Cap 28: mirada perdida
Yumi Zouma - Persephone
✩✩✩
A mis ojos, aquel día el sol pareció alejarse de la tierra más temprano que los días anteriores, dándole paso a la noche de manera precipitada, casi como previendo la llegada de un evento caótico. Comencé a divisar a lo lejos en el cielo, la llegada inesperada de una niebla nocturna que en pocas horas inundaría el lugar de brumosas nubes, otorgándole un aire difuso a todo lo que viésemos allí en el exterior. El fenómeno me pareció de lo más curioso porque hasta ese momento, pese al frío, al viento y las lluvias, la niebla no se había hecho presente.
Con aquel pensamiento rondando en mi cabeza me encontraba apoyada en el marco de la puerta delantera de la casona, fumándome uno de los pocos tabacos que me quedaban, y es que con todo, mis nervios me habían hecho sentir la necesidad de exhalar el humo, como si aquello me fuese a permitir expulsar algo de la congoja que llevaba dentro.
— ¿En qué piensas?—me sorprendió Louis, llegando de pronto.
—Oh, nada particular, es solo la niebla—respondí con la mirada perdida en el horizonte.
—En realidad me refería a qué has estado pensado hoy, te veo algo tensa y nerviosa. Quería saber si podía ayudar—dijo con afabilidad.
Le miré sorprendida ¿se me habría notado mucho?
—Solo... estoy nerviosa porque hoy todo acaba, ya sabes... es el último día de grabación—mentí.
Sabía que podía confiar en él, pero explicarle algo tan delicado como lo que sentía y el porqué de ese sentimiento resultaba imposible en aquel momento. Estábamos en nuestro tiempo de descanso y rodeados de personas, no era conveniente.
—Bien— me miró con los ojos entrecerrados—. Cualquier cosa, ya sabes que puedes contarme.
—Gracias, Louis—sonreí agradecida, pues sabía que él estaba al tanto de mi pequeña mentira.
—Tenemos que entrar, es hora de que grabemos la esperada escena del cuadro—comentó satisfecho. En cambio yo, de inmediato sentí que mi pulso se agitaba y que mis manos comenzaban a sudar pese a lo heladas que las había dejado el frío otoñal.
— ¿Ha sido muy evidente mi nerviosismo hoy?—pregunté con sutileza.
—No, yo lo noté porque te conozco más que la mayoría de las personas acá.
Su respuesta me tranquilizó, porque a pesar de lo revuelta que me sentía en todos los jodidos sentidos había hecho todo lo que estaba en mis manos para que aquello no interfiriese en mi desempeño laboral de ese día.
— ¡Agnes!—me llamó Margot que se encontraba hablando con Timothée.
Me acerqué rápido, pensado lo peor cuando vi en el rostro de él una expresión triste, como si me estuviese pidiendo disculpas con anticipación.
— ¿Qué sucede?
—Estaba conversando con Timothée que sería buena idea que en la escena del cuadro apareciera ese collar de hojas que te he visto, creo que calza perfecto con la estética que busco ¿lo trajiste al set?—preguntó, con su sonrisa inmortal.
Me quedé helada.
— Lo traje, está en el camerino ¿Fue idea tuya, Timothée?—le miré fijo, intentando no sonar seca.
—En realidad fue mía—aseguró Margot—. Pero si hay problema podemos olvidar...
—No, hagámoslo—protestamos al unísono con Timothée. Si queríamos quitarle peso a la situación lo más conveniente era que no nos preocupásemos por pequeñeces como esa, por muy molestas que resultasen ser.
A decir verdad, la escena fue más técnica que cualquier otra cosa, Margot nos dio las indicaciones exactas de cómo teníamos que hacerlo, de nuestras expresiones faciales y de la posición que teníamos que lograr; así que no hubo mucho que aportar de nuestras partes, lo cual me tranquilizó bastante porque no hubo necesidad de discutir nada con Timothée a solas. De hecho, lo que más me inquietó fue el resultado, fue ver de frente una imagen de nuestros rostros a punto de besarse, fue sentir que pese a lo técnico del proceso de producción nuestros rostros parecían expresar el sentimiento más real. Me fue imposible no recordar aquella primera vez que toqué el piano para él, porque estaba segura que si ese momento hubiese sido captado para siempre, habría tenido una apariencia muy similar; con la diferencia de que aquel era el principio y este parecía nuestro fin.
—Es una foto tan fogosa y encantadora a la vez—comentó Louis, viendo el resultado de la toma en su computadora.
—Es increíble, no sé cómo lo haré para retratarla a la perfección pero será un gusto dibujar algo tan hermoso—habló la cineasta, como alucinada mirando la pantalla.
Me mantuve en silencio mientras les escuchaba tomar las decisiones de edición, sentía que cada vez me costaba más mirar la fotografía en la pantalla y no recordar a la vez todo lo que había pasado la noche anterior, aún no podía creerlo y seguía sintiendo que todo había sido nada más que un sueño, de esos que por su intensidad parecen reales, pero un sueño de todas formas.
Sin embargo, si había algo que me hacía recordar constantemente que todo había sido real, era la obvia tensión que existía entre Timothée y yo: su distancia, mi silencio ante cualquier comentario que él diese, mi torpe manera de evitar mirarle y mi evidente fracaso cada vez que tenía que apartar rápidamente mis ojos de él cuando me pillaba. Dios, era un fiasco, desde principio a fin, era simplemente un fiasco. Si hasta en ese mismo momento me vi en la imposibilidad de dejar de mirarle a mi lado, como si ver su rostro me hiciera sentir más tranquila pese a que debía ser todo lo contrario.
De pronto, sentí que los dedos de una de mis manos estaban siendo discretamente acariciados. No tuve necesidad de mirar lo que estaba pasando, conocía a quien pertenecía aquella delicadeza en el tacto. Tomó mi mano con sutileza para que nadie allí aparte de nosotros se percatara, como si aquel acto fuese todo un símbolo del peligroso secreto que guardábamos. Sólo me dediqué a seguir mirándole de perfil, no entendiendo lo que pretendía, pero correspondiéndole de todas formas, como siempre había sido con él, siempre permitiendo que ganase mi deseo y mi afecto por él.
(...)
El viento frío se sentía entrar por todos los pequeños espacios vacíos entre las ventanas y puertas del gran salón en el que se estaba llevando a cabo la cena de celebración. Teníamos a nuestra disposición toda clase de alimentos dulces y salados, bebestibles variados, los mismos que hace unos días habíamos descubierto con Timothée. La estética y la luz de los candelabros colgando del techo o posicionados cerca de las ventanas entregaban una atmósfera vetusta y romántica, típica de los grandes salones de la Inglaterra del siglo XIX. Era sorprende la cantidad de lugares escondidos que guardaba aquella casona, ni aunque me lo propusiese podría terminar de conocerla.
— ¿Quieres un poco de Fireball?—ofreció Louis que estaba sentado a mi lado en el mesón.
Me quedé unos segundos pensando. Mis ojos se movieron instintivamente para encontrar a Timothée sentado al frente, a unos cuantos puestos más allá de mí, estaba sonriendo mientras conversaba con un muchacho de edición, vi la forma en que tomaba su copa y se la llevaba a la boca, con despreocupación. Desconocí el contenido, pero casi envidie la forma en que se mostraba, tranquilo y relajado, achinando sus ojos y sonriendo cada vez que el chico a su lado le hablaba algo. Con ello, concluí que volver a sentir el sabor del Fireball en mi boca sería volver a revivir involuntariamente lo que había pasado la noche anterior, le recordaría a él, recordaría el sabor de sus labios, su aroma, y por si no fuera poco, me terminaría por entonar, así que no, no era una opción.
—No, gracias—rechacé.
— ¿Se puede saber entonces cómo es que soportarás el frío que hace afuera? Viniste con un suéter harto delgado, Agnes—se burló
—Tienes razón—dije pensativa—necesito algo para pasar el frío. Dame de esa botella de allá—señalé un botellón que contenía vino.
Qué tan buena idea era beber en aquel momento no lo sabía. Pero Louis tenía razón, aquel día, a causa de un despiste que fue nada más que consecuencia de mis intensos nervios, había olvidado mi preciado abrigo en el apartamento, así que si quería mantenerme a una temperatura normal beber vino no era una mala idea, mucho menos cuando pensaba en la eventual conversación que tendría con Timothée, al menos el vino me ayudaría a menguar la ansiedad y cualquier cosa que saliera de nuestros labios no parecería tan terrible.
Definitivamente era un desastre.
Así, entre copas y conversaciones, miraba de vez en cuando mi reloj en la mano, viendo cómo los minutos pasaban y el momento se acercaba. Me sentía una tonta por tener tantos nervios y tanta ansiedad, me enfurecía conmigo de solo pensar en cómo había llegado a ese punto con mis sentimientos por Timothée. Me había dejado llevar por mis impulsos, había hecho caso omiso de todas las advertencias que me habían dado y que yo misma me había dado y ahora veía el desastroso resultado de todo ello.
Me paré sorpresivamente de la mesa. Mierda, me sentí tambalear. Ok, sí, sentía mi cabeza algo revuelta pero ¿tambalearme? No había bebido casi nada, qué demonios.
—Es que no has probado casi ningún bocado, Agnes—habló Louis, como intuyendo el porqué de la confusión en mi rostro.
Eso era cierto, pero cómo iba a hacerlo si sentía un nudo en mi estómago que me hacía sentir que si comía en demasía terminaría vomitando. Me alejé de la mesa dispuesta a buscar a Timothée, quería decirle que nos fuésemos ya, que no podía esperar más. Ya no me importaba nada.
Le encontré conversando en un grupo, sonriendo a carcajadas, feliz. Mierda, sentí que le odiaba, odiaba su manera tan natural de demostrar al mundo lo bien que se sentía, como si nada en su interior se hubiese removido ni siquiera un poco, mientras yo estaba ahí, siendo inundaba por una angustia y amargura provenientes de las mismísimas tinieblas. No podía creerlo.
—Timothée, ¿Podemos hablar?—interrumpí.
—Claro...—contestó sorprendido por mi tono, mirándome extrañado.
¿Extrañado? Por dios, si lo debía saber todo.
Llegamos a un pasillo apartado para poder hablar con tranquilidad.
—Escucha, necesito que hablemos ya, no puedo con la incertidumbre—confesé en un susurro desesperado.
Timothée me miró con fijeza, su semblante había pasado de estar relajado a estar tenso en unos pocos segundos.
—Está bien. Vámonos—se rindió.
— ¿¡Tomaste Fireball!? —exclamé con sorpresa cuando sentí su aliento golpearme la cara.
—Sí ¿tiene algo de malo? Tú también bebiste, tienes todos tus labios de un color púrpura, no me puedes mentir.
—No pretendía hacerlo—contesté a la defensiva, sintiendo que la paciencia se me empezaba a colmar—. No entiendo cómo puedes estar tan tranquilo, Timothée por dios, tanto como para beber de ese whiskey y que te importe una mierda.
Consciente de lo dolorosa que se había escuchado mi voz, sentí que estaba haciendo el ridículo confesándole mi turbación por su actuar. Me sentí avergonzada de solo pensar en que le estaba demostrando lo mucho que me dolía todo cuando en realidad él era incapaz de comprenderlo. Y es que cómo iba a hacerlo, si por un momento pareció insensible a todo lo ocurrido.
Me moví rápido dándole la espalda para salir pronto de aquella incómoda situación, y lo hubiese logrado de no ser porque en un ágil movimiento Timothée me detuvo, poniéndose en frente y situando sus manos en mi cintura, empujando con delicadeza mi cuerpo hacia la pared de atrás.
—Escucha...—habló riguroso, con sus labios tan cerca de los míos que no pude evitar que mi mirada llena de deseo quedase cautivada mirándoles—. Si he tomado del jodido trago es porque no he dejado de desear todo el maldito día que ocurra algo parecido a lo de ayer, pero no puede ser, no puede ser maldita sea. El sabor del Fireball no es más que un lamentable consuelo por no poder saborear tus labios porque preferiría mil veces comerte la boca y lo sabes, lo sabes desde hace mucho tiempo, Agnes.
Sentí mi cuerpo temblar y mi respiración agitarse. Sus manos me presionaban firmemente la cintura y pese a que ya había terminado de hablar su rostro no se separaba del mío. Rozó su nariz con la mía y no pude evitar cerrar mis ojos, esperando el momento que secretamente había estado anhelando desde que me separé de él el día anterior. Pero en vez de recibir el choque de sus labios en los míos solo logré escuchar un suave golpe de puños en la pared. Un golpe lleno de frustración que había dado él segundos antes de separarse de mí para comenzar a caminar por el oscuro pasillo.
Sentí ganas de llorar.
(...)
Detuvimos el auto en un lugar a medio camino, era un espacio apartado, perfecto para escabullirse entre las sombras de los árboles; y aunque la oscuridad impedía que pudiésemos vernos con claridad los rostros, aquello era hasta reconfortante teniendo en cuenta lo alborotado de la situación. Apoyamos nuestros cuerpos en el capo de su auto mientras nuestras miradas se perdían en el horizonte repleto de niebla. El vapor que salía de nuestras bocas cada vez que respirábamos parecía fusionarse con la neblina del lugar, haciéndonos parecer como si fuésemos parte de aquellas indecisas partículas de agua acumuladas. Y quizá no era tan descabellado pensarlo.
— ¿Tienes frío? Tengo un abrigo en el auto—comenzó Timothée.
—No, estoy bien—intenté sonreír.
Asintió en un suspiro y continuó.
—Agnes...estoy confundido—soltó el aire—. Y creo que...creo que necesito que dejemos de vernos.
No fui capaz de levantar mi vista para mirarle. Lo que me decía no me sorprendía porque lograba entenderlo; lo que me dolía es que estuviese dispuesto a alejarse de mí, me dolía escuchar el tono seguro con que lo decía, porque si lo comparaba conmigo y con las tantas veces que me había dispuesto a hacerlo, me inundaba la pena y la rabia de haber sido tan débil frente a ello.
—Sí, está bien—respondí con neutralidad, tragándome las ganas de llorar.
—Agnes—se posicionó delante de mí—. Solo necesito tiempo para aclarar mi mente y volveré... por favor, espérame—me miró suplicante, tomando mi cuello con sus manos.
No podía creer lo que me estaba diciendo, ¿Que lo esperara? Claro, esperarlo mientras él seguía allí tranquilo con su novia. Dios, qué rabia, qué insensatez, qué egoísmo. Ya era demasiado.
— No puedo creer que seas tan egoísta y desconsiderado—hablé con rabia, apartándole de mí—. ¿No te das cuenta del daño que me haces? ¿Esperarte mientras qué? ¿Mientras tú te paseas con tu novia?
Le vi apretar su mandíbula cuando escuchó mi pregunta. Bajó su mirada y se quedó en silencio, incapaz de responder nada. Pero a mí, a mí ese simple gesto me lo decía todo. Cerré mis ojos sintiendo que ya no podría soportar aquella situación porque ya lo entendía... a mí me quería, pero a ella la amaba. No había otra explicación.
—Te estás comportando como un patán, Timothée. Y no lo eres—hablé con dureza—. Debiste pensarlo mejor antes de acostarte conmigo.
—Estás siendo injusta—susurró, con la voz quebrada y con sus ojos vidriosos.
—Aléjate de mí y todo volverá a estar bien para ambos—finalicé, cerrando mis puños y mirándole fijo, con una seguridad y rigidez en la voz que ni yo misma me conocía.
Aun no puedo recordar con precisión cómo fue que aquella brumosa noche subí las escaleras hasta el apartamento, y es que me sentía como caminando en una burbuja, una bola transparente cuyas paredes impedían que escuchase a nada ni a nadie, y que había hecho que todo a mi alrededor se volviese invisible para mí.
Apenas abrí la puerta me topé con Victoria y Louis sentados en el sofá del salón. Sus rostros, marcados por la huella de un contento previo, pronto tomaron una expresión de desconcierto, y es que en mi rostro no había expresión de nada, ni de felicidad ni de dolor ni de pena, nada, estaba estático. Me limité a mirarles en forma de saludo para pasar a dirigirme rápidamente a mi habitación.
Ya recostada sobre mi cama, con la mitad de mi rostro pegado a la almohada y todavía manteniendo aquella mirada perdida que había aflorado como una premonición en mí durante todo el día, escuché los pasos de Vico acercándose, y allí recién sentí que mi interior se removía con fuerza, con una potencia preocupante.
— ¿Agnes? ¿Qué pasa?—entró rápido Victoria a mi cuarto, cerrando la puerta tras de sí para pasar a agacharse hasta quedar a la altura de mi cabeza.
—Ve a ver a Louis—atiné a decir, sin emoción en mi voz.
—Le dije que se fuera, sé que no estás bien y quería estar contigo—comenzó a acariciarme el cabello.
Nos quedamos unos segundos así, hasta que me atreví a hablar.
—Tenías razón, Vico—dije, sintiendo cómo mi voz comenzaba a fragmentarse.
— ¿Con qué?—susurró, aunque yo intuía que ella ya sabía lo que estaba por decirle.
—Lo amo, Victoria. Me enamoré de él. —solté apenas, de manera irregular.
Y entonces rompí a llorar, con exaltación, como si tuviese la necesidad de sacar un universo sofocante de mi interior; rompí a llorar de un modo entrecortado, como fuera de mí, atacada de tormento y desconsuelo, ahogada en amargura y desasosiego. Porque me sentía rota, cada jodida parte de mí se sentía rasgada...me habían destrozado por completo, habían hecho que el dolor penetrase en mi alma de una manera alarmante, y lo más desgarrador era que yo lo había permitido, yo había dejado que pasase, se lo había permitido, a él, a Timothée.
Yo sé, sé que es un cap muy triste 💔 también sufro, pero por favor bellezas que no cunda el pánico que la nove aun no termina. Espero lo disfruten y cuéntenme qué tal les parece, si esperan algo de los personajes, etc.
Besos, abrazos y muchas gracias por sus lecturas, votos y comentarios 💕💕💕
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro