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➖Cap.3➖

Un colorido camino adornado por bellas flores en un cálido día soleado.

Un alegre morocho que disfruta de la hermosa compañía y del agradable paisaje.

Risas dispersas expuestas entre ellos, que emulan la complicidad de lo que sus corazones sienten en ese momento.

Una bella tarde al lado de aquella señorita que logró cautivar, poco a poco, su duro corazón con la dulce inocencia de su esencia.

"¡Acércate Jung Kook!"

Sale como un ansioso eco desde los labios de la bella.

"¡Mira esto!"

Anuncia sorprendida la fémina ante un soldado que, en su día libre, prefirió pasar su tiempo con ella.

Y de pronto, como si fuera una película de ficción apocalíptica, el clima se transforma súbitamente en tenso y extraño.

Cómo si al aire pudieran cortarlo cual elástico se estira, así se percibe el ambiente.

Un cielo de insólito color que se envuelve como una renegrida mancha sobre ellos.

Aguas teñidas de un extraño color...

Un horrendo aroma a hedor de la muerte hecha persona.

Pedazos de lo que asemejaba ser las partes de un pútrido cuerpo recubierto entre medio de frondosos pastizales.

Y un grito despavorido y ensordecedor de aquella joven, que al darse cuenta de la gravedad del asunto, no duda en clamar "Dios mío" mientras continuamente solloza.

"Es demasiado tarde como para pedirle ayuda a tu Dios querida ¿No te parece?"

Se anuncia una ronca y extraña voz desde las sombras que envuelven al soldado y a la desconsolada bella.

"¿¡Qué quieres!? ¿¡Y quién demonios eres!?"

Grita encolerizado el soldado ante la repentina sensación de sentirse aprisionado y amedrentado.

Pero de repente, los brazos de la fémina lo sueltan, alejándose velozmente de su lado.

Y cuando el soldado raso acude hacia su encuentro, ésta comienza a torcerse de extrañas maneras...

Soltando luego, un sonoro y pavoroso sonido que emula a los ecos de la muerte.

Entonces, y de manera repentina, varias réplicas de ella en aromas nauseabundos e intensos colores rojizos se aproximan.

Y cuando el soldado quiere extraer su arma, se da cuenta que no la tiene consigo, pero lo peor del caso, es que está estancado en pesado barro hasta por encima de las rodillas.

Entumecido hasta los huesos y aterrado como pocas veces le ha pasado, se le
asoma por detrás, un conocido y asqueroso aroma que le dicta al oído:

"¿Yo qué te dije...?"

Viniendo a su memoria las palabras de "Te queda poco tiempo, Jung Kook"

Exaltado y completamente sudado, despierto agarrando mi arma en el proceso y apuntando ciego hacia la
sombra que dibuja el movimiento de los retazos de una prenda colgada en una especie de improvisado tendedero.

Agarrando mi cabeza en el proceso de asimilar el maldito sueño que recurre varias veces y al cual, ahora se le suma, la hedionda voz de la maldita cosa que me acorraló contra esa sombría columna.

Todavía puedo percibir su pútrido aliento hacer eco en mi memoria y percibir al calor de su asqueroso cuerpo en cada una de mis terminaciones nerviosas. Y no me gusta una mierda rememorar esas condenadas manos tocando lo que no debieran. ¡Maldita sea! ¡Maldito recuerdo y maldita situación de mierda!

Miro a mi alrededor observando la mayor parte del campamento entre sueños y solo a un par despiertos cuando apenas amanece en el horizonte. Anoche y luego de la insólita redada, caminamos por lo que parecieron extensas y agotadoras horas hasta llegar a este resguardo de chatarras.

—Capitán —anuncia mi teniente, a modo de saludo en cuanto se acerca con una especie de líquido caliente entre sus manos.

—Gracias —devuelvo el amable gesto, el cual estamos perdiendo al quedar solo un resto de la efímera humanidad que nos rodea —. ¿Cómo estamos?

—Están todos bien. Tenemos gran parte de las municiones que pudimos rescatar de aquella carpa, aunque hay escasez de alimento capitán, vamos a tener que idear algún tipo de plan de contingencia para soportar la hambruna o regresar a la próxima ciudad en ruinas... Por delante, no queda mucho más.

Y esa certeza solo puede darme un intenso dolor de cabeza. La condenada ciudad está repleta de bestias nocturnas y algunas camufladas a plena luz solar. Pero, lamentablemente, ahí quedan varios mercados abastecidos con latas que, aunque podridas o tal vez repletas de gusanos, nos sirven para alimentar. En este ocaso de mierda, ni las ratas quedan.

—Déjame levantarme y vemos. En una de esas, nos movemos solo un par y con eso estaríamos. Este lugar está bien situado para resguardar, solo debemos cuidar de no hacer fogata cerca del anochecer si no quieren darle de comer de sus extrañas a las malditas bestias —anuncio a medida que me estiro preparándome para organizar todo luego.

A los pocos metros, se acerca una de las refugiadas de mediana edad con algo escondido entre sus brazos, y más de un curioso despierto se acerca hasta su encuentro llevándose la sorpresa de que envuelve hojas, ramas y palos cual bebe de pecho envuelto entre sus prendas, llorando mientras pide alimento para su cría.

Lamentablemente y aunque estemos relativamente sanos de cuerpo, muchos están demasiado mal de la cabeza. Y no es para menos, familias enteras destrozadas por las malditas bestias, hijos desgarrados delante de sus padres, y si a eso le sumas ver convertir al que amas en una mutación de mierda que te perseguirá para comerte por el resto de tus días; es imposible quedar cuerdo.

Somos los menos locos de este mundo manicomio.

Entonces, más de uno me plantea si hacemos bien en resguardar la efímera humanidad que nos resta o si deberíamos entregarnos sin miramientos a la bestia.

Pero sobre mi cadáver cederá voluntariamente. Y aunque entregue mi viveza en el intento de cuidarlos, lo haré hasta el último aliento con vida que salga como un suplicio de mi cuerpo.

Ya arriba, organizamos el gentío para los entrenamientos matutinos de aquellos más jóvenes y fuertes. Aquellos que pueden valerse del cuerpo para cuidar del que no puede hacerlo, dándole una charla previa de los movimientos que a continuación haremos.

Se quedará a cargo del campamento, el coronel Kim Taehyung. Y marcharemos el teniente y yo, en busca del ansiado alimento.























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