Capítulo 17
—¿Cocinas todos los días aquí?
—Nadie más lo hace, señora —respondió Laisha picando unas verduras para hervirlas.
Eleanor asintió dándole la razón. No era que tampoco Emilio iba a cocinar y el colmo es que se pusiera Enzo a hacerlo. Pero no podía evitar sentir el vacío de esa casa y apenas llevaba dos días bajo ese techo. La necesidad absurda de vivir en una mansión para ni siquiera usar todas las habitaciones o aprovechar esa magnífica y elegante cocina era una locura.
—¿Qué harás de cenar para hoy?
—Pelmeni.
—Si, no tengo idea —chasqueó su lengua recargando su cuerpo contra la fría mesada. El silencio si bien era espeluznante, preparaba sus oídos para cuando volvieran los hijos de Emilio, y sobre todo él.
—Es un poco de carne enrollada en masa que contiene huevo duro. Aunque al señor le gusta con bastante cebolla —contó señalando el recipiente con las cebollas ya cortadas —. ¿Quiere aprender?
—Otro día tal vez —sonrió amablemente.
El ruido de la inmensa puerta abrirse y la voz de recibimiento del mayordomo la pusieron en alerta. Pese a que la cocina estuviese alejada de la sala donde compartían la mesa, no impedía que escucharan todo. Eleanor se había dado cuenta que no ingresaban por la puerta principal que llevaba a la inmensa sala de eventos, sino que Emilio y todos ahí lo hacían por la puerta del jardín que daba a la parte de la casa más hogareña, pero que de igual forma no dejaba de ser absurdamente elegante.
—Levanta la mochila —rezongó Enzo a medida que se iban acercando a la cocina.
—Tengo hambre —se quejó Ethan metiéndose de lleno hacia donde estaban esas mujeres y abriendo la heladera de prisa.
Eleanor arqueó una ceja al verlo sacar un elegante plato con el postre que Laisha hizo poco más de una hora atrás. Carraspeando le golpeó el brazo a esa mujer incitándole a que le dijera algo, pero Laisha solo sacudió su cabeza resignada.
Increíble.
—El postre es para luego de la cena —le hizo saber ella de brazos cruzados. Ethan solo imitó su voz y siguió comiendo con sus manos, parándose en uno de los grandes asientos de la mesada —. ¿Dejarás alguno para los demás?
—¿Quién? —frunció el ceño limpiando sus labios con su mano.
Dios, que desastre, y junto aquellos rulos incapaces de controlar era un mismísimo huracán.
—Tú.
—Te preguntó —sonrió desafiándola. Rápidamente se bajó de la silla y se perdió en el inmenso pasillo dejándola ahí, rabiando por sus contestaciones y sus pocos modales.
Ese niño le sacaría canas verdes.
—Buenas noches —saludó Emilio ingresando también a la cocina y sirviéndose un poco de agua sin ser consciente de que su hijo se comió parte del postre destrozándolo.
—Señor Markov —se apresuró en responder Laisha meciendo su cabeza.
En su metro ochenta, con su saco negro hasta sus rodillas y tirando su cabeza hacia atrás vaciando el vaso, Eleanor evocó el beso que compartieron hoy en la mañana donde se sujetó de su saco como si su vida dependiera de ello. Sus mejillas empezaron a arder y trató de enfocarse en los agiles dotes que tenía Laisha para la cocina.
—¿A qué hora has llegado? —preguntó observándola fijamente. Tenía su mano apoyada contra sus caderas tirando su saco hacia atrás de una forma tan masculina.
—Hace poco rato —contestó indiferente, aunque no mentía. Había salido de la oficina pasada las cinco de la tarde luego de trabajar en el informe sin permitirle seguir estropeando su día. Lo bueno es que él salió antes en busca de sus hijos y demoró más de tres horas con ellos.
Lo ilógico para Eleanor era desear un respiro de esas personas cuando apenas iban dos días.
—¿Alek te ha traído?
—Ya sabes la respuesta ¿no?
Emilio asintió observándola de pies a cabeza con descaro, sus ojos oscureciéndose. Eleanor miró por el ventanal dándose cuenta que ya era de noche, y que debía compartir la cama con él. Carajo, ya no se sentía tan valiente, pero de igual forma tiró sus hombros hacia atrás y puso su mejor cara de aburrimiento.
—La cena estará en diez minutos, pueden sentarse, señor —irrumpió Laisha con aquel tenso momento.
—Gracias —dijo Eleanor descruzando sus piernas para salir de ahí.
—¿Qué hace este postre aquí afuera?
La pregunta de Emilio la hizo detenerse en la puerta. Él arrugaba su frente con desagrado por lo que veía, y Eleanor se dio cuenta que tal parece no le gustaba el desperdicio que hizo su propio hijo dejando restos por toda la larga mesada, y parte del piso, y ni hablar de la elegante presencia que había perdido tal manjar.
En el momento que Laisha iba a responder seguramente cubriendo a Ethan, aquella castaña se le adelantó.
—Ha sido tu hijo quien destrozó el postre que era para luego de la cena —acusó con seriedad para luego salir de la cocina.
Sobre la inmensa sala, Enzo y Elliot ya esperaban sentados al lado de la cabecera. Dos lugares sobraban en el otro lado y uno era para ella, optó por el que estuviese más alejado de Emilio, pero no se salvaría de que a su izquierda estaría nada más ni nada menos que el mismísimo Ethan.
—Buenas noches —mencionó educadamente hacia los dos allí presentes. Enzo saludó con un leve movimiento de su cabeza.
—Siéntate en esta silla —espetó Emilio sacando la silla a la derecha de la cabecera.
—Prefiero este lugar —apoyó sus brazos en la mesa ignorando su presencia.
—Eleanor —su voz gruesa iba cargada de advertencia y enojo, pero también de cansancio.
Alzando su cabeza hacia Enzo y el bebé, decidió no comenzar una discusión frente a ellos, y terminó accediendo.
—¿Dónde está Ethan? —preguntó hacia el mayor de sus hijos.
—En la otra sala con su Tablet.
Emilio cerró sus aojos bufando, apretando su mano en un puño sobre la servilleta. Señal suficiente para que Enzo se pusiera de pie y fuera a buscarlo, dejándolos solo con aquel bebé quien resopló en un pintoresco ruido.
Eleanor no estaba preparada para presenciar la primera sonrisa sincera, pero cansada, en aquel estoico hombre, que a pesar de tener su mano apoyada en su mentón, fue imperdible. Era como si aquel duro rostro se iluminara viendo el movimiento de los pies del pequeño. Pero toda esa luz se esfumó cuando Ethan hizo la caminata de la vergüenza hasta la mesa.
Al llegar a Eleanor solo la miró achicando sus ojos avisándole que ese era su lugar.
Pues al diablo, graciosillo, te aguantas.
Laisha apareció justo en ese instante con una bandeja cargada y empezó a servir cada plato con todo lo que había preparado. Esa castaña podía jurar que nunca vio esa clase de comida, en donde bolas de masa eran rellenas de carne, con una salsa por encima. Le apetecía, claramente, pero no dejaba de llamarle la atención las cosas que comían ahí.
Regresando a la cocina, volvió con otro plato pequeño con varias verduras y trozos pequeños de carne. Elliot empezó a mover sus piernas observando el plato de color azul con deleite.
—Gracias —disertó Emilio doblando las mangas de su camisa hasta sus codos.
Fue ahí que Eleanor se dio cuenta de la cantidad de tatuajes que marcaban su piel, adueñándose de ella. Dándose cuenta que se había quedado mirando más de la cuenta, regresó su atención al plato probando el primer bocado. Soltó un suspiro cargado de sorpresa al detectar el exquisito sabor.
—No me gusta esta comida —se quejó Ethan interrumpiendo los pocos segundos de silencio en los que solo se escucharon los ruidos de los cubiertos y a Elliot mover un pequeño auto en su mesa mientras su padre le daba de comer.
¿Por qué tenía que ser tan débil ante esa imagen paternal? ¿Por qué tenía que quedarse mirando fijamente su brazo tatuado estirado que alimentaba al bebé? Y peor aún, es que se veía cien veces mas atractivo haciéndolo con su traje todavía puesto.
—No hay otra —le avisó Emilio concentrado en lo que hacía. Aún no había tocado su plato, pero esta vez Enzo comía tranquilamente. Y eso fue algo que Eleanor notó al instante.
—Quiero la misma que tiene Elliot —exigió moviendo su plato hacia el centro de la mesa.
—¿Quieres comida de bebé, Ethan? ¿Eso es lo que eres? —lo miró por encima de su brazo estirado.
—Es más rica que esto —indicó dispuesto a no dar tregua.
Eleanor notó la tensión en el brazo de Emilio, como miraba hacia un punto lejos de la sala y pasaba su mano por su cabello peinándolo hacia atrás. Le extendió la cuchara a Enzo para que siguiera alimentando al bebé.
Oh no, esa mirada no podía ser buena y Eleanor solo quería terminar ese manjar y no saber lo que pasara entre padre e hijos. Pero cuando lo vio apoyarse contra el respaldo de la silla y clavar sus ojos en aquella mata de rizos rubia, supo que no tendría oportunidad de ponerse de pie.
Emilio cruzó sus manos por encima de su abdomen y pasó su lengua por sus dientes mirando al único niño que parecía no temerle a su padre, y existía gente que le temía, personas que trabajaban para él que serían incapaces de decir que no, pero Ethan no medía las consecuencias, y todo por un plato de comida.
—¿A qué te refieres con esto? —le preguntó severo.
—A lo que ha cocinado Laisha, no me gusta su comida —admitió alzando sus hombros.
—Es quien te cocina hace años, y hasta ahora no te he visto quejarte —acusó suspicaz.
Enseguida la cabeza de Eleanor empezó a procesarlo todo. La madre de Ethan no estaba presente, por algo era Laisha quien se encargaba de él, pero ¿No era la misma madre que Elliot?
—Quiero la carne que tiene Elliot —demandó de brazos cruzados.
Emilio asintió molesto, meditándolo todo un segundo. La tensión en esa mesa era algo que Eleanor jamás presenció, y confiaba que la comida iba a caerle fatal si seguía engullendo fingiendo que no prestaba atención.
—La comida que tiene tu hermano es para él, así como la que tiene Enzo y la que tenemos todos. Comes lo que hay en tu plato, Ethan —reprendió alcanzando su vaso para beber un poco de agua.
—No me gusta esta comida —insistió provocando que su padre golpeara el vaso contra la mesa con más fuerza de la necesaria ante su terquedad.
Eleanor cerró sus ojos rezando que ese niño cortara con su berrinche si no quería despertar a la bestia que amenazaba con convertirse su padre.
—La comerás de igual forma, y de aquí no se levanta nadie hasta que lo hagas, ya que nos has dejado sin postre por estropear lo que cocinó Laisha para todos —rezongó con voz neutra. En ningún momento había alzado la voz, pero eso no impedía que de igual forma se notara el dictamen en él.
—¿Te lo ha dicho la chusma? —miró hacia Eleanor con arrogancia. No deseaba sonar paranoica pero aquel niño estaba jurándole una guerra con solo clavar esos ojos azules en ella, tal como una vez lo hizo su padre.
—¿Qué has dicho? —preguntó Emilio dejando los cubiertos en el plato. Enseguida Ethan se arrepintió haciéndose un ovillo en su silla. Enzo solo sacudió su cabeza sabiendo que tarde o temprano pasaría.
Esa mujer quiso no sentir la culpa barrer por su estómago quemándolo todo a su paso.
—Déjalo, Emilio —soltó de repente ganándose su mirada furiosa de su nuevo esposo —. Se me ha ido el apetito, buen provecho —anunció carraspeando dispuesta a huir.
—Siéntate.
Su voz autoritaria, su rostro marcado por el cansancio y el enojo de lo que ocurría con uno de sus hijos era espeluznante. Eleanor ya no entendía si hacerle caso o no, cualquiera de las dos opciones llevaba la misma consecuencia.
—Prefiero no presenciar esta discusión —se defendió —. Es un asunto entre ustedes —le hizo saber con fingida naturalidad. Pero si esa situación con Ethan era recurrente, más le valía ir eligiendo una silla en otra mesa.
—He dicho que te sientes, Eleanor —exigió contundente, señalando la silla. Bufando exasperada, se dejó caer de vuelta a su lado, sin mirarlo, con su atención puesta en el bebé frente a ella. Era una vista más serena, al menos —. Repite lo que has dicho, Ethan.
—Lo siento —murmuró él sin alzar su cabeza.
—No, no es eso lo que te he pedido —renegó Emilio recargando su babilla en su mano —. Repite lo que has dicho sobre Eleanor.
El niño se removió en su silla ante la voz de su padre, y cuando esa mujer quiso abrir la boca para decirle que no era necesario, la mano de Emilio en el aire deteniéndola se lo impidió.
—Dije que era una chusma —su voz sonaba quebrada provocando que Eleanor apretara sus labios ante el impacto de su sensibilidad.
—Discúlpate por haberla llamado de esa forma, y discúlpate por haberle tirado su café encima esta mañana —enumeró severo dejando a un lado la idea de discutir los problemas mañana.
—¡Eso fue un accidente! —Ethan se quejó alzando la voz. Su hermano pequeño empezó a llorar por el susto.
Aquello era demasiado.
Emilio no se movió, sus ojos seguían clavados sobre su hijo esperando que hiciera lo que le exigió, y si ese niño pensaba que lo iba dejar estar solo porque Elliot lloraba, estaba equivocado. Bien sabían los tres como eran los rezongos de su padre, por algo Enzo no emitió un solo comentario.
—Lo siento —dijo en voz baja contemplando sus manos en su regazo.
—Mira a las personas a los ojos cuando te disculpas.
—Dije que lo siento —miró hacia su padre. Sus mejillas rojas detonaban la rabia en su pequeño cuerpo.
—No es a mí a quién debes mirar.
—Emilio...—murmuró Eleanor deseando que eso acabara de una vez, pero él no pretendía oírla.
—Lo siento, Eleanor —la miró a los ojos por un segundo para luego volver la atención a su plato.
Ella asintió repetidas apretujando sus manos nerviosas. La situación de tener que verlo llorar la hacía sentir culpable de haberle dicho a su padre que destrozó el postre, o el episodio en el desayuno.
—Cuando termines tu comida, te disculparás con Laisha por lo que has hecho con su postre, y luego con Enzo por haberlo insultado esta mañana —prosiguió ahora si sujetando sus cubiertos.
Eleanor miró a Ethan quien meció su cabeza aceptando lo que su padre dijera. Por más que aquella cena estuviese deliciosa, el agrio momento le dejó un nudo en la garganta.
—Si.
—Será la última vez que me entere que has insultado a alguien de esta familia, que le has quitado la comida tu hermano, y que ingresas a la cocina abriendo la heladera sin importarte que Laisha esté cocinando. Le pides permiso antes de hacerlo, así como respetas a Enzo por estar cuidándote —prosiguió, mezclando la salsa con los enrollados de carne como si estuviese hablando de algo tan trivial.
—Si.
—Y esta es la última vez que me siento a comer y haces berrinches por la comida. Si no te gusta lo que hace Laisha, a partir de ahora te pones en huelga de hambre, porque ha sido quien nos cocina hace años y no habrá otra opción que lo que se pone en tu plato. Tampoco lo vuelvas a hacer cuando yo no esté ¿He sido claro, Malysh? —arqueó su ceja hacia su hijo. Su mandíbula se apretaba cada vez que hablaba de desperdiciar la comida, o de no comer lo que esa amable señora les hacía, y en todo ese tiempo Eleanor parecía una pelota de tenis de lado a lado, asombrada.
—Si, papá.
—Entonces come —demandó solemne causando que su hijo empezara a engullir la cena que ya debería de estar casi fría.
Y asi como si no estuviesen en medio de una guerra, todos cenaron en silencio. Emilio volvió a alimentar a Elliot permitiendo que Enzo siguiera con lo suyo, y Ethan se devoró el plato rápidamente. Mientras que Eleanor intentó terminar el resto de su comida sin mencionar palabra, dándose cuenta de la jerarquía que tenía frente a sus hijos con solo mirarlos. Algo le decía que si abría la boca, él mismo le daría de comer, y aquello sonaba tan macabro como morboso.
🖤🖤🖤
Ingresó a la habitación de Emilio al cabo de una hora, siendo escoltada por él durante el trayecto por el pasillo. Desde que culminaron con la cena ninguno tuvo intenciones de hablarse, tan solo caminaron hacia la misma dirección sin discutirlo.
No pudo evitar alzar sus cejas sorprendida por la dimensión de esa habitación, y la enorme cama cubierta de sábanas azules y almohadones blancos. Las cortinas del gran ventanal le daban un toque medieval a la decoración, y ni hablar del balcón que daba hacia el precioso jardín trasero.
—El baño está por aquí —habló sacándola de sus pensamientos. Eleanor lo siguió de brazos cruzados hasta toparse con una habitación del tamaño de la suya en su apartamento.
Aquello estaba lejos de ser normal, pero menos lo era el jacuzzi donde podían entrar más de cinco personas. La ducha con vidrios cerrándola, el inodoro que resultaba mas cómodo que cualquier sofá, y a la izquierda de la puerta los dos lavabos sobre una mesada de roble sosteniendo un enorme espejo.
Aquello era increíble.
—Le pedí a Laisha que dejara tus cosas en el vestidor, pero no creo que las necesites —dijo regresando a la habitación y metiéndose en otra puerta que daba frente a la cama incitándola a que lo acompañara.
Soltó un jadeo atónita por lo que veía. El inmenso vestidor dividía una puerta corrediza el lado que le pertenecía a Emilio y él suyo. Eleanor no creía que toda la ropa que trajo de su casa lograra ocupar cada hueco, pero a medida que se fue acercando a ese laberinto, percheros de ropa nueva con etiqueta aparecían. Desde zapatos, vestidos de todos los colores y estilos, carteras, camisas, pantalones. Dios, era una mismísima tienda.
Alterada con la situación, pasó su mano por su cuello carraspeando. No se iba a dejar impresionar por eso, menos por el detalle de que los vestidos eran llamativos, de esos que ella le gustaba y que Antonio siempre aborreció.
Mirando por encima de su hombro, lo encontró apoyando su cadera contra la puerta del vestidor observándola con detenimiento. Señal suficiente par huir de ese lugar, de un espacio tan cerrado donde él estuviera.
—Debo salir a una reunión —le informó en cuanto ella pasó por su lado metiéndose a la habitación.
Eleanor dejó caer sus hombros agradecida de poder meterse a la cama sin que él estuviera presente. Tal vez le saldría con alguna exigencia, o pidiéndole su noche de bodas. No, se negaba a creer que llegara a ese extremo, pero ese hombre era una caja de sorpresas, no debía confiarse.
—Bien.
—¿No preguntarás a dónde?—inquirió mientras ella sacaba de debajo de la almohada su vestido de pijama. Por una extraña razón y por la costumbre de dejarlo en ese lugar toda su vida, fue lo primero que hizo al acercarse a la cama, y efectivamente lo estaba.
Detalles como ese que erizaban su piel. Emilio parecía saberlo todo.
—Prefiero no enterarme. Una esposa que no se entrometa en tus asuntos es lo que quieres ¿No? —lo provocó sosteniendo el vestido contra su pecho, lista para escabullirse al baño.
—¿Te lo dices para engañarte a ti misma? Porque no exisitó ni un solo momento en que no te entrometieras en todo, incluso en la cena.
—No quería que lo hicieras más grande de lo que era. No era mi intención que Ethan llorara —murmuró cerrando la puerta del baño a sus espaldas.
—Cuando le hable a mis hijos, trata de no meterte, por favor —pidió abriendo la puerta en cuanto ella le permitió.
Emilio se acercó al lavabo mientras Eleanor comenzaba a aplicarse su crema facial que oh, mágicamente estaba ahí ya.
—Por favor —repitió sacudiendo su cabeza —. Creí que no sabías la existencia de esas palabras.
—Que no las use no quiere decir que no las sepa —mencionó con su voz ronca. El silencio que vino después hizo que Eleanor girara su rostro encontrando aquella penetrante mirada en sus piernas desnudas y parte de la curva de su trasero.
El incendio se desató en cuestión de segundos de solo darse cuenta que estaba despertándolo, o por la necesidad que nació en su interior de saberse deseada por aquellos ojos a puntos de devorarla.
Era intenso, era la mezcla de lujuria y peligro que no debía colisionar para asi no perder la cabeza tan pronto. Pero la intimidad de ese baño, de tenerlo a él mirándola echarse crema, de su camisa remangada mostrando sus tatuajes...carajo, sus piernas ya temblaban.
Sin embargo, Emilio debía contenerse de no sacar a la luz todo lo que atravesaba por su cabeza al verla apoyada en el lavabo, con sus pies desnudos y tan femeninos, aquellas piernas torneadas y la cantidad de salvajismo cayendo por su espalda en cascada. Eleanor era una de las más crueles tentaciones, y aunque no iba a pedir lo que su cuerpo le exigía a gritos, deleitarse con observarla era la forma de sobrellevar todo lo que provocaba tener a esa mujer casi desnuda en su propio baño.
Incluso asi, parecían una pareja normal, y no lo que en verdad era ese matrimonio cuando ella abría su contestadora boca y se enloquecía gritando.
Recordando que Donovan esperaba por él y ya estaba tardando, salió del baño dispuesto a cambiar ese traje que llevaba puesto. Los ruidos en su habitación le avisaban que Eleanor ya merodeaba por la cama. Dándole más minutos de tiempo, abrió el cajon de sus relojes sacando el de cremallera roja, y también una nueva cajilla de cigarros.
—Alek se ocupará de la seguridad de la casa y de ustedes. Tengo a treinta hombres cubriendo el perímetro así que piensa muy bien lo que harás —mencionó arreglando su reloj ya cuando regresó a la habitación. Su pulso se aceleró de solo verla entre sus mismas sábanas, y su largo cabello esparcido hasta en su propia almohada.
—¿Tienes miedo de que me escape? —refutó enfocada en su teléfono.
—¿Quieres ir conmigo? —sonrió.
—Estoy aquí para hacerte la vida un infierno, no para salir y mostrarnos —alzó sus hombros indiferente.
Emilio tensó sus brazos deseando no haber escuchado aquello.
—Estás en dónde perteneces, no intentes huir porque correr es lo único que podrás hacer. Pero esconderte...—chasqueó su lengua con cinismo mientras encendía un cigarro.
Eleanor no podía creer que ese sujeto tenía el descaro de fumar en la habitación de ambos, y que eso ya le molestaba.
—¿Harás que esos gorilas me lo impidan?
—No tengo que enviar a nadie a detenerte ¿Quieres saber de que soy capaz? Inténtalo —espetó severo —. Pero yo no cometo errores, ni tendré piedad con quien no lo merece. Y puedo asegurarte que las consecuencias no serán simplemente palabras, ni lo que tanto deseas en esa mente retorcida tuya. Que descanses —farfulló solemne dejando en claro su postura dominante, abriendo aquellos ojos azules con fervor.
Emilio abrió la puerta dispuesto a salir, pero el golpe en su espalda lo hizo clavar sus botas negras contra el suelo. Esa mujer le había tirado uno de los almohadones.
—¡Lo único que deseo es no haberte conocido jamás!
Ante el grito, él se acercó de dos zancadas rabioso sosteniendo el almohadón bajo su brazo.
—Mmm —ronroneó asintiendo —. ¿Sabes por qué está noche dormirás sin preocupaciones en mi cama? —preguntó intentando calmar su respiración, contenerse —. Porque mientras tú te preocuparás de poner la cabeza en la almohada, yo tengo a casi cien hombres por toda la ciudad informándome sobre cualquier movimiento que te ponga en peligro. Por tanto, ocúpate de ser un poco más agradecida que el infierno ya lo vivo cada día —disertó acercándose con el almohadón para dejarlo en su lugar.
Fue un simple movimiento, pero mientras él estiraba su brazo por encima del cuerpo de Eleanor, ambos quedaron tan cerca que la barba de ese hombre rozaba su mentón cruelmente. Era la viva imagen de la más cruda de las masculinidades. Lo era todo, y no podía evitar odiarlo, aborrecer que la tratara de desagradecida.
—No me esperes despierta —la provocó fingiendo con esa siniestra sonrisa lo que no eran.
—Jamás lo haría —alzó su mentón llena de ira por sus juegos.
—Tu compañerismo me conmueve, Milaya —murmuró con voz ronca relamiendo sus labios ante la cercanía de aquellos femeninos —¿Le envío tus saludos a mis hermanos? —cuestionó incorporándose y estirando las mangas de su largo saco negro.
—Si, de paso también diles que vengan a cenar y compartiremos en familia con cuatro criminales y tres niños. Toda una imagen familiar —ironizó riendo.
—Cuida esa lengua, Eleanor, cuídala —sentenció entre dientes, no queriendo demostrar lo horrible que sonaron sus palabras. Su cigarro entre sus dedos casi termina en el suelo de la irritación recorrer sus extremidades.
Esa mujer jugaba con fuego pero también con su paciencia, y eso no era bueno.
—Que descanses —concluyó ella girando sobre el colchón hasta darle la espalda. Era capaz de oler su colonia impregnada en las sábanas.
Podía sentir sus ojos perforando su cuerpo, su respiración agitada, para luego oír el portazo resonar en toda la habitación.
Nada como esa primera noche de bodas, y otra discusión para el recuerdo.
Ay, Emilio en modo padre poniendo las reglas 🔥🔥🔥👰♀️.
Pero obvio que Ethan no terminara aquí, además de que me divierto con lo que hace y hará.
Este capítulo fue más modo familia pero el que viene será acción y acción 🥵 y también verdades 😇😊.
Recuerden que avisé en Instagram que faltan 3 capítulos (ahora 2) para culminar con las actualizaciones de noviembre. La historia continuará los últimos días de diciembre ya que es ahí cuando termino con mis exámenes finales 😔😔😔.
Tal vez termine noviembre muy picante 🌶🌶🌶🤣🤣 (pecadoras) 🥀
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