Capítulo 25
—¿Algo más para beber, señora Markov?
—No, muchas gracias.
—Es un increíble casino, Ele —comentó Lorenzo dándole un trago al licor que amablemente Emilio puso a disposición de ellos.
—Lo es —dijo sin muchos ánimos. Y es que las pocas ganas de estar ahí festejando se lo asignaba a la conversación en el baño con Antonio, a la atención y amabilidad repentina por parte de Emilio. Y en el fondo, al leve pinchazo que sentía en su pecho.
Ilusa.
—Lo bueno de todo es que no parece que festejemos mi cumpleaños. Aquí cada uno en lo suyo. Oh, ¿Crees que después pueda jugar un poco a la ruleta? —cuestionó su amigo entusiasmado.
Eleanor miró la larga mesa al fondo donde varios sujetos de traje fumaban y bebían a la vez que sus manos hormigueaban por seguir volcando la mayor cantidad de dinero posible. Quince minutos antes juró ver a Sergei y León mezclados por todo ese recinto, obviamente sin saludarla.
—No te recomiendo que vayas a esa mesa. Tienes más maquinas donde puedes apostar monedas —sugirió comiendo la aceituna de aquella copa.
Caroline ahogó una risa.
—Si, porque el salario que tenemos apenas nos da para vivir.
—Caroline...—reprendió Eleanor sabiendo que aquello no era cierto.
Acomodando su falda negra, su amiga tiró de su sedoso cabello hacia atrás con elegancia. Eleanor frunció el ceño ante sus gestos más coquetos, pero la presencia de Alek acercándose fue suficiente respuesta.
—Señora Markov —meció su cabeza. Sus brazos cruzados frente a su pecho y su atención claramente en Caroline, pero vaya que sabía disimularlo.
—¿Qué se te ofrece, Alek?
—Tengo indicaciones de informarle a su esposo cada media hora de sus movimientos. ¿Todo en orden? —arqueó su ceja.
Genial.
—No lo sé, dímelo tú que eres el encargado de la seguridad. Yo estoy celebrando el cumpleaños de mi amigo, no puedo fijarme si tengo a tres irlandeses siguiéndome —respondió entre dientes como si las palabras quemaran por salir de su boca.
Alek tensó su mandíbula y miró hacia otro lado, pero en cuanto Caroline se puso de pie y caminó hacia la barra a conversar con otro sujeto, Eleanor se dio cuenta de lo mentiroso que podía llegar a ser su guardia.
—Ahora, si lo que quieres es controlar los movimientos de Caroline, solo tienes que decirlo. En todo caso ¿Qué ocurre entre ustedes? —meció su copa en el aire expectante.
Lorenzo a su lado jadeó asombrado. Al parecer no era la única que desconocía la vida amorosa de su amiga.
—Cualquier inconveniente se lo haré saber. Me retiro —decretó con su acento marcado, señal de que estaba furioso, y salió de allí acomodando el auricular en su oreja con fiereza.
Vaya, vaya.
—Tú crees...
—Oh si, claro que si —asintió la castaña.
—Será maldita que no nos ha dicho nada —maldijo Lorenzo —. Una se casa con un hombre que tiene un ejército, y la otra se mete con uno de ese ejercito ¿Crees que haya algo para mí?
—Lo único que hay son problemas, lo mejor que puedes hacer es estar fuera de esa familia y ejercito —confesó.
—¿Por qué lo dices? ¿Acaso no te va bien con Emilio Markov?
Eleanor se sirvió más de la botella. Lo suficiente para digerir la ola de pensamientos sobre su esposo.
Tiene planes contigo.
Planea recuperar a la madre de sus hijos y de paso deshacerse de ti.
Deseaba más que nada soltarle todo lo que Antonio le había dicho en la cara, pero no, no iba a hacerlo hasta estar segura de cada movimiento de Emilio, de cada intención, y para eso necesitaba pruebas, las que Antonio le daría. Y que ahora Caroline estuviese arrimándose a Alek era una buena oportunidad para que ella pusiera en marcha el plan de ser amiga de su propio guardia.
Y aquello era motivo para celebrar.
Con un ligero movimiento, Alek se acercó de nuevo a la mesa desde su puesto en la puerta.
—Por favor pídele a la persona que se encarga de la música que la cambie, algo más movido ¿sí? Porque estamos en un cumpleaños y la verdad que tantos ruiditos a maquinas y luces nos tiene a punto de entrar a un geriátrico —palmeó su hombro.
—Señora no puede armar una pista de baile en este lugar —señaló la alfombra roja en la que no paraba de cruzarse gente.
—Caroline es una hermosa mujer ¿No te parece? Tal vez necesites cambiar esa cara de mafioso que ni a ti ni a tu jefe les sirve —le guiñó un ojo antes de darse la media vuelta y pararse en la barra junto a sus dos amigos.
—Lo has dejado a punto de lanzar humo por las orejas —se burló enganchando su brazo con el de Eleanor.
Mirando por encima de su hombro lo encontró sacudiendo su cabeza y dando largas zancadas hacia el supuesto Dj. Si ese casino estaba a su nombre, vaya castigo porque ese vejestorio le daba dolor de cabeza.
Fue luego de una hora que el ambiente en ese lugar había cambiado por completo. La alfombra roja donde desfilaban los invitados hacia las mesas y maquinas ahora era usada como pista de baile. No eran los únicos tres que tenían ganas de divertirse, y eso hizo que Eleanor se mezclara en el medio del gentío.
—¿Quién carajos pidió cambiar la música? Me tienen aturdido —bramó León hacia Alek. Su camisa blanca desprendida y un saco negro a medida casi que deportivo lo mostraban relajado, pero cuando se dio cuenta de una pista de baile improvisada, su humor cambió bruscamente —. Saca esa música ahora que estamos haciendo negocios.
—Han sido órdenes de la señora Markov, no puedo cambiar la música —explicó refregando su rostro. A él tampoco le hacía gracia el descontrol que había en ese casino, mucho menos de que Eleanor se perdía entre la multitud complicándole el trabajo.
—¡Eh! —chasqueó la lengua —. No veo a Emilio por aquí, así que lo que diga su esposa no son ordenes, sino berrinches. Ve y cambia la música —insistió meciendo su cabeza.
Alek conocía la reputación macabra que tenía uno de los más jóvenes de ese clan. La desquiciado que estaba, lo ágil que era con un arma, pero ordenes eran órdenes.
—Están celebrando el cumpleaños de uno de sus amigos. Además, su hermano me ha dejado en claro que acepte por hoy lo que pidan, siempre y cuando no atiente contra su seguridad.
León cubrió su rostro hasta despeinar su corto cabello.
—Increíble, esto es absurdo —abrió sus brazos en el aire —. Montamos los casinos para negocios y una mujer los convierte en un puto salón de fiestas.
—¿Qué pasa? —Sergei se acercó a ese debate, dueño de esa paciencia y ligereza que León no sabía eran cualidades humanas.
—¿Qué pasa? Pasa que tu hermano ha perdido la puta cabeza por una mujer ¡Otra vez! Que está pasando todo otra vez —aplaudió irónico regresando a la mesa donde esperaban por él.
Alek carraspeó frunciendo sus labios. El vestido dorado de Eleanor apareció en escena y una bocanada de aire salió de sus labios, aliviado.
—Creo que deberíamos abrir antros también, funciona —asintió Sergei complacido por lo que veía.
Aquel guardia no pudo evitar pensar que tan diferentes eran esos cuatro, y eso que el peor de todos no estaba presente.
🖤🖤🖤
—No ha pasado nada, Ele, simplemente existe una tensión entre ambos. Tal vez ni me soporte —explicó Caroline apoyando su frente en la barra.
Habían bailado cerca de dos horas, y eso junto a las copas y la pista improvisada trajo a colación el tema de Alek.
—No, estoy segura que hay algo mas que no me quieres decir. Veo como Alek controla todo lo que haces. Ni siquiera te ha sacado los ojos de encima desde que llegaste —le hizo saber sentada sobre uno de los bancos. El casino seguía lleno.
Caroline se removió en su lugar, y bajó la cabeza.
—Me confunde, eso es lo que pasa —admitió en voz baja. Su mirada en la cantidad de botellas detrás del barman —. Por un momento creo que estamos en el mismo lado, y luego es como si no existiera. No lo sé, son tonterías —sacudió su cabeza avergonzada.
Eleanor meció su cabeza conociendo muy bien ese sentimiento.
—¿Sabes qué deberías hacer? —inquirió con desdén. Caroline le prestó atención enseguida —. Pasar de él, ignorarlo, hacerlo rabiar por ver que tú haces tu vida como si él no existiera. Haz exactamente lo que él está haciendo.
—¿Eso es lo que haces tú con Emilio?
—Ja, ojalá pudiera ignorarlo, pero vivir bajo el mismo techo ya es otra cosa —chasqueó su lengua.
¿Qué estaría haciendo en esos momentos? ¿En la casa con sus hijos o fue tan estúpido de salir a verse con la dueña de aquel perfume? Porque ya no era Dasha la sospechosa. Si a esa la tenían los irlandeses, Eleanor deducía que no mantenían contacto.
Después de todo ella aún seguía a su lado, esperando averiguar mas del famoso intercambio que Emilio planeaba.
—Estás a punto de quebrar esa copa con la fuerza que haces —informó su amiga regresándola a la realidad.
La ira, la fuerte necesidad de escupir fuego por la boca la traía en un vaivén. Respiró hondo y repitió el mantra que había inventado para llevar las cosas con la mayor serenidad posible.
—Eleanor, ¿A ti quién te ha dado permiso de cambiar la música? —León se aproximó a ellas con todo el ego brotando de sus poros. No dudaba que él fuese el único al que le gustaba lo que hacía y el poder que su apellido tenía.
Con el alcohol en sangre, y la fuerte necesidad de acabar a golpes con Emilio, que se le presentara uno de sus hermanos en frente no era buena idea.
—¿Perdona?
—Ve y saca a tu amigo de la cabina del Dj. Hace veinte minutos que está aturdiéndonos a todos con esa música —demandó abriendo sus ojos marrones a tope.
Eleanor rodó los ojos.
—¿Por qué no vas y lo haces directamente tú mismo? —refutó alzando su mentón.
A su costado, Caroline se puso de pie nerviosa, y posiblemente lo sea por la presencia de ese joven, porque con aquellos ojos rojos cual búfalo era capaz de irradiar más que miedo.
—Mi hermano ha dejado en claro que hoy se respetaran tus ordenes en cuanto al festejo, pero esa música, esa puta música que escuchan ustedes los americanos me tiene asqueado. Ve y cámbiala —señaló hacia la cabina.
—No me apetece.
Pasando sus manos por su rostro cansado, se acercó a ella en una sola zancada.
—Estoy haciendo negocios importantes para la familia. Que te parece si me colaboras un poco ¿Eh?
—No soy parte de tu familia, por mí se pueden arruinar todos los negocios que hagas esta noche —alzó sus hombros osadamente.
—Ele —murmuró su amiga nerviosa.
León rio sin gracia, de esa manera que compaginaba demasiado con su personalidad. Clavó sus ojos en ella estudiándola con detenimiento.
—Agradece que tienes el respaldo de mi hermano, porque no me caes ni un poco bien. Y si no fueras la esposa de Emilio no te saldrías con la tuya, no estarías tan desafiante, pero que te dure bastante querida cuñada, que te dure bastante —murmuró canturreando.
La castaña tragó en seco. El doble sentido en sus palabras lo detectó al instante. Su brazo se apretó producto del firme agarre de Caroline advirtiéndole que no respondiera, pero demasiado había tomado como para ahogarse en rabia y veneno, y ese Markov frente a ella podía ser un psicópata desquiciado que encontrara placer en acabar con la vida de los demás, pero que la amenazara no lo permitiría, así como los insultos frente a los niños.
—No tengo que agradecer nada porque si estoy aquí es porque tu hermano me obligó a ello, y si no fuera la esposa de Emilio —repitió haciéndole la burla —, estaría muy lejos de todos ustedes porque ni uno, ni siquiera él me cae bien, así que ocúpate de desaparecer de mi vista. Ponte auriculares si quieres escuchar otra música —farfulló entre dientes moviendo su cabeza hacia un costado.
Si, tal vez se le fue un poco la lengua, y tal vez estaba aprovechándose de que Emilio no permitiría que su hermano le hiciera nada, pero tampoco se arrepentía, ni siquiera cuando él golpeó la barra a su lado.
Eleanor ni se inmutó, se mostró tranquila, fingiendo que la cansaba tenerlo ahí al lado.
—Es la última vez que soporto que Emilio pierda la cabeza por una mujer, la última.
Los hombros de esa mujer se tensaron al oírlo, al darse cuenta que lo de Dasha fue bastante fuerte.
—No te preocupes que lo menos que hace tu hermano es perder la cabeza por mi —disertó sin importarle que Caroline se enterara de la verdad de su matrimonio.
—Deja de contestarme todo lo que digo.
—Por Dios, eres insoportable —silbó provocándolo. Se había dado cuenta que le saltaba la rosca enseguida.
—Ve y pide que apaguen la música, es la última vez que lo pido. Necesito cerrar los negocios —espetó de mala manera, bufando pesadamente.
—Y yo te he dicho que no, que no haré nada de lo que me pidas y si no sabes cerrar un negocio con música, entonces enciérrate en el deposito que tienen abajo, es donde se reunieron con Sebastián.
La mirada de León viajó hacia Caroline atento a lo que pudiese decir.
—Ahí está el error de Emilio, en lo bocazas que eres —impugnó sacudiendo su cabeza.
Como si fuese una chiquilla, Eleanor alzó sus hombros en señal de que no le importaba, pero si se había dado cuenta que soltó lo de ese deposito a la ligera.
¿Para qué bebió tanto?
Con su copa en el aire le hizo una seña a Lorenzo para que se acercara. Detrás, Alek venía hacia ellos.
—Me marcho a casa, ya no soporto el ambiente de este lugar —miró de reojo a León que suspiró agradecido de que se iban.
—Llévalos de una vez, Alek. Es más, toma las llaves de mi camioneta —sacó de su bolsillo extendiéndoselas.
—¿Se van los tres? —preguntó el guardia depositando apenas un segundo sus ojos en la rubia de la barra.
—Si, se van los tres —irrumpió León con firmeza.
Sin ánimos de seguir discutiendo con ese tipo, Eleanor se bebió el resto de su copa ya sintiendo su cabeza pulsar de dolor. Probablemente acompañado del efecto de tolerar que uno de sus cuñados le dijera tanta cosa, aborreciéndola.
¿Qué mal había hecho para estar en esa situación?
—Esto ha sido genial. El Dj me enseñó cómo darles profundidad a los temas y además...—Lorenzo siguió parloteando hacia sus dos amigas mientras se dirigían a la salida del casino.
Antes de que Alek los siguiera, León lo detuvo.
—La rubia...me la dejas para mí —sonrió travieso palmeando su hombro y mirando a Caroline salir del recinto.
—Buenas noches, señor Markov —murmuró secamente retomando su camino, tragándose el mal humor de haber oído tal cosa.
🖤🖤🖤
Con sus tacones en mano, Eleanor abrió la puerta trasera de su casa tratando de hacer el menor ruido posible, pero llevándose un juguete por delante.
—Mierda —chilló cubriendo su boca por el dolor en su pie.
La luz de la cocina a su derecha se encendió, mostrándole a Emilio apoyado contra el marco de la puerta de brazos cruzados.
—¿Estás bien? —arqueó una ceja, atento a sus torpes movimientos.
—Eh...si, pisé sin querer uno de los juguetes de Elliot —se explicó sintiendo sus manos sudar. Las limpió en su vestido y siguió su recorrido hacia la sala lanzándose en el largo sofá.
No se percató de lo cansada que estaba hasta que su cuerpo soltó un suspiro de alivio por haberse acostado. Cerró sus ojos sintiendo que ya le pesaban, y es que haber llegado a las tres de la mañana, y la oscuridad de esa casa era suficiente excusa para quedarse dormida ahí.
—¿Por qué no vas a descansar a la cama? —su voz fuerte y dominante hizo que una corriente caliente viajara hasta su abdomen.
Oh no, ahora no.
Abrumada, le dio la espalda sobre el sofá antes de que se olvidara de todos sus principios.
—Estoy más cómoda aquí, no tengo fuerzas para moverme.
—Has bebido bastante ¿Cierto? —preguntó con voz calma.
Dios, ¿Qué tanto le costaba ser así siempre a ese hombre?
—Probablemente.
—¿Qué tal estuvo el cumpleaños?
Bien, eso estaba siendo demasiado extraño y ya debatía si era su imaginación por el alcohol en sangre, o si de verdad Emilio pretendía conversar.
Girando hasta quedar boca arriba, lo vio sentado a los pies del mismo sofá con su brazo sobre el respaldo, pero sin tocarla. Vestía el pantalón azul de pijamas y una camiseta de mangas largas que se enrollaba en sus codos. Su perfil, su cabello peinado hacia atrás y aquella barba hacían estragos en ella si pretendía marcar un limite entre lo que sentía y lo que descubrió.
—Nada fuera de lo normal, un poco de música y solo bebimos en la barra. No es que pudiéramos improvisar mucho tampoco —relató moviéndose sus pies sobre el almohadón.
—¿Por qué? —arrugó su frente bebiendo de aquel vaso de agua.
—A tu hermano León no le agradó mucho la música y me lo hizo saber, nos pusimos a discutir y le dije que usara auriculares, y me ha dicho que me salvo porque tú eres mi esposo —parloteó moviendo sus manos en el aire en simples ademanes.
No fue hasta que sintió el contacto en sus tobillos que se percató de que había dejado sus piernas sobre el regazo de ese hombre, quien las sostenía contra él. Intentó disimuladamente quitarlas, pero él se lo impidió al emplear suaves caricias y masajes en la planta de sus pies.
Fácilmente se podría acostumbrar a esto, a imaginar que eran otra cosa, y por una noche quiso hacerlo.
—¿León ha dicho eso? —inquirió calmo.
—Mmm —asintió jugando con los mechones que caían sobre su pecho —. Según él estaban cerrando unos negocios y no lograba concentrarse con la pista de baile improvisada.
Emilio llevó su mirada hacia otro lado tratando de que su cara no lo delatara ante la diversión que le daba ese relato. A pesar que iba a hablar con su hermano de haberle dicho a Eleanor tal cosa, podía imaginárselos discutiendo por la música, además de que claro, Alek ya se lo había informado.
—Ninguno de tus hermanos me soporta, ni siquiera tú —bufó resignada, hablando más de la cuenta.
—No tienes porque caerles bien a mis hermanos, el matrimonio es conmigo —corrigió bebiendo de su vaso mientras su mano seguía en sus pies.
—¿Qué hay de ti? Apenas toleras que esté cerca de tus hijos, vivimos discutiendo todo el tiempo —se explayó atenta a sus facciones que se endurecían ante sus palabras.
Para él era obvio que el alcohol en esa mujer estaba poniendo a prueba su lengua, pero en medio de su sala en esa intimidad que por primera vez compartían, no le importó confesarse un poco.
—Si esperabas un matrimonio de flores y amor, eso no es lo mío.
Eleanor apretó su mano en un puño, afectada por saber que la casi nula esperanza de un cambio era descartada por el mismísimo Emilio.
—Me sigues enviando jazmines a mi oficina —comentó con su voz casi nula.
Emilio giró su rostro hasta mirarla ahí acostada. Ni siquiera él sabía porqué todavía mantenía ese detalle vivo, lo mejor era no cuestionárselo tampoco.
—Supongo que te sorprende y logra confundirte porque con Antonio no tenías lo mismo —disertó dejando el vaso en la mesilla a un lado del sofá.
Carraspeando ligeramente, Eleanor apartó sus rulos de su mejilla pretendiendo no deschabarse y decir que lo había visto ayer. Emilio enloquecería, sería capaz de acabar con él si ella comentaba parte de lo que su ex pareja le dijo.
Aún seguía esperando pegada a su teléfono el mensaje que le diría cuando tendría la información que Antonio recopiló sobre su esposo, además de la que ella debía buscar.
—Eso ya lo sabes ¿No? Pareces haber estado pendiente de toda mi relación mientras velabas por mi vida —demandó con un tono prepotente.
El suave masaje tampoco la ayudaba a aliviarse, a apagar la decepción. Estaba destinada a que su segunda relación fuera tan desastrosa como la primera. En ninguna se sintió querida, amada, parte de alguien más, pero la diferencia yacía en el deseo por un hombre, en que aun sabiendo lo que Emilio era y podría hacer con ella, no dejaba de desearlo.
—Tenía que encontrar el momento indicado para presentarme ante ti —admitió peinando su rubio cabello hacia atrás, tranquilo, como si estuviesen hablando del maldito clima que haría en Houston.
—¿Con la madre de tus hijos has tenido que hacer lo mismo? Acecharla y encontrar el momento más vulnerable para hacerla caer ¿O solo me has puesto la trampa a mí? —inquirió en el mismo tono neutro que él empleó antes.
Las caricias se detuvieron, pero no la mirada imperiosa sobre ella, anclada a sus ojos buscando detrás de todas esas capas qué tanto sabía de Dasha. Eleanor alzó sus cejas indiferente, dándole a entender que no tenía ni siquiera el nombre de esa mujer.
Ansió en silencio que él no se diera cuenta que, si estaba al tanto, y para su sorpresa Emilio habló de Dasha por primera vez.
—Fue diferente, aquel matrimonio estaba arreglado con anticipación, no importaba si alguno de los dos se oponía, mi padre y el suyo lo arreglaron sin avisar. Debía existir un heredero de ambos clanes —explicó con su vista clavada en la mesa frente a ellos. El tono de su voz había cambiado de golpe, era más seco.
Entonces Dasha no era rusa, ¿Era parte de los irlandeses? ¿Por eso la tenían ellos?
—Bueno, han logrado tener a tres, todos varones —susurró moviendo su pie ante el pinchazo de dolor. Se recordó nunca mas usar esos tacones tan altos.
Como si él lo supiera, retomó sus masajes sumiéndolos en un silencio que gritaba verdades por todos lados, Emilio entre abrió sus labios y los apretó sacudiendo su cabeza.
Buscando que no se guardara lo que parecía iba a decirle, Eleanor continuó hablando.
—Tengo una duda.
—¿Cuál? —murmuró con voz ronca concentrando su atención en aquellos pies tan delicados y sus uñas pintadas de tres colores diferentes y brillantes. Tan Eleanor.
—Si Donovan es el mayor ¿No sería él quién debería tener el heredero? —curioseó arrugando su frente —. No sé cómo funciona en la Bratva, pero me resulta lo más lógico.
—Tienes razón. Es así como lo imaginas —asintió serio. Tal parecía que el tema no le era fácil de tratar, y que estuviera a punto de compartirlo justamente con ella, terminaba confundiendo todo lo que sabía y sentía ¿En qué momento llegaron a eso? —. Pero Donovan no puede tener hijos, es estéril.
Se sentó de golpe en el sofá siendo incapaz de ocultar su asombro. Carajo, ahora comprendía parte de su oscura personalidad, no querer tener hijos es una cosa, pero no ser capaz biológicamente de traerlos al mundo...eso debía ser lo peor.
—¿Nunca estuvo casado? ¿No lo ha intentado por otros medios, tratamientos quizás?
Cada vez su cabeza daba mas vueltas con tanta duda, pero joder que no iba a estropear ese momento teniéndolo tan cerca, casi que recargando su cabeza en su hombro.
—Si, estuvo casado, pero cuando lo intentaron muchas veces, se dieron cuenta que algo no funcionaba. Donovan no quiso aceptarlo, para nosotros estar en la organización que estamos, y el no llegar a concebir hijos es...—sacudió su cabeza resignado —, es muestra de debilidad, por eso la presión estuvo en mi para casarme cuanto antes y conseguir un heredero. Era la única forma de que nadie tuviera tiempo de hablar de Donovan porque yo ya me habría adelantado.
Atónita por tanta información, pero mas que nada por esa muestra de confianza e intimidad nunca antes compartida entre ambos, Eleanor recargó su cabeza contra el brazo de Emilio, sus piernas aun continuaban en su regazo.
A pesar de todo se sentía bien, demasiado. Él no la apartó. ¿Qué tan lejos podrían sobrellevar esa farsa si sus noches tuviesen un momento íntimo cómo ese? ¿Qué tanta verdad tendría Antonio sobre el intercambio si Emilio parecía hablar sin tapujos?
—Enzo es el heredero —adivinó sintiendo el pinchazo de saber que aquel jovencillo llevaría tanta presión y esa vida peligrosa encima.
Enojada, chasqueó su lengua mirando el movimiento de sus fuertes y tatuadas manos en sus pies. Era como caminar en una nube porque el dolor había desaparecido.
—No, no lo es —negó Emilio.
—Pero si es el mayor. Habidas dicho que s—
—Enzo es adoptado. El verdadero heredero es Ethan —confesó mirándola por encima de su brazo. Leyó la estupefacción en sus rasgos femeninos, su boca en una O y su mente maquinando a toda velocidad.
Cuando él apretó su quijada, disgustado, Eleanor percibió que de ese tema no hablaría ni una palabra más, tampoco iba a presionarlo sobre sus hijos, bastaba ver en sus ojos que no estaba contento con tenerlos en el medio de todo eso. Pero sin heredero por parte de Donovan, era su deber.
—¿Qué hay de su madre? ¿Está de acuerdo con que sus hijos formen parte de toda esta barbaridad?
Ethan y Elliot eran hijos de Dasha.
Emilio pasó su lengua por sus dientes, los músculos en sus brazos se tensaron. El brusco cambio tanto físico como emocional en él la hicieron fruncir el ceño.
—Son mis hijos —la corrigió con brusquedad —. Hace tiempo dejaron de ser suyos, eso puedo firmarlo —asintió escéptico, con frialdad en cada palabra.
Cuando Eleanor pretendía hacer más preguntas, indagar en su vinculo matrimonial con Dasha, Emilio bajó sus piernas con sutileza y se puso de pie. Acomodó su camiseta y permaneció unos segundos mirando hacia la ventana pasando su mano una y otra vez por su barbilla.
—Tengo trabajo pendiente, estaré en mi despacho —informó remarcando el acento ruso con fuerza. Y aquello solo pasaba cuando era incapaz de contener su ira, la bronca en su cuerpo. Era como si no le importaba retomar el acento americano, al igual que sus guardias y el resto de sus hermanos, todos lo dejaban a un lado cuando no tenían control de sí mismo.
¿Que había pasado entre él y Dasha, o con sus hijos?
Apoyando su cabeza en el respaldo del sofá Eleanor resopló procesando la conversación inédita. Por primera vez lo vio vulnerable.
Ahora entendía por qué Enzo no tenía rasgos parecidos a ninguno de los Markov, pero ¿Por qué había sido adoptado? ¿Por qué tanto tiempo antes de haber nacido Ethan? Y carajo, Ethan como heredero, eso no podía ser más siniestro de lo que ya era.
Subió las escaleras hacia su habitación, no sin antes pasar por la que compartían los dos pequeños. Chequeó en cada uno, ambos dormían plácidamente, siendo ignorantes de lo que pasaría cuando empezaran a entender la realidad, el mundo cruel que esperaba por ellos, y quizá ese golpe de realidad fue el que tuvo Emilio en la sala que lo hizo encerrarse en su despacho toda la noche.
Bueeeno, ahí tienes algunas verdades y otros secretos 😂😬😉. ¿Qué tanto confían en Antonio y en Emilio? ¿Será verdad lo del intercambio?🤔🤔🤔
¿Qué tal esa confianza entre Emilio y Eleanor? 🙈🙈🙈🙈❤️
Y León vs Eleanor es algo que se repetirá muchísimo 😂😉🍾
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