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➖Cap.9➖

Desorientado quedó ante lo acontecido a medida que Nam tironea de mi brazo para avanzar lo más rápido posible ya que el uso de nuestras armas han llamado la atención de todo aquel que se dedica a comer lo que no deberían comer.

Y ante cada paso que doy, el pequeño se aferra con suma fuerza a mis prendas. Ha quedado ubicado de modo que sus labios alcanzan -fácilmente- mi brazo. Entonces, ruego por no equivocarme y tener que lamentarme. Ya que de solo pensar en él atacando mi brazo o a ambos, se me revuelven las tripas.

—¡Por aquí! —grita mi sub alterno al observar un resguardo seguro y a lo lejos. Llevamos corriendo un buen trecho sin ningún descanso.

Entonces, lo sigo y nos metemos de lleno sin verificar si hay algún ocupante o algo que pueda querer "de pronto" comernos. Yo, por mi parte, ni siquiera cogí mi filo como para estar preparado por si la situación lo amerita. "¿En qué demonios estás pensando?" Me cuestiono en las profundidades de mi mente. ”¡Estás entrenado para esto y te debes a tú gente!" Me reclamo a pesar de no dejar de verificar que el pequeño esté en perfecto estado y eso, me genera un leve dolor de cabeza.

—Sabe que lo apoyo en lo que sea mi capitán... Pero creo que esto se le saldrá de las manos —anuncia Nam recuperando el aliento y observando con una indescifrable mirada hacia el suelo. Lugar en donde se encuentra el pequeño jugueteando con las correas de mi mochila.

—¿Cuántas más debo decir que sé lo que hago Nam? —suelto exasperado en cuanto me percato que no será nada fácil salvar a los que ya tengo y -también- ocuparme del pequeño.

Momento en donde me invade la congoja. No debería ser tan blando cuando fui entrenado como un completo asesino "Listo para matar sin dudar y así salvar a los que estén a mi cuidado". Pero, si me permito pensar por tan solo un momento, mi mente vuela a un lugar donde pueda delegar y sentir algo más que solo la necesidad de matar.

Mi compañero, sin decir nada, se ha recostado a un costado cerrando sus ojos y con un puñal en la mano que tiene apoyada sobre su estómago. Es increíble que no seamos dueños ni de tener un buen sueño, siempre atentos y en constante alerta.

Acaso, ¿ésto quiero por el resto de mi vida?

"¡Acomoda tus ideas capitán!" En automático me reclamo ordenando la mochila para recostar al pequeño que bosteza cada tanto.

Mis ojos se sienten pesados pero me las aguanto, hasta que un pequeño quejido me saca de mi letargo. El pequeño está molesto y creo saber el por qué, según mi atinado olfato.

—Así que te has ensuciado, ¿se puede saber cómo mierda te cambio pequeño? —cuestiono ante sus negros y grandes ocelos, que a esta altura ya parecen de algún modo, bastante adorables.

—De su misma ropa sucia, moje algún pedacito libre y con eso, lo limpia —suelta mi sub alterno con los ojos cerrados.

Entonces, así lo hago. Tratando de no vomitar durante el proceso en que le saco el excremento con un asqueroso aroma que penetra cada poro de tu cuerpo. Y eso que he visto cuerpos podridos y entrañas saliéndose desde sus cuerpos, pero nada se asemeja al revoltijo que me genera lo que salió de este diminuto cuerpecito.

Lo dejo lo más aseado posible, y ya dormido, lo recuesto sobre mi mochila. Solo espero que su cuerpo aguante y no sea tan delicado como lo aparenta por fuera porque tuve que utilizar un pedazo de tela que irrita.

Necesito salir y tirar esta mierda que me ahoga ¡No sé cómo Nam todavía no se despertó, con semejante aroma!

Entonces, rebusco mi filosa cuchilla me aseguro de escuchar los sonidos del afuera. Una especie de guía para saber frenar el asomar la cabeza, siendo y soy un platillo en bandeja para estas malditas porquerías.

Sepulcral silencio... Y no sabes si eso es bueno o malo, porque a esta hora, deberían estar saliendo en su mayoría. Así que, tomando una bocanada de aire y mucho coraje, me asomo para el afuera.

El frío repentino se impregna en cada fragmento de mi cuerpo. Y por instinto me abrazo tratando de provocar algo de calor y estabilizar el rechinar repentino de mis dientes.

Lo que daría por fumarme un cigarro en estos momentos. Cilindros que solo servían de mal hábito pero de igual manera, te generaban una calma necesaria. O tomarte un trago mientras piensas en la mismísima nada.

"¿Qué ganas con anhelar algo tan mundano, que nunca regresará a tu patética vida?" Me dicta una y otra vez, la maldita voz de mi conciencia.

Y me enerva...

Me engrana no poder ser capaz de dejarme respirar sin tener que ser el capitán que se encuentra siempre al mando.

Últimamente, siento que vivo una vida de prestado.

Hacedor de los deseos de alguien que no soy yo en mis adentros.

Sé que tengo la firme convicción de salvar la humanidad que profesamos porque amo mi raza y lo bueno o lo malo que podemos llegar a ser en todo esto, pero... ¿Ésto me llevará hacia algún lado?

Entonces, recuerdo su pútrido aliento y nuevamente me enojo... ¿Será que las condenadas manos de esa bestia pueden dejar alguna especie de marca permanente? "Ni que fueras a formar una familia con aquel monstruo que te susurró de espaldas, tarado" me auto recrimino solo y más me enojo, mientras camino unos cuantos pasos para tirar la pudrición que tengo en mi mano y regresar rápido.

Pero me coloco en alerta, cuando a unos cuantos metros observo una conocida silueta que -claramente- me observa.

Debería ingresar a toda prisa y despertar a Nam para poder escapar, pero entonces, ¿por qué no me muevo del condenado lugar?














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