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Cap 15: caricias

Summer Salt - One last time

                                                                          ***

Llegamos al lugar un poco más tarde de lo estipulado, el tráfico en las calles de New York a esas horas solía ser mucho más intenso de lo normal. El coche que nos llevó estacionó al otro lado de la vereda de la casa de Margot junto a otros muchos vehículos que se encontraban aparcados en ese mismo sitio. Para ese entonces ya había oscurecido, por lo cual se apreciaba con nitidez la forma en que la casa había sido engalanada con lumbreras que amalgamadas al refulgir de los faroles de esa solitaria y sosegada calle, le daban un toque bien elaborado y fantástico. Se veía bellísimo desde ahí.

El mismo señor que hace unos días había salido a recibirnos nos hizo pasar nuevamente, ahora mucho más alegre y animado que esa primera vez, probablemente él también estaba disfrutando del momento. Nos encaminamos rápido hacia el interior para ser acogidos por Margot, ella estaba deslumbrante, y no era para menos, desde que la vi parecía ser la maestra del buen gusto.

Esta vez nos condujo por otro pasillo guiada por el sonido de una música dulce y tranquila que provenía desde un salón mucho más amplio y bien producido. Un montón de luces cálidas y lámparas de un estilo antiguo pendían del techo, logrando que todo el lugar estuviese bien iluminado. Aunque quizá, lo más sorprendente era el gran mesón que ocupaba casi la mitad de ese espacio, siendo lo bastante largo como para ocupar el salón de un extremo al otro. Sobre él reposaban un sinnúmero de utensilios que servirían luego a quienes nos dispusiésemos a cenar. Ciertamente, no quería ni imaginar lo mucho que costaba realizar un evento como ese.

Nos dirigimos a otro sector aparte, que daba al jardín trasero, ahí, al parecer, se encontraban la mayoría de los invitados de Margot. Habían alrededor de unas treinta personas, todas ellas hasta ese momento desconocidas para mí. Me fijé que no eran solamente las personas del equipo, sino también invitados amigos de la cineasta que venían a celebrar con ella que el proyecto finalmente se llevaría a cabo.

Timothée comenzó a saludar a algunas personas que ya conocía, quienes después de saludarlo dirigían su vista a mí con curiosidad para luego pasar a felicitarme por ser quien interpretaría el papel de la "pianista". Debo admitir que me sorprendió la amabilidad de la mayoría de los invitados con los que establecí una pequeña conversación, y a decir verdad no me costó tanto trabajo socializar y darme a conocer como creí.

En un momento en que me quedé sola viendo hacia dónde ir, se acercó uno de los chicos que estaban sirviendo tragos a quienes estábamos ahí esperando a pasar al gran salón. No estaba segura del contenido de las copas.

— ¿Qué es?—pregunté mirando el contenido, no estaba familiarizada con los destilados.

—Es una preparación especial de vodka con caramelo—me sonrió, como invitándome a tomar una.

—Vamos, toma una—me incitó Timothée apareciendo de pronto.

—Vale, gracias—le dije al chico.

Antes de que se fuese a ofrecer tragos a otros invitados, Timothée también tomó una copa, para luego hacer el ademán de querer chocarla con la mía.

—Espera...—lo detuve— el choque tiene que ser mirándose a los ojos—aseguré.

—No sabía eso, ¿por qué?—cuestionó, intrigado.

—Pues no puedo decirte, Timothée—respondí traviesa mientras le daba un pequeño empujón.

Solo atinó a pegar una pequeña risa, para luego acceder a chocar las copas mientras nos mirábamos fijamente a los ojos.

— ¿y me dirás alguna vez?

—Quizá—dije desinteresada, mirando hacia otro lado, hasta a mí me sonrojaba el pensar en decirle alguna vez el porqué.

Estaba tan concentrada en el juego con Timothée que no alcancé a ver que alguien se aproximaba de espaldas a mí, cuestión que causó un pequeño pero notable choque entre ambos. Me di la vuelta decidida a pedir disculpas aunque estaba segura que no había sido tanto culpa mía como la de quien estaba viniendo.

—Lo siento tanto—le escuché decir.

Al instante me sobresalté, conocía esa voz.

— ¿¡Louis!?—exclamé sorprendida.

— ¡Agnes!—sonrió para luego darme un caluroso abrazo—sabía que tenía que encontrarte, tampoco es que seamos muchos aquí—dijo sin dejar de sonreír.

— ¡No puedo creerlo! Creí que no te vería más.

—Bueno, yo me enteré hace pocos días que sí te iba a ver más.

—No entiendo—seguí, confundida— ¿Qué haces aquí?

—Estoy en el proyecto también, en fotografía, es mi área ahora.

No podía creerlo, Louis había sido uno de nuestros más cercanos amigos en la universidad con Victoria, pero lo habíamos perdido de vista luego de su viaje de intercambio a Australia. Cuando le contara a Vico la noticia se moriría de felicidad.

—Oh, lo siento—dije dando un paso atrás— Louis, él es Timothée, Timothée, éste es Louis, un viejo compañero y amigo de universidad—aclaré.

Se saludaron mutuamente con un estrechón de manos. Timothée no había abierto la boca hasta entonces pero su cara de confusión se había esfumado cuando expliqué quién era.

—Hacen una muy linda pareja— comentó sonriendo mientras miraba nuestros trajes.

—Gracias, Louis—respondió Timothée—Agnes quiso copiarme la vestimenta y no pude negarme.

— ¡Qué mentiras dices, Timothée!—hablé indignada. Louis por su parte no hacía más que reír—no le creas nada y mejor ve a vernos con Victoria, ambas vivimos juntas.

—Lo haré apenas tenga tiempo, querida Agnes. Lo bueno es que al menos compartiremos más tiempo en el set—dijo feliz—ahora los dejo, tengo que ir a saludar a otros conocidos—finalizó, despidiéndose de nosotros.

—Victoria se pondrá muy feliz cuando le cuente—comenté emocionada.

— ¿ah, sí?, ¿y por qué tanto?

—Esa es otra cosa que no te diré esta noche—respondí caminando al salón.

Timothée en forma de reproche me tomó por la cintura: me estaba haciendo cosquillas. No pude evitar retorcerme haciendo que perdiéramos el equilibrio, tanto que por poco nos fuimos de bruces al suelo, sin embargo nos controlamos la risa cuando entrevimos que dos sujetos nos miraban extrañados e inquisitivos, y bueno, era de esperarse, estábamos en el pasillo más angosto y solitario del lugar. Me había encantado la forma en que debido a la cercanía que compartimos en ese momento, mi ropa se quedó impregnada con matices de su aroma, haciéndome regocijar en su fragancia.

Lamentablemente por temas de espacio no pudimos sentarnos lado a lado con Timothée, pero no me importó porque su figura quedó posicionada justo enfrente de mí, lo cual permitía a mis ojos una vista mucho más panorámica hacia él. Lo único que debía lograr era no mirarlo tanto, o al menos hacerlo con la suficiente cautela como para que no lo notara.

La cena transcurrió tranquila, las personas cercanas a nosotros en la mesa sabían muy bien cómo llevar una charla por lo cual siempre había algún tema de conversación. El mismo chico que me ofreció la primera copa había regresado dos veces más, tomé la tercera, no sabiendo muy bien qué tan conveniente era seguir bebiendo ahí y con Timothée al frente.

—Hey—le susurré a Timothée para que se acercara a mí.

— ¿Qué pasa?—comentó de la misma forma, irguiéndose hacia delante.

— ¿Crees que sea buena idea que siga bebiendo? ¿Cuántos llevas tú?—susurré mostrándole mi nueva copa.

Timothée soltó una carcajada que afortunadamente sólo los cercanos pudieron escuchar.

—Si me preguntas, esta es mi cuarta copa, y estoy... más o menos bien—dijo dudoso—pero qué va, podremos llegar a casa, sanos y salvos, no te preocupes.

Asentí con un movimiento de cabeza mientras me acomodaba en mi asiento de nuevo. La verdad era que no me preocupaba tanto el saber cómo llegaríamos, sabía que estaríamos bien con eso, me asustaba más el cómo podía actuar yo frente a él con unas copas de destilado en mi cuerpo, pero era mejor no pensar en eso. Le di otro sorbo a mi copa.

La voz de Margot en lo que parecía ser un micrófono me sacó de mis pensamientos. Al parecer quería hacer un brindis por el motivo de celebración. Comenzó dando las gracias a cada una de las personas que serían parte de su equipo, para por último nombrarnos a Timothée y a mí, agradeciéndonos especialmente nuestra colaboración. Con eso todos los invitados se voltearon a vernos, dando aplausos. Divisé entre ellos a Louis, que me miraba aplaudiendo casi desde el otro extremo. Mis mejillas enrojecieron automáticamente, lo sabía porque las sentía arder, pero me tranquilicé cuando divisé a Timothée mirándome en señal de apoyo, así que ambos terminamos por asentir a los aplausos, contentos por tan efusivo recibimiento.

La verdad es que pese a que lo intenté, me costó despegar la vista del chico al frente mío, pero no quise mortificarme por eso, de todas formas habíamos intercambiado tantas íntimas y cómplices miradas que se había vuelto un gusto evidente, quizá para ambos.

A eso de las diez de la noche decidimos que era hora de partir, ya habíamos compartido lo suficiente con la mayoría de los invitados. Me hacía sentir expectante y emocionada trabajar con muchas de esas personas, tenía ganas de ensayar y empezar pronto las grabaciones, anhelaba tener esa experiencia.

Estábamos con Timothée en la puerta de salida cuando nos percatamos de que un torrente de lluvia estaba cayendo en lo que hace sólo unas cuantas horas parecía ser la calle más tranquila y silenciosa de la ciudad. El agua caía por cada rincón y estaba segura de que pronto se vendrían ráfagas de viento que impedirían quizá hasta caminar.

—No trajiste abrigo, Agnes—comentó.

—No tenía idea que esto pasaría—dije alzando los brazos—casi parece lluvia de invierno.

—Toma, póntelo—dijo sacándose su blazer para dármelo. Iba a protestar pero ni siquiera alcancé a abrir la boca cuando el chico ya me estaba ayudando a abrir mis brazos para ponérmelo. Me quedaba hasta los muslos, eso nos hizo reír a ambos.

—Genial, ahora serás tú el que se agarrará un resfrío y me sentiré culpable de por vida.

—Mejor... intentemos llegar a la parada de taxis—comentó dirigiéndose a la reja de entrada. Le seguí.

Caminamos bajo esa intensa lluvia hasta que llegamos a la vereda frente a la parada. Extrañamente todo ahí parecía desolado, ni siquiera era tan extremadamente tarde como para que nadie anduviese en las calles, era Nueva York. Pero eso no fue lo único que nos hizo ruido, ya que apenas quisimos pisar la calle para cruzar nos dimos cuenta que una enorme posa de agua impedía el paso hacia el otro lado.

—No me lo creo, en qué momento cayó tanta agua—resoplé, sorprendida.

—Créeme, el ruido de la música y el murmullo de muchas personas juntas son suficiente motivo como para que en una casa del tamaño y material de la de Margot sea imposible escuchar hasta una explosión afuera—explicó.

— ¿Qué haremos?

—Bueno, solo se me ocurre una idea—respondió mirándome divertido.

—¿Qué..?

No alcancé a responder nada cuando sentí cómo Timothée se abalanzaba hacia mí levantándome de las piernas para quedar finalmente cruzada arriba en sus hombros. Me sentía casi en una montaña rusa, y no era solo por la altura.

— ¡Timothée! ¿¡Qué haces!? ¡Nos caeremos los dos!—exclamé alborotada.

—Si te sigues moviendo así, probablemente nos caeremos—comentó tranquilo mientras metía sus pies al agua para pasar al otro lado.

— ¡No!, te mojarás los pies, ¡Timothée!

—Es mejor que se moje solo uno de nosotros a los dos.

—Pues pude haber sido yo—aseguré.

—Claro, la próxima vez me tomarás tú—respondió relajado y divertido.

Comenzó a dar pasos largos pero cuidadosos, y justo en eso una molesta luz nos da en la cara, haciéndonos mirar. Era un paparazzi.

—Genial, ahora de nuevo tendrás problemas.

—No, no los tendré—aseguró—quien sea que nos vea así se partirá de la risa, Agnes. — Y entonces comenzó a reír, a carcajadas, intentando no perder el equilibro y contagiándome a mí en el intento.

—Tienes razón, es una situación ridícula—respondí con dificultad mientras intentaba dejar de reír. Y pium, otra luz molesta más.

Logramos llegar al otro lado, Timothée con sus pies empapados y yo, gracias a él, ilesa de cualquier accidente. Afortunadamente no tardó en pasar un taxi, lo tomamos de inmediato. Ahora sí, al fin llegaríamos a casa.

Si era honesta conmigo misma tenía que admitir que odiaba la idea de separarme de él esa noche, y pese a que me había dicho a mí misma que no me iba a mentir con lo que sentía, tenía que aceptar que un sentimiento de culpa se apoderaba de mí cuando recordaba que el chico tenía novia y que no correspondía que sintiese eso por él, no podía ser que estuviese deseando que pasara cualquier cosa que...esperen, ¿¡La luz!? ¿¡Dónde se había ido la luz!?

— ¿Qué pasa?—pregunté preocupada.

—Al parecer es un apagón en la ciudad—respondió Timothée mirando hacia todos los lados fuera del vehículo.

—Lo siento, chicos, tendré que dejarlos hasta acá—dijo el conductor, desinteresado. Me indigné.

— ¿¡Qué!? ¿Nos dejará acá en medio de la nada?

—Agnes, tranquila, estamos sólo a unas cuadras de mi apartamento.

—Disculpen, pero no puedo arriesgarme a andar por las calles sin luz—explicó.

Bufé enfadada mientras abría la puerta para salir, ¡qué irresponsable conductor!

—Debe ser la lluvia y el viento—comentó Timothée mientras caminábamos rápido a su apartamento.

Por suerte la lluvia había cesado, pero todo estaba tan oscuro que no podía evitar sentir terror de que alguien apareciera y nos hiciese algo. Al parecer Timothée lo notó y me acercó a él para pasar su brazo por mis hombros y acurrucarme en su pecho. Se sentía tan bien, tan jodidamente bien.

—Tranquila, ya estamos llegando—me susurró.

(...)

El apartamento de Timothée a la luz de las velas tomaba un matiz cálido y nostálgico, pero también peligrosamente incitante. La luz de una de las tantas velas que habíamos tenido que encender le daba directo a la cara del chico, haciendo que se intensificaran los detalles de su rostro y provocando que su perfil generase una sombra perfecta de él en la pared del frente, inevitable de mirar.

—Timothée, apenas llegue la luz me iré—le comenté en tanto él se secaba los pies y yo mi pelo, ya todo despeinado.

—Puedes quedarte, lo sabes.

—No, fue suficiente con lo de la otra vez.

—Agnes, ya hablamos sobre eso—quiso tranquilizarme—nada así volverá a pasar. Además si no llega la luz no puedes arriesgarte a que algo te ocurra.

No respondí nada y me dediqué a seguir secando mi pelo. Timothée me miró, con media sonrisa en la cara.

— ¿Qué?

—Te ves linda despeinada.

Yo sonreí bajando mi cabeza, queriendo parecer interesada en el asunto con mi pelo, pero a quien engañaba, mi cuerpo entero sintió sus palabras.

—Tengo una idea—habló entusiasmado.

—No sé qué pensar si la última vez que dijiste eso terminaste con tus pies empapados, Timothée.

El chico no pareció escuchar mi respuesta. Me tomó delicadamente de la mano a la vez que llevaba consigo una de las velas para conducirme al cuarto, sí, a ese cuarto. No sabía qué pretendía, pero creí adivinarlo cuando una vez allí, lo vi destapar el piano y abrir una cortina que dejaba al descubierto un amplio ventanal. A través de él se contemplaba la ciudad a oscuras, lo cual permitía mirar y escuchar la lluvia, que hace poco había comenzado a caer de nuevo a cantaros, mucho más minuciosamente. La translucidez de la vidriera concedía la vista a esos árboles que eran removidos con ímpetu por la ventisca mientras la presencia impetuosa de la nubes opacaba a esa luna diminuta que por pequeña no había podido iluminarnos antes cuando caminábamos. El piano estaba ubicado justo frente a ese ventanal, como si la melodía que fuese a salir de él estuviese dedicada a todo ese incontrolable escenario de afuera.

Me atreví a intuir cuál era la idea de Timothée y me senté frente al piano dispuesta a tocarlo. El chico fue por un pequeño asiento que posicionó justo detrás de mí y se sentó allí, casi tocándome la espalda. Lo último que hizo fue darle un soplo a la única vela que habíamos llevado, dejándonos en completa oscuridad. Me gustaba el que ni siquiera haya dudado por un segundo en apagarla, porque eso decía que confiaba lo suficiente en mi habilidad como para asumir que me sabía de memoria las teclas del piano.

— ¿Confías en mí, Agnes?—me susurró al oído.

Me estremecí, todo en aquel momento me hacía estremecer, desde el ventanal permitiéndonos ver y sentir la lluvia, hasta su aliento golpeándome la oreja.

—Sí—susurré ladeando levemente mi cara hacia él, quedando de frente y haciendo que nuestras narices se rozaran.

—Ok, entonces imagina que estamos ensayando el libreto—comentó sin apartar su rostro.

Quería besarlo, dios, quería tanto besarlo. La oscuridad total en la que nos encontrábamos me estaba impidiendo ser razonable, tenía casi el mismo efecto embriagador que las copas que me había tomado antes. Decidí entonces concentrarme en el piano, tocarlo, por primera vez en frente de él, por primera vez en mucho tiempo un piano y no un teclado, por primera vez en un escenario como ese.

"Clair de Lune" de Debussy. Mis manos comenzaron a moverse por las teclas suavemente, con tranquilidad, una melodía casi tan imperceptible como las gotas de lluvia que salpicaron cuando con Timothée estuvimos en el parque.

A los pocos segundos advertí que mis manos no fueron las únicas que comenzaron a moverse, las de Timothée también, porque mi piel percibió la largura de sus dedos tocando mi espalda descubierta, estremeciéndome. Pude sentir sus yemas rozándome con delicadeza, de a poco, toda mi espalda, subiendo y bajando, como un velo fino, aterciopelado que sentía me cubría cada poro del cuerpo, cada vello crispado por su causa. Sus dedos se deslizaron hasta mi cuello y desde ahí hacia mis brazos casi desnudos, sólo cubiertos por la fina tela del encaje.

Mi piel se erizó aún más cuando sentí que ya no eran sólo sus dedos, sino  la totalidad de sus manos las que me recorrían.Mi cuerpo comenzó a temblar y entonces tuve que intensificar el sonido de las teclas del piano, comencé a tocar con más fuerza y prisa, porque aquella parecía ser la única forma de evitar un eventual desvanecimiento, efectuando a la vez que Timothée también intensificara sus roces, a modo de caricias desesperadas. Sus manos bajaron hasta mi cintura, también desnuda, sentí un ligero apretón en ese lugar, y de no haber sido por el sonido del piano un leve gemido se habría escuchado salir de mis labios.

Y luego... su aliento... en mi garganta. Tuve que cerrar mis ojos a fin de llevar esa imagen a mi mente, saberme entre sus manos, imaginármelo mientras aferraba sus manos en mi cintura y enredaba su rostro grácil en mí. Mi cuello comenzó a moverse al compás del aliento de Timothée sobre él, y al instante sentí sus dedos subiendo hasta allí.

En un momento de ensueño, sus labios bajaron a mi espalda, él estaba pasando su nariz y boca justo por mi columna, bañándome de su aliento, empapándome de su roce húmedo, ardiente que deslizaba en vaivenes tenues pero con una intensidad alarmante, hasta que volvía a aferrar su rostro en la piel que cubría mi garganta, posando sus manos ahora también allí, acariciándome. Era casi un baile.

Y finalmente, cuando la melodía estaba terminando y el destino de mis manos eran el descanso, Timothée me abrazó rodeándome por la espalda, quedando su torso pegado a mí y haciendo que sus manos alcanzaran las mías. Su rostro quedó rozándose con el mío, solo a unos pocos milímetros de distancia, podía sentir sus rizos suaves en mis mejillas y su aliento a pizcas agitado cerca de mi boca. 

Fue casi doloroso sentir cómo su cuerpo se alejó de mí de un segundo a otro. Algo había hecho que nos sobresaltáramos.

La luz había llegado. 

Espero que les guste <3 Abrazoos 

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