Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Cap 2: pancakes

—Esperaba con ansías que llegaran tú y Vico—esbozó una sonrisa. Debía admitirlo:  él realmente era encantador.

— ¿Ah, sí? ¿Y por qué?— curioseé, sin saber muy bien cuál era la expresión de mi cara en ese momento. Dejé aun lado el vaso.

—Bueno, primero porque tengo muchas ganas de saber más sobre ese proyecto en el que están trabajando, y ...— puso un énfasis en ese momento que me hizo morir un poquito más de curiosidad— ¡he hecho pancakes!—sonrió gustoso, orgulloso. 

Me pillé sonriendo en medio de la escena, incapaz de contener la ternura que me produjo la forma de sus palabras...

—Wo, así que ese es el rico aroma que se siente desde el salón—comprendí mientras me acercaba más donde estaba él y su obra de arte recién hecha—. Creí que eran galletas—confesé aún sonriendo, sonriendo de verdad.

—¿Querías galletas? ¿No te gustan los pancakes?— dejó escapar, con un leve tono de frustración en su voz

—¡No, para nada! ...me encantan... quizá hasta más que las galletas, de hecho— mi sonrisa no podía ser más grande. Tenía que detenerme.

De pronto me vi contemplando la escena desde un plano exterior y casi muero de risa de solo pensar en lo gracioso que era estar teniendo esa conversación, porque por más ridícula que pareciera, yo me sentía auténticamente feliz. 

—Genial entonces. ¿Te gustaría ayudarme a servir?, están listos— me ofreció la bandeja.

—Claro, déjame que te...—no alcancé a terminar cuando Victoria entró por la puerta de la cocina haciéndonos estremecer los cuerpos con su súbita presencia. Fue allí que me percaté de la corta distancia que separaba mi cuerpo del castaño.

—¿Qué hacen?

—¡Nada!— dijimos al unísono, sutilmente sobresaltados.

—Timothée me estaba enseñando los pancakes que hizo y quería que le ayudase a servirlos.

—¿Aprendiste a cocinar, primito?— molestó.

—cállate, sabes que siempre me ha gustado—protesta, acercándome la bandeja para que la tomase.

—Lo sé. Te extrañé —Vico le regala  un abrazo cálido, sincero.

—Se ven realmente buenos— atiné a comentar mirando la preparación con curiosidad—. No me imaginaba que podías tener tiempo para cocinar la verdad.

Timothée pegó una leve risilla.

—Tengo más tiempo del que te puedas imaginar, y para muchas cosas—sus ojos expresivos eran embadurnados de un brillo titilante, capaz de eclipsar la mente de hasta el más parco.

La saliva bajó por mi gaznate con brusquedad, humedeciendo la repentina sequedad que me generó el haber contemplado sus ojos acuosos. 

—Hey, sí, he oído que estás de novio eh— habló Victoria con un tono juguetón. Yo por mi parte me límite a bajar la mirada intentando concentrarme en las figurillas de la loza que guardaba la preparación del castaño, como si con eso fuese a lograr menguar un súbito calor en el pecho, una especie de atisbo en forma de corazonada—. Obviamente no es para lo único que tienes tiempo.

—Es cierto, pero eso es tema para otro momento— El gesto de llevar su mano a la nuca le delató cohibido, a matices nervioso.



La  habitación de Timothée constaba de un amplio espacio, con mínimo tres compartimientos. El primero de ellos, en donde nos dispusimos para trabajar, trataba de una sala que guardaba en su corazón el desprendimiento, a manera de mini biblioteca, de unos cuantos estantes que atesoraban una cantidad innumerable de libros, panfletos, folletines, películas todas ellas dignas de contemplar en la perennidad. Los muebles poseían un carácter vintage, cuya tonalidad cobriza opaca, inundaba la habitación de un aire vetusto y acogedor. Desde la pequeña puerta que daba al compartimiento en donde yacía su lecho, era visible la escultural presencia de un piano de cola negro. Aquella presencia me inundó el rostro de una inusitada emoción, delatándome frente a Vico en mi enternecimiento. 

—Sí, tiene un piano de cola.

—¿Eh?— La voz dudosa de Timothée llegó a nuestros oídos, ese chico que de rodillas y con su vista sumida bajo la cama, buscaba un cuaderno dejado por allí a la suerte del polvo y del olvido.

—Nada—me apresuré en señalar. El extraño presentimiento de que si mencionaba mi profuso amor por las teclas blanco negruzcas entonces me harían ir hasta allí, me entumió la voz.

Amaba como pocas cosas hacerlo,dejar deslizar mis dedos a través de las teclas de un piano de cola había sido mi sueño desde... siempre. Sin embargo, lo costoso de tamaña compra me había impedido hasta el momento formarme en uno, resultando únicamente de mis ahorros la obtención de un teclado con el cual podía satisfacer a matices mis ansias y practicar al menos un ápice de lo significaba la autenticidad de un piano.  Pese a eso, el arduo trabajo que requería la instrucción de ese escultural instrumento distaba con creces de  lo dúctil de un teclado, así que tener que tocarlo allí cuando ni siquiera sabía manejarlo bien, no era una idea que terminase de encantarme.

— Agnes ama tocar el piano, y ha soñado toda su vida tocar uno de cola—señala con sencillez, con esa indiferencia tan suya que me colmaba los sesos de cuando en cuando.

—Puedes tocarlo si quieres, me encantaría escucharte.

—Oh no,no,  quizá en otro momento, ahora tenemos trabajo que hacer— me excusé, intentando esbozar una sonrisa que por favor no haya resultado en una mueca.

—Lo entiendo, pero realmente me gustaría oírte, puedes venir otro día si quieres.

Ni siquiera había terminado de  decirlo cuando prosiguió con la búsqueda —aparentemente perpetua—del abandonado cuaderno. Mi cuerpo se removió con ligereza, quedándose mi pensamiento atorado. Sabía que probablemente lo había dicho por mera cortesía; sin embargo, la sola evocación de una imagen cuyo contenido plasmara un eventual encuentro con él en el piano me había asaltado la piel con destemplanza.

Con el anhelo de quitar aquellos aparentes disparatos pensamientos, moví mi cuerpo de tal manera que quedase posado sobre la silla cercana a donde se encontraba Victoria. Resguardé mis manos que frías me advertían sobre la eventual llegada del otoño, en el calor de mis rodillas aunadas,  y entonces giré mi rostro a fin de seguir contemplando la belleza cándida de esa habitación en la que estaba. La luz del exterior a tonalidades anaranjadas se filtraba por los cristales diáfanos de las ventanas, concediéndole a ese espacio una tonalidad amarillenta y áurea, como si todo allí perpetuase cierto tipo de consumación lumínica, tibia, templada. 

—¡Lo encontré! — informó triunfal el rizoso.

—¡Grandioso! Al fin podemos comenzar.

—Muy bien— comencé— . Entonces, Timothée— me miró antes de pasar a sentarse frente a mí. No sabía si lo hacía a propósito o no,  pero lo cierto es que mi interior no dejaba de guardar la  sospecha de que el muchacho sumía con insistencia sus pupilas en las mías, incapacitándome para dejar de observarle con fijeza—, bien, verás... con Vico, más bien yo—repuse—, organicé y creé siete preguntas que se supone debieras respondernos. Están desarrolladas en base a lo que hasta el momento hemos aprendido en la universidad sobre... todo en realidad. La idea es que dada la experiencia que tú tienes, puedas responderlas. Con la información que nos des ya luego sacaremos una conclusión/tesis que será la que finalmente publicaremos en el artículo que saldrá en la revista de la universidad y que , si es que todo sale bien, hará que nos titulemos—terminé, soltando con fuerza el aire acumulado.

—Sí, exacto. Agnes hará las preguntas mientras yo grabo lo que dices. Es una conversación pero en realidad es más que nada una entrevista, así que lo más importantes son tus respuestas.

Timothée escuchaba y asentía, con sus ojos inteligentes y su semblante serio, en suma interesado. Me impresionaba la solemnidad en la que se sumergía el rizoso cuando de trabajo se trataba; si bien le percibía como una de esas personas rebosantes de ligereza en la cotidianidad, lo cierto es que al parecer,  cuando se trataba de responsabilidades, su temple cambiaba completamente, concediéndole la totalidad de su concentración a lo que acontecía. Él era...increíblemente atractivo.

—Bien, entonces Timothée, la primera pregunta es ¿Tienes un director de cine favorito? Si es así, ¿has proyectado algo de aquella producción en tu trabajo como actor?

—Sí, bueno, verás... hasta ahora las producciones de Wes Anderson me ha encantado, el trabajo detrás...

Estuvimos aproximadamente una hora y unos treinta minutos en la entrevista, luego de ello sólo quedaba ajustar los detalles de la edición, una pequeña reflexión personal y gran parte del trabajo habría estado listo.

—Muchas gracias, Timothée. De verdad agradecemos que hayas venido a ayudarnos, de seguro tienes muchas cosas que hacer—señalé cortés.

—No es nada, Agnes. Me encanta venir acá, recorrer los viejos lugares de mi infancia, aunque me ponga un poco nostálgico me gusta ver a mi familia, pasar un rato con ellos. En este momento estoy en un periodo de descanso así que me quedaré acá hasta la próxima semana y luego tendré que viajar por unos días a Inglaterra, pero la verdad es que siempre estoy volviendo, más que antes, incluso. La diferencia está en que ahora tengo mi propio apartamento donde tengo todas mis cosas para trabajar.

— Mi primo ya es todo un hombre independiente— rió Vico— tiene toda una vida formada.

Sonreí levemente, bajando mi mirada hasta mis zapatos sucios. Me hacía feliz escuchar aquello;  la posibilidad latente de la independencia siempre había sido en demasía sugestiva para mí, conseguir un hogar propio, ganar mi sueldo. Pero mi apoyo en la familia era fundamental para mantener los ánimos y así evitar que la relación tensa entre mis padres culminase en el divorcio a causa de su tendencia a culparse mutuamente de que sus hijas no permanecían en sus hogares, sin mencionar el hecho de que tampoco tenía un sueldo fijo que me pudiese permitir si quiera pensar en aquella entonces lejana posibilidad. Mis calificaciones habían ayudado a obtener una beca para la universidad y la esperanza de tener un futuro más ameno era la pronta titulación, trabajar en lo que me gusta y ganar un sueldo relativamente estable. Sabía que encontrar trabajo me costaría el universo entero, pero lo haría cueste lo que cueste, lo necesitaba.

—Voy  por un vaso de agua, ¿a alguien se le antoja?

Ay, no.

—No, gracias— respondí.

—Tampoco a mí.

—Bien, vuelvo en un momento—anunció Vico.

Su silueta se difuminó detrás de la puerta, y entonces el sonido de sus zapatos chocando contra la madera fina de la escalera llegó a nuestros oídos, quebrando el silencio que únicamente rompía el murmullo de nuestras respiraciones entrecortadas despidiéndose por nuestros labios. Verme nuevamente a solas con el castaño me llenaba de una extraña expectación, mitad nervios mitad emoción.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro