Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Cap 23: secreta ambigüedad

Tennis - Ladies don't play guitar

                                                                       ***

El ambiente frío y el aire fresco eran mi única compañía en aquella tranquila caminata de vuelta al apartamento. Había salido una hora atrás a comprar lo necesario para nuestra merienda de la tarde, ya que mi amiga había decidido quedarse con la excusa de que desempacaría y ordenaría el lugar para cuando llegasen nuestros amigos, pero le conocía, y ella odiaba ir de compras en días fríos. Aquello no me molestaba, disfrutaba caminar y secretamente lo disfrutaba un poco más yendo sola.

Dispuesta a ponerme los audífonos para acompañar con ella el bello paisaje a mi alrededor, me fue imposible no notar a un chico en la vereda del frente, fotografiándome. Esos últimos días me había sentido particularmente expuesta, y es que mi nombre ya comenzaba a aparecer en las redes, y claro, como era mi primera vez en una producción como aquella, asumía que necesitaban fotos para dar a conocer mi rostro. Admitía que era algo incómodo, pero al menos me conformaba con que fuese por ese motivo y no por ser "la chica" de algún exitoso joven actor como lo fue en su momento.

Estaba segura que pronto comenzarían a opinar sobre mí, mi vida, mis amigos, y hasta de mis gustos y formas de vestir; de solo pensarlo me sentía carcomer por la ansiedad, tristemente era probable que tuviese que volver a buscar un terapeuta que me ayudase a enfrentar la situación sanamente. Qué penoso pensar cuán oscuro era aquel lado negativo de lo que amaba hacer.

—Ya llegué—informé en un grito a Vico mientras me dirigía a la cocina a dejar las bolsas.

—Estoy en mi habitación.

— ¿Te ayudo?—me ofrecí, llegando a su cuarto.

—Por favor, quiero terminar antes de que lleguen los chicos. ¿Qué trajiste de la tienda?

—Bueno, traje palomitas, evidentemente. Ver películas no es ver películas sin palomitas—aseguré, sacando la ropa de la maleta—. También compré verduras y esas cosas por si se nos antojaban algunos sándwiches.

—Creo que con eso será suficiente—me sonrió, satisfecha.

Me limité a pegar la vista a mis manos ordenando la ropa, sentía un leve cansancio en mi cuerpo, cortesía del sueño interrumpido que había tenido aquella noche y que me dejó más lenta y perezosa de lo normal.

Victoria, por supuesto, ya me había contado la mayor parte de los hitos importantes de su viaje. Como todos los años, se la había pasado de maravilla durante los primeros días, paseando por las calles de lo que ella misma llamaba "la ciudad encantada". Como era frecuente para ella viajar allí, ya se había hecho de amigas y amigos con los cuales salir y pasársela genial; el problema era que según contaba, a medida que pasaban los días se aburría de lo rutinario de estar en un mismo lugar, y aunque confiaba en su palabra, también sabía que su honda sensibilidad le impedía sentirse cómoda estando mucho tiempo lejos de su hogar y amigos más cercanos.

—Te extrañe—confesé, sin mirarla para que no viera mis ojos vidriosos, porque sí, me había hecho muchísima falta.

—Awww ven acá, corazón—me abrazó—. También te extrañé, y mucho. Oye, ¿estás bien?—dijo preocupada, al separarse de mí y ver que unas cuantas lágrimas caían por mis mejillas.

—Sí, no es nada—me limpié. —Es solo que he estado muy sensible estos días.

— ¿Estás segura que solo es eso?—insistió, ahora con sus manos en mis hombros y mirándome fijo.

Lo cierto era que sí, había estado muy sensible ese último tiempo, las razones: quizá demasiadas. Pero aquel era su día, y no iba a hablarle de mis problemas cuando lo más importante era que ella descansara y estuviese tranquila.

—Sí, estoy segura—sonreí.

Al instante sentimos golpes en la puerta.

—Debe ser Ezra, me dijo que llegaría temprano.

Me apresuré a abrir aprovechando de escapar de la pregunta. Mentir no era mi fuerte y mucho menos cuando se trataba de alguien que me conocía tan bien.

Apenas abrí la puerta, el chico se apresuró a abrazar a Victoria de la manera más dramática y teatral, como si no la viese en años.

—Por favor, Ezra, te extrañé pero no es para tanto—comentó sofocada por el abrazo—. Espero un apretón así para mi cumpleaños, el cual, por cierto, no tardará en llegar.

—Victoria, faltan como dos meses—hablé.

—Déjala que se emocione, que a ti no se te mueva ni un pelo por tu cumpleaños no quiere decir que otros no nos emocionemos por los nuestros—me reprendió Ezra.

Voltée los ojos en forma de desaprobación.

— ¿Trajiste... eso?—le pregunté, haciendo hincapié en el "eso".

—Claro que sí—dijo obvio, sacando un bulto de su bolso—.Victoria, para usted—hizo una reverencia en tanto le pasaba la bandeja con las galletas de chocolate recién horneadas. El aroma que despedía era delicioso.

Por un momento me asusté creyendo que el chico había olvidado hornearlas, desde que conocíamos a Ezra aquellas galletas se habían convertido en su merienda favorita, y no era para menos, eran deliciosas; fue en ese momento en que supimos lo bueno que era nuestro amigo en la cocina.

Luego de estar poniéndonos al día los tres, decidimos que era hora de avanzar en la comida. Mientras tanto, yo intentaba simular mis nervios cuando cada minuto que pasaba en el reloj de la cocina me hacía recordar que Timothée llegaría, sabía que él era el próximo porque Louis vendría de los últimos para darle su regalo a Victoria apenas entrase. La idea era que tuvieran un momento a solas y así no se sintieran incómodos creyendo que alguien iba a llegar interrumpiendo el momento.

Había concluido, después de mucho pensar y aunque me doliese, que si Timothée quería tomar distancia y alejarse de mí era aquella una decisión suya que yo aceptaría sin disgustos, porque claro que era también conveniente para mí alejarme de él, así ya no tendría mi cabeza hecha un lío y no me preocuparía por minucias. Si él no planeaba arreglar el asunto, no le seguiría, claro que no, simplemente actuaría acorde a lo que me demostró: indiferencia.

La puerta se sintió tocar.

—Agnes, cuidado con machacar la soja que después se convierte en puré—me hizo notar Ezra. Mierda, estaba manifestando la inquietud en mis manos.

Sentí los pasos y voces de Victoria y Timothée acercándose. Tuve que respirar hondo para intentar ignorar la pelota en el estómago, aunque me tranquilizó sentir que solamente eran dos voces y no tres; sería una dificultad menos con la que lidiar esa tarde.

Timothée entró a la cocina saludando a Ezra con cariño pese a que en su sonrisa había un dejo de desconfianza cuando le miró. Supongo que Ezra lo notó porque me pegó una mirada cómplice haciéndome recordar la conversación whiskeana que habíamos tenido hace unas semanas.

Cuando pasó a saludarme a mí me limité a darle una sonrisa acompañada de un simple "hola". Noté que se extrañó ante mi frío recibimiento, de seguro esperaba que actuara de lo más normal con él, pero no, no podía.

Poco tiempo pasó hasta que Vico se nos unió, informándonos que al fin había terminado de desempacar.

— ¿Crees que Louis llegue?—susurró en mi oído, insegura.

De sólo ver sus ojos preocupados sentí el impulso de soltarle todo, de decirle que claro que vendría, y que traería consigo la sorpresa de su regalo.

—Claro que vendrá, no te preocupes—le sonreí, volviendo a mi asunto con los vegetales para que no notase en mí la sombra de lo oculto.

Para su suerte su incertidumbre no duró mucho, ya que a los minutos sentimos el ruido de los nudillos de Louis tocando a la puerta.

—Voy a recibir a Louis, me cae bien ese chico—informó Ezra haciendo el ademán de seguir a Vico.

Me espanté.

— ¡NO!— grité en un susurró. Ambos me miraron sorprendidos e interrogativos.

—Louis le trae un regalo a Victoria, así que necesitan un momento a solas, no lo arruinen. —informé en voz baja.

—Oh—comprendieron, volviendo a sus trabajos, pero entonces vi a Ezra intentando mirar por el espacio entre la pared que daba al salón. Reí ante su reacción.

Timothée me vio sonreír, lo vi por el rabillo del ojo; sentí que lo contagiaba, incitándolo a hablarme.

—Agnes, tengo una receta especial de una salsa que te encantaría poner en tu sándwich. ¿Me ayudarías con ello?— preguntó, dándome un sutil empujoncito, haciendo que sus rizos chocasen con mi cabeza y encima sonriéndome.

Pero qué bicho le picaba a este hombre. Ayer me ignoraba por completo, me había dejado esperándolo sin darme ninguna jodida explicación y ahora me sonreía tonteando como si nada hubiese pasado.

—Ezra se está encargando de las salsas. Pídeselo a él—respondí, fría. Divisé a Ezra mirándome extrañado por mi tono.

Ok, quizá la estaba jodiendo más. Juro que me hubiese lanzado a los brazos de Timothée después de decirle aquello, porque la manera en que comenzaron a aguarse sus ojos me hizo sentir más culpable que nunca. Pero por dios, ¿qué más iba a hacer? No lo entendía, no entendía nada.

—Iré por... algo a mi habitación—hablé, sintiéndome terrible.

Después de unos minutos intentando calmarme para no llorar golpearon a la puerta. Creí que podía ser Vico, así que no tuve miedo de abrir y que me viesen afectada, pero me equivocaba, era Timothée.

— ¿Qué pasa?—dijo entrando y cerrando la puerta detrás de sí, preocupado.

—Nada—intenté decir, pero no pude porque algunas lágrimas empezaron a salir. Ay, mierda.

Timothée me abrazó. Dios, ya no sabía qué sentir, ¿acaso era normal sentirse así de mal? Nada terrible había pasado, ¿por qué me sentía así? tan vulnerable. Lo odiaba, nunca nada tan pequeño como lo que había pasado con él me había puesto así.

—Lo siento, Timothée. Por responderte así—dije, aun sollozando en su hombro.

Comenzó a acariciarme la espalda para tranquilizarme.

—Está bien, hermosa. No tienes que disculparte—respondió, comprensivo.

Me separé de él, para poder mirarle.

— ¿Por qué te comportas así? Ayer me ignoraste casi toda la tarde, me dejaste allí esperando y hoy actúas como siempre, ¿Estás jugando conmigo?

Me miró sorprendido, parecía querer decir muchas cosas, pero se retuvo.

—Agnes, jamás jugaría contigo, ni con nadie—aseguró, con el rostro tenso—.Ayer no me fui porque estuviese enojado, surgió un imprevisto y no pude llevarte, pero te prometo que pronto verás que fue por un buena razón.

Vi un brillo especial en sus ojos que denotaba emoción, casi lo mismo que sentí cuando le había visto el día anterior hablando con Louis.

—No entiendo—repuse, ahora más tranquila y ya sin soltar lágrimas.

Timothée bajó la mirada, aun sonriendo, como encantado.

—Te prometo que entenderás antes de lo que esperas.

Bajé mi cabeza, intentado ya no pensar en ello y tratando de confiar en él. Me senté a un extremo de la cama arreglándome para salir afuera, el chico me imitó, sentándose a mi lado.

—Lo lamento por hacerte esperar es que... no puedo decirte aún.

—Está bien, me quedo tranquila sabiendo que no lo hiciste por el mero hecho de estar enojado.

—No haría nada para hacerte daño, ni aunque estuviese enojado.

Timothée acarició mi mejilla, aún un poco húmeda por las lágrimas. Fue ahí cuando escuchamos la lluvia caer en la ventana, sorprendiéndonos y haciéndonos sonreír. Ni siquiera fue necesario mirar, la sentíamos. Le miré a él, esperando encontrarme con sus ojos, y les hallé; casi podía ver en ellos el reflejo de las gotas de lluvia cayendo por la ventana detrás de mí.

Mi corazón se aceleró cuando se posicionó un poco más cerca para tomarme delicadamente el rostro con ambas manos y así acercar sus labios a mi mejilla. Cerré los ojos sintiendo mejor su tacto; sus labios se sentían tan suaves, tan húmedos, que lo intenté, juro que intenté no acercar los míos, pero dios, quería llorar de lo mucho que deseaba acariciarlos. Así que me puse de frente y le miré para verificar qué tan cómodo estaba, y solo ahí noté la forma en que ladeó levemente su rostro y bajó una de sus manos hasta mi cuello, acercándome. Su nariz ansiosa había comenzado a jugar lento con la mía, mientras nuestras bocas se movían sutilmente manifestando las ganas de conocerse. Juro que casi pude tomar su labio superior.

Pero no. Los golpes en la puerta.

—Chicos, está todo listo, ¿ya vienen?—habló la voz de Vico.

Fue entonces cuando reparé en que estaba temblando, así que me levanté rápido y Timothée me siguió. Incapaz de pensar en nada, ni siquiera me atreví a mirarle.

(...)

Estábamos ya en la cocina, había visto a Victoria feliz, me había contado emocionada sobre el regalo de Louis, y yo solo atiné a mirarle a él con una sonrisa cómplice. Y es que no era capaz de pensar bien, ojalá lo hubiese hecho, ojalá haber podido darle toda la atención a ella.

Sentí que Timothée me llamaba por la espalda mientras esperaba que la última palomita de maíz explotara.

—Hey.

—Hey—dije, sintiendo mis mejillas enrojecer.

Ok, hablaría, aprovecharía que nuevamente estábamos solos, si no lo hacía allí un nuevo conflicto interno aparecería, explotaría en desasosiego y ahí sí que no podría pegar un ojo durante aquella noche, y no, eso era innecesario.

—Timothée, lo siento por lo de hace un momento, yo...estaba muy sensible y confundida y mis carencias afectivas...

Siempre culpando a mis carencias afectivas.

—Agnes, está bien, no tienes que preocuparte, nada pasó. Estamos bien. —aseguró, sonriendo amable.

Escuchar eso me relajó. Timothée no se había incomodado ni tampoco parecía confundido con lo que pasó, lo cual era una clara señal de que yo tampoco tenía por qué preocuparme, después de todo solo había sido un acercamiento y nada más, por supuesto que tampoco habría pasado a nada más. Qué gracioso, como si Timothée pudiese pensar en algo como aquello.

Sentimos la explosión de palomitas, y luego nos dirigimos al salón, donde ya estaban todos ubicados en el sofá con la famosa manta de Victoria encima capaz de cubrirnos a todos. Nos sentamos con Timothée uno al lado del otro, en el único espacio que quedaba. Veríamos Midsommar, una película de terror que los demás habían escogido cuando con Timothée estábamos ausentes.

—Por cierto—habló Victoria para todos—Agnes, ¿moviste mi manta en algún momento? Estaba en otro lugar cuando la busqué.

Yo y mi memoria del demonio incapaz de recordar siquiera la posición de una manta. Me sentí enrojecer hasta los huesos recordando el día en que con Timothée estuvimos en aquel mismo sofá, durmiendo juntos. Un sentimiento de nostalgia se apoderó de mí haciéndome anhelar volver a aquel día.

—Sí, fue un día que dormí en el sofá—aclaré con sencillez. Alcancé a ver a Timothée sonreír tímido, mientras tanto yo me dedicaba a pegar la vista en la televisión esperando que al fin dieran play a la película y así no hacer obvio mi nerviosismo.

Con las luces apagadas, con los sándwiches esperando por nosotros en la pequeña mesa de centro, y con las palomitas en la mano nos dispusimos a ver la película. No contaba con que a los pocos minutos me sentiría tan incómoda con ella que hasta mis uñas empezaron a pagar las consecuencias de verle, y Timothée lo notó.

Fue ahí cuando tomó mi mano con la suya y las arropó juntas bajo la manta. Se quedaron entrelazadas, dándose pequeñas caricias a ratos, como una forma de demostrarnos que pese a estar mirando la cinta seguíamos atentos al otro. Ni siquiera cuando fue hora de comer los sándwiches las separamos, porque el chico me alcanzó el sándwich que me correspondía, dejándome sin la necesidad de moverme, mientras me regalaba miradas y sonrisas dulces.

Fue un secreto. Nadie notó nada, ninguno se fijó en nuestras manos entrelazadas bajo la manta, tampoco sabían lo que había pasado en la habitación, o mejor dicho, lo que no pasó. Y tal vez ni siquiera nosotros lo sabíamos, también para nosotros parecía un secreto. Era como si nuestros cuerpos tuviesen un impulso propio y se buscaran, arrojando nuestra razón a un lado, dejándonos caer en la confusión. . . y en el dolor.

La ambigüedad se había convertido en nuestra más notable cualidad.



Agnes, la sensible :(( 

Les dejo una foto de Timothée sonriendo porque bueno, hoy cumple 24 años el bonito, quizás cómo celebra sus cumpleaños :O

 <3Ojalá que disfruten el cap, gracias por el apoyo con sus lecturas y votos (no me canso de decirlo).Estoy disfrutando mucho escribiendo esta nove. Abrazosssss!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro