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Capítulo 19

—Es un honor para Markov Industries la apertura de este casino, sean invitados a disfrutar de la gran noche —anunció Emilio con prestigio desde el palco alzando una copa.

Los aplausos y gritos de celebración no rompieron con el cruce de miradas entre él y Eleanor, quien de brazos cruzados en primera fila intentaba descifrar qué carajos estaba pasando en ese lugar, en esa maldita familia que ya la aterraba. La imagen de Enzo no se borraba de su cabeza, las palabras de Sebastián que dejaban en claro una alianza con Emilio tampoco. Lo único que anhelaba saber era la identidad de Dasha, porqué su esposo buscaba información sobre esa persona que terminó por llevarse la vida de otra.

Alek la había sacado de ese almacén de un tirón sin darle tiempo a gritarle histéricamente a Emilio la clase de personas que él y sus hermanos eran. Lo había visto en acción, permitiendo que su propio hijo de catorce años apretara el gatillo, y aunque eso no era nada comparado a lo que él demostraba, fue suficiente para comprobar que se había casado con el diablo. Vivía con la duda de qué tan protegida estaba a su lado, o qué pasaba por la cabeza de su padre al pedirle protección a un grupo de criminales como eran los Markov.

Mirando hacia su derecha, repasó uno a uno los invitados hasta detenerse en Donovan quien monstruosamente esperaba por ella. Era siniestro, profundamente macabro con solo verlo en esa vestimenta oscura. Llegaba a transmitir más miedo que Emilio, y en ese intercambio de miradas vio en él el desafío a que se atreviera a decir una sola palabra de lo que había visto.

Con solo tener sus ojos oscuros en los suyos sintió ganas de huir. Donovan sabía lo que pensaba de todos ellos, de haberle dado un arma a Enzo, o simplemente de lo que escuchó ahí abajo. Y sería capaz de acabar con ella en cuestión de segundos. No tendría ni un poco de la paciencia que Emilio mostraba en su matrimonio. La observaba con desprecio, indiferencia, provocándole ganas de hacerse un ovillo y esconderse.

—¿Estás bien? —preguntó Caroline a su lado.

—Si, si —carraspeó regresando su atención al discurso, aún así era capaz de notar la mirada anclada de Donovan sobre su rostro.

La incomodaba horriblemente, al grado de no poder soportarlo. Existía algo en él que le indicaba que no se acercara, ni siquiera que intentara hablarle.

Vio la alianza de matrimonio otra vez en la mano de Emilio. Seguramente luego de hacer lo que hizo era la forma de fingir estabilidad ante todos, un hombre casado incapaz de ordenar la muerte de otra persona.

Eleanor tenía tantas preguntas, y ninguna respuesta, de las cuales solo obtendría por su cuenta. Precisaba conocer dónde estaba metida, la verdad del vínculo de su familia con Emilio, porque claramente no era un simple pedido de protección de su padre. Y sobre todo más de lo que significaba la Bratva, aunque no tenía en claro si iba a soportar tanta información, conocer el sin escrúpulos que era su esposo, el grado de criminalidad que corría por sus manos, la sangre, los negocios.

¿Dónde carajos se había metido por salvar su propio pellejo, el de su madre y apostar por su empresa de marketing?

—Quiero anunciar que este casino es un regalo especialmente para mi esposa, Eleanor Markov —soltó Emilio de repente ganándose el silencio de toda la sala.

La atención recaía sorbe ella, todos la observaban con detenimiento.

No, aquello no podía estar pasando, no podía ser que ese hombre tuviera el descaro de meterla en sus negocios, y anunciarlo de sorpresa. Lo peor era ver su mueca de supuesta ternura. Era el mejor en ello, en las apariencias de un cariño inexistente, de un matrimonio que cada vez iba oscureciéndose más con lo que conocía de él.

—La única mujer capaz de poner un anillo en mi dedo —bromeó perforándola con aquellos ojos azules. Se veía increíblemente poderoso en el palco, y ganándose en bandeja al público con tantas risas —. Con Eleanor hemos afianzado una vida que no solo incumbe lo personal, sino los negocios. Tanto su empresa como la mía son aliadas y todo lo que pase en la suya, tendrá el respaldo de Markov Industries.

Caroline jadeó sujetando su brazo.

El muy maldito jugaba bien sus cartas, pero ella no le creía nada, no confiaba en él, ni en ninguna palabra que saliera de aquella tentadora boca.

—Es por eso que este casino llevará su nombre, una especie de regalos de bodas —sonrió cínico —. Un brindis por mi hermosa esposa, milaya —concluyó llamándola con ese apelativo que no conocía el significado, pero sonaba bien.

Todos aplaudieron gastando sus manos en ella, celebrando las palabras vacías y cargadas de amenazas en hacerle la vida un infierno. No deseaba ese casino, no quería estar implicada en todo lo que escondieran en su organización, pero cuando Emilio se acercó a ella rodeando su cintura abrazándola, supo su verdadera intención.

—Esto es lo que pasa cuando no obedeces mis órdenes y decides meterte donde no te llaman. Te pedí que te quedaras aquí y has creado un plan para distraer a mis guardias y seguir a tu primo —habló contra su oído. Para el exterior era como si estuviese recitándole un mismísimo poema, y no firmando su carta de sentencia.

—Eres lo peor que he conocido —murmuró enfadada.

—Y eso que aún no conoces nada —sonrió besando su mejilla. Un deleite para los demás, pero esa caricia amagaba con traicionar su cordura y su lado morboso.

Dios, ese era el poder que tenía sobre su cuerpo.

—Que permitas que tu hijo use un arma dice mucho de lo lejos que quiero estar de ti y de todo lo que te rodea —acusó intentando soltar el agarre de su mano.

—Es una pena que no puedas hacer nada más que quejarte.

—¿Qué clase de padre eres? —preguntó sin aguantarse.

Emilio la observó con seriedad, remarcando la vena en su cuello ante el impacto de su pregunta. Si tan solo esa mujer supiera la mitad de las cosas que pasarían, si tan solo todo eso no llevara a un camino inevitable, o si tan solo no la deseara como lo hacía, todo sería más fácil. Pero debía callar, no estropear sus planes, aunque eso significara soportar sus contestaciones, sus acusaciones, su mirada de desprecio por lo que hizo Enzo.

Lo mejor era seguir con esa distancia, no formaría ideas en la cabeza de esa mujer, aunque viera el odio en sus rasgos tan delicados. Era incapaz de sentir culpa por lo que ella presenció, Enzo era parte de la organización, y el trasfondo de la historia no iba a decírselo ni permitirle saberlo.

Eleanor era su esposa ante los demás bajo la idea de la protección que pidió Lawson, pero no bajo lo que en realidad era; el camino a Dasha, el único motor a que los irlandeses cumplieran con lo pactado.

La pregunta que se hacía cada noche al verla dormir era ¿Cuánto más sus instintos de hombre iban a aguantar no tocarla, no cruzar el límite de lo que ya había pactado?

—No discutiré contigo los asuntos de mi familia. Sabes bien a lo que me dedico, hoy lo has visto, es suficiente con ello.

—No puedo creer que no intentes aclarar porqué Enzo trabaja con ustedes, Enzo es un —

—Enzo es mi hijo, Eleanor —sentenció abruptamente no gustándole a donde iba esa conversación.

—No deberías ponerlo en esa situación. Es un chiquillo, debe estudiar, no estar en los negocios que tienes con tu grupo, no es tu decisión ni la de tus hermanos —prosiguió sin saber cómo parar. Tenía en claro que no era su lugar, pero la impotencia de ver que él daba su consentimiento a algo tan descabellado le revolvía el estómago.

Le resultaba tan descabellado saber parte de lo que Emilio era y se dedicaba y aun así desearlo, necesitar su contacto que se mostraba como salvaje, dominante, tal como ella siempre lo deseó y nunca ningún hombre consiguió dar con ello.

Se consolaba con la idea de que tal vez eran de esas parejas que se odiaban, pero en la cama sabían entenderse, aunque la segunda aún no había ocurrido y esperaba por su accionar. Sin embargo, el orgullo de jamás darle su cuerpo como se lo dijo en un principio podía más.

—De mis hijos me ocupo yo. Ningún papel te dará el derecho de mandar sobre ellos, ni siquiera que seas mi esposa —advirtió derramando poder en cada palabra. Su voz al hablar de sus hijos adquiría mayor trascendencia, firmeza y seriedad.

Eleanor asintió tragando en seco. Llevaba razón, no era quien para mandar u opinar sobre la crianza de esos niños, pero de igual forma lo hacía, y no entendía el motivo.

—No quiero este casino, ni nada que me ensucie de tus negocios —disertó decidida a no mancharse de lo que esa familia trataba, mucho menos de los negocios ilegales junto a la comercialización de petróleo.

—Es una lástima, porque ahora que llevas el apellido Markov todo te involucra. No te preocupes que no haré que mates a nadie, esa es nuestra especialidad —le guiñó un ojo provocándola, dejándola rabiando como siempre le gustaba.

Irrumpiendo el tenso momento, uno de sus hermanos, precisamente Sergei, se acercó y murmuró algo hacia Emilio. Debió imaginar que luego de lo ocurrido serían precavidos de hablar en ruso frente a ella, por lo que miró hacia otro lado simulando que no le interesaba o que no moría de gansa de preguntarle sobre Sebastián.

En el instante que su boca amagó a abrirse, su cabeza accionó decidiendo que guardara silencio, que ya no se humillara esa noche como lo hizo. Emilio no le daría las respuestas, la dejaría por fuera de todo aquello que él quisiera, incluso del verdadero motivo de ese matrimonio. No era ninguna ilusa para creerse que fue un acto de bondad hacia el pedido de su padre, la punta del iceberg recién sobresalía y parecía abarcar más de ella de lo que imaginó.

Buscaría la forma de obtener las respuestas por su cuenta, demostraría ante él que no le había afectado lo ocurrido, ni lo que significaba que ese casino estuviera su nombre.

¿Sería capaz de mancharla para salir con sus negocios? Carajo, debía andarse con cuidado, e informarse lo más que pudiera de su adversario.

Sea lo que sea ese matrimonio, para ella ya era toda una batalla de supervivencia.

—Quédate con ella —demandó hacia ese joven rubio. Sergei asintió obediente colocándose a un lado de esa mujer, casi tan igual como un soldado.

Eleanor no tuvo oportunidad de quejarse o refutar la orden de su esposo, él ya se perdía entre los invitados marchándose otra vez dejándola maquinando cada amenaza que le hizo esa noche.


🖤🖤🖤

—La pregunta es si tu esposa dirá algo de lo que ha visto.

Donovan cruzaba sus piernas con la mirada atenta en su hermano. La preocupación de que todo se les fuera de las manos gracias a una mujer siempre habitaba en ellos. No debería ocurrir una segunda vez.

—No lo hará —negó Emilio encendiendo el segundo cigarro en esa oficina del casino. Su cabeza daba vueltas, y sería un hipócrita de fingir que la situación de Eleanor no lo alteraba al grado de prenderse a ese asqueroso vicio.

Juraba que esa mujer lo sacaría de quicio, y que su hermano mayor se diera cuenta solo complicaba más las cosas.

—Debo decirte que no me agrada lo que has hecho con este casino —acusó sincero, con calma —. Te pedí que no lo abrieras, pero tus impulsos pueden más.

—Ya sabes por qué lo hago.

—Claramente.

—Es importante que tenga tu apoyo en esto. Sé que estoy complicando los planes con Di'Ángelo —mencionó largando la primera calada de humo.

Donovan acomodó su saco, y alzó sus hombros restándole importancia.

—Sería muy imbécil de querer atacarnos de nuevo luego de que robemos a su esposa esta semana, pero solo para estar más tranquilos te pediré que dobles la seguridad de este lugar. Aprovecha el cargamento que ha venido —aconsejó poniéndose de pie dispuesto a irse, dando el último trago a su vaso.

—Es lo que pensaba hacer —asintió severo.

Su hermano apretó sus labios en una fina línea acercándose a él, observándolo de esa forma en la que estudiaba a las personas. Donovan era capaz de planear la muerte de cualquiera solo con verlo a los ojos, hallar la forma mas sádica y despiadada de hacerlos sufrir junto con León, pero también la experiencia adquirida en los peores momentos que atravesaron codo a codo lo hicieron detectar cuándo Emilio fallaba, cuándo actuaba sin pensar y las consecuencias de sus actos.

Por algo era el líder del norte de Rusia.

—No veo que tengas la situación de tu matrimonio controlada, Emilio —soltó directo.

Su hermano rodó los ojos rascando su cuello. Ni siquiera él creía estar controlando a su esposa, por momentos perdía el rumbo de lo que estaba bien y mal, de lo que debía hacer y lo que su cuerpo le exigía.

—Es hija de Lawson ¿Qué esperabas? —refutó peinando su cabello hacia atrás.

—Que pudieras dominarla.

—No es tan fácil, ella no me la hace tan fácil —confesó mirando por el inmenso televisor la sala del casino que las cámaras colocadas secretamente le brindaban. La encontró de pie conversando con Caroline, mientras Sergei bebía un poco a su lado.

—Luego de lo que ha visto tendrá cientos de preguntas, intenta darle información que nos convenga a todos antes que busque la verdad por sus medios —demandó solemne, observando la pantalla junto a él.

Emilio sintió sus brazos tensarse. Eleanor no podía saber qué ocurría, no podía arruinarlo todo de esa forma.

—No se enterará del asunto de Dasha, y no estropeará nada, puedo jurártelo —farfulló entre dientes sintiendo su pulso dispararse.

Su hermano soltó una escueta y ronca risa.

—A esta altura comienzo a pensar que no será ella quien lo haga —sentenció tirano, dándole el sentido que Emilio no iba a admitir porque buscaba enterrar la debilidad de su carne por esa mujer —. No salgas del carril, Emilio, no otra vez —murmuró cerrando la puerta a sus espaldas.


🖤🖤🖤

No podía dormir.

Por más que intentara cerrar sus ojos y obligarse a conciliar el sueño, el estruendo del disparo se reproducía una y otra vez en su cabeza, junto a la imagen de Enzo de pie con full conocimiento de lo que hacía.

Llevó su mano al colchón; vacío. Otra vez Emilio no dormía a su lado, o posiblemente había salido, peor aún, había regresado al casino a continuar con aquellas reuniones con sus hermanos.

Dios, necesitaba tener más información de lo que eran cuanto antes.

Caminando por el largo pasillo en busca de un vaso con agua, encontró la puerta de la habitación de Ethan y Elliot semi abierta. Lo que vio la hizo detenerse abruptamente y comprobar que su esposo llegaba a ser tan macabro como también padre de dos niños, además de un adolescente.

Emilio cargaba a un dormido Elliot en brazos con experiencia, comodidad y sobre todo calma. Se lo veía sereno, incapaz de cometer cualquier atrocidad que pasara por su cabeza.

Y con aquel pantalón de pijama cayendo de sus caderas, su torso desnudo, y un bebé en brazos bastó para que esa mujer tragara duramente y quisiera dormir en otra cama. ¿Cómo luego de lo que vio seguía deseándolo, ansiando su contacto?

—Mañana saldré de viaje por tres días —habló mientras dejaba a su hijo en una amplia cuna y lo cubría con su manta.

Era obvio que sabía de su presencia, incluso cuando ella se apoyó contra el marco de la puerta incapaz de apartar sus ojos de ese momento paternal.

La cama con forma de autos de carreras cobijaba a un tranquilo Ethan que viéndolo así nadie pensaría que sería un huracán, y aunque Emilio fue contundente aquella vez, Eleanor sabía que seguía haciendo de las suyas o que no demoraría en que largara otro ataque.

—Bien.

Fue todo lo que dijo. No era claro si estaba preparada para averiguar el motivo de tal viaje, posiblemente esa amante que sospechaba tenía.

El nombre de Dasha que oyó en el casino la aturdía.

—Laisha se encargará de Elliot —prosiguió ahora con Ethan peinando sus rulos hacia atrás y besando su frente.

Basta.

Por el amor de Dios, basta de hechizarla de esa manera.

—No me molesta hacerlo, si no estás no tengo inconveniente en q—

—Laisha es la única que puede hacerlo —la corrigió despectivo, sin dar lugar a objeción.

—¿Tienes miedo que ataque a tus hijos? Creí que están lo bastantes entrenados como para defenderse por si solos —retrucó dolida por su comentario.

Era cierto que no iba a hacerse cargo de sus hijos solo porque estuviese casada, pero que él no permitiera que tocara al bebé como si la acusara de lo peor, era algo muy distinto.

—Veo que sigues con el asunto de Enzo —murmuró saliendo de la habitación dejando una ola de calor a su paso, así como la fuerte colonia masculina que se echaba luego de su baño.

Lo siguió como abeja a la miel, escupiendo el fuego de tanto suceso.

—¿Cómo pueden permitirlo? ¿Cómo Enzo puede ser capaz de disparar y quitarle la vida a otra persona?

—Enzo es un adolescente, no un niño —aclaró mirando por encima de su hombro cuando llegó a la habitación de ambos.

—¡Es menor de edad! No debería estar en la posición que lo tienen tú y los psicópatas de tus hermanos, porque eso es lo que son unos malditos criminales.

Emilio asintió cabreado tirando las sábanas fuera para acostarse de una vez. Cuanto más rápido cerrara sus ojos, más leve sería el sufrimiento de contener sus instintos.

Esa mujer jugaba con fuego

—Me iré mañana a Nueva York por trabajo, deseo dormir si no te molesta, milaya —suspiró con su cabeza en la almohada —. Y, por cierto, Enzo es mi hijo, así que ve olvidándote de hacerme otra de estas escenas. Buenas noches —sentenció arqueando su ceja con desdén y arrogancia para luego cerrar sus ojos.

Eleanor soltó una bocanada de aire contemplándolo ahí de pie ante él. Hizo sus manos un puño clavando las uñas en su piel, y viéndolo dormir quiso aborrecerse a si misma porque no lograba diferenciar qué la irritaba más si ver que él no quería que se involucrara con sus hijos en ningún sentido, o que fuera capaz de dormir plácidamente y no como ella, que debía tragarse otra noche las ganas de ser tocada por esas crueles y brutales manos.











Tantas preguntas y sin respuestas. Ojalá supieran todo el trasfondo de Dasha y Eleanor, pero no se puede 🥵

Muero por Donovan, lo admito 🤭😨🖤✨

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