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Cap 29: sombra de ti

Había soñado con él, le había soñado todas las jodidas noches sin importar lo que hiciera para evitarlo. Ya no sabía si era su aroma inmortal pegado en mi cuerpo o en mi almohada cuya esencia entrando por mi nariz me hacía revivirle incesantemente; o quizá su imagen grabada en mis pensamientos antes de dormir, pero lo cierto es que no desaparecía. No importaba la cantidad de tiempo que hubiese pasado, minutos, días o semanas, eso daba lo mismo, porque su recuerdo permanecía intacto. Era todo él: su tacto, sus palabras, sus besos, su sabor, dios, eran como el sonido de una canción inextinguible.

Le había sufrido con amargura durante los primeros días, no había querido ver televisión y evitaba las redes con el fin de no enterarme de nada que tuviese que ver con él, no había sentido ganas de levantarme ni de salir a la calle porque me sentía ridículamente expuesta, mi orgullo y mi vanidad me hacían recordar constantemente que no había sido suficiente como para enamorarle, y por más que quise apartar ese pensamiento enfermizo de mi cabeza, éste me seguía, al igual que él, como una sombra tras de mí.

Pese a ello, sabía que si quería olvidarlo lo mejor era dejar los rencores atrás y así intentar reavivar otra imagen de él que fuese más amable a mis ojos, aunque costara, porque inevitablemente me vería en la obligación de volver a verle. Pero tenía que ser honesta, y es que a pesar de ese pequeño temblé optimista, seguía siendo terrible ser consciente de cómo en cuestiones prácticas las cosas iban avanzando demasiado bien, mientras que por dentro aún me sentía estancada.

Aquella primera semana luego de que las grabaciones terminasen había visitado a mis padres, y para mi sorpresa las cosa habían salido mejor de lo que pensé: mi padre me había pedido disculpas ofreciéndome con ello volver a la casa; y pese a que yo rechacé su oferta, porque tomarla hubiese sido retroceder kilómetros en mi camino hacia la independencia, él no se mostró contrariado y entendió a la perfección mis motivos. Así fue cómo mi abuela terminó por mudarse a nuestra casa y ahora ocupaba ese espacio que por muchos años había sido mi cuarto. Aquello no me molestaba, sentía que era otra señal de que tenía que dejar ciertas cosas en el pasado, por mucho afecto que les tuviese.

Por otro lado, también había buscado una opción de departamento para arrendar, y en efecto, lo había encontrado. Sabía que no podía ser uno muy amplio, primero porque mis ahorros no eran muchos y segundo porque no lo necesitaba, viviría sola y lo que más me importaba era que estuviese ubicado cerca del apartamento de Vico y que gozara de un espacio en donde pudiese poner mis pertenencias más preciadas.

A veces me preguntaba por qué en algún punto sentí con tanta intensidad la necesidad de mudarme del apartamento de mi amiga, y yo que siempre lo había asociado a mi ansiedad por independizarme, me percaté que una de las razones más urgentes era que de esa manera también alejaría de mí la idea de Timothée, alejaría de mis pensamientos los recuerdos que tenía con él en aquel preciado lugar, y es que mirar el sofá era volver instintivamente a las sutiles caricias que nos dimos, a las miradas, a los alientos compartidos; concluí así, que la idea de mudarme era un acto que simbolizaba mi objetivo de dejar todo aquello atrás, en el pasado.

—Mañana tengo que trasladar algunas de mis pertenencias al nuevo apartamento ¿quién tendrá el honor de acompañarme?—pregunté esperanzada mientras salíamos de la tienda en la que habíamos comenzado a trabajar.

Sí, sucedía que mientras esperábamos que la desorganizada institución administrativa de nuestra universidad se encargara del proceso de entrega de título que con Vico necesitábamos para dedicarnos a lo que nos competía, habíamos obtenido un empleo en una tienda de trajes elegantes de lujo, que como nos gustaba bromear, tenían más pinta de disfraces a causa de lo excesivamente extravagantes de sus diseños.

¿Cómo logramos obtener ese trabajo? Bueno, todo fue gracias a Ezra, que ahora que se encontraba en su temporada de reposo de las cámaras se empeñaba en demostrar que podía tener una vida normal como cualquier otro muchacho de su edad, y para ello, estaba dispuesto a buscar un empleo corriente. Así, uno de sus más viejos amigos, el simpático y tímido Logan, hijo del dueño de la tienda, le había hecho el favor de darle trabajo a él y de paso a nosotras, jóvenes muchachas asalariadas.

Pasábamos tres tardes a la semana metidos en aquella tienda, aunque más que un trabajo parecía un centro de entretenimiento porque los chistes y las rizas no eran inusuales con nosotros tres metidos allí. Logan, el chico azulado, como acostumbramos a llamarle gracias al intenso color de sus ojos, que solía pasar sus tardes en soledad en el local porque su padre siempre tenía otros asuntos que atender, parecía entretenerse con nuestras locuras, tanto que ya casi parecía de nuestro círculo.

— ¿Sabes que acompañarte con eso sería como estar de acuerdo con el hecho de que me estás abandonando, Agnes?—reprochó Vico.

—Qué infantil, Victoria—habló Ezra—. No te preocupes, Agnes. Como siempre, seré yo quien te acompañe—continuó con orgullo.

Vi cómo Logan, para quien ya era habitual salir de la tienda con nosotros, escuchaba nuestro pequeño intercambio de opiniones intrigado. Victoria insistía en que el chico tenía un interés evidente en mí, y sí, yo lo notaba, pero mis emociones ya se encontraban lo bastante revueltas como para permitirse involucraste en otro aprieto más, así que había evitado a toda costa exponerme a una de esas embarazosas situaciones con él.

—Gracias Ezra, eres muy amable.

—Solo bromeaba. Es que tengo un compromiso con la familia de Louis—explicó mi amiga.

—Mira nada más. Y así dices que soy yo la que te abandona.

—También puedo acompañarte si quieres—habló Logan, con timidez.

—No, gracias Logan. Este chico sabrá cómo contenerme—aclaré con tono de agradecimiento mientras tomaba a Ezra del brazo. No quería ser descortés.

—Sí, pero él también puede...—intentó decir mi amigo, pero le di un codazo discreto, impidiéndole que siguiese metiendo la pata.

—Oh, está bien—susurró el ojiazul.

Un silencio incómodo se apoderó del lugar. Odié haberlo generado pero es que no me apetecía que Logan me acompañase, sería simplemente extraño teniendo en cuenta la incómoda tensión que comenzaba a existir entre nosotros.

—Bien, yo me despido chicos, se me hace tarde—anunció Vico.

— ¿A dónde vas?—cuestioné sorprendida.

—A casa de Louis, volveré mañana en la mañana no te preocupes, estaré allí intentando convencerte de que no te vayas—dijo despidiéndose y corriendo para alcanzar la última parada del metro.

—Me está abandonado. ¿Te das cuenta de que no hace otra cosa que estar con Louis? Digo, estoy feliz por ellos, pero...es extraño—dramaticé, viéndola desaparecer entre el cúmulo de personas.

—Es lo que hace la gente cuando está enamorada—carcajeó Logan.

—Es por tu bien, Agnes. De seguro no quieren que seas testigo de sus gemidos esta noche—bromeó Ezra.

—Por dios no quiero ni pensarlo.

Seguimos caminando los tres hasta que llegamos a la esquina en donde debíamos separarnos. Por mi parte pretendía seguir caminando, el apartamento no quedaba tan lejos y pese a lo gélido del ambiente y del aire, tenía la sensación de que sentirlo en mi rostro y en mis manos me haría despabilar, y así terminaría acostándome como depurada, y quizá de esa forma dormiría bien... tal vez podría no soñar con él.

— ¿Agnes?—habló Logan cuando Ezra se había ido.

— ¿Sí?

—Pregunté si te molestaba que te acompañase un momento—sonrió. Ay, no.

—No, está bien—sonreí sin mirarle.

Caminamos en silencio por las festivas calles neoyorquinas, presenciando la ciudad aun despierta, con las luces de sus automóviles moviéndose fugazmente como destellos luminosos a nuestro alrededor, y sin dejar de escuchar las risas y murmullos provenientes de las tabernas y bares tan ajenos a nuestro apacible ánimo. No era un silencio incómodo, era más bien reconfortante, como ese silencio reparador que se hace necesario después de un día intenso lleno de bullicio y ajetreo.

—Así que... ¿tú y Ezra...? —curioseó.

— ¿Eh?.. Oh, no, claro que no. Él y yo solo somos amigos. No entiendo por qué todos creen que algo pasa entre nosotros—aclaré.

—Bueno es que... al parecer tienen un feeling harto especial. Pero espera, ¿es cierto que todos lo creen?—río.

Y entonces lo recordé. No, no era cierto que todos lo creían, pero al parecer para mí el mero hecho de que Timothée lo creyese significaba todo, significaba todos.

—No, en realidad no—aseguré—solo... un amigo.

—Ya veo—respondió mirándome con fijeza.

Afortunadamente ya había llegado a mi destino.

—Yo... me tengo que ir—informé, simulando una sonrisa.

Se despidió de mí con un abrazo cálido, y antes de darse la vuelta y comenzar a caminar de regreso, añadió:

— ¿Sabes? Ese amigo tuyo... tiene mucha suerte—sonrió nostálgico mientras se llevaba las manos a los bolsillos de sus pantalones.

Comenzó a caminar despacio y yo no pude evitar quedarme allí como estática, viéndole desaparecer en la nebulosa oscuridad de aquella fría noche. Fui testigo de cómo el vapor que emanaba mi cálido aliento desaparecía en la luminosidad azulina de los postes en la calle, y por un instante deseé quedarme allí para siempre, con mi gorro de lana protegiendo del frío a mi cabeza y a mis oídos, pero con mis labios temblorosos, con mis manos enrojecidas y con mis pies inmóviles, entumidos de frío, como haciéndome recordar que también existen otro tipo de dolores.

Me desnudé frente al espejo cuando ya había subido al apartamento, y me vi con la huella palpable que me había dejado la presencia entrañable de Timothée en mi vida: mis clavículas aún guardaban su collar, como incapaces de separarse de él pese a todo. Aquello tampoco era tan terrible porque las ropas de invierno impedían que mi cuello quedase al descubierto a primera vista; sin embargo, el mero hecho de yo saberlo me hacía sentir que aquel adorno no era más que otro de mis muchos secretos que incluían a Timothée. Era cierto, yo me estaba encaminando por el sendero del olvido, pero también era consciente de que me llevaría tiempo y hasta ese momento me sentía tranquila sin exigirme más de lo que podía dar.

                                                                             (...)

— ¿Estás segura que quieres esto tan pronto, Agnes?—cuestionó Vico, ayudándome con las maletas.

—Estoy muy segura—aclaré, sonriéndole ampliamente.

—Escucha—me detuvo—. Sé que aunque no me lo has dicho una de las razones más fuertes por las que estás haciendo esto es porque este lugar te trae recuerdos de Timothée, y lo entiendo pero...

—No es solo por eso—aseguré—. Sabes que quiero independizarme, además tú necesitas tu espacio con Louis.

—Lo sé, solo digo que quizá tus motivos para hacerlo justo ahora no lo justifiquen.

—Lo dices como si encontraras negativo que quisiese dar vuelta a la página—cuestioné, con el rostro ceñudo.

—No, no quise decir eso—soltó el aire—. Sabes... he hablado con Timothée y él tampoco se siente bien por cómo terminaron las cosas. Mira, lo conozco de toda la vida y sé que no es un mal chico, él jamás quiso hacerte daño.

—Yo también sé que no es un mal chico, pero ni él ni yo estábamos bien como para continuar con lo que fuese que tuviésemos. Sí, yo pude haber sido más comprensiva, pude no haber dicho ninguna de mis pesadeces, pero me sentía dolida, Vico, y simplemente no podía continuar como si no hubiese sentido nada. Entiendo que no haya dejado a su novia porque sé que las cosas no son así de sencillas pero no iba a cargar con ello, no iba a cargar con el peso de haberme sentido utilizada, de haber sentido que él fue un irresponsable. No le guardo rencores pero no quiero verle aún, no hasta que el dolor se haya ido por completo; y haré lo que sea para conseguirlo, lo sabes—afirmé, ya sin aire.

— ¿No te has puesto a pensar que quizá él solo trataba de hacer las cosas bien?

— ¿Hacer las cosas bien? Me pidió que lo esperase mientras él continuaría entreteniéndose con su novia, y considerando eso es obvio que ni se detuvo a pensar en cómo me sentiría yo con algo así, con la incertidumbre y la ansiedad comiéndome la garganta. No sé cómo eso puede ser querer hacer las cosas bien.

—Yo no creo que entreteniéndose pero bueno, sí, es cierto, cometió un error y está consciente de ello, pero te quiere y se preocupa por ti, siempre me pregunta por cómo estás—soltó, llevándose las manos a la boca, como percatándose de su error.

— ¿Qué? ¿Y tú le contestas, Vico? ¿Le hablas de mí?—hablé sin poder creerlo, parándome en seco.

—No, no... bueno, solo vaguedades, nada particular.

—Mientes. Hay algo que no me has dicho, te conozco Victoria—reclamé, apuntándole con el dedo.

—Le dije que había alguien interesado en ti—habló tan rápido y escondiendo su cara en uno de los almohadones del sofá que apenas pude escucharle.

—No puedo creerlo. ¿Por qué le mientes así? Además qué mierda le puede importar a él, lo único que haces es perpetuar que siga burlándose de mí—exclamé con frustración.

—No le miento, bien sabes que Logan se muere por ti. Y sí que le importa, si hubieses escuchado la expresión de sorpresa en su voz cuando le dije que esta vez no se trataba de Ezra—carcajeó.

— ¿Que esta vez no se trataba de Ezra? ¡Nunca se ha tratado de Ezra! Victoria estás mal de los sesos ¡estás muy mal! ¡Hazte ver, hazte ver de una vez por todas, por dios!—proferí, lanzándole un almohadón.

Me tumbé en el sofá llevándome ambas manos a la cabeza. No me lo creía.

—Prométeme que no volverás a hablarle ni una palabra de mí. Promételo.

—Ay, Agnes... —agachó la cabeza, avergonzada.

— ¿Qué?—le miré, esperando lo peor.

—Él ha llamado todos los días durante todo este tiempo para saber de ti, para saber cómo estás.... Y yo le he contestado—susurró, como con pena. Claro, pena de saber lo que se le vendría.

—La gran mierda Victoria ¿¡y cuándo demonios pensabas decírmelo!?—me levanté, como fuera de mí.

—Agnes, no te enojes—me reprendió como si nada, con una tranquilidad perturbadora en su voz—. Solo le he respondido trivialidades y no he dado detalles de nada, le he dicho que te ves bien y solo lo hago porque dios, les quiero demasiado y ya está bueno de que se dejen de payasadas e inmadureces, tienen que estar juntos, ustedes se quieren—aseguró, asintiendo con la cabeza, tal cual niña de cinco años.

Dios, aquella escena era ridícula, simplemente ridícula, sacada de una película de humor negro, era digna de una comedia.

—Mira Victoria si no fueses como mi hermana te daría de mechonazos, pero no. Te diré una sola cosa y no volveremos a hablar más de este asunto: si realmente crees que él me quiere entonces por qué no le dices que termine con su ridícula e incomprensible relación, y así, cuando te responda con una negativa, al fin te convencerás de que no hace otra cosa que perturbarnos la existencia a ti y a mí con sus disparates de quinceañero. Hazte el favor, por el bien de todos.

Le miré con seguridad como diciendo "esta es mi última palabra", pero en sus ojos distinguí una malicia descarada y la misma obstinación que tantas veces antes había visto en su primo. Una obstinación que era una clara señal de que nada de lo que había dicho le haría cambiar de parecer. Era testadura. Dios, debía ser algo de familia.

Por dios, me sentía tan enfurecida, ¡debía simplemente no hablarle más! era como si mi mejor amiga se hubiese liado con mi villano. Pero era él, dios, él sobre todo, qué demonios eso de llamar a escondidas para saber de mí. Perturbador, simplemente perturbador. Yo aquí, creyéndome lejos de él e intentando por todos los medios permanecer aún más lejos, y él por allá, como espiándome tras los árboles, escondiendo su rostro cada vez que me volteaba esperando encontrarle infraganti.

—Bajaré estas últimas maletas porque Ezra me está esperando abajo. Suerte con Louis y nos vemos en unos días más para tu cumpleaños—solté con un dejo de sequedad en mi voz.

Pero luego cuando bajé por las escaleras mi rostro pasó de expresar enfado a demostrar inquietud, y es que recién allí me percaté de mis últimas palabras y me paralicé, porque no había caído en la cuenta de lo que implicaba que fuese su cumpleaños, el cumpleaños de Victoria. 

Timothée, el villano.
Agnes, la dramática.

Quería comentarles que lo más probable es que empiece a subir caps más seguido o bien que haga un maratón de unos dos caps cada tanto porque tristemente mis vacaciones se están acabando y mi objetivo, dependiendo de la motivación que vea en ustedes, es terminar al menos esta nove antes de entrar a clases... así que eso, cuéntenme qué les parece. 

Y como siempre, muchos corazones de agradecimiento por todo su bellísimo apoyo con los votos, comentarios y lecturas 💕💕💕

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