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Cap 12: Chatarra, pura chatarra


Tomé mis pertenencias lo más rápido que pude sin pensar mucho en qué iba a hacer o decir cuando tuviese a ambos en frente. Mi corazón estaba dando saltos como loco, tendría que controlarme para poder salir y hablar lo más coherente posible.

Abrí la puerta con cuidado, aún podía escuchar las voces que venían del salón, pero ahora estaba yo tan nerviosa que lo único que podía escuchar era mi agitada y entrecortada respiración. Ahora caminaba hacia el salón, insegura de mis pasos. Si me preguntan a qué le temía tanto como para que hasta mi cuerpo reaccionase así, probablemente respondería que lo que más me dolía era haber afectado a Timothée, y con ello su posible relación conmigo. Nos estábamos llevando muy bien hasta ahora, me dolía pensar que por una u otra razón ya no iba a ser así.

Me acerqué al salón y apenas di un paso allí ambos voltearon a verme. La chica me miraba con profunda desconfianza,  sus ojos se mostraban inquietos, Timothée en cambio parecía estar sintiendo mucho la situación, me miraba casi con lástima. Él sabía que yo lo había escuchado todo.

—Yo... lamento mucho la situación— comenté con un hilo de voz pero lo suficientemente alto como para que los dos escucharan.

—Agnes, no tienes que...

—No, Timothée, está bien, me iré —intenté sonreír— agradezco mucho tu hospitalidad.

Y caminé hacia la entrada, sin darme cuenta de que mis pasos estaban siendo muy rápidos, tanto como para no oír los pasos de Timothée detrás.

—Agnes, espera...—Me tomó de la mano con una delicadeza alarmante antes de que pudiese abrir la puerta.

—¿Qué pasa?—contesté, sin poder mirarlo a cara. Me sentía avergonzada.

—Agnes, puedes quedarte todo lo que quieras, esto es sólo un malentendido...

—No, está bien, no tengo que estar acá, no te preocupes por mí, ya tengo donde ir.—No lo dejé continuar. Extrañamente, me sentía molesta y no entendía bien el motivo.

—Solo quiero que estés bien.

Sus ojos irradiaban un brillo cargado de honestidad, la certeza de eso me alivianó el pecho y me enterneció el corazón. De pronto sentí unas ganas irracionales de abrazarlo, de fundirme en sus brazos, que su miel recubierta mermara el frío glacial que en ese momento me entumía el cuerpo. Pero me contuve, sujeté mi sentir y sencillamente decidí no darle más motivos para inquietarle, hasta ese momento ya habían sido suficientes.

—Me quedaré con Victoria.— Le miré y de inmediato creí ver cómo los músculos de su cuerpo se relajaban.

—Ok, está bien. Sí —asintió.

—De verdad espero que estés bien.—Me sinceré, al tiempo que me volteaba para finalmente abrir la puerta.

—¿Agnes?

—¿Sí?—Le observé.

—¿Nos veremos pronto?—sus ojos aún parecían inquietos.

—Sí... nos veremos. —Juro que intenté esbozar una sonrisa, ansiaba tranquilizarle, porque sabía que aquella sería la única manera también de tranquilizarme a mí, pero fallé en el intento y lo único que logró salir de mis labios fue una mueca. No podía, no pude.

No me importó no tomar el ascensor para bajar más rápido con todo el peso que llevaba, lo único que anhelada era estar con Victoria y recibir su abrazo, recibir su apoyo. Me sentía terrible y odiaba no estar segura de la razón.

Cuando me dispuse a tomar un taxi me di cuenta de que el peso normal que debía llevar era menor, algo se me había quedado en el apartamento de Timothée. Al momento temí por mi teclado que era la pertenencia que más importancia tenía para mí, y en efecto, no lo llevaba conmigo. No me podía creer ni perdonar que haya sido tan descuidada con algo tan importante para mí, pero no podía volver allí, simplemente no podía, no en ese momento.


(...)


—Hey...—me abrazó Victoria apenas entré a su apartamento— ¿Cómo... estás?

No respondí y sólo dejé mis cosas en el suelo. Dejé caer mi cuerpo en su sofá, y luego solo me quedé mirando el techo con un aire de resignación que percibía me envolvía hasta las entrañas.

—Estoy en la mierda, Victoria.

Mi amiga suspiró.

—Cuéntame, ¿por dónde empezamos?—Se posicionó a mi lado.

—Llegó Emily al apartamento de tu primo pidiendo explicaciones y esas cosas. Ya sabes, un drama un tanto feo.

—¿¡Qué!? ¿¡Esa loca te hizo algo!?

—¡Victoria! No, claro que no, es decir... más o menos. Ella creyó que Timothée y yo... ya sabes. Ni siquiera puedo decirlo.

—¿Qué se acostaron?

—¡Victoria, por dios!

—Pero Agnes, eso es lo que andan diciendo los medios.

—Pues lo medios están enfermos, no hallan qué inventar para poder ganar algo de dinero, ¡no puedo creer que te hayas creído algo así! ¡Eres mi amiga!

—Yo no me lo creí.

La miré intimidante, con ojos entrecerrados.

—Vale, está bien, pero sólo un poco, y nada más por lo que me comentaste el otro día.

—Está bien, no importa, el punto es...

—El punto es...

—El punto es que le causé problemas a tu primo y siento que estoy enfadada conmigo misma y también con él. Y no, no sé por qué me siento molesta con él. 

—Agnes, primero que todo, Timothée no tiene por qué estar enfadado contigo, tú no hiciste nada, y él tampoco. Es esa novia que tiene, ella no debió actuar así, ir por ahí tan agresivamente gritando y armando escándalo por nada. Ella está en la industria hace mucho más tiempo y debió saber que lo que decían los medios no eran más que barbaridades. Y segundo... no tengo idea de por qué te sientes enfada con mi primo, quizá por la chica.

—¿Por la chica?— pregunté incrédula.

—Sí, por la chica. Ya sabes... si te atrae quizá estás un poco... ¿celosa?

—Estás mal de la cabeza.

—Celosa o quizá no logras comprender que alguien se comporte de esa manera y Timothée lo tolere.

—Sí, creo que esa opción es más plausible.—Me quedé en silencio unos segundos, meditando una posible respuesta—. No quiero que tu primo me odie, o que ahora, por lo que pasó, haya una tensión incómoda entre nosotros.

—Agnes, sabes bien que Timothée sería incapaz de tenerte mala por lo que pasó. Él sabe que no es culpa de ninguno de ustedes. Y bueno, de que hay tensión quizá haya pero no la de ese tipo. —Sonrió juguetona.

— Eres imposible.—Le di un puñetazo. Hasta en los momentos más tensos osaba la chica actuar como una bufona— .... ¿Sabes?

—¿Mm?— mi miró

—Creo que puedo entender la molestia de Emily, después de todo no debe ser nada agradable ver en los medios que tu novio llegó con un chica a su apartamento en la madrugada, más allá de que eso no justifica su actuar, a lo que voy es... que no entiendo cómo puede sentirte celosa de... mí, digo, mírame.

—Es que tú eres boba, Agnes. Eres una chica preciosa, inteligente y simpática, yo sí que creo que ella podría sentirse insegura contigo tan cerca de él.

— ¡Pero no tengo nada, Vico!—bufé— ya ni siquiera tengo casa.

—Dudo que a Timothée le importen ese tipo de cosas, y ¡oye! me ofendes, como si este lugar no fuese suficiente para ti— se hizo la molesta.

—Sabes que no me refiero a eso. Gracias por dejarme quedar acá.—Le abracé en son de agradecimiento. No podía hacer más que eso.

Me correspondió el abrazo y al instante entreví la forma compasiva y cariñosa con la que me miraba. ¿Tan mal me veía? Sí, definitivamente.

(...)

Pasó la tarde entre charlas, consejos y quejas. Para ese entonces ya le había comentado a Vico todo el problema que había tenido en casa con mis padres, desde que Ezra me dejó en la puerta hasta el último minuto que salí del apartamento de Timothée y me percaté que había dejado mi teclado allí. Victoria, como siempre, me apoyó en todo. Ciertamente, resultaba harto extraño pensar en lo mucho que ella había influido en mi vida desde que le había conocido, se había convertido en un pilar fundamental en mi vida. 

Estuvimos avanzando en la última parte de nuestro proyecto de universidad, charlando plácidas sobre lo rápido que se habían pasado los años allí y en cómo las figuras de quienes habían sido nuestros compañeros de desvelos se habían difuminado con los meses, hacía demasiado tiempo que no sabíamos nada de nadie, y el futuro para nosotras, un tanto incierto, ahora se observaba como un gran vacío al cual debíamos llenar.

En un momento dado, mientras yo me dedicaba a escribir el informe y  Victoria buscaba información en la web, el sonido de mi celular me informó que alguien intentaba comunicarse conmigo. En la pantalla se dejaba ver un número desconocido, y prontamente, las dudas respecto a si contestar o no llegaron a mi mente ansiosa, y es que con todo lo sucedido, no me habría sorprendido recibir alguna llamada imprudente de parte de gente entrometido. Pero en realidad, esa idea carecía de argumentos, y luego de resolver que me estaba volviendo una absoluta paranoica, me dispuse a contestar—:

—¿Sí?

—¡Agnes, querida! ¿Cómo has estado?—La voz de una mujer resonó en mi oído.

—¡Margot! Qué sorpresa.— Y entonces la imagen del rizoso se plasmó en mi cabeza. Me era imposible  no recordarlo si estaba hablando con la cineasta.

—La misma, espero que no te incomode que te haya llamado, Timothée me dio tu número.

Escuchar su nombre, era eso, la prosodia de una voz articulando sus letras, el sonido suave, grácil y aterciopelado de la fonética de su nombre, eso bastaba para que se me conmoviese  el cuerpo, mi pecho frágil que le recordaba incesante, retándome a recordarle como si se tratase de un elemento sustancial en mi vida. 

—Para nada— comenté con afabilidad, intentando no atragantarme con mi propia saliva.

—Qué alegría que sea así. Querida, te llamaba porque es necesario que los tres tengamos una reunión lo antes posible. El guion y el libreto ya están listos, por lo cual tengo que informales a ambos sobre cómo va a ser el proceso de producción y grabación, los tiempos que vamos a necesitar, qué es lo que se espera de ustedes como actores principales, etc. Es por eso que quiero invitarlos a una reunión bastante informal en mi casa en NY, para dejar preparado todo antes de que Timothée tenga que partir a Inglaterra.

Había olvidado por completo su viaje Inglaterra. Joder, ahora toda la situación me ponía un poco más ansiosa de lo normal.

—Claro, Margot. Tú sólo dime cuándo y estaré allí.

—El día miércoles de esta semana a eso de las dos de la tarde, ¿estaría bien?

—Sí, me acomoda perfecto.

—Genial, te enviaré la ubicación por mensaje. ¡Que tengas un buen día, Agnes!

Margot sonaba feliz, emocionada por todo lo que se nos vendría. Me contentaba saber que trabajaría con alguien así, tan apasionada por lo que hace. Y bueno, con Timothée no sería distinto. Mierda, tenía la mente aturdida de él.

—¿Todo bien?— preguntó Vico sacándome de mis pensamientos.

—Sí, tenemos la primera reunión con Margot el miércoles.

—No te notas muy entusiasmada.

—Claro que lo estoy. Quizá demasiado. Ansiosa y expectante por comenzar, pero honestamente, ya sabrás que me pone algo nerviosa saber que voy a verlo.—Mordí mi labio inferior.

—Tú tranquila que todo va a salir bien—acarició mi pelo, intentando reconfortarme—,tú sólo piensa en dar lo mejor de ti en todo esto que se te viene. ¿Qué tal si para despejarnos un poco de todo vamos a cenar algo de comida rápida más tarde?

Reí ante su propuesta, con Victoria disfrutábamos mucho la comida rápida, quizá más de lo que le gustaría a nuestra salud. Siempre que nos encontrábamos en una situación difícil nuestra primera solución era ir por comida rápida a algún lugar. Cuando éramos más pequeñas ahorrábamos algo de dinero que nos daban nuestros padres durante toda la semana para ir el día viernes a comer chucherías a cualquier local cercano.

—¿Cómo poder decir no? Aunque esta vez necesitamos un ingrediente especial.

            (...)

—Tú y tu loca idea de invitar a Ezra. Ahora nos llevará el viento y ni se enterará de que lo estuvimos esperando— protestó abrazándose a sí misma.

—¡Qué amargada te pones cuando tienes frío! Te dije que un suéter en vez de una camisa sería más conveniente.

—No estaba enterada de que el frío otoñal llegaría tan inesperadamente rápido— respondió con obviedad.

—Mira, allá viene. Caminemos.

—Hey, bitches. —Nos saludó Ezra con un abrazo—. Si no fuesen ustedes me quedaría en casa al lado del calefactor.

—¡Son unas abuelas!— protesté—. Nada más rico que sentir el viento helado en el cuerpo.

—Desquiciada— reclamaron al unísono mientras nos encaminábamos al Mc Donalds del lugar.

A penas llegamos al lugar agradecimos lo vacío que estaba, sólo habían unas cuatro personas sentadas y nadie en el sector de los pedidos. Nos dispusimos al  fondo del local, lo que más nos urgía era encontrar un espacio lo suficientemente tranquilo y callado. Hasta el momento había evitado a toda costa mirar las noticias de la prensa sensacionalista que atiborraba todos los dispositivos. Pero me fue imposible continuar con mi propósito, en la pantalla del lugar estaban pasando justamente la noticia, esa noticia. Los tres nos percatamos de la situación, mirándonos con cara de asco a la vez que tratábamos de hacer caso omiso a todas las palabrerías.

—Dios, al menos no se ve mi cara toda malograda—comenté ya más tranquila sin tomarme muy enserio lo que se mostraba. De todas formas, si me seguía torturando con el asunto, nadie saldría más perjudicada que yo.

En la noticia se mostraban unas cuatro fotos de nosotros. En la primera salíamos abrazados en el parque, en otras dos nos mostraban en su auto, y la última entrando por la entrada del edifico. Cómo o en qué momento sucedió no tenía idea, y seguramente Timothée tampoco.

—Cuando lo vi no hice más que reír a carcajadas— comentó el pelinegro agraciado—. Me divierte ver la cantidad de historias que se inventan esos imbéciles.

—Bueno, pues yo me preocupé —comentó Victoria.

Awww, pero de todas maneras ¿qué hacían ahí tan tarde, Agnes?—curioseó Ezra.

Y ahí comencé de nuevo. No me molestaba contarle a Ezra sobre la situación, de hecho me tranquilizaba el que alguien más supiera y pudiese comprenderme. Como era de esperarse Ezra me dio todo su apoyo.

Misteriosa chica es vista con exitoso actor Timothée Chalamet. ¿Desde cuándo estarán saliendo?¿Qué dirá su novia de toda la situación?

Según fuentes cercanas el nombre de la chica es Agnes Bonnet y es estudiosa en las Artes teatrales.

—Genial, ahora me hice famosa por un chisme y no por mostrar mi talento—señalé con frustración.

—Na—dijo haciendo un ademán de desinterés—. Pronto saldrás a la luz mostrando lo que haces y todos se enterarán de lo talentosa que eres.

—¿Por qué lo dices?

—Timothée me contó que trabajarán juntos en el nuevo proyecto de Margot Dupont.

Asentí, mi estomago se removía revoltoso de contento cuando pensaba que Timothée también se encontraba lo bastante emocionado como para comentarle sobre nuestro nuevo trabajo a Ezra. El pelinegro me ofreció toda su ayuda y conocimiento en estilos para cualquiera de los eventos en los que en la eventualidad tendría que asistir, dejándome su oferta mucho más tranquila, y es que solía ser un cero a la izquierda con todo lo que tenía que ver con la moda, hasta entonces mi rutina de vida no me había dado el descanso necesario como para permitirme poner atención a ese tipo de  cosas. Ahora tendría un contacto seguro a quien llamar.

Nos quedamos conversando un par de horas más y ya para la medianoche, decidimos que era hora de partir. Una vez afuera, mi piel percibió en el aire una nueva cuota de frialdad agregada que aunada a una visión completamente negruzca de las nubes en el cielo, nos hizo deducir que pronto estallarían. Así que nos apresuramos a fin de llegar antes de los chubascos que amenazaban con caer. 

Me gustaba sin embargo, tener la certeza de que pronto llovería, la lluvia, aunque fría, no dejaba de reavivar en mí un impulso que la mayoría de las veces se mantenía oculto en algún punto desconocido de mi interior, me hacía sentir un tanto más viva, hacía de los días comunes algo bañado de esplendor, refrescaba los aires, diafanizaba los objetos de las calles, las casas, edificios, hacía brillar los adoquines en las callejuelas durante el día y con mayor intensidad durante la noche, cuando la luz pálida de algún foco daba con las goteras desparramándose por los suelos. Pero por sobre todo, cuando la llovizna humedecía los árboles y a sus hojas alicaídas, dotándolos de un brillo cálido desmesurado, uno desde el cual parecía emanar ese petricor tan propio del aguacero celeste, un almizcle que embadurnaba los aires de su color verdemiel, ocre, aceitunado. 


Aquel día, apenas me acosté dispuesta a cerrar los ojos un nudo en mi estómago me hizo abrirlos de nuevo, era una sensación extraña la que se apoderaba de mí, algo me inquietaba con hondura. A esa altura ya no pensaba tanto en las consecuencias del chisme que había surgido, eso ya me estaba dejando de importar. Creo que lo que llenaba mi mente era la idea de que algo no estaba resuelto con Timothée y eso me hacía atisbar una distancia inconmensurable con él, lo sentía lejano, lejos de mí. Me invadió una sensación de vértigo inusitada, de pronto sentí las imperiosas ganas de llamarlo, de saber cómo estaba, que llenase el vacío que había dejado en mi corazón la irresolución de aquella ida tan fría.

Con la candidez de mi corazón infante, revisé mi celular con la esperanza de hallar un mensaje o algo que me dijera que él estaba ahí, que de alguna manera quizá él también estaba siendo preso de la misma angustiante sensación. Pero no, nada. Ya no sabía en qué estaba pensando, era evidente que él  tenía su vida, no tenía por qué pensar en mí ni en nada que yo estuviese sintiendo. De seguro se estaba reconciliando con su novia, de seguro estaba trabajando en algo, de seguro ni siquiera se había acordado de mí, y yo...yo solo empezaba a odiar la idea de sentirlo lejos.


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