Cap 19: un sorbo de ti
Tennis - Runner
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¿Qué es una traición? ¿Podría acaso ser una mirada, un pensamiento, un deseo, un roce, una caricia? Ya no lo sabía, siempre creí que una traición amorosa empezaba con un beso pero... ¿y si es más profundo que eso? La impresión de estar faltando a alguien puede llegar sin haber siquiera tocado los labios de nadie..., ¿será porque detrás de todo existe el incesante anhelo de llegar a más incluso sabiendo que no es posible?
Timothée había decido llegar al apartamento después de llamar a Victoria para intentar saber algo de mí, o al menos eso me confesó. Así que ahora él estaba allí, parado frente a mí, en el centro del salón y justo delante del ventanal. El aguacero era visible detrás de él, un aguacero cuyas gotas se hacían notorias a causa del reflejo de la luz de los faroles y los edificios en la calle, pues para entonces ya había oscurecido, el ocaso había llegado inesperadamente rápido, provocando que en pocos minutos la oscuridad se cerniera sobre nosotros. Sobre nosotros.... aquellos que continuábamos allí mirándonos, sin saber qué decirnos.
—Agnes, yo... lo siento tanto, por todo, no debí tener esa actitud contigo, me acobardé—habló, con la voz quebrada.
—Está bien, Timothée, también te debo una disculpa, yo... no debí hablarte de la manera en que lo hice. Me pasé de copas y sólo... lo solté, tampoco es que lo haya pensado mucho.
—No, pero... quizá era la única forma de darme cuenta cuánto te afectó, quizá no lo habría imaginado.
— ¿De verdad creíste que no me dolería? No entiendo por qué pensarías algo así, Timothée—alegué.
—No lo sé, Agnes, a veces me cuesta saber lo que sientes.
—Pero hemos pasado mucho tiempo juntos últimamente y nos hemos comportado tan... cercanos, obviamente me va a afectar si de un momento a otro actúas como si recién nos conociéramos, o menos—respondí rápido, sorprendida.
El chico no respondía, comenzaba a creer que la distancia le había sido indiferente.
—Olvídalo...—repliqué, con la voz cansada y haciendo el ademán de moverme a fin de encender la luz, pero el cuerpo cálido del chico se puso en frente.
—No, por favor. Es sólo que...—se detuvo.
— ¿Qué? —susurré mirándole, pero bajé de inmediato la cabeza, me sonrojaba el sólo hecho de pensar que él podía notar las lágrimas acumulándose en mis ojos.
—Me confundí, Agnes, no sabía cómo comportarme, sentía que no era la mejor la idea que conocieras a Emily, pero no quise cuestionarla porque... no lo sé, la cuestión es que cuando llegaste a mi apartamento te vi y deseé tanto abrazarte, Agnes, pero sentí miedo... porque ya no sé qué es lo que siento cuando estás cerca y ... temí que eso se notara y si eso pasaba, Agnes... no sé qué habría pasado, lo siento tanto, por todo—finalizó.
Mi corazón se aceleró, mis manos comenzaron a sudar y sentía que mi cabeza explotaría, no entendía qué quería decir con eso, pero bien, tendría que tranquilizarme, en el fondo sabía que el dolor que sentí esa noche no fue sólo por la actitud que tuvo conmigo, sino también por las escenas entre ellos que me vi forzada a ver y eso, eso era algo que tenía que controlar yo, no podía culparlo por todo.
— ¿A qué te refieres con que no sabes qué sientes cuando estoy cerca?—pregunté, con dificultad.
—Creo que nuestro trabajo ha influido en mí más de lo que pensé—soltó una pequeña risa—y ahora ya no sé bien qué tan cerca deberíamos estar. Sólo sé que me siento muy bien cerca de ti.
Mierda, qué se supone que responda a eso.
—Bueno....yo también me siento muy bien contigo, Timothée...pero no puedo esperar a que me trates diferente cuando estemos con otras personas, creo que es normal que queramos estar cerca... quiero decir, podemos ser amigos, muy amigos y eso estaría bien, tratarnos con cariño— ¡qué estaba diciendo!— y eso no significaría nada malo... ¿o sí?—hablé con inseguridad, mi cuerpo entero se movía al ritmo del pulso de mi corazón.
—Te prometo que no te volveré a tratar diferente.—Llevó su mano a mi rostro, acariciándolo con su pulgar, y entonces... de nuevo su aroma, embriagándome—.Y no, creo que tienes razón, es normal que nos sintamos así—respondió con seguridad, desviando la dirección de sus dedos a mi cabello, esparramándolo con cuidado.
No estaba segura de qué tan cuerdo y coherente era todo lo que estábamos diciendo pero aun así podía entenderlo, el trato demasiado cercano que habíamos tenido hasta ese momento gracias a los ensayos habían hecho que fuese imposible que no nos tomáramos algún tipo de afecto y cariño, y eso era normal, no tenía por qué significar nada más, quizá eso era justo lo que teníamos que conseguir.
—Quizá esto era lo que teníamos que lograr ¿sabes?—comenté, ahora más tranquila, regalándole una sonrisa.
—Sí—sonrió—estoy tan feliz de estar viéndote, estuve todos estos días con una mierda de incertidumbre que no me pude sacar de encima sino hasta que te vi abrirme la puerta—confesó aún tan cerca de mí, que me era imposible despegar la vista de sus ojos.
Me dediqué a asentir con la cabeza, manera de hacerle comprender que me había pasado algo parecido. Esperé tanto ese momento, estar tranquila sabiendo que estábamos bien, saber que él estaba bien, que el asunto estaba aclarado y que podía llamarle sin miedos.
— ¿Te parece si vamos por una pizza y cenamos juntos?—pregunté, despegando mi mirada de la suya y caminando rápidamente para poder encender la luz, no podía seguir a oscuras con él y no empezar a sentir ganas de tenerlo cerca, más cerca.
—Me encantaría—aseguró—por cierto... , saludé a Ezra, me lo encontré en la entrada del edifico.
Se llevó las manos a la nuca, evidente señal de su nerviosismo.
—Sí, estuvo acompañándome durante la tarde—comenté, mientras caminaba hasta la habitación en busca del abrigo perdido. Timothée me siguió.
—Sí... bueno, la otra noche ustedes parecían llevarse muy bien—soltó una risilla inquieta. Su cuerpo se apoyó en el marco de la puerta.
— ¿Insinúas algo?—cuestioné ceñuda.
—No, sólo... olvídalo—gesticuló con indiferencia.
— ¡Genial! Lo encontré—exclamé victoriosa, tomando el abrigo.
El local de pizzas se encontraba sólo a unas cuantas cuadras de distancia del apartamento, así no tardaríamos en llegar. El trayecto hacia allá se nos hizo silencioso pero cómodo, yo iba tomada de su brazo, haciendo que caminásemos al mismo ritmo, aunque a veces tambaleándonos un poco. De vez en cuando me atrevía a subir la vista y mirarle el perfil, tenía su mandíbula relajada y su semblante parecía tranquilo, me percaté de que una gota de lluvia estaba a punto de caer de uno de los rizos de su cabello, ahora un poco más mojado. Cuando la vi resbalar por su pómulo tuve la necesidad de sacarla, Timothée me miró curioso, pero no intervino en lo que estaba haciendo, dejó que mi mano acariciara ligeramente su cara, mojando la yema de mi dedo.
Aproveché ese momento en que me miró para formular la pregunta que había estado esperando hacerle desde que me desperté al día siguiente de aquella noche.
— ¿Recuerdas algo del momento en que bailamos, Timothée?
— Sí, lo recuerdo, Agnes—respondió sereno.
Me sorprendió sentir que la conversación no me estaba poniendo de nervios, me sentía tranquila, como si sólo el hecho de tenerlo al lado fuese motivo suficiente como para que mi cuerpo se relajara todo. Me dediqué a bajar la cabeza para mirar nuestros pies moviéndose encima del empapado suelo de la calle por la que pasábamos, unos pasos más adelante nos topamos con un pequeño cúmulo de hojas en medio de la vereda, me produjo un profundo placer ver cómo nuestros pies pasaban suavemente por sobre las hojas, intentando no quebrajarlas para que siguieran siendo parte esencial del bello paisaje que formaban. Quizá la atmósfera de las calles también propiciaba que nuestra conversación se estuviese dando con tanta quietud.
— ¿Sabes? Me encantaría bailar contigo de nuevo—comentó, con la mirada gacha.
Le miré. Muy dentro de mí creía que todo lo que nos habíamos dicho hasta ese momento de la tarde era una especie de declaración implícita de lo que estábamos sintiendo por el otro, o al menos así lo sentía yo, quizá para él fuese distinto, no lo sabía, no lo entendía, pero no nos culpaba, estábamos confundidos, era normal.
Pude haber agregado algo, pude haberle dicho que no entendía lo que estaba haciendo, pero si era honesta conmigo misma yo tampoco me entendía y tenía la certeza de que era algo que ambos sabíamos, no había siquiera necesidad de hablarlo. La ambigüedad era algo que siempre me había parecido peligrosamente atractivo, ambos sabíamos que algo pasaba, pero el no saber concretamente qué o por qué nos impedía conversarlo con franqueza. Pese a aquello, supongo que ambos estábamos cómodos el uno con el otro y eso, al parecer, era suficiente para mantenernos tranquilos.
(...)
— ¿Estás seguro que no es demasiada pizza para nosotros dos?—cuestioné.
Estábamos tendidos en el sofá del salón, cubiertos por una gran manta que habíamos sacado del cuarto de Victoria luego de que Timothée lograra convencerme de que entrásemos para encontrar aquella manta que según él la chica mantenía desde que era una pequeña niña. No sabía que tan molesto podía ser para Victoria, pero esperaba recordar perfectamente su posición original.
— Estás desvariando, la pizza nunca es suficiente—aseguró, acomodándose mejor.
Las tazas del té con esencia de caramelo que resolvimos tomar para esa fría tarde de otoño estaban acomodadas impecablemente en la mesa de centro que dispusimos a solo a unos pequeños centímetros de nuestros pies, junto a ellas se encontraba la pequeña pero confortable tetera que había traído de casa de mis padres, y junto a esta, a su vez, el libro que hace unas cuantas horas había dejado allí incompleto.
El ventanal frente a nosotros nos permitía una vista a la ciudad con toda su bohémica luminosidad y junto con ello a aquella incesante llovizna que no se permitía descanso y que incluso comenzó a azotar los edificios con más fuerza, como si supiese que a esas horas de la noche podía caer con más soltura y sin alterar a tantas personas como lo haría cayendo así durante el día.
Me gustaba estar ahí, en aquel escenario que habíamos formado con Timothée, ambos semi recostados en el sofá, con una pizza familiar en nuestro regazo, cubiertos por una especie de abrazo nostálgico entregado por la luz cálida del salón, y encima de todo ello, el sonido del agua cayendo a cántaros afuera.
—Cumbres Borrascosas...—habló en tanto se erguía para alcanzar el libro.
—Sí, es uno de mis libros favoritos—comenté, dándole un mordisco a mi trozo de pizza y un sorbo a mi taza de té.
Me miró, sorprendido.
—Lo leí hace muchos años para una de mis clases de literatura gótica, me acuerdo que me gustó mucho, pero era muy inmaduro como para comprender mucho de lo que decía.
—Podrías leerlo de nuevo, quizá ahora lo entenderías mejor, además es un libro bellísimo, la intensidad de las emociones en el relato, descritas así, de una manera tan profunda, como si de verdad todo lo que los personajes sintiesen fuese real y auténtico, nada ahí parece ser superficial, todo lo que pasa tiene algún tipo de peso.
Timothée me escuchaba atento mientras pasaba sus delgados y delicados dedos por las hojas, ojalá hubiese podido fotografiar ese momento y haberlo captado para siempre, hubiese sido como captar un sorbo de él, una imagen demasiado linda.
—Es casi lo contrario a lo que vivimos ahora—murmuró.
—Exacto—le sonreí. Me sorprendía la manera en que nos entendíamos a veces sin necesidad de decir mucho—ahora las cosas parecen acabarse sencillamente, todo parece siempre ser acatado a la perfección, como si nada valiese tanto como para adentrarse en ello, como si la intrascendencia lo devorase todo.
—Como resignarse a la levedad de las cosas—completó, mirándome.
—Sí, justo eso... conformarse con la ligereza de las emociones, es algo... un poco triste.
Timothée tomó la caja de la pizza para dejarla en la mesa. Me invitó a apoyar mi cabeza en su regazo y no, no quería negarme, así que me moví poniéndome de espaldas para pasar a descansar mi cabeza en sus piernas. Nunca había visto a Timothée desde esa perspectiva, pero me encantaba, era casi como estar un poco más dentro de él. Comenzó a acariciarme el pelo y me relajé tanto que temí dormirme.
— ¿Te gustaría leerme un poco?
— ¿Leerte? Ojalá fuese fácil leerte a ti, Timothée—bromeé.
Soltó una risa captando el doble sentido de lo que dije mientras me seguía mirando, hasta sentí sus ojos más oscuros de lo normal. Su mano bajó de mi cabello a mi estómago, dándole pequeñas caricias circulares por encima de mi ropa.
—Sabes a lo que me refiero—susurró.
—Ajá—murmuré.
Tomé el libro entre mis manos, iba a leer la página que había dejado pendiente.
Ahora me demuestras lo cruel y falsa que has sido conmigo. ¿Por qué me rechazaste? ¿Por qué traicionaste a tu propia alma? No sé decirte ni una palabra de consuelo, no te la mereces. Bésame y llora todo lo que quieras, arráncame besos y lágrimas, que ellas te abrasarán y serán tu condenación. Tú misma te has matado. Si me querías, ¿con qué derecho me abandonaste? Ni la miseria, ni la bajeza, ni siquiera la muerte nos hubieran separado, y tú, sin embargo, nos separaste por tu propia voluntad. No soy yo quien ha desgarrado tu corazón. Te lo has desgarrado tú misma, y al desgarrártelo has desgarrado el mío.
—Es de verdad muy bello, Agnes—se quedó pensando—ellos nunca estuvieron realmente juntos, ¿no?
—No, nunca, pero se amaron mucho. ¿Puedes imaginar lo que es eso?—cuestioné, sintiendo cómo mis ojos comenzaban a cerrarse.
—Creo que sí—respondió apenas perceptible.
No supe si era por el sueño y por el cansancio que sentía o quizá por el sonido de la lluvia o hasta por la comida y el té, pero me moví instintivamente de manera que quedé completamente acostada en el sofá mientras invitaba a Timothée a acomodarse a mi lado. El chico arrastró la manta hasta que nos cubrió enteros.
—Quizás sea hora de irme, Agnes—habló con su rostro apoyado cerca del mío en el brazo del sofá.
Solté un quejido en señal de disgusto y pese a que mis ojos seguían cerrados, cuestión que me estaba llevando a un profundo sueño, no dejé de escuchar la pequeña risita que soltó Timothée cuando me escuchó.
—Quédate, Timothée, por favor...—solté. El sueño me causaba un efecto embriagador que me impedía pensar con coherencia, pero dios, no quería que se fuera, qué se supone que sentiría cuando lo viese salir del apartamento, lo extrañaría demasiado, lo extrañaría como la mierda.
No lo escuché responder nada, solo sentí cómo se levantaba con el fin de apagar la pequeña luz que nos iluminaba, volviendo de inmediato para acostarse a mi lado. Gracias a las luces que llegaban desde fuera pude ver la silueta de su rostro y cómo a los pocos segundos de acomodarse acercó su nariz para chocarla con la mía en un movimiento rápido y agraciado, lo interpreté como una señal de aceptación, y no pude evitar reír, contagiándolo. Me acerqué a él pasando mi brazo por su torso y pegando mi rostro a su cuello, él por su parte se aferró más a mí, acomodó su brazo bajo mi cuello y tomó mi cintura con el que tenía libre.
Esa noche dormiríamos juntos.
Tengo que confesarles que escribí partes de este cap con una lata de cerveza en mano, así que lo siento si es muy cursi o extrañooo x.x jajaja
Muchas gracias por leer y votar <3 significa mucho para mí <3
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