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Cap 27: incítame, tómame...aroma

Advertencia: la misma que en el cap anterior. Si eres sensible a descripciones con temática sexual, se cuidadosx.

                                                                       ★★★

Blonde Redhead - Oslo

                                                                      ***

Hasta hace poco tiempo me pregunté qué hubiese pasado si mi respuesta hubiese sido un "no, no estoy segura"; hasta hace poco me pregunté qué hubiese sido de nosotros si su contestación a la misma pregunta hubiese sido también una negativa.

La ley de la causa y efecto había sido una constante en mis conversaciones con amigas y amigos porque me inquietaba de solo pensar en las múltiples posibilidades de las consecuencias de los actos que cometemos. Mis cercanos me miraban como cara de burla e incomprensión cada vez que les confesaba mi turbación por ello, y yo les explicaba que había cometido la imprudencia de obligarme a ver El efecto mariposa a una muy temprana edad cuando aún no era capaz de dilucidar bien la nebulosa línea que separa la realidad de la ficción.

Pero bueno, ciertamente, aquella simple decisión que tomé de decir "sí, estoy segura", me había llevado a caer en un ánimo de desasosiego del que creí que no iba a poder salir jamás. Y es que es verdad que el acto de acostarse con alguien puede no significar nada, puede ser algo tan banal como besar borrachos a un desconocido al cual ni nos hubiésemos acercado en sobriedad, pero ese no había sido mi caso con Timothée, por mucho que lo hubiese anhelado en un momento.

—Sí, estoy segura—confesé mirándole con fijeza, en un susurro y con la voz quebrada—. ¿Tú? ¿Estás seguro?

—Estoy seguro—respondió, besándome con cuidado los labios. Nuestros cuerpos temblaban.

Ojalá pudiese relatar con detalle cómo fue ese instante, cómo fueron esas miradas que nos dimos antes de que él procediera a entrar en mí, porque no fue fácil, llevábamos en nuestras pupilas el peso de la culpa, el peso del saberse dañando a un otro, pero sobre todo, el peso de estar siendo conscientes de que no podíamos hacer nada para evitar lo que estaría por pasar, porque era simplemente inevitable.

Aún recuerdo la manera en que todo mi interior se removió cuando sentí a Timothée entrando, la forma en que me sentí expandir al instante por una ola de calor que pedía con desesperación que nos fundiéramos en ella. Así, después de que ambos soltásemos un suave pero agudo gemido, él ya estaba por completo dentro. Con sus ojos incapaces de despegarse de los míos, le vi abrir despacio su boca, señal del placer que estaba comenzado a sentir; posicionó sus brazos y sus manos cerca de mi cabeza, acariciando de vez en cuando mi pelo mientras me besaba. Yo, incapaz de creer que lo que estaba pasando fuese cierto, me dejé llevar como si de un sueño se tratase, como si ninguna consecuencia real pudiese salir de allí, así que con mis manos comencé a acariciar toda su espalda, sintiendo cómo sus músculos se contraían, viendo la manera en que su columna se arqueaba con cada movimiento que daba.

Unos momentos después de tener a Timothée entrando y saliendo de mí, me decidí, en un impulso por querer tenerle aún más cerca, a levantar mis piernas para cruzarlas en su espalda, con mis manos tomé su trasero, masajeándole, y lo atraje más hacia mí. Aquello le hizo soltar un gemido grave que terminó por convertirse en un suspiro que me llegó justo a los labios; y lo siguiente que hizo fue bajar acariciando mi cintura con sus manos hasta llegar también a mi trasero, tomándome de allí y acercándome más, intensificando la cercanía y el ritmo del movimiento. Ya no podíamos estar más cerca.

Amaba la manera en nuestros labios y lenguas, aun con algo de sabor a canela, se movían pretendiéndose con tanta intensidad, buscando apoderarse de toda la cavidad bucal del otro, amé la manera en que con ello, su delicada y perfilada nariz chocaba con la mía, porque había deseado durante tanto tiempo saber cómo se movía en medio de un beso, que lo que estaba viviendo era mucho más de lo que en algún momento imaginé. Amé la forma en que sus rizos seguían golpeándome el rostro, permitiéndome morderles, jalarles y con ello inhalar todo su suave pero inolvidable aroma.

Escucharnos gemir con desesperación, pero sobre todo escucharle a él gemir, con un timbre en su voz entre grave y rasposa que no le conocía, fue una de las tantas cosas bellas de esa noche, porque ya no había música, y sólo se escuchaban sus gemidos y los míos retumbar por toda la casa, fusionándose con el sonido de las gotas de lluvia cayendo estrepitosamente en el techo, las ventanas y las paredes. Estábamos siendo parte de una misma melodía con el aguacero, y aquello era maravilloso.

Después de un tiempo besándonos hasta sentir nuestros labios adoloridos, después de recorrernos con las manos y la boca cada una de las partes de nuestros cuerpos, después de conocernos enteros, implícitamente ambos sabíamos lo que se vendría, así que Timothée empezó a moverse con más fuerza, sin dejar de ser cuidadoso, y yo me adecué a su ritmo, moviendo mis caderas y acercando su boca a la mía para hundirla en la suya. Comenzamos a gemir acorde a los movimientos que dábamos: más fuerte y rápido, hasta que de pronto sentí cómo una bola de placer se esparcía por mi cuerpo, haciéndome soltar un grito de éxtasis que no recordaba en mi vida haber dado; al mismo tiempo sentí cómo Timothée presionaba una de sus manos en mi cabello, enredando sus dedos allí mientras un quejido grave y cansado salía de sus apetitosos labios. Habíamos acabado.

Así que apoyó su cuerpo sobre el mío, me miró a los ojos con una dulzura indescriptible a la vez que una pasión infinita. Me besó en los labios y se posó a mi lado, abrazándome y esperando que le dijese algo o que simplemente le correspondiese la mirada. Lo hice, y en sus ojos no vi ninguna gota de culpa como antes, ni tampoco de arrepentimiento, como temí. Solo podía ver alegría y satisfacción, y todo ello reflejado en una leve sonrisita en sus labios.

La verdad era que yo estaba en shock, y no podía pensar con claridad porque todavía no digería bien lo que había pasado. Si bien sentía una felicidad inconmensurable en mí y en mi cuerpo, muy en el fondo, también estaba siendo testigo de una honda tristeza formándose. Aún no podía dilucidar bien porqué, no sabía si era por su novia, o por adelantarme a que algo terrible pudiese pasar o porque sencillamente sentía que me había fallado a mí misma involucrándome de esa forma con alguien que tenía pareja, no lo sabía, pero lo cierto era que la confusión fue motivo suficiente como para que unas cuantas lágrimas comenzaran a deslizarse por mis mejillas.

—Agnes, ¿Qué pasa?—se espantó Timothée, irguiéndose con delicadeza—. ¿Te hice daño?

—No—susurré sin mirarle a los ojos—. Solo.... quiero disfrutarte esta noche.

Timothée me abrazó en respuesta, y yo no tuve energía para corresponderle, así que me quedé ahí entre sus brazos, sintiendo aquel acercamiento casi como una despedida, porque algo me decía que lo próximo que se vendría no sería ni de cerca parecido a lo bien que nos habíamos sentido esa noche estando juntos.

Muy en el fondo sentía que su tranquilidad en ese momento y mi actitud pasiva frente a lo que yo misma estaba pensado y frente a lo que él me demostraba, no era más que una señal de que esa noche se iba a quedar en nuestras memorias como un mero recuerdo, que al otro día tendríamos que actuar como si nada hubiese pasado, como si no nos hubiésemos comido la boca o mordido todo el cuerpo, como si no nos hubiésemos confesado que nos queríamos.

—Mañana no pases por mí—había sido lo último que le había dicho cuando me bajé de su auto antes de llegar al apartamento.

Me miró sorprendido, pero creo que entendió el mensaje porque no preguntó ni objetó nada. A manera de despedida me regaló una sonrisa de lado, ahí pude distinguir lo hinchados que estaban todavía sus labios, pero aquello no me distrajo de su sonrisa, porque como había previsto, aquella era una sonrisa distinta a todas las que alguna vez me había dado, pero no, no era reflejo de felicidad, era el reflejo de la duda, del silencio.

Recuerdo haber ido directo a mi cuarto, aun sintiendo su aroma en todo mi cuerpo y aun sintiendo el olor de su aliento pegado en mis labios, quedándose impregnado hasta en mi cama porque al otro día cuando desperté tuve una reminiscencia de todo lo que había pasado.

Y a decir verdad, durante mucho tiempo después de aquella noche seguía sintiendo su aroma en mí, pegado a mi ropa, a mi piel, en mi almohada y en mis sábanas. Al comienzo trataba de escapar de él, desesperada por olvidar esa noche, pero después tuve que resignarme a que la única manera de dejar de sentir su olor impregnado en mí y en mis cosas, era olvidándolo a él, a Timothée.

(...)

Y allí estaba, recostada en la cama, de espaldas al techo y con una de mis manos extendida al suelo, haciendo dibujos imaginarios en las tablas de madera después de haber vivido una de las peores noches de desvelo. Miraba las uñas chocas de mis dedos moviéndose, habían quedado así después de tanto morderlas recordando todo lo que había pasado. Ahora la ansiedad de no saber qué ocurriría me carcomía el cuerpo mientras yo le pedía a la vida que por favor algo que me impidiera tener que ir a ese último día de grabación ocurriese, porque no tenía ni las fuerzas ni los ánimos suficientes como para hacerlo. Claramente no.

— ¿Agnes?—habló Vico, asomando su vista por la puerta entreabierta.

— ¿Mmm?—contesté sin erguir ni la cabeza ni el cuerpo, incapaz de mirarle porque entonces ella sabría que algo pasa y tendría que contarle.

— ¿No tienes tu último día de grabación?

—Sí—dije, sin ánimos.

— ¿Y por qué aún no te has levantado? Se te hará tarde—advirtió sorprendida y entrando por completo a la habitación, preocupada, porque sabía que yo siempre intentaba ser todo lo puntual posible.

—Sí, lo sé—resoplé, viéndome en la obligación de levantar mi cuerpo y salir de la cama. Allí noté lo adolorido y delicado que había amanecido mi cuerpo, dios, me sonrojaba de solo pensarlo.

— Tienes una cara terrible ¿Te sientes enferma o algo? —insistió.

—No, sólo estoy exhausta. No pegué un ojo en toda la noche—aclaré, aún sin mirarle.

—No me estás mirando, Agnes, algo te pasa no me mientas—aseveró apuntándome con el dedo—- Ayer estuviste con Timothée, ¿pasó algo con él?

Le miré, ya sin poder hacer nada para evitar hablar y porque no, no me atrevería a mentirle más.

—Sí—solté, avergonzada mirando al suelo.

— ¿Se besaron?—preguntó emocionada, con ojos saltones.

Dios, qué avergonzada me sentía, no podía creer lo que habíamos hecho, no podía creer que yo haya sido capaz de hacerlo aun teniendo en cuenta las posibles terribles consecuencias del acto. Así que sólo miré a Vico, sin poder soltar una palabra, ¿qué le iba a decir? ¿Cómo? "sí, nos besamos, pero también nos acostamos", mierda, mierda, hasta en mi cabeza sonaba impensado.

Al ver mis mejillas arder, mis ojos vidriosos y captar que yo no diría nada, debió notar que el asunto era más complicado que de si un simple beso se tratase, porque sus ojos habían dejado de expresar emoción y su semblante se había vuelto serio, concluyendo lo único que justificaría mi singular malestar matutino.

—Se acostaron—aseguró, mirándome fijo. — Dios, Agnes, lo veía venir, pero no creí que...

—No lo digas, por favor—negué con las manos.

—Está bien, cálmate, no es nada terrible, son cosas que pasan—dijo acercándose para tranquilizarme.

—Tengo que ir a alistarme—informé, tragándome el nudo en la garganta, zafándome de su agarre, porque no quería explotar en llanto—. ¿Hablamos cuando llegue?

Me miró con sensibilidad mientras me acariciaba la espalda. Mierda, si Victoria me miraba así era porque de verdad me veía terrible.

—Claro que sí—me abrazó entonces, en señal de apoyo—. Pero por favor, no te abrumes, Agnes, hoy lo hablaremos y te sentirás mucho mejor—sonrió.

Y sí, probablemente cuando le contase todo lo que había pasado me sentiría más aliviada, la preocupación y el malestar no se irían por completo pero al menos sería un buen consuelo. Ahora, no abrumarme aquel día se me haría imposible. De sólo imaginar el momento en que vería a Timothée de nuevo se me revolvía el estómago, ¿cómo le miraría? ¿Cómo haríamos para hacer como que nada había pasado? Porque eso haríamos... ¿o no? ¿Estaría él igual de acomplejado que yo? ¿Le daría lo mismo? Dios, no tenía idea de nada.

Ver el collar de hojas reflejándose en el espejo de baño no hizo más que hacerme llegar a la mente imágenes mentales de una de las tantas cosas que habían pasado la noche anterior, haciéndome volver al momento en que en un impulso ardiente me había puesto sobre él, permitiéndole alcanzar con su boca el collar colgando de mi cuello, mientras sus manos tomaban mis caderas reforzando el movimiento que yo hacía encima de él. Tuve que cerrar mis ojos para volver a la realidad. Dudé sobre si dejarlo en mi cuello o sacarlo, pero decidí llevarlo, de todas formas era un regalo, y hasta ahora nada me hacía creer que era mejor mantenerlo guardado.

El aire frío de la calle me dio en todo el rostro apenas abrí la vidriera de salida del edificio, y pese a que fue ligeramente reconfortante debido a que me sentí despertar como de un mal trance, la verdad era que no pude evitar sentir un vacío en mi estómago cuando vi que el auto de Timothée no estaba aparcado esperándome, y claro, cómo iba a ser de otra forma si yo misma le había dicho que no pasase por mí, y él era demasiado respetuoso como para desobedecerme con algo así.

Llegar al lugar no fue fácil, ni por el transporte ni por mis revueltas emociones, y es que a medida que se acercaba mi parada el nerviosismo aumentaba en mis venas, y gracias a ello en más de una ocasión estuve a punto de perder el equilibrio cuando bajaba o cuando caminaba creyendo que el barro que había dejado la lluvia no era un obstáculo en el camino hacia la casona.

Como era de esperarse, ya estaban todos allí, acomodando todo para dar paso a nuestro último día de grabación, que por fortuna no sería tan largo ya que sólo quedaban los últimos detalles, y bueno, grabar aquella famosa escena del cuadro. Dios, no quería ni pensarlo. Quizá ni siquiera me quedase a la cena de celebración que había preparado Margot. Claro, eso era, podría inventar que me siento enferma y con eso bastaría, no me vería presionada a permanecer más tiempo allí.

Mierda, quería escapar.

Intenté por todos los medios no buscarle con la mirada entre todo esa gente moviéndose como si estuviésemos en medio de la hora punta en la ciudad, intenté no levantar tanto el rostro para que mis ojos en un movimiento casual no dieran con los de él, pero no, allí estaba, al final del salón, de pie a unos metros más allá del sofá que hace solos unas horas había sido testigo del suceso.

Le vi con sus ojos pegados al libreto entre sus manos, concretado en su lectura, como si nada más a su alrededor existiese, porque así era él cuando se trataba de su trabajo, dedicado como nadie. Por eso es que no creí que levantaría su vista, como intuyendo que alguien le observaba, para pillarme mirándole enajenada y con ojos ansiosos y preocupados; desvié mi vista rápidamente y fui a alistarme con el corazón latiendo a velocidad luz.

— ¿Agnes?—golpearon la puerta del cuarto de vestuario.

Dios, mierda, no. Su voz.

— ¿Sí?—me atreví a hablar, con voz temblorosa.

No respondió.

Me acerqué a abrirle despacio y me encontré con sus ojos mirándome intensos, interrogantes e inquietos. Quise tanto cerrar la puerta y abalanzarme sobre él, volver a besarle, a tocarle cada una de sus partes, cada uno de sus incitantes huesos.

Pero desistí de aquellos desquiciados pensamientos y me aparté para que pasase, cerrando la puerta tras de mí.

—Necesitamos hablar—aseveró, con el semblante tenso.

—No sé si sea necesario...—negué insegura moviendo la cabeza.

—Sí que lo es, lo sabes, Agnes—me miró con ojos suplicantes.

Tardé un tiempo en responder. —Está bien—solté el aire—. Sólo que ahora no...

Fuimos interrumpidos por unos golpeteos en la puerta anunciando que ya era hora de comenzar con las grabaciones.

Miré a Timothée y pude ver la frustración en su rostro.

— ¿Después de la cena?

—Después de la cena—confirmé.

Mi idea de escapar incluso de la cena se había esfumado súbitamente, tal cual el humo de uno de mis defectuosos cigarrillos. Ya no podría escapar de nada, ni de la comida, ni de él, ni de mí y de lo que sentía; y con esa certeza me había venido un extraño presentimiento, uno no muy bueno, que podía percibir en mi estómago, porque me había comenzado a doler de manera espontánea... como preparándose para recibir algún tipo de adversidad, algún tipo de golpe duro, algo insoportablemente doloroso.


Ayayai, estos chicxs.... qué será de ellxs...
¿qué les pareció? cuéntenme que me encantaría sabeeer
Disfruté demasiado escribir este cap y espero que ustedes disfruten leerlo :) muchísimas  gracias por sus bellísimas lecturas, votos y comentarios hasta ahoraaa, abrazos y muchos corazones de amor <3<3 

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