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Cap 35: amor y café/ la misión del arte

Yumi Zouma - Depths (Pt. I)

                                                                                    ✩✩✩

Se desplegaba el frío invierno por todos los rincones de las callejuelas de Nueva York, embadurnando los sitios de una humedad luminosa a punto de ser solidificada por una primera nevazón que parecía presentirse con cada bocanada de aire exhalado. Las extensas y solitarias ramas color marrón que emergían de los altos árboles ensombrecían cada tanto los senderos en los ya desiertos parques a esa hora de la tarde. Y yo allí, en medio de aquel cuadro, con mis bototos protectores, corría descuidada a través del rocío en el suelo, el mismo rocío en donde se dibujaba el claro reflejo del sol desvaneciéndose en medio de los altos edificios neoyorquinos.

Sentía mi ánimo invadido por una inusitada felicidad que se reflejaba en cada pequeño brinco que daba mientras corría intentado no resbalar, pero ya ni siquiera eso me importaba, si por un infortunio terminaba azotándome contra el suelo, estaba segura que ni eso sería causa del desvanecimiento de la amplia sonrisa que llevaba como tatuada en mi rostro y que de hecho había sido motivo de más de alguna cómica mirada de los paseantes. Me sentía dichosa, dichosa como no lo sentía hace mucho tiempo, en mi mente parecía dibujarse como a pinceladas un presentimiento favorable, que me mostraba que ahora tenía todo a mi favor...O al menos la mayoría.

Llegué a la rústica cafetería abriendo de un solo choque la amplia y pesada puerta de madera. El lugar desbordaba en todo tipo de exquisitas fragancias a café, moca y vainilla que mis orificios nasales no tardaron en reconocer, y que además, le entregaban a todo el espacio un ambiente más acogedor y hospitalario de lo ya esperado por su afable decoración, de aquellos que le hacen a una sentir la nostalgia del terruño, de la comodidad del primer hogar.

Divisé a Logan en un rincón tenuemente iluminado por una luz cálida y templada que irradiaba una pequeña lámpara, estaba sentado en un espacioso sofá acompañado de una diminuta mesa en la cual ya estaban dispuestos nuestros cafés, y es que sí, le tuve que llamar para que hiciera el pedido antes gracias a mi inesperado y excepcional retraso.

—Hey—saludé con una sonrisa en tanto me sentaba su lado y dejaba mi húmedo gorro a un costado—. Siento la demora, no creí que tardaría tanto caminando desde mi apartamento—reí—. ¿Cómo estás?

—Ojalá tan bien como tú como para tener los ánimos y caminar tremendo trecho—sonrió, mirándome curioso.

—Sí, es que ya sabes... es el ambiente frío el que me hace disfrutar de cada jodido respiro que doy, como si me purificara el interior de solo sentirlo—tomé del café dejando que su exquisita fragancia entrase por mi nariz y luego le di un gustoso sorbo. Un súbito calor me recorrió el cuerpo.

Como no escuché respuesta de su parte me vi en la necesidad de volver mi vista hacia él. Le pillé mirándome con ojos brillosos, muestra de ternura, mientras una sonrisa afectuosa se dibujaba en su rostro.

—Eres una chica muy especial, Agnes.

Me limité a sonreír cerradamente, sin dejar de mantener la vista en mi abrasador café. Solo esperaba que la conversación no se tornase demasiado incómoda, mucho menos ahora que había venido para dejar las cosas claras.

—Dijiste que querías hablarme sobre algo—continuó, irguiéndose para quedar de frente a mí.

—Sí—suspiré—. Escucha—continué—, yo sé que...

Dios, ¿y si en realidad no le gusto para nada y solo son ideas mías? Dirá que soy una creída, quizá simplemente malinterpreté todo.

—Agnes, no es necesario que lo hagas. Yo ya sé por qué me pediste que nos viésemos—interrumpió.

— ¿Ah, sí?—fruncí mi ceño, confundida.

—Sí—sonrió triste—. Y créeme que lo entiendo, no es necesario que me expliques nada. Sé que no soy correspondido y de verdad...lamento que sea así—confesó, mirándome fijo.

Mis dedos comenzaron a jugar con la pequeña taza que sostenía en mis manos.

—Sí...lo siento—bajé la cabeza—, hubo un momento en que debo admitir anhelé poder quererte de esa forma, Logan, pero... no pude. Mi corazón está en otro lado—esbocé una mueca percibiendo cómo mi pecho comenzaba a pulsar más rápido.

—Tu corazón está con ese amigo tuyo ¿no es cierto? Está con Timothée—aseveró.

—Sí—susurré, asintiendo con un movimiento de cabeza.

— ¿Lo amas?—cuestionó, intrigado. Sus manos también habían comenzado a jugar con la taza de café en su regazo, tal vez le ponía de nervios creer que estaba siendo muy entrometido.

—Sí—confirmé, esta vez con seguridad—.... Y ¿sabes? No tengo razones para creer que aquello pueda significar algo. Sé que amarle no es garantía de nada ahora pero... no puedo querer a nadie más si tengo tan a flor de piel mis sentimientos por Timothée. Rehuí de mi sentir por mucho tiempo creyendo que lo había superado o al menos que lo estaba haciendo, pero no... resultó ser más difícil de lo que creí, de lo que quise creer.

—Sí, entiendo—comentó, dando un sorbo a su taza—. Entiendo muy bien. Pienso que comprender las emociones que genera el amor es casi tan difícil como disponerse vivirlo.

— ¿Te has enamorado muchas veces?—curioseé.

—No—carcajeó—. Digo, sí, he querido mucho, quizá hasta he amado, pero el amor impetuoso y así de pasional es otra cosa. Creo que el tipo de amor que sientes tú por ese chico no se vive muchas veces en la vida. Puedes amar muchas veces, pero amar con intensidad, con vehemencia y entusiasmo...

—Amar hasta las entrañas...amar con profundidad—comprendí.

—Exacto. Amar hasta las entrañas es... diferente, es diferente y también agotador, el corazón no da para querer de esa forma muchas veces en la vida.

—El corazón también se cansa—consentí.

—Si sientes esa clase excepcional de amor aprovecha de vivirlo, Agnes. No te pierdas la oportunidad de algo así, no te lo pierdas, porque nada ni nadie te asegura que puedas volver a sentirlo después.

Me quedé un rato observando la ventana que daba a la calle al otro extremo del café. Aquel vidrio empañado era impedimento para contemplar con claridad lo que pasaba fuera, solo se alcanzaba a notar el reflejo nebuloso de las luces de los automóviles pasar fugaces, casi imperceptibles... pero estaban allí, pese a lo borrosas, y aquello era innegable. Estaban ahí igual que los sentimientos por Timothée que antes había querido empañar. Los que inevitablemente y por una u otra razón siempre habían sido susceptibles de salir a flote, y que sí, terminaron por salir... desbordados por las ganas.

—Lo sé—respondí al fin—. Existen muy pocas personas en la vida que pueden llegar a hacernos amarles de esa manera—me quedé reflexionando un momento—.Y ahora que puedo, quiero hacerlo, quiero amarle de esa forma, vivir ese amor con él—aseguré, sintiéndome sonrojar repentinamente.

Logan sonrió amplio, aunque con la mirada baja. ¿Estaría siendo yo muy indolente? Me había emocionado tanto diciendo lo que sentía que no me detuve a pensar en si acaso le afectaría escucharme decir aquello, aunque por lo que me dijo antes, yo intuía que él, astutamente, ya estaba al tanto de todo lo que pasaba con mis emociones.

—Agnes, quiero decirte algo y prometo que será la última vez que lo mencione, si es que así lo quieres—aseveró.

—Sí, dime—me apresuré a decir.

—Me gustaría seguir siendo tu amigo, Agnes... pero antes—soltó el aire—quiero que sepas que... siento un gusto y cariño muy reales por ti. Eres una chica realmente especial para mí, y aunque nos conocemos hace poco me sentí encantado por ti: por cómo eres, por lo que me haces sentir... Así que... si en algún momento cambias de opinión, yo estaré feliz de abrirte mi corazón. Me comportaré contigo de la misma manera que lo hago con cualquiera de mis amigos, te prometo que no volverás a sentir de mí ningún tipo de interés más que ese, y así será siempre, a menos que en algún momento quieras lo contrario.

Me quedé estática unos segundos, no tenía idea de qué responder a aquello. Lo recuerdo y aún me parece una confesión increíblemente descabellada.

—Amm—titubeé— no lo sé, Logan...

—Agnes, no tienes que responder nada. No espero respuesta alguna de tu parte, yo solo me hago cargo de decirlo porque si no, me hubiese quedado con el peso de no haberlo hecho—respondió tranquilo, aunque con dejos de satisfacción en su voz.

—Gracias... ¿supongo?—dudé. Logan tomó de su café y se limitó a soltar una leve carcajada, señal de lo sorprendido que estaba por mi estupefacta reacción.

Y allí, en esa carcajada, pareció quedar guardada para siempre aquella ahora lejana conversación, la última en donde él me manifestó su singular aprecio por mí. Luego de eso fuimos los amigos que siempre debimos haber sido, o al menos ese era mi sentir, porque sin quererlo, en ocasiones posteriores, el chico me había mirado con un sutil brillo deseoso en sus azulados ojos, como si algo de lo que había sentido aún quedase muy dentro de él, amenazando con salir de manera imprudente, sin previo aviso como para al menos intentar retenerlo.

Supongo que hay tantos diversos sentimientos situados en tan recónditos rincones emocionales que por estar allí nunca se logran desvanecer por completo.

Días después

— ¿Quieres una taza de café, querida?

—Claro—sonreí— gracias, Margot.

Me senté en uno de los dos sillones dispuestos frente a la amplia y bella chimenea del ahora cálido salón principal de la casa de la cineasta. El silencio era casi absoluto, pues desde allí el bullicio citadino y el correr del viento invernal pasaban desapercibidos gracias al ancho material que conformaba las vetustas paredes de aquel hogar. O al menos eso recordaba que me había explicado Timothée...

—Aquí tienes—me pasó el café, sentándose en el sillón a mi lado.

Le vi llevar la pequeña taza en sus manos en dirección hacia sus pintorescos labios mientras su mirada, como perdida en un punto fijo, parecía fundirse junto con la leña en el llameante fuego de la chimenea. Aquello me hizo llegar el extraño presentimiento de que Margot estaba por confesarme algo que pese a no ser del todo negativo sí podía ser lo bastante duro como para que su semblante mantuviera una expresión pesarosa y taciturna.

— ¿Sabes, querida? Tú me recuerdas mucho a mí en mis años lozanos—declaró, posando una mirada nostálgica sobre mí.

— ¿Ah sí? ¿Por qué?—curioseé, con el ceño levemente fruncido.

—Hay algo en tu mirada que me recuerda mi jovial ansia por vivir, la ambición que sentía por experimentar con las emociones y el trabajo, esas ganas de sentir con inmensidad—pegó la vista en sus manos sosteniendo el café—. Pasar tiempo trabajando contigo, viendo cómo te desenvolvías con tal arrojo en el set como si nada más que tú y tus emociones existiesen, me hizo determinar que existe un lugar que compartimos muy en el fondo de nuestros sensibles interiores... y es por eso que quiero que seas la primera del equipo en saber que me retiro del mundo del cine—dijo al fin. Me quedé estupefacta—. Ocasos de otoño es el último filme en el que trabajaré—sonrió satisfecha aunque claro, el inevitable dolor se dejó mostrar en su temblorosa voz y en sus húmedos ojos.

—Co... ¿cómo?—titubeé, no pudiendo creer lo que me decía, quedándome estática con la taza a medio tomar.

—Así es, querida—carcajeó leve— lo supe desde que comencé con la producción del libreto y guion. Mi idea era fusionar todo mi sentir de años en una sola obra que transmitiese todo tipo de emociones, y es que sí, sabía que sería la última, y quería que fuese la mejor, la más ambiciosa producción hasta ahora—soltó el aire—. Por eso es que trabajé muy duro en ello... bueno, trabajamos—corrigió— Y hasta ahora...hasta va muy bien, me siento más que satisfecha con el resultado.

—Margot pero... ¿Estás segura? Tienes mucho talento...eres increíble—respondí, ahora con la compostura recuperada.

La mujer pegó una risotada.

—Es exacto lo que hubiese dicho mi joven yo si estuviera en tu posición—suspiró—. Pero ya no lo soy, y sí, estoy segura, lo vine pensando desde hace mucho. Disfruté haciendo lo mejor que pude con el arte cinematográfico, di lo mejor de mí, invertí todos mis ánimos y ganas en ello, me desviví llevando al papel y a la escena cada insaciable idea que se me venía a la cabeza—carcajeó—. Pero ya estoy vieja, al menos lo suficiente como para solo querer dedicarme a mis cuadros y a mis diseños, siento que ya cumplí con esa parte de la esfera de mi vida.

Asentí con un movimiento de cabeza, sonriendo y bajando mi mirada. Casi podía sentir la misma tranquilidad que de seguro sentía ella por haber cumplido de la mejor manera aquella misión en su vida: la misión del arte.

—Gracias—le miré agradecida—gracias por contarme, realmente...significa mucho para mí, Margot. Pero sobre todo...gracias por confiar lo suficiente en mí como para permitir que fuese parte de este tan valioso último proyecto tuyo.

—Ah, no es nada. Eres una mujer talentosa, y en un mundo lleno de reiteradas injusticias para nosotras, debemos ayudarnos a mostrar y expandir nuestra agudeza e ingenio al mundo. Porque lo tenemos en demasía—sonrío irguiéndose inesperadamente de su asiento—tenemos derecho a ser reconocidas, valoradas...y también claro, derecho a ser amadas, a ser amadas de verdad—me miró picarona.

Sentí mis mejillas arder, no tanto por estar recibiendo directo el calor del fuego como por el bochorno que me causaba pensar que Margot era lo bastante observadora como para ya estar enterada de todo lo que pasaba sin siquiera a oídas de un rumor. Tuve que dejar a un lado mi ya vacía taza de café porque mis manos empezaron a temblar inesperadamente de solo pensarlo.

—Acompáñame—pidió amable. Le seguí—. Quería preguntarte, Agnes... ¿Ya sabes qué usar para la premiere en Paris? O mejor dicho, ¿Para las premieres?

—No realmente—me sorprendí. Con todo lo que había pasado ni siquiera me había detenido a pensar en ello. Dios, cómo demonios le haría, tenía tan pocos ahorros que me abrumada de solo pensar en ello.

Llegamos a un cuarto cerrado con llaves. Aquello me sorprendió. Si aquel lugar algo guardaba debía ser lo suficientemente valioso como para despertar en ella el temor de que alguien entrase allí con algún objetivo pérfido. Abrió la puerta con cuidado y encendió la luz al instante, deslumbrándome los ojos al ver lo que escondía.

— ¿Son vestidos?—me sorprendí. Mis pies se movieron dentro para recorrer el sitio, como llevados por la inercia, instintivamente, sin esperar el permiso de Margot a mi lado. Ella río divertida ante mi reacción.

—No sabía que eras diseñadora—miré con detalle algunos de los vestidos—. Digo, sabía que diseñabas el vestuario para tus producciones pero no creí que...

— ¿Por hobby?, sí, lo hago—asintió—. Hasta mi tiempo libre lo ocupo trabajando—río.

—Es precioso—susurré, contemplando boquiabierta un largo vestido de un color rosa damasco que decaía en tonalidades degradé, era descubierto de la espalda, tenía un escote en v y debajo una gruesa pero delicada cinta que acentuaba la cintura.

— ¿Lo quieres?—ofreció en una sonrisa. Me quedé mirándole como estática.

—No, no, claro que no, no podría pagarlo—me sonrojé.

— ¿Pero qué dices? Por dios, querida—carcajeó—. En realidad me estarías haciendo un gran favor. No quiero que te sientas presionada a aceptar pero... ahora que no trabajaré más en el mundo del cine me haría bien hacerle publicidad por primera vez a estas hechuras y así hacer algo más con ellas que no sea mantenerlos arrumbados a la suerte del polvo y quizá a qué otra criaturilla. Podrías usar los que quieras cuando quieras, podríamos ajustarlos a tu medida—habló con ojos titilantes, emocionada.

—Me encantaría—suspiré mirándole sonriente. No pudiendo con la emoción de sentirme tan jodidamente afortunada—. Muchas gracias—pronuncié, ahora mirando y dando caricias suaves con mis dedos a la tela de seda en mis manos; como si con ellos lograse disminuir la espera, deseosa de que llegase pronto el día para usarlo, para vestirme con él, y para desvestirme de él...en el día de la premiere en París.

La oscuridad nocturna había tomado posesión de los cielos y de los más ínfimos escondites de la ciudad cuando volvía a mi hogar. El contento del que era presa me indujo a desear mucho más que cualquier otro día el caminar por fuera de los locales, restaurantes y cafés abiertos a esa hora; como si mi alborozo, en un impulso por empatizar, anhelase unirse con la de aquellos vivaces murmullos guardadores de sonrisas y charlas de las nocturnas gentes.

Pensaba en Timothée cuando les veía, y es que dios, ansiaba tanto verle, cada rostro cercano, cada alma templada que pasaba a mi lado o que veía en soledad sentada en los interiores, era para mí susceptible de ser Timothée. Lo dibujaba en todos lados, mi corazón saltaba desenfrenado pensando en la posibilidad de que él estuviese allí en uno de esos tantos bohemios lugares, y aunque sabía que no lo encontraría, aunque sabía que tendría que esperar a verle en un par de días más, mi corazón se conformaba con imaginarlo por allí, a la espera de algún trago, con sus codos apoyados en algún mesón mientras ambas manos sostenían su perfilado mentón, con su mirada perdida en los defectos de la madera bajo sus ojos y con una leve mueca dibujada en su rostro. 


Espero les guste :) por favor si es así comenten o voten para estar enterada. Muchas gracias por todo su apoyo y buenos comentarios hasta ahora. Espérense al próximo cap que se viene bello (o al menos eso espero) besos y abrazos cariñososs  💕💕🍂🍁

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