Capítulo 28
Emilio la observaba limpiar los platillos que usaron para el pastel mientras bebía un poco de whisky para juntar el valor que requería hablar de Dasha.
El lavavajilla parecía no existir cuando Eleanor se le daba el brote de querer limpiar ella, pero ahí, cuando eran cerca de las dos de la madrugada, sus tres hijos ya dormidos, compartir un momento de silencio e intimidad en la cocina se sentía bien, demasiado.
Eleanor se desenvolvía con ligereza, sin importarle que él la estuviese mirando, casi que, perforando su espalda, atento al vaivén de sus caderas cada vez que dejaba los platillos en el escurridor.
—¿Quieres que te ayude? —se atrevió a romper el hielo.
—¿A lavar cinco platos y cubiertos? No, gracias —contestó a secas.
Emilio asintió dándole la razón, también preparándose para esas contestaciones por los siguientes días.
—¿Puedo preguntar qué has bebido con Farrell?
Eleanor soltó una pequeña risa que lo hizo arquear su ceja.
—No te importa.
—Te equivocas.
—Tal vez seas tú quien se esté equivocando con todo lo que tiene en mente ¿No crees, Emilio Markov? —refutó mirándolo por encima de su hombro.
—Nombre y apellido. Me deja en claro que estás furiosa conmigo —apretó sus labios en una fina línea. Dejó salir una bocanada de aire mientras apoyaba su cuerpo contra la mesada, ya vestido en su pantalón de pijamas y camiseta blanca.
—No entiendo qué pretendes saber cuando es claro que León te ha informado de todo —reviró sacudiendo su cabeza —. No me gusta tu hermano, los insultos que dice delante de los niños tampoco —admitió sin interesarle en lo más mínimo si a él le caía bien que dijera la primera regla desde que llegó a esa casa.
Emilio la observó perspicaz, achicando sus ojos, preguntándose cuántos minutos más pasarían para que ella sacara el tema de todo lo que Farrell le había dicho.
—Se lo has hecho saber, tengo entendido —adivinó meciendo el vaso casi vacío en su mano.
Eleanor limpió sus manos en el repasador y giró descansando su cuerpo en la mesada. Únicamente la isla de mármol donde Laisha cocinaba los separaba, y a pesar de la escasa luminosidad, lograba detectar el magnetismo y poder en su mirada. El enigma con el que Emilio la observaba.
—Iré a descansar, ha sido un día largo —acotó soltando el repasador con más fuerza de la debida, causando que él apretara su vaso al percatarse que ella no soltaría nada si él no hablaba primero. Tal como sugirió Sergei.
¿Desde cuándo seguía consejos de un jovencillo?
—Ven, acompáñame con un trago —exclamó sacando otro vaso del mueble blanco encima de su cabeza.
—Prefiero dormir —refutó de brazos cruzados, indignada.
—Un trago con Farrell, ahora otro con tu esposo. A él no le has dicho que no, milaya —sonrió con cinismo, pero de esa forma que, si ella no conociera sus intenciones, caería rendida ante la belleza de tal gesto.
—No es como si pudiera decirte que no en algo. No pude negarme a este matrimonio, no puedo negarme a tus ordenes de acercarme a tus hijos con alguien presente, no puedo hacer nada que tú no apruebes primero —enumeró recargando su cadera contra la isla, frente a él.
Emilio colocó dos cubos de hielo escuchándola con atención. Meció su cabeza estando de acuerdo, y sirvió el whisky en cada vaso.
—Le prometí a tu padre que iba a protegerte. Hoy han fallado mis hombres y debo arreglarlo. No puede volver a suceder, Alek está muy distraído —le hizo saber extendiéndole su trago.
Sus dedos rozaron los suyos como de costumbre y el solo contacto sirvió para un intenso cruce de miradas. Eleanor se tragó el deseo, necesitaba respuestas, no una noche en aquellos fuertes brazos.
—¿Le harás algo a Alek?
La rapidez y preocupación en su pregunta lo puso en alerta mirándola fijamente.
Eleanor carraspeó preocupándose por tomar el primer sorbo.
—No puedes cruzar el limite con ninguno de mis guardias, Eleanor, ni siquiera Alek.
—No lo he hecho.
—Sé que sí, te he visto hablar con él más de la cuenta —chasqueó su lengua culminando con los pasos que los separaban.
Frente a frente, pero sin tocarla, Emilio se bebió aquel whisky tirando su cabeza hacia atrás, para luego limpiarse la boca con el dorso de su mano. Todo bajo la curiosa atención de esa castaña.
—Solo es porque no tengo con otra persona con quien hablar. Tampoco es como que él me tolere, únicamente me responde monosílabas —mintió mirando con fingida atención los tres botones de aquella camiseta que se ceñía a su torso como una segunda piel.
¿En algún momento dejaría de importarle? ¿Se sentirse atraída por él?
—De todas maneras, tengo que hablar con él. Ha estado muy distraído últimamente —reviró con seriedad. Con suavidad acercó su mano hasta su blanquecino rostro, acariciando su mejilla con sus nudillos.
Eleanor afianzó su mano contra el mármol de la isla, buscando soporte.
—Quieres saber qué me ha dicho Farrell sobre ti y tus hermanos ¿Cierto? —musitó sonriendo sin gracia, disfrutando ingratamente de lo sentimental que estaba siendo ese encuentro en la cocina. ¿Cómo podía ser tan despiadado pero un hombre de familia a la misma vez? —. Es por eso que montas todo esto.
—No estoy montando nada. Tengo derecho a tocarte, eres mi esposa. Es lo mismo que haces tú en la cama —habló contra sus labios, su respiración mezclada con la de ese hombre intensificando el calor que ya se propagaba en la parte baja de su abdomen. Oh, pero el desenfrenado galope de su corazón era peligroso, porque en la forma que Emilio la miraba triunfante, juraba que podía escucharlo a todo volumen.
Y así descubrirla, saber que sentía cosas por él que no podían existir, no cuando todo iba en caída, no cuando él jamás le correspondería.
Eleanor apartó su rostro dejando caer la mano de Emilio en el aire. No le creía, sabía que ante esas caricias existían otras intenciones que simplemente disfrutar de la compañía de su falsa esposa.
Con la vista clavada en la puerta de la cocina a espaldas de Emilio, le dio el tiempo para que se decidiera a hablar y soltar todo lo que prometió sobre Dasha. Y esperaba que fuese cuanto antes, porque la presión contra sus caderas le estaba nublando el juicio. Llevaba poco más de tres días sin un contacto sexual entre ambos, y lo morboso de su ser le avisaba que los contara porque no iba a soportar mucho más.
—Dasha es la madre de Ethan y Elliot —disertó serio. Emilio observaba sus largas pestañas, sus pómulos marcados y sus ojos verdes evitar conectar con los suyos. Tan Eleanor —. Estuvimos juntos desde hace ocho años, dos antes que Ethan naciera, hasta el primer mes del embarazo de Elliot.
Carajo, no hacía nada, escasos meses. Y la cantidad de años...joder.
—Continúa —ordenó en voz baja en cuanto él parecía no querer decir más.
Emilio se sirvió más whisky permitiéndole que el aire pasara entre ambos, pero la distancia volvía a ser escasa.
—En medio de esos años, los negocios estuvieron complicados, y la familia también. Por otros motivos que no son de importancia en este momento, tuve que pasar dos años en prisión junto a Donovan —explicó con la vista fija en un punto sobre la pared. Aquello pareció capturar la atención de Eleanor que ahora era quien lo perforaba con su mirada —. Una buena fianza, abogados, y un largo juicio pudo dejarme afuera justo a tiempo para hacerme cargo de mis hijos. No los veía lo suficiente, Dasha tampoco me los llevaba, ni a Enzo, ni a Ethan. La relación se terminó luego de concebir a Elliot.
—¿Qué clase de motivos? —se atrevió a preguntar.
Alzando sus hombros, indiferente, pero mostrándose frágil, Emilio respondió a secas.
—Negocios, deudas que pagar.
Esa mujer no le creyó del todo, sentía que aquello era parte del gran iceberg que era esa familia, ese hombre que tenía en frente y que varias noches la hacía retorcerse de placer.
¿Preso? Dios, eso si que no lo sabía, y no era que le temía, sino que se daba cuenta que siempre existiría algo que la pusiera en desventaja frente a los Markov. Nunca los conocería del todo.
—¿Qué paso después que saliste?
Emilio sacudió su cabeza luego de soltar una escueta risa cargada de enojo, de rabia.
—No pude ver a mis hijos hasta que se los robé a su madre —admitió sin más, con una pizca de orgullo en el tono de su voz.
Jadeando atónita, Eleanor cubrió su boca.
—¿Cómo que se los has robado? No puedes hacer eso, Emilio, no p—
—Puedo, y lo hice —la calló de repente tensando su mandíbula —. Jamás supe que Dasha estuviese embarazada por segunda vez, no me lo había dicho en esos dos años, tampoco cuando fue momento de Elliot —farfulló entre dientes, desahogándose —. Por suerte estaba a punto de salir de prisión, para cuando estuve afuera, Elliot ya tenía un mes de edad. Y era mío, todo mío —canturreó regocijándose en los recuerdos, dejando que la oscuridad de su esencia saliera a la luz y Eleanor tragara en seco.
No tenía lugar en su cabeza para tantas dudas, para darse cuenta de lo que significaba saber qué hace menos de un año aquel hombre estuvo tras las rejas.
—¿Por qué se los has robado? ¿No era más sencillo fijar un régimen de visitas? Algo así —curioseó, instantemente ganándose la ronca y sincera risa de Emilio.
—Claro, y dejar que un juez se los devuelva a su madre sin detenerse a estudiar la prueba. Solo con que vea mi expediente no me dejarían con ellos, ni siquiera acercármeles —manifestó alejándose, buscando espacio, esclarecerse.
—Elliot está a punto de cumplir su primer año. Tal vez debas considerar la idea de mantenerlos alejados de su madre. Por más que hallarás esa forma de tenerlos contigo, la forma ilegal por miedo a que tu condición no te lo facilitara, no es bueno para él. Es su madre —explicó con paciencia.
Emilio la miró mientras sacudía su cabeza incapaz de creerse semejante barbaridad. Pasó su mano por su mentón con fuerza, queriendo arrancarse la piel de un solo tirón. Sus brazos se tensaban de solo imaginarse esa escena, si tan solo se planteaba la idea de entregárselos a su madre.
—No pienso hacerlo. Jamás, esos niños son míos, Eleanor. No tienen madre —indicó con fiereza abriendo sus ojos a tope, buscando contenerse.
Carajo, aquello le importó más de la cuenta.
—Supongo que su madre vive. Por tanto, te corrijo; si, tienen madre, y cuenta con los mismos derechos que tú —insistió bebiéndose el resto de su vaso.
—He dicho que no, nadie tiene los mismos derechos que yo tengo sobre ellos.
—Si su madre existe, no eres el único con la patria potestad, Emilio, ve sabiéndolo —demandó sincera —. Además, que tarde o temprano preguntarán por ella. Quizá Enzo si se crio con ella no le importe porque no es su madre biológica, pero Ethan lo hará. Puedes contar los días que te pedirá verla, quizá no lo hace aun porque te tiene demasiado miedo —parloteó sin darse cuenta de la respiración agitada de aquel hombre a escasos metros —...y bueno, Elliot precisa de su madre, cumplirá un año y comenzará a fijarse en esos detalles. Así que te aconsejaría que lo consideres, buscarla, conectarla con ellos, crear un vínc—
—¡Dasha ha matado a uno de mis hijos y ha intentado matarlos a los demás! —bramó lanzando el vaso contra la pared provocando un fuerte estruendo. Eleanor gritó cubriendo sus oídos asustada ante su rugido —. ¡Cómo carajos puedes decirme que la junte con ellos! ¡Eh! ¡Cómo puedes decirme que tiene derechos sobre ellos! ¡Nunca! En la puta vida que me queda dejaré que los toque, que los mire, ni siquiera que intente acercarse. Nadie los va a tocar, nadie —mugió tomándose la cabeza entre sus manos —. Son míos, solo míos, no tienen madre ni tampoco la necesitan. Mis hijos son míos, son míos...son míos —la señaló temblando, asustándola por el cambio abrupto en su carácter.
Era la primera vez que lo veía tan vulnerable. Era la primera vez que se daba cuenta que Emilio tenía sentimientos.
—Emilio...—alcanzó a decir.
—Era lo que querías saber ¿No? Era lo que buscabas en mi despacho, las fotos y todo lo demás —carraspeó pasando su mano por su nuca sin mirarla. Eleanor frunció el ceño —. No quiero volver a hablar de lo mismo, así que pon atención —la señaló recobrando el aliento —. Para mis hijos su madre se ha ido, para mí su madre está muerta, al igual que la hija que me ha matado. No pude llegar a tiempo para evitarlo, y ¿Sabes por qué? Por la absurda justicia que tuviste el descaro de escupirme en la cara —renegó con fastidio.
—No ha sido tu culpa —intentó consolarlo al darse cuenta del dolor en su rostro, de lo decaído que se veía.
—Así que no vengas a pedirme que respete derechos de su madre, ni exigirme nada con mis hijos, porque seguirás viéndolos con alguien más presente. Eso no cambiará, te guste o no Eleanor, eso no cambiará. No pienso volver a arriesgarlos, porque ahora nada me impide que los defienda como debía hacerlo desde el primer momento —prosiguió.
Eleanor asintió comprendiendo, sin atreverse a impugnar aquella orden porque en el fondo lograba descifrar su dolor de padre.
—Bien, eso no cambiará —asintió buscando la pala y la escoba para juntar los pedazos de vidrio.
Emilio la detuvo agachándose y juntándolos él mismo.
—Farrell me ha dicho que tienen a Dasha con ellos —susurró pretendiendo que nadie los escuchara.
—Si, es cierto —respondió para su sorpresa —. Dasha es irlandesa, pertenece al clan de Farrell.
Eleanor asintió jugueteando con sus manos contra su abdomen. Sentía el nudo en su garganta a punto de consumirla, pero necesitaba salir de dudas, mas aún luego de enterarse gran parte de la verdad del primer matrimonio de Emilio.
Que algo les pasara a esos niños no cabía en su cabeza, mucho menos que su propia madre lo hiciera, pero la fiera que despertaba en ese hombre al hablar de ello bastaba como prueba. Y bien sabía que Emilio no mentiría sobre ellos.
—También me habló que conocía a mi padre, sobre todo a Sebastián, mi primo...—carraspeó nerviosa lanzando el anzuelo.
Emilio tiró los vidrios en el bote de basura y limpió sus manos, dejando que el silencio reinará.
—Así fue —concordó con voz gruesa secando sus manos para luego girar y enfrentarla.
—Es accionista de la empresa de la familia. Sebastián le ha vendido el cuarenta y nueve por ciento de las acciones —dijo recordando las palabras textuales de aquel sujeto, lo sincero que se veía frente a ella relatándole todo.
Emilio pasó sus dedos por su labio asintiendo.
—Estaba al tanto de ello, sí.
—Cierto —suspiró —. Se me olvidaba que tú también tienes negocios con Sebastián —decretó recordando el episodio del casino.
—No de esa clase, pero si, los tengo —le informó sin preámbulos.
Y a Eleanor le estaba jugando en contra tanta sinceridad de ambas puntas, tanto de Farrell como de su propio esposo. ¿Cuál de los dos era el mentiroso?
—Mi pregunta es —tiró su cabello hacia atrás juntando toda la valentía necesaria —. Luego de que me contaras la situación de Dasha sin entrar mucho en detalles, pero los necesario...pretendes entregarme a Farrell a cambio de que te entregue a tu ex esposa. Así logras vengarte de ella, y Farrell adquiere el cincuenta y uno por ciento restantes que yo poseo a mi nombre. ¿No? ¿Esa es la verdadera causa del matrimonio, Emilio?
Eleanor esperó por alguna queja, algún gesto que la pusiera en alerta, pero el músculo que se marcaba en aquella mandíbula no aparecía, tampoco sus brazos se tensaron, o la vena en su cuello resaltaba. Emilio seguía intacto, todo lo contrario a cuando explotó al hablar de Dasha y sus hijos.
—No, no lo es —alzó sus hombros cruzándose de brazos, indiferente, pero con esa mezcla de sencillez que lo hacía pasar por bueno. Cualquiera que no conociera alguno de sus pecados no se daría cuenta que lideraba parte de la Bratva en ese país.
—Es lo que me ha dicho Farrell. Tienes planeado intercambiarnos —insistió empezando a exasperarse.
—Farrell es uno de mis enemigos Eleanor, ¿Qué crees que te dirá?
—No respondas mi pregunta con otra pregunta.
—Ya te he dicho que no —repitió alzando la voz —. Lo que ocurra con Dasha es asunto mío. Ya sabes lo que debías saber, el resto me compete solo a mi —concluyó.
—No te creo —se quejó sintiendo su cuerpo flojo de solo saber que él pudiese estar mintiendo, o quizá Farrell. Cualquiera de los dos ¿Por qué les creería en todo caso? —. Ni a ti, ni a él. Además, dices haber estado protegiéndome estos últimos tres años, y te la has pasado gran parte en prisión.
—Me da igual, mientras creas lo que te dije sobre mis hijos me basta, porque sobre ellos no miento. Dasha no puede acercárseles, lo que te haya contado Farrell, cualquier mentira que te haya dicho para adquirir la petrolera de tu padre me tiene sin cuidado. Y no te creas que desde una celda no podía seguir con mi trabajo, porque eso no paró. Buenas noches —concluyó luego de servirse un vaso con agua y salir de la cocina.
En soledad, Eleanor golpeó sus manos contra la mesada recargando su frente en el frío mármol. Agotada y asustada por lo que sea fuera capaz de hacer Emilio con total de vengar la muerte de su hija, o proteger a sus hijos, y porque en el fondo, a pesar de dudarlo, las dudas que le planteó un desconocido como lo era Farrell, hoy en día era lo más sensato.
🖤🖤🖤
—Que no mamá, no pienso acercarme a saludar a ninguna de mis tías —chilló sobre la mesa de tragos que la fiesta anual de la empresa de su familia ofrecía.
—Debemos llevar la fiesta en paz, Ele. Es lo que querría tu padre. Además, eres dueña también.
Eleanor rodó los ojos fingiendo que no le daban ganas de llorar de solo pensar en su padre, en lo mucho que lo necesitaba y en lo decepcionada que estaba por donde había terminado gracias a él. O en que Sebastián había vendido sus acciones, y ahora sus tías parecían pirañas para conseguir las de esa castaña.
—No me soportan, ni yo a ellas. No hay nada que saludar. Tampoco me agrada pasearme por esta empresa —refutó decidida degustando aquel postre de chocolate que uno de los mozos les ofreció.
Su madre bufó resignada, ya qué más daba.
—Emilio se ve me muy guapo ¿Cierto? —sonrió con picardía.
Alzó su cabeza encontrándolo al otro lado de la pista conversando con tres hombres. Se lo veía profesional, ético, y por demás perfecto en aquel traje negro de tres piezas que resaltaba el rubio de su cabello.
—Tal vez —respondió mirando hacia otro lado.
—¿Cómo va el matrimonio? No puede ser tan malo, hija mía.
Pues no lo era, al menos cuando estaban en la cama, cuando pasaba tiempo con Enzo y Elliot, o llevaban la cena en paz. No, no lo era. Pero normal tampoco.
—Agradezcamos que no me pasado nada aun, así que protegida estoy —ironizó sonriendo.
—Por mas que tengas ese carácter sé que lo ves de otra manera que la última vez. Tal vez creas que todo se dio de la peor forma, pero a veces eso es lo que lleva a que —
—Emilio no siente nada por mí, mamá. Deja de defenderlo —la interrumpió rápidamente, antes de que oír su discurso rosa fuera el chiste del año, y su madre sí que vivía en otra nube de lo que estaba pasando en la vida de su hija —. Iré a saludar a Leah, hace tiempo no hablo con ella —indicó con su cabeza hacia la mesa del fondo.
Su madre asintió mirándola con atención. Antes de que aquello generara más dudas y lugar a verdades, Eleanor se marchó hacia la mesa, pasando frente a Emilio que enseguida se fijó en ella.
No iba a negar que llevaba toda la noche evitándolo, cada vez que él se acercaba con una copa para ella, Eleanor se hacía la desentendida poniéndose a hablar con algún empresario que conociera a su padre.
Lo cierto es que luego de la noche de confesiones, cuatro días atrás, una cruel distancia se impuso entre ambos. Apenas se veían durante la cena y si no fuese por sus hijos ni siquiera hablarían. Eleanor entendía que el tema de Dasha revolviera sentimientos fuertes en él y por eso estaba permitiéndole espacio, pero a su vez, también quería pensar en lo que Farrell le contó.
Estudiaba los movimientos de Emilio, sus reuniones, estaba atenta a cada persona que se juntara con él en la empresa, así como se lo dijo Antonio, pero nada, no surgía nada raro de ahí.
Y Antonio...aun no daba señales desde aquellas supuestas pruebas contra Emilio.
🖤🖤🖤
—No es que me preocupe, pero ¿Por qué me estás evitando? —preguntó a sus espaldas, sorprendiéndola ante la mesa de tragos. Hablando precisamente contra su oído.
—Tenía asuntos que resolver con mi madre y otras personas —le informó apartándose, sin detenerse a mirar ese carísimo atuendo que le sentaba de maravilla.
—Que raro, porque me ha parecido todo lo contrario —comentó con sarcasmo dando una profunda calada a su cigarro.
—Si, que raro —sonrió apenas, pero no precisamente a él, sino a otro empresario que pasaba por atrás.
—En un rato nos vamos, tengo asuntos que resolver —imitó sus palabras con desdén, y besó su mejilla sorpresivamente.
Lo siguiente que supo es que tenía su ancha espalda a su frente. Lo vio marcharse de regreso a la pista, una de sus manos en su bolsillo y la otra sosteniendo su vaso de whisky. Una elegante mujer de cabello rojizo lo detuvo con familiaridad sujetándose de su brazo. Emilio le sonrió sincero, y ella besó su mejilla entusiasmada.
—La copa, Eleanor, que no tiene la culpa de que estés pensando en cobrarte tu primera víctima —aludió León cruzando por su lado devorando un trozo de chocolate.
No se había dado cuenta de sus nudillos blancos contra el cristal, tampoco de la presencia de su cuñado en ese evento.
—Trata de masticar con la boca cerrada —ordenó asqueada sin despegar sus ojos de su esposo y esa mujer.
—Siempre queriendo corregirme —se mofó sacudiendo su cabeza. Se colocó a su lado mirando la misma escena. Desde ahí, su fuerte colonia la hizo fruncir la nariz. Repugnante —. Es carísima, ni se te ocurra decirme que es fea, porque ni mi colonia es fea ni la pelirroja que se ha follado Emilio tres veces lo es —le guiñó un ojo en cuanto ella volteó a mirarlo.
Eleanor quiso estrangularlo por la manera tan sencilla que soltaba su veneno.
—Nadie te ha pedido opinión de nada.
—La daré de todos modos —alzó sus hombros indiferente —. Luces increíble cuñada, como el puto infierno con ese vestido Versace —la miro de arriba abajo.
—¿Cómo sabes la marca?
—Un hombre tiene que estar en los detalles ¿cierto? —sonrió mofándose de su cara —. Do vstrechi.
—Lo que digas, lunático —murmuró al quedarse sola.
Sus ojos regresaron a Emilio, quien seguía animado y bebiendo con esa desconocida.
Pues al diablo, ella haría lo mismo.
🖤🖤🖤
—Te he dicho que no quiero bailar —rezongó al entrar a la sala con un quisquilloso Emilio detrás.
Alguien había bebido más de la cuenta y cuando Eleanor se dio cuenta de ello ordenó que Alek los escoltara fuera del evento.
—Solo una canción, milaya, una sola —pidió con voz ronca rodeando sus hombros acercándola a él.
—Que no, Emilio, quiero descansar —se apartó enojada, sabiendo que el motivo tenía dos piernas y cabello rojo.
—Mañana te dejaré bañar a Elliot, si yo estoy presente, claro —chantajeó quitándose sus zapatos y su saco para lanzarlos al sofá.
Increíble que, en aquel estado de ebriedad, con su ropa arrugada, y cabello alborotado, le resultara el hombre más hermoso que haya visto jamás.
—Tendré que embriagarte más seguido —aludió extendiéndole un vaso con agua y el medicamento que Laisha le dejó antes de marcharse —. Tómalo.
Con una mueca de asco hacia esa pastilla, Emilio la abrazó a él fuertemente casi que lanzándolos al sofá.
—Emilio, te he dicho que no bailaré, y debes tomarte esa pastilla si no quieres despertar con jaqueca —argumentó con solidez, girando su rostro cada vez que él buscaba sus labios.
Lo escuchó soltar una risa bajita, sincera.
—¿Te crees que no me he dado cuenta por qué estás así? —arqueó su ceja estudiándola. Enredando su mano en aquella mata de rulos la posicionó frente a su rostro, de pronto la veía doble —. Estás celosa, milaya, celosa —canturreó soplando en su oreja provocándole escalofríos.
—No pienso hablar estupideces a estas horas, si no vas a tomar la pastilla duérmete en el sofá. No voy a cargarte ni tampoco le pediré a los guardias que lo hagan —parloteó cabreada por la notable diversión en su rostro.
—¿Lo ves? Celosa —hipó.
—Ya quisieras —golpeó sus brazos para que la soltara, pero todo fue en vano —. Tengo sueño, haz lo que quieras, baila toda la noche solo, pero quiero ir a dormir —vociferó sintiendo su sangre hervir de solo recordar las palabras de León.
—Solo hemos conversado, tú lo has visto —continuó con el mismo tema. Eleanor resopló cansada.
—Yo no he visto nada. Permiso —movió su brazo de su espalda para que la dejara ir.
—Una canción, milaya, solo una canción y nos vamos a dormir los dos —exigió casi que un berrinche. En todo ese momento sus ojos no se habían despegado de los labios de esa mujer poniéndola a prueba.
—Ni siquiera hay música, estás borracho —atribuyó dejando sus hombros caer ante lo mucho que le afectaba a su ser que él se pusiera tierno de esa manera.
Era otro, más sincero, divertido, incluso sonreía a diestra y siniestra.
—La cantaré para ti —balbuceó dando unos pasos hacia atrás, pero sin soltar su mano.
Eleanor entendió que aquello iba en serio, así que rendida dejó su bolso y abrigo en el sofá y le siguió la idea.
A los locos hay que decirles que sí, decía Mary la amiga de su madre. Y Emilio era uno si empezaba a cantar en ese preciso momento. Es que no iba a creérselo.
Sin embargo, cuando apenas las primeras palabras salieron de sus gruesos labios, la poca claridad y coordinación para modular lo llevaron a únicamente tararearla. Eleanor sacudió su cabeza incrédula dejando que la hiciera girar con su brazo, rodearla y abrazarla por detrás cada vez que creían estar moviéndose.
—Esto es absurdo —indicó recargando su mentón en su hombro cuando el tarareo se hizo más suave llevándolos a bailar pegados.
—¿Quién? —preguntó contra su cabello. Eleanor lo sentía respirar contra él mas de la cuenta, como si inhalara el aroma a su shampoo.
—Esto —señaló a ambos apartándose pocos centímetros. Enseguida el brazo en su cintura la apretó contra el fuerte torso de aquel hombre, imposibilitándole hasta respirar.
No era la mejor bailarina, pero aquello era más un refriegue que baile, pero ese calor, ese incendio era majestuoso, necesario.
—Te preguntó —mencionó contra su cuello.
Eleanor mordió su labio antes de que terminara riendo, pero la sonrisa que sentía contra su piel se lo prohibía.
¿Qué tan difícil era?
¿Qué tanto batallaba ese hombre con sus secretos que bajo el alcohol era otra persona?
Actualización sorpresa solo porque han comentado bastante y están activas! ❤️❤️❤️ así que ya saben.
Bueno, gran parte de la verdad ha sido revelada. Pero OJO con las teorías y que Emilio es esto y lo otro, porque sus razones tiene, y son fuertes 😉🖤.
Gracias por el apoyo. Nos leemos pronto ❤️
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