Capítulo 30
La primera noche fue la peor. El volver a sentir que dormía sola luego de algunos meses le quitó el sueño. La cama seguía intacta a su espalda, y por mas que ahora tuviera toda la libertad para acostarse como quisiera, una masoquista parte en su interior anhelaba presenciar ese movimiento que Emilio realizaba al hundir el colchón y acostarse a su lado.
Pero lo único que escuchó por la noche fue la puerta abrirse y a él meterse al armario y sacar su pijama, sin mediar palabra ni tampoco darse cuenta de que ella seguía despierta. El sueño vino luego de horas de pensar, de tratar de entender el motivo, el por qué Emilio estaba haciendo todo eso, o porqué se sentía tan traicionada cuando él jamás le demostró ninguna clase de sentimientos.
Al final de cuentas la culpa era suya por depositar esperanzas en un hombre que nunca buscó más en ella, ni tampoco le dio otras señalas.
Pero aun así, dolía.
La siguiente noche, luego de un extenso día de trabajo donde apenas se cruzaron, y Caroline hacía malabares para no decirle lo que estaba pasando con Alek, llegó el momento del baño de Elliot. Tal vez él se esperaba que esa mujer renunciara a ese momento, pero al igual que el día anterior, Eleanor estaba decidida a continuar como venía en cuanto a la relación con ese bebé. Después de todo el asunto era entre adultos.
—¿Qué tal ha ido el trabajo hoy? —lo escuchó preguntarle en cuanto ingresó al baño.
Emilio agachado contra la bañera con aquel costoso traje ya mojado era pura tentación, pero verlo era también pensar en un inminente intercambio.
Tendría que haberte entregado hace un mes.
Se acercó al mismo mueble y sacó el jabón y shampoo realizando paso a paso como el primer día. Todo bajo la atenta mirada de aquel hombre.
Le sonrió a Elliot que ya jugaba y chipoteaba en el agua con esos patos de goma y otros nuevos que sabía Emilio le compró de camino a casa.
—Pensé que no querrías bañarlo —mencionó mojando la espalda de su hijo mientras Eleanor enjabonaba sus rulos. Desde ahí sentía el aroma a su perfume desprendiéndose de su suave piel, de aquella melena de rulos castaña que lo ponía en cuerda floja.
Imbécil.
Siguiendo con lo suyo, Eleanor lavó con suavidad su cabeza teniendo la precaución de no volcar espuma en sus ojos. Luego le echó agua causando que Elliot temblara riendo por lo desprevenido que fue aquello.
La vio sonreírle a su hijo, y no pudo evitar desear lo mismo. Le permitió todo el espacio para que siguiera con su labor, después de todo ser un espectador de su propia vida ya se estaba tornando parte de su rutina.
Hubiese dado hasta la vida y más por ver a sus hijos ser acariciados de esa manera antes, con calma, suavidad, ternura, sin peligro, sin violencia, sin golpes que dejaran huellas hasta en su alma, esos que él no olvidaba ni perdonaba. Los llevaba tatuado en su ser, y cada vez que los veía se daba cuenta que necesitaba hacer justicia por lo que había pasado, por la muerte de una hija que no conoció, por lo mal que la pasó Ethan, y por los peligros que pudo llegar a atravesar Elliot si no llegaba a tiempo.
Le daba escalofríos de imaginarse que no hubiese llegado a tiempo.
Eleanor lo sacó de la bañera envuelto en su toalla y lo llevó a la cama para secarlo y vestirlo. Asintiendo, y entiendo que parte de su castigo era ser ignorado se dedicó a limpiar el baño en su totalidad.
—Moy ser, no es necesario que usted limpie, ya traigo un trapo para hacerlo —aludió Laisha llegando a la puerta.
—No te preocupes. Mejor sirve la mesa que seguro Ethan ya esté con hambre. Gracias —ordenó con seriedad.
Aquella mujer salió rápidamente permitiendo que en ese espacio que dejaba entrever la puerta del baño de la habitación de los pequeños, Eleanor fuese capaz de ver a Emilio quitarse su camisa y pasar una toalla por todo el piso y bañera. Incluso de ordenar el mueble que Ethan desordenaba.
Esa imagen paterna era la que hacía estragos.
Carraspeando, terminó de acomodarle el pantalón a Elliot y lo paró en la cama estirando su buzo. Un poco de crema en sus rulos y juraba que era el bebé más hermoso del mundo.
—Paaa...
Eleanor dejó sus manos estáticas en el dobladillo del pantalón al oírlo.
No.
No y no.
Que no se le ocurriera decirlo ahora porque creería que el destino estaba empeñado en que Emilio ganara cada partida entre ambos.
Su corazón se hallaba descontrolado, sea por el nuevo baño de Elliot y que ella hizo todo, o porque Emilio seguía metido allí sin oír a su hijo. Esperó unos segundos para ver si volvía a decirlo y terminar la palabra. Con su pulso ya acelerado, suspiró aliviada al no oír más nada. Lo menos que necesitaba era un momento familiar para dejarse torcer tan fácil.
Dios, es que ese niño la tendría en su mano cuando quisiera, y diciendo papá no era buena idea. No ahora cuando su objetivo era ignorar a Emilio de por vida.
🖤🖤🖤
—¿Eleanor no cenará con nosotros?
Emilio se removió en su silla ante la pregunta de Enzo.
—No.
—¿Lo hará en la cocina? Hace cuatro días que cena allí —le informó como si él no estuviese al tanto de cada momento que Eleanor lo evitaba.
Y cuatro días eran demasiado para su ego, incluso para lo que él creyó le afectaría no tener que oír su contestadora boca todo el tiempo. O darse cuenta la madurez con la que llevaba el asunto del intercambio, pasando de él, pero sin quebrar el vinculo con sus hijos, incluso afianzándolo más.
Increíble.
—Si es lo que quiere, Enzo —alzó sus hombros pinchando con el tenedor aquel desabrido tomate.
Hasta la comida le resultaba una tortura. ¿Quién carajos estaba haciendo el menú esa semana?
—Le has dicho algo para que se vaya ¿Cierto? Es por eso que ya no comparte mesa con nosotros —acusó enojado provocando que Elliot alzara su cabeza de su Tablet.
Su plato había quedado a medias y en ese momento Emilio no contaba con la paciencia para pedirle que se comiera toda la cena, ni ganas de rezongar. Para su suerte Elliot ya dormía, gracias a Eleanor que ahora pasaba tiempo a solas con él.
—¿Cuál es el problema? Suéltalo, venga —suspiró dejando el tenedor contra el palto y tirando su cuerpo hacia el respaldo. Enzo miró hacia otro lado, pero su padre fue capaz de verlo contener la bronca en su cuerpo.
Era su hijo después de todo.
—Eleanor es una buena mujer, no entiendo por qué ahora evita la cena con nosotros si no le hemos hecho nada —reviró molesto a la derecha de su padre.
—Quiere cenar en la cocina y debes respetar su decisión, no veo problema en eso.
—Nunca ves problemas en nada —murmuró entre dientes sacudiendo su cabeza.
—¿Perdón? —retrucó ante su tono prepotente y su mirada rabiosa.
Aquello no era una rabieta adolescente. Enzo no era así, ahí había algo más.
—Cenaré en la cocina también —anunció sorprendiéndolo.
—Siéntate.
—Yo no le hice nada a Eleanor, no entiendo por qué no comparte mesa con nosotros.
—He dicho que te sientes, Enzo —demandó pretendiendo no alzar la voz.
Su hijo obedeció de mala manera, y Emilio aprovechó para mirarlo con atención. Sus manos temblaban envueltas en su puño, su mandíbula tensa, su mirada lejos de ahí.
Cuando el silencio reinó en la mesa, y solo se oía los ruidos de Ethan jugar al Candy Crush, se dio cuenta que Eleanor no era el camino a Dasha, Eleanor se les estaba calando en la piel a sus hijos. Primero a Elliot, ahora a Enzo.
Quizá debió prevenirlo todas esas mañanas cuando los encontraba conversando en el desayuno sobre trivialidades y futbol, o cualquier tema que a ambos les resultara entretenido. O quizá la unión se vio reflejada en la protección que Eleanor volcó en Enzo al enterarse de que era parte de la organización, como evitaba que saliera con León y Sergei o fuera al casino.
—Si Enzo cena en la cocina, yo quiero cenar...mmm —pensó Ethan —, en mi habitación —anunció entusiasmado.
—Nadie cenará en otro lado porque para eso es este espacio de la casa —refutó Emilio resoplando.
Escuchó a su hijo soltar una risa irónica.
—Díselo a Eleanor que lleva cuatro días evitándonos.
—Nadie está evitando a nadie —aclaró buscando recobrar la calma en esa cena.
Pero ¿Cómo hacerlo cuando ni siquiera él dormía tranquilo?
—¿Crees que no nos damos cuenta que duermes en la habitación de huéspedes? —soltó sin mas —. Ahora Eleanor pasa a comer en la cocina junto a Laisha. Estoy seguro que esto terminará mal, en cualquier momento dejará de hablarnos también —admitió dolido, sorprendiendo a su padre.
Era la primera vez que lo escuchaba de esa forma. Pero no la primera que se sentía sorprendido ante el comportamiento de sus propios hijos desde que estaba Eleanor en esa casa.
—Lo que pase en mi matrimonio es asunto entre Eleanor y yo. Nada de eso interfiere en ustedes o en la relación que tengan con ella.
—Pero está enojada contigo, y como somos tus hijos es que nos está evadiendo a nosotros también —reclamó señalándolo.
—¿Sugieres que sea yo quien vaya a encerrarme a la cocina? Porque está es mi casa también, malysh —le recordó tensando sus hombros.
—Yo puedo comer en la cocina con Timur —comentó Ethan ganándose una mirada confundida de su padre —. Mi conejo —aclaró.
—No le hemos hecho nada, y pagamos los platos rotos solo porque tú y ella estén a punto de separarse —maldijo Enzo.
—¡Separarse! —gritó Ethan cubriendo su boca, estupefacto.
El golpe en seco sobre la mesa basto para ganarse su atención.
—Suficiente con todo esto. Suficiente con los malos tratos en la cena, suficiente con el tono en que me hablas, y suficiente en creerte que puedes saber qué pasa entre Eleanor y yo —rezongó severo alzando la voz.
—No hace falta creer que sé algo, basta con mirar en que se convirtió esta casa. Ve preparándote, Ethan, que nos quedamos sin madre otra vez —sonrió dolido tirando la silla hacia atrás para ponerse de pie.
Sin poder evitarlo, Emilio llevó su atención a su pequeño hijo que pasó un dedo por su Tablet de un lado hacia otro evitando responderle a su hermano.
Muy bien, cena al demonio, y sus hijos enojados.
Enzo tomó su teléfono de la mesa y subió las escaleras hacia su habitación sin mirar atrás, tampoco siendo detenido por su propio padre que batalla con lo que debía y quería hacer.
Movió su plato hacia adelante ante la falta de apetito. Sujetó su cabeza entre sus manos despeinando su cabello para después refregar su rostro. Cansado, estaba cansado de tanto, y de no obtener soluciones aún.
—Papá...—habló Ethan.
—Mmm.
—Yo no quiero otra mamá —confesó enfocado en su Tablet.
Emilio asintió dándose cuenta de lo diferente que eran aquellos tres.
—¿Te basta conmigo? —preguntó recargando su rostro en su mano. Una media y desganada sonrisa dibujada en sus carnosos labios.
Ethan alzó sus hombros restándole importancia.
—Cuando no me rezongas, si —dijo chasqueando su lengua con astucia.
Su padre sacudió su cabeza y se dispuso a juntar los platos antes de que Laisha viniera por ellos. Ninguno de los tres había terminado la cena.
—¿Eleanor se va a ir como dijo Enzo? —curioseó luego de unos segundos.
Tenía la costumbre de cada vez que le interesaba averiguar un tema, mirar hacia otro lado, y esta vez fijaba su atención en la Tablet.
Pensó una respuesta sólida antes de abrir la boca, una que no detonara en más dudas como ocurrió con Enzo.
—Intentaré solucionar las cosas con ella como lo hacen los adultos.
—Mi tío León dijo que los adultos lo arreglan con sangre.
—Eso no es verdad, no vuelvas a repetirlo —indicó dejando la pila de platos y cubiertos juntos.
La charla que se debía no era solo con sus hijos.
—Está bien que no se vaya.
—¿Sí? ¿Por qué?
Permaneció frente a la mesa interesado en esa sorpresiva platica con su hijo de seis años.
—Elliot necesita una mamá. Es pequeño y no sabe que eres solo su papá —se explicó tamborileando sus dedos en la Tablet con nerviosismo. Su mata de rulos caía sobre sus ojos creando una cortina que lo protegía de la mirada inquisitiva de su padre.
Solo su papá.
Se acercó por detrás de la silla y depositó un beso en la frente de su hijo antes de llevar todo a la cocina.
No sabía cómo, pero bastó esa cena, la discusión con Enzo y la conversación con Ethan para darse cuenta que sus hijos tenían el alma en pena.
¿Cómo podía dudar del rumbo de sus planes? ¿De las ganas de matar él mismo a la madre de sus hijos?
🖤🖤🖤
—Señora Markov, el joven León y Sergei están en la casa —le informó Alek al ingresar al recinto luego de la jornada de trabajo.
Eleanor resopló apoyando su cabeza en la ventanilla. Lo menos que necesitaba era soportar a León, menos cuando esos días llevaba el peor de los humores. Ya lo que oyó en la noche desde el pasillo de la cocina se le había instaurado en el pecho abrumándola. Era como una especie de tristeza, de carga pesada saber que, por culpa de los planes de Emilio, aquellos dos niños se mostraban de esa forma; nerviosos, enojados, sinceros.
Ya estaba convencida que su matrimonio dejó de existir cinco días atrás, pero el vínculo que surgía con esos niños era indescriptible.
—¿Emilio ya ha llegado?
—No, sigue en la empresa.
—¿Con quién? —consultó abriendo la puerta de la camioneta —. Olvídalo —rodó los ojos ante la cara del guardia.
No le diría nada.
—Ha dejado en claro que no vendrá a cenar, y que usted puede hacerse cargo del menú de hoy para los niños —detalló acompañándola por el jardín hacia la puerta trasera de la cocina.
La inmensa laguna artificial era todo un paisaje con los patos de Ethan.
Buena compra.
—Bien, gracias, Alek —respondió amablemente.
Podía ser cierto, o parte de la estrategia de ese hombre, pero pasar una cena con aquellos niños luego de cinco días era una muy buena noticia que no iba a arruinar por más que muriera de curiosidad de saber qué haría Emilio en la noche.
La mujer del perfume.
Al carajo, no me importa.
Te importa sí.
—¡No, no! ¡Mi conejo, mi conejo! —los gritos desesperados que venían de adentro se oyeron incluso antes de llegar a la puerta.
Lanzándole una mirada a Alek, ambos ingresaron por la cocina rápidamente hasta llegar a la sala. Ethan lloraba desconsoladamente mientras Sergei revolvía toda la sala.
Y León...Oh, León.
—Se puede saber qué haces con dos perros adentro de la casa —reclamó poniéndose frente a Ethan por instinto.
Su cuñado la miró sonriendo ante su exageración.
—Son mis amigos. Los he traído para mostrárselos a Emilio, pero me han dicho que no está ¿A qué son hermosos? —los mostró tirando de sus cadenas.
Aquellos animales mostraron los dientes afilados hacia cada uno de los presentes. Eleanor trago en seco rezando que no se soltaran porque se los comerían vivos. Era una completa locura.
—¡Eleanor, Eleanor! —Ethan tiraba de su camisa afligido —. Mi conejo despareció —lloriqueó mirando hacia todos lados.
Quiso decirle que su padre le advirtió que no lo tuviera en la casa, pero no era el momento, no cuando ese niño parecía temblar si no lo hallaban.
—Lo estoy buscando por todos lados, pero creo que se ha metido en la rendija atrás del sofá. Mi brazo es muy grande —comentó Sergei moviendo el mueble de lugar.
—Lo tenemos que sacar, se va a morir ahí dentro. No tiene comida, hace una hora que no come zanahorias ni ración. ¡Se va a morir! —suplicó el pequeño causando que Eleanor lo arrinconara a su torso.
—Que no se va a morir. Lo sacamos en un minuto, ya te lo hemos dicho —resopló León sacudiendo su cabeza ante la imagen de aquel abrazo.
—Tranquilo, hey. Ya lo vamos a sacar y verás que no tiene nada —lo consoló acariciando su cabeza. Sin pretender soltarla, Ethan refregó su rostro contra la camisa de Eleanor rodeándola, apretándola fuertemente como si su vida dependiera de ello.
Era la primera vez que tenía cualquier clase de acercamiento con ese niño, y había sido mucho más que lo logrado en meses con sus hermanos.
—Apúrate, Sergei, que ya me quiero ir —renegó León molesto.
—Es la última vez que metes a esos perros a esta casa, y mas delante de los niños.
—Mírala, dándome ordenes, señora Markov —se mofó sacudiendo su cabeza.
—Si ese conejo tiene un rasguño ve haciéndote a la idea que deberás decirle a tu hermano que has asustado a su hijo con dos perros salvajes en medio de la sala. Y créeme que no está de humor como para tolerar las locuras que se te pasan por esa cabeza demente que tienes —imputó entre dientes asegurando a Ethan a su lado.
Envolviendo las correas en su mano, León la señaló con desdén, pero tan furioso como cada vez que la veía.
—Tú te crees muy valiente por hablarme así ¿No? —meció su cabeza estudiándola. Su chaqueta negra mostraba un chaleco pegado a su torso con dos armas —. Antes de ti existió otra mujer que creyó poder hacer lo mismo y así le va a ir...—silbó con orgullo —. Que vengas a amenazarme me tiene sin cuidado. A las alimañas como a tu primo y a ti las conozco muy bien, demasiado —la miró de arriba abajo frunciendo la nariz, asqueado.
—Señor Markov —intervino Alek que hasta entonces se mantuvo al margen.
—Otro maravillado por la belleza de Eleanor Lawson —rodó los ojos sarcástico —. ¿Qué fue lo que tanto hizo Lawson por mi hermano que ahora se encuentra babeando por ti? Oh, cierto, la petrolera que ambos construyeron —chasqueó su lengua.
—¿De qué estás hablando? —preguntó temerosa de conocer otra verdad. Sus manos cubrían los oídos de Ethan suavemente.
—¿O debería decir que le robaron a Farrell?
—León, cállate de una vez —bramó Sergei mientras trataba de sacar el conejo sin éxito.
—Siempre tengo que callarme, pero estoy cansado de soportar que esta mujer se crea dueña y señora de esta casa, del casino que termina a su nombre. Que se piense que es madre de estos niños y peor aún, que exija respuestas que el imbécil de su padre no ha sido capaz de darle antes —la señaló iracundo —. Ahora los malos somos nosotros —ironizó pasando su lengua por sus dientes.
—León...
—¡León nada! —gritó alterando a los perros. Eleanor sentía su corazón en l aboca porque lo poco que conocía a ese sujeto era que tenía la costumbre de soltar la verdad de esa forma —. ¿Sabes quién carajos los presentó a Dasha y Emilio? Tu padre —la señaló —. Mi hermano y Lawson, dos imbéciles ambiciosos por querer lo que el otro tiene han desencadenado todo esto. En que mis sobrinos hayan pasado por un infierno, en que Emilio confíe ciegamente en una mujer que no sea capaz de darse cuenta de todo el mal que estaba causando. ¿Y sabes dónde empieza eso? —se acercó junto a los perros sintiendo la respiración de esa mujer descontrolarse —. Desde el momento en que tu padre se la metió por los ojos con la idea de así obtener todo el poder que Farrell tenía.
—Eso es mentira, no es lo que me ha dicho Emilio.
—¡Reacciona, Eleanor, joder! —bramó austero con su brazo en el aire —. Que la petrolera y el prestigio de tu padre que tanto alarde tiene, no es más que obra de Farrell. Es todo suyo, y lo que él quiere es recuperarlo. Dasha era su mujer, y tu padre y Emilio han acabado con todo.
—Ha aparecido el conejo —acotó Sergei causando que su sobrino corriera hacia su lado —. León, vámonos, ya has dicho demasiado y estamos en problemas —masculló entre dientes.
Alek se paseaba nervioso por toda la sala, masajeando su nuca, dándose cuenta que ahora era inminente. Pero Eleanor tenía los ojos vidriosos y su cuerpo a punto de caer cada vez que conectaba una idea.
—Si vienes a acusarnos a nosotros de hombres ambiciosos, de ser unos lunáticos, y de todo lo que se te ocurra, mira a tu padre, que ese es el primero, y es quien ha entrenado a Emilio —acusó fastidioso —. Estoy cansado de que Emilio pierda la cabeza otra vez por una mujer. Harto de ver que se les va de las manos. Por suerte ¡Por suerte! —alzó sus manos al aire —, Donovan está de regreso, tomará el mando del intercambio y ni tú ni Dasha saldrán por la puerta grande, ¿Me has oído?
La sonrisa ensanchada de satisfacción de ese joven no se comparó con el grito que soltó Sergei cuando uno de los perros se liberó producto de la distracción de León, lanzándose sobre la pierna de Eleanor. El dolor fue inminente sobre su muslo, así como los ladridos desenfrenados de los dos animales que entre ambos se alentaban a desprenderse de esa correa.
Eran gritos, insultos por parte de León, Laisha corriendo hacia arriba con Ethan. Alek sentando a Eleanor en el largo sofá que se quejaba al ver su pantalón rajado y esa mordedura. Sergei buscando el kit de primeros auxilios por todos lados.
—¡Piszdéts! —rezongó León batallando con la fuerza de esos perros.
Pero fue el disparo en el techo de la sala contigua que marcó el silencio definitivo en ese recinto.
Emilio, con su camisa ensangrentada, los nudillos de sus manos rojos y cortados, así como su rostro, hizo acto de presencia mostrándose más siniestro y sombrío que nunca.
Y aunque la mordida de aquel animal no había sido profunda, Eleanor deseó que lo sea para así haberse desmayado del dolor y no tener que presenciar lo espeluznante que se veía Emilio ensangrentando. Al menos el dolor emocional la tenía al borde de la muerte.
Encontrando su mirada entre todas las presentes, y sin percatarse de su accidente pues su hermano se las ingenió para taparla con un almohadón del sofá, Emilio tomó la palabra.
—Debemos irnos, Eleanor. Los niños, tú y yo. Todos —anunció sosteniéndose de la larga mesa ante el poco control de su cuerpo.
Primer acercamiento entre Eleanor y Ethan ❤️🩹. Discusión entre Enzo y Emilio 💔 ¿Por qué creen que Enzo se sienta así?
Y León, admito que me divierto mucho escribiéndolo porque su lengua afilada es lo mejor 😂😣😬. Y si, en el próximo regresa Donovan...🙈
Otras verdades salieron a la luz. Cuales son ciertas de todas? Pues no lo sé, habrá que seguir leyendo, ja 😢
Gracias a su apoyo y comentarios actualizo rápido, ya saben 😉
Quedan 3 CAPÍTULOS 😬 y recuerden qué hay segundo libro.
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