cierto—advertí como recordando algo de pronto—, no vuelvas nunca a hablar de mí con Vico a mis espaldas, es perturbador—gruñí.
Él soltó una carcajada.
—Ven acá—se movió para tomar mis piernas y llevarlas a su regazo, acercando mi cuerpo al de él. Dios, el calor que irradiaba su piel traspasaba hasta su ropaje—. No me puedes culpar por eso, necesitaba saber de ti—se excusó sonriente.
Me acaricio el mentón con delicadeza mientras sus ojos recorrían con lentitud todo mi rostro, como queriendo captar cada detalle de él, como besándome con la mirada. Por mi parte solo atinaba a mirarle como embelesada, mi interior se negaba a creer que por fin le tenía ahí, ante mí, de esa manera que por tanto tiempo estuve anhelando incesantemente y de la cual no podía escapar ni siquiera durante el sueño.
— ¿Agnes...?—susurró acercando de a poco sus labios a los míos. Labios fríos, entumidos.
— ¿Timothée...?—respondí, comenzando con nuestro ya acostumbrado juego de narices mientras el roce de sus ahora sus revueltos cabellos me acariciaba el rostro.
—Lo siento...por mis errores. Lamento no haber sido claro desde el principio, por haber sido un irresponsable y que finalmente todo eso haya decantado en haberte dañado. Sé que debí hacerme cargo de lo que sentía desde el comienzo, desde el primer momento en que comencé a tener sentimientos por ti. Debí ser más honesto y no lo fui. Perdóname—reconoció en tono bajo pero seguro, mirándome directo a los ojos con pupilas titilantes.
Le acaricié el rostro, su tan suave y delicado rostro mientras juntaba nuestras frentes y cerraba mis ojos intentando captar ese momento para siempre. Había comenzado a temblar súbitamente, su cercanía, sus palabras y todo él, era motivo suficiente como para hacerme desarmar hasta con el más diminuto gesto.
—Está bien, Timothée. Ambos nos equivocamos...Yo tampoco me comporté de la mejor manera. Tampoco fui honesta contigo, ni siquiera lo fui conmigo—reí burlesca—. Discúlpame por lo testaruda que fui, es solo que... me sentí tan vulnerable e insegura—confesé en un resoplo.
— ¿Y ahora?—preguntó sin tapujos, serio.
Sonreí—. No, ya no. Ahora estoy segura de lo que quiero—aseveré.
— ¿Sí?—dijo entonces juguetón para de un momento a otro pasar a rozar nuestros labios.
—Sí—me lamí los míos. Sentía que la desesperación por besarlo se comenzaba a apoderar de mí de una manera impetuosa—. Quiero estar contigo—tragué saliva.
Mi corazón comenzó a saltar como entrecortado, como si no pudiese alinearse con mis pensamientos en un intento por tranquilizarme. Advertí las manos de Timothée arrastrándome con fuerza hacia sus piernas, posicionándome sobre él, sí, por segunda vez en el día. Le vi mirarme con ojos oscuros y lo siguiente que sentí fueron sus manos en mi cuello, tomándome con firmeza de allí para luego pasar a pegar mis labios a los suyos de manera abrupta. Me besó con fuerza, con ganas, revolcando su lengua con la mía en un movimiento desesperado. Dios, todo era tan jodidamente intenso con él.
—Quiero estar contigo también, Agnes—dijo jadeante entre besos. Mierda, quise saborearlo entero, lamer y conocer hasta el más recóndito rincón de su boca, que no quedase ninguna parte de sus labios sin morder.
Pero entonces escuchamos la sutil melodía de un aguacero naciente, y no, no era el agua de la pileta, era un aguacero floreciendo del cielo. Había comenzado a llover.
—Quizá sea mejor volver—propuse, viendo cómo de un segundo a otro las gotas que hace unos segundos habían germinado tenues ahora pasaban a convertirse en pesadas gotas acantaradas.
—Agnes, ¿Qué tal si pedimos pizza para cenar y nos vamos al hotel? —sugirió con timidez. Sabía a qué se refería con eso—.O bueno, aún podemos ir al restaurante, como te había prometido.
—No—me apresuré a responder—. Vamos al hotel.
Le vi asentir y entreabrir sus labios en respuesta y lo siguiente hicimos fue encaminarnos hasta el hotel, con nuestros pies llevamos por el ansía, la emoción y el ferviente ardor del cual eran presos nuestros cuerpos y corazones, prácticamente corríamos hacia la habitación que en pocos minutos nos serviría de refugio. El cuadro que representábamos era digno de contemplar: dos jóvenes corriendo por las solitarias calles de un barrio parisino, bajo la lluvia, empapados hasta los huesos y deteniéndose de vez en cuando para arrinconarse y besarse contra alguna de las tantas paredes. Paredes que agradecimos profundamente sirviesen de apoyo a nuestros fervientes deseos. Éramos un desastre, un caótico desastre.
(...)
— Tienes una hermosa vista desde tu habitación. Es mejor que la mía— comentó Timothée, mirando a través del vidrio de la ventana el lluvioso exterior.
Me acerqué y contemplé el acaecer feroz e implacable con que las gotas pegaban en el vidrio. Su sonido era tal que opacaba casi cualquier otra melodía que osara involucrarse en aquel concierto que nos consagraba el clima invernal. Las luces brumosas y fugaces de unas cuantas casonas alrededor del hotel se hacían notar de cuando en cuando, justo en ese momento en que las gotas, luego de haberse unido al sólido material, decidían escurrirse hasta el final del mismo. Aquella nublada vista era propiciada además gracias a que con Timothée habíamos optado por encender solo una de las pequeñas lámparas a disposición en la habitación, dándole paso a una oscuridad casi completa de no ser por la cálida y opaca luz que alumbraba nuestros perfiles desde un diminuto rincón de la habitación.
— ¿En qué piensas?—preguntó Timothée cuando notó mis ojos perdidos en el acontecer invernal. Lo sentí moverse detrás de mí.
Acercó su torso a mi espalda, una espalda casi del todo descubierta de no ser por uno que otro ligero tirante del vestido que aún llevaba puesto. El aliento de sus labios me acarició el lóbulo de la oreja mientras que mi desnuda cintura percibía el tacto fino de sus manos intensificando aún más la cercanía de nuestros cuerpos. Me sentí estremecer.
—Estaba recordando todas aquellas veces en que fuiste tú quien me llovió en el pensamiento, Timothée—murmuré apenas, con los ojos cerrados deseando a toda costa fundirme en los roces que acariciaban mi tembloroso cuerpo.
Entonces comenzó a besarme el cuello, con delicadeza, de manera entrecortada, haciendo crecer mis ganas y mi anhelo por él. Era hasta doloroso.
— ¿Y lo disfrutaste?—susurró mientras seguía moviendo sus labios en mi cuello, claro que ahora agregaba su lengua de cuando en cuando, dejando huellas de su saliva allí donde quiera que sus labios pasasen.
El ardor del que era preso mi cuerpo comenzó a hacerse insoportable, y me sentí desvanecer cuando una de sus manos tomó con firmeza mi cadera en lo que pareció un movimiento ardoroso por hacerme notar su ya evidente erección en mi parte trasera. No satisfecho con eso, su otra mano había llegado hasta aquel lado de mi cuello que el muchacho había dejado libre de sus besos para agarrarme de allí y hundir su boca aún más en el otro extremo, intensificando todavía más su juego con los labios.
—Lo disfruté—solté con dificultad, intentando ahogar mis quejidos.
—Eso es bueno—siguió, con voz ronca—, porque ahora te voy a llover el cuerpo, Agnes.
Y entonces pegué un gemido extendido y agudo, tórrido, que de no ser por el sonido férreo del aguacero se hubiese escuchado desde la habitación contigua. Porque lo solté con ganas y con libertad, como presintiendo que aquel suspiro firme sería nada más que una alegoría premonitoria de lo que estaríamos por vivir en esa habitación: de cómo nuevamente nos íbamos a llover los cuerpos y la mente, de cómo nos volveríamos a fundir en el sonido y en la materialidad húmeda de aquella lluvia parisina.
Y hasta aquí el cap :) lamento si es muy largo pero era necesario. Espero que les guste y lo disfruten. Aprovacharé de decir altiro que el próximo capítulo se viene algo subido de tono en contenido, así que precaución. Muchas gracias por todo su apoyo, recuerden comentar y/o votar si les gustó el cap 💕💕💕🍁 besitos y abrazos :)
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