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➖Cap.11➖

—¡Ni pienses que te llevarás al pequeño maldito engendro!

Grito con todas mis fuerzas a medida que sus poderosas extremidades me retienen y su mirada me descoloca. Pareciera que sabe exactamente a donde apretar para hacerme callar, haciéndome sentir que estoy perdido cuando su maldita e irónica sonrisa aparece nuevamente.

—Tienes ganas de jugar... —expone en un grave susurro mientras intento soltarme con las escasas fuerzas que me quedan —. ¿Sabes qué te puedo destrozar con una sola mano y ni siquiera haría fuerza? Así que cálmate y deja de luchar —finaliza en un caliente murmullo sobre mi oído sobre que intento golpear su entrepierna sin resultado.

Pero, para mi condena y la salvación de mi sufrida comunidad, aparece el pequeño a medida que camina y literal. Desplazándose sobre sus dos extremidades facultadas para hacerlo sin gatear cuando hace poco solo balbuceaba y se hacía encima como todo un bebé normal.

Nuevamente, un raro dialecto se hace presente en el lugar sobre que las negras orbes del pequeño se posan sobre la figura del que me quiere imponer autoridad. Y de inmediato, percibo como se relajan los hombros de aquel que se maneja con fuerza y una inexplicable sensualidad... ¿Puede ser que este engendro del demonio sea el padre en realidad? No puedo ni quiero creerlo. Porque si es así, ¿que le deparará a éste pequeño?

Pero sobre que mis pensamientos cobran la fuerza necesaria para hacerme despertar, me doy cuenta de que es una locura suponer que el niño tendrá algún tipo de relativa normalidad.

¿Qué es normalidad en el ocaso de la vivencia tal cuál la subsistimos y padecemos? ¿Morir porque te comen las entrañas unas malditas alimañas o morir de hambre por no poder alimentarte de comida real? Y encima, rogando no llegar al punto de volverte loco y atentar contra los pocos que velaron por tu bienestar. Una maldita desidia hablando de lo que deparará el futuro para aquellos que tratamos de conservar algo de la efímera humanidad que podemos rescatar.

Pero... ¿desde cuándo dudo? ¿Acaso mi codicia por sentir algo más que ganas de vomitar me cambió la escala de valores y al pequeño lo ubico por encima de mi propia responsabilidad?

Él, no es más que otro engendro aunque sea aún pequeño. Pero cuando mueve sus piernas hacia mi dirección casi se me sale el corazón. No quiero atreverme siquiera a pensar y mucho menos, a etiquetar esto que siento sin dar la posibilidad de quedar expuesto ante la dominante bestia que me observa.

Entonces lo miro. Veo como mueve sus manitas aferrándose a las extremidades inferiores de mi cuerpo a medida que emite un inentendible sonido para mí. No siendo así para aquel mayor que, abruptamente, cambia su semblante cuando niega con su cabeza y le indica -claramente- que lo siga o que me suelte.

Y cuando noto que el agarre de la bestia se afloja, me agacho y levanto al pequeño entre mis brazos mientras esconde su cabeza sobre mi pecho... Pecho que martillea desaforado sin saber muy bien el por qué o no queriendo escarbar las verdaderas razones de mis actos.

—Solo... Suelta a mi sub alterno, déjalo regresar, mi gente lo necesita —anuncian mis labios luego de decidir por una milésima de segundo que debo velar por el pequeño sin usar el raciocinio bajo ningún concepto.

Finalmente, la alimaña me observa incrédulo aunque es muy difícil decir qué cambió ya que conserva su semblante como el maldito e impoluto general de los muertos.

Pero luego de unos instantes, que se asemejan a eternos, sus súbditos tiran a Nam dejándolo a su suerte mientras se alejan. De inmediato, reacciono, no quiero dejarlo expuesto a que se sirvan de su cuerpo porque mi teniente no despierta.

—Vamos pequeño, sostente que debemos resguardar a Nam de los come cerebros —anuncio y luego me congelo al darme cuenta de cómo me referí hacia ellos cuando tengo uno en miniatura que se aferra con fuerza sobre mi cuello.

Pero mientras arrastro el cuerpo de mi sub alterno que respira pausado y me lo indica su pecho que sube y baja, lo escondo bajo unas ramas bajo la atenta mirada de la codiciosa alimaña. En ese momento, una inválida aceptación se cruza por mi trastocado cerebro al tomar consciencia de que di "permiso" para ¿qué? ¿Hacer de niñero? Maldita sea...

Los enormes y renegridos ojos del niño se abren emocionados a medida que escucha al líder de ellos pronunciar ciertas palabras mientras se apega aún más, a mi cuerpo. Y luego de unos sonidos que sonaron a reto el pequeño chupa su dedo mientras se esconde entre mis brazos.

De repente, varias pútridas alimañas se mueven al son del rechinar de unos dientes que provocan mi estremecimiento al imaginarme inmerso entre ellos y haciendo de niñero ¡maldición! Debo buscar la manera de darme a entender y dejar que me importe lo que no debería importarme una mierda.

—Muevete humano. Tú, me acompañarás lo que resta del trayecto y luego veré qué hago con tu miserable existencia, por mientras, mi cría te reclama como suya.

¡Y válgame Dios si es que escucha mis plegarias todavía! Su cría me reclama como suya pero mi enfermiza mente se imagina otra cosa a medida que mis desorbitados ojos observan su figura.

Y ante la duda de ponerme en peligro por una criatura que de humanidad no tiene casi nada, la observo quedando impregnado en el brillo y el anhelo que me devuelven el océano de sus oscuros ocelos.











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