Capítulo 12
Lunes.
Apenas tuvo tiempo de meditarlo todo el domingo, y pese a que se quedó encerrada en su casa sin ganas de recibir a nadie, no logró descansar lo suficiente. Tampoco creía hacerlo los próximos días, su cabeza era una calesita que giraba sin cesar provocando que el blíster de pastillas para la migraña no abandonara su lado.
Casarse.
Era el pensamiento más fuerte y que más miedo le daba, y que su madre también lo mencionara era intolerable. Veinticuatro horas bastaron para darse cuenta que Emilio tenía razón; vivió en una nube o burbuja toda su vida, y aunque quisiera creerse que su padre no estuvo metido en negocios raros ya la realidad superaba sus anhelos.
Nada de lo que ocurrió el fin de semana era casualidad. No existió tal robo, nadie quiso copar la boda porque sí. Todo fue dirigido intencionalmente, Emilio estaba preparado, su gente también, hasta su propia madre.
Las preguntas que Eleanor tenía a esa hora mientras conducía hacia su propio edificio eran una locura; ¿Por qué? ¿Por qué debía casarse? ¿Por qué lo estaba considerando? ¿Por qué su madre sabía y ocultaba tanto? ¿Por qué Emilio buscó acercarse a ella? ¿Por qué la balacera? Y lo peor aún ¿Por qué firmó ese contrato?
Resoplando y pasando su mano por su rostro buscando despabilarse, observó el sobre amarillo sellado sobre el asiento de al lado. No tenía el coraje para abrirlo, sabía que era la copia de lo que firmó el día del anuncio de sus servicios para Markov Industries, pero los últimos sucesos y lo que ahora empezaba a sospechar la detenían de querer leerlo.
Búscate un abogado, había dicho Sebastián.
¿Pero de verdad existiría alguno que fuese capaz de ir contra Emilio Markov? O que superara el poder y jerarquía que él tenía en esa ciudad. Ningún abogado por más élite que fuese ganaría un juicio contra él.
Y eso que no lo conocía para nada, pero la mirada cargada de advertencia era capaz de bajar a todo él que se pusiera en su camino. Necesitaba respuestas a la catarata de preguntas para así calmar sus nervios un poco, y la sola idea de que lo estuviese considerando le daban ganas de vomitar, y no únicamente por el hecho de saber que estaría enlazada a él, sino lo que conlleva un matrimonio.
La imagen de estar compartiendo una cama se instaló en ella durante el resto del trayecto. La sensación de sentir su mano firme asegurando su cuerpo en el momento de la balacera parecía estar repitiéndose en esos momentos. Quemaba, todo su cuerpo ardía por más contacto, por la simple y retorcida sensación de ser tocada por un hombre que no le transmitía otro sentimiento que bronca, ira, desesperación y calor.
Estacionó en su lugar de siempre durante los últimos cuatro años. Agradecía enormemente que los lunes y martes tuviera que trabajar en su propia empresa, y más que nada luego de semejante fin de semana. Debía guardar un poco de distancia de todo lo que amenazaba a caer sobre ella. Aclarar su cabeza antes de que no tuviera oportunidad a reclamar nada.
Sujetó el sobre de mala manera y salió del auto. Todo el estacionamiento estaba casi vacío excepto por tres autos. Todavía era muy temprano y que ella estuviese ahí una hora antes de trabajar dejaba en claro que su personal siempre marcaba la entrada cinco minutos previos al ingreso.
El taco de sus botas resonaba sobre el concreto retumbando en todo el estacionamiento. Su cartera ejercía tanto peso sobre su hombro que se terminó deslizando por su brazo cayendo al suelo.
—Mierda —farfulló entre dientes. Las llaves de su apartamento, las de su auto, su teléfono, todo esparcido.
Eleanor se agachó y empezó a juntar sus cosas, pero en el momento que volvía a ponerse de pie y caminaba hacia el ascensor del subsuelo, la luz de un auto la cegó por completo. Cubrió sus ojos con su antebrazo tratando de descifrar qué vehículo era, pero el resonar de las llantas fue suficiente para correr hacia el ascensor.
—No, no, por favor no —lloriqueó apretando el botón y ver que las puertas no se abrían. Miró sobre su hombro, el mismo auto giraba y volvía a ponerse en marcha hacia ella, esta vez más lento —. ¡Vamos, vamos! —bramó golpeando la puerta.
Sentía que seguía en la misma pesadilla del fin de semana, y que ese aparato no abriera la llevaba directamente a una película de terror de la que se negaba a formar parte. Observó todo el recinto, no había una sola persona que fuera capaz de verlo todo, y si moría ahí o la secuestraban nadie se iba enterar.
De pronto recordó las cámaras. Alzó su cabeza hacia la columna pegada al ascensor. La cámara se movía en todas direcciones. Eleanor se colocó ante ella y señaló toda su ropa, su camisa blanca, sus pantalones negros, y giró en su lugar para que se hiciera una toma completa.
Si alguien no se daba cuenta de su desaparición era mejor que supieran como iba vestida, y tampoco iba a confiar en que esa maldita cámara que giraba la hubiese capturado de pies a cabeza.
Ding.
Las puertas del ascensor se abrieron. Sin dudarlo y antes de que el auto se acercara más, Eleanor se metió de lleno topándose con alguien más. La sorpresa fue ver al mismo guardia de Emilio sosteniéndola de su brazo y saliendo del ascensor.
—Andando —espetó regresándola al estacionamiento.
—¿Qué...que haces? —preguntó nerviosa, de fondo el vehículo aceleraba detrás de ambos. Los tacones casi que no tocaban el suelo por cómo estaba siendo arrastrada por ese guardia.
No recordaba su nombre, pero si su cara, la cicatriz en su mejilla, y el acento marcado. Llegaron hasta una camioneta negra a la cual no se podía ver hacia adentro. Él abrió la puerta corrediza y subió junto a ella para luego dar la orden a quien sea que conducía que arrancara. Todo fue en escasos segundos, desde subirse hasta salir del estacionamiento a alta velocidad evadiendo el auto que atentó contra su vida.
Fue en ese instante que Eleanor se percató de que había tres tipos más con ellos, armados, todos corpulento y tatuados, y hablando con el mismo guardia con seriedad. No entendía lo que decían, la velocidad y brusquedad al hablar, acompañado del idioma ruso la confundían. Ni siquiera tuvo tiempo de preguntar hacia dónde iban porque una de las ventanillas se abrió para que uno de esos uniformados colocara el arma y disparara al auto que venía detrás.
—¿Por qué carajos disparan? —demandó atónita cubriendo su cabeza.
—Porque la persiguen a usted, señora Markov —respondió el guardia.
—¡No me llames así! Mi nombre es Eleanor Lawson, no Markov —refutó a los gritos en medio de los sonidos de los disparos, el bullicio del tránsito y su corazón a punto de salírsele por la boca. Apretó sus manos contra sus oídos sin poder creerse que estaba pasando por lo mismo del sábado.
¿En qué carajos se había metido?
Sin responder su lloriqueo y porque las ordenes que tenían eran claras, Alek sacó un teléfono de su bolsillo y lo colocó en su oreja.
—¿Es él cierto? —preguntó Eleanor dándose cuenta por sus gestos que no podía ser otro más que Emilio del otro lado —. Pásamelo —estiró su mano.
—No puedo hac —
—Ten por seguro que si todo esto tiene que ver contigo haré que te arrepientas de haberme hecho firmar ese contrato —demandó luego de arrebatarle el teléfono al guardia.
—Eleanor, hazle caso a Alek y no te bajes de esa camioneta hasta llegar aquí —ordenó severo con suma tranquilidad.
—¡Estás loco! No iré con estos tipos todos armados a ningún lado, mucho menos a donde estás tú —le hizo saber resoplando —. Mañana sacaré a todo mi equipo de tu empresa, no quiero estar en medio de ningún lío que tengas con tus enemigos y mucho menos en otra balacera ¡Casi me matan! ¿No entiendes eso?
—¿Has terminado con los reclamos? —inquirió sin ánimos. Eleanor no respondió —. Bien, te veo en la casa.
—¡No! ¡Me iré a mi casa!
—Muy bien, veo que si no aprendes por las buenas serán por las malas. Pásame con Alek —dijo cabreado.
Eleanor le devolvió el teléfono y se alejó lo suficiente para guardar la distancia con todas esas extrañas personas. Escuchó que el guardia hablaba con su jefe para luego cortar la llamada y darle nuevas indicaciones al chofer. La camioneta giró con brusquedad sobre la ruta en un semi círculo provocando que el bolso de esa castaña volara hacia el suelo.
Observó el nuevo recorrido que trazaban, y al cabo de cinco minutos se percató que llegaban a su apartamento. Sus hombros cayeron soltando el peso y tensión generada en esa mañana, por lo menos esta vez Emilio le dio tregua.
La puerta trancada impidió que bajara.
—Ábrela —le ordenó.
—Mire hacia afuera, señora Markov —sugirió Alek con calma, con esa mirada jovial que no transmitía nada mas que puro conocimiento y experiencia en acatar los mandatos de su jefe.
A punto de gritarle que no volviera a llamarla de esa forma, Eleanor miró por la ventanilla hacia su edificio. Cinco hombres ingresaban, y dos esperaban afuera tratando de pasar desapercibidos, pero las armas en sus cinturones eran notorias.
—¿Qué quieren? ¿Por qué están en mi casa?
—No me corresponde a mi decírselo, pero solo puedo adelantarle que, si se baja, no terminará de dar un paso cuando la subirán a aquella minivan —señaló sobre la calle —. El señor Markov quería que usted misma lo viera. Es imposible ingresar a ese edificio y no ponerla en peligro.
Cabreada y como niño que recién recibió un rezongo se acurrucó en el asiento y no dijo más nada. Miró por la ventanilla el resto del camino. Posiblemente decir algo en esos momentos no le serviría de mucho cuando desconocía la magnitud de lo que pasaba. Sentía ganas de llorar por darse cuenta que quisieron atentar contra su vida, que ahora su casa, su lugar seguro, tenía a tipos armados buscándola, y que en ese momento la única seguridad era Emilio.
O tal vez no, tal vez era su peor opción y estaba echándose a la boca del lobo al ingresar a su casa, pero su madre había sonado tan convincente al decírselo, al hablarle de enemigos de su padre, que debía significar algo.
🖤🖤🖤
Lo encontró de pie tomando de un vaso lo que parecía ser vodka en medio de la inmensa sala. Cuando la capacidad admitía a más de doscientas personas, verlo a él solo era majestuoso, como si fuese su propio palacio.
Oh, pero el enojo despertó desmesuradamente sobre Eleanor al ver la leve y descarada sonrisa en su rostro. Absurdamente cínico, insolente y atractivo, porque, aunque lo detestara, tenía el don de hacerla detenerse en su traje, en sus hombros anchos, sus brazos, su torso fuerte y aquel cabello rubio perfectamente peinado. Ni hablar de su rostro, de la línea de su mandíbula, sus ojos y cada maldito rasgo.
—¡Exijo una explicación y a esos tipos fuera de mi casa! —exclamó acercándose a él sin importarle la cantidad de guardias presentes. Se sentía ahogada, viviendo una nueva realidad de la cual no tenía respuestas, transitaba como un fantasma.
—Buenos días, Eleanor —saludó alzando su ceja y dando un nuevo trago.
Eleanor le arrebató el vaso de su mano y lo lanzó lejos estrellándolo en el suelo, harta de su maldita tranquilidad que no le aportaba nada, más que las ganas de golpearlo.
Juró por un momento oír la corta risa de Alek a sus espaldas.
—Si eres un puto criminal y andas matándote con gente por ahí fuera, es tu problema, pero ni yo quiero formar parte de esto, ni mi equipo tampoco. Es que no te das cuenta que antes de conocerte nadie siquiera amagó a atropellarme. No te das cuenta que has sido tú —golpeó su pecho incapaz de moverlo —, quien atrae todo esto, porque desde que te cruzaste en mi camino no han parado de pasar desgracias. Quiero que te alejes de mi vida, que resignes el contrato y nunca más verte la cara —reclamó entre dientes, sus ojos volvían a lagrimear, pero de la impotencia de no poder acabar con esa mueca de autosuficiencia, poder y seriedad que él le mostró.
Los ojos de Emilio se oscurecieron contemplando los de esa mujer, el músculo en su mandíbula se marcaba de tanta fuerza que ejercía. Y si no comenzaba a tirar esa casa abajo era porque había más personas ahí dentro. Con una señal de su mano, les ordenó a sus hombres que salieran de la casa. Ya sabían sus puestos, las tareas a hacer, pero él, sin embargo, se le estaba tornado difícil marcar el camino con esa testaruda mujer.
Sentía que no podía controlarla.
—Tengo tres advertencias para hacerte, y será la última vez que las diga de esta manera —espetó con voz ronca. Se acercó al inmenso bar de roble en la esquina de la sala y se sirvió otro vaso de vodka. Eleanor vio que también le servía Martini y casi amagaba a bajarse la botella y así olvidarse de todo —. La primera —se giró hacia ella y le extendió el vaso —. Cuando vengas a acusarme de algo trata de tener pruebas, o me veré obligado a hacerte pagar por decir mentiras —mencionó sincero, sin darse cuenta del frío que pasaba Eleanor ante su presencia —. La segunda —meció su cabeza admirándola de forma siniestra, capaz de conocerlo todo —. Es que si mi seguridad dice que no puedes moverte o da órdenes, debes obedecerlas sin chistar porque la función principal es proteger tu vida, Eleanor —concluyó testeando su nombre en sus labios tan peligrosamente.
—¿Por qué protegerme? ¿De quién? ¿Son tus enemigos o de mi padre? —lo interrumpió sintiendo su cabeza punzar.
Emilio encendió un cigarro y Eleanor aguantó las ganas de pedirle uno, aunque no toleraría la primera calada.
—La tercera y más importante, y perdóname si es tan larga, pero quiero asegurarme de que te quede bastante claro —recalcó riguroso recargándose en un mueble que seguramente sea simplemente por decoración —. No volverás a hablarme de esa forma delante de los demás, mucho menos de mi seguridad. Tampoco a pedirme que me aleje de ti porque eso no pasará por mas que te arrodilles frente a mí. Nos casaremos en dos semanas, y lo único que puedes hacer es ir escogiendo el vestido. El resto, me compete solo a mi —concluyó suspirando —. Un brindis por nosotros —alzó su vaso en el aire con una sonrisa nociva, incapaz de contagiar emoción alguna más que odio.
Aquella castaña sintió sus pies retorcerse dentro de sus botas, sus manos sudar de solo saber que la idea de un casamiento él no la abandonaría pese a nada, pero el motivo, el porqué, no se lo decía.
—¿Por qué tengo que casarme contigo? ¿Por qué me persiguen? ¿Qué es lo que quieres conmigo? —se atrevió a cuestionar en voz baja. Las fuerzas que le quedaban ya no daban para más, necesitaba descansar, apagar su cabeza y salir de esa pesadilla, pero abrir los ojos era verlo a él frente a ella.
Emilio no se iría a ningún lado, ni siquiera de sus sueños.
—Tu padre era un hombre muy inteligente, demasiado para su propio bien —la señaló cambiando de tema —. Y lo compruebo ahora escuchando tus preguntas que deberías saber las respuestas hace años. Lawson se encargó de que su única hija viviera en la burbuja en la que aún vive, lejos de los negocios, lejos de cualquier peligro. La realidad es que toda esa fachada no iba a durar mucho, Eleanor, en algún momento la inocencia la pierdes y a ti te ha durado veintisiete años. Una genialidad ¿A que sí? —dijo con voz ronca, lanzando el humo hacia adelante.
—No sé de qué hablas. Jamás me importó lo que hiciera mi padre con su empresa. Viví tranquilamente bajo mi propia seguridad.
—Mmm —chasqueó su lengua —. La cosa aquí es que te crees muy valiente porque nadie te ha seguido o intentó matarte antes. ¿De verdad creías que nadie te protegía? ¿De verdad jamás miraste sobre tu hombro y viste alguna persona cuidando tus espaldas? —arqueó su ceja expectante —. La inocencia y la ignorancia son dos armas peligrosas, una vez te acostumbras ellas eres incapaz de ver con otros ojos.
—¿Por qué quieres casarte conmigo? —lo cortó cansada de sus discursos, de lo aterrador que sonaba que hablara de su vida como si lo supiera todo.
—¿Quién crees que ha estado velando por tu vida desde que tu padre murió? ¿Antonio? —tiró su cabeza hacia atrás riendo.
—No respondas con otra pregunta.
—Eleanor, Eleanor —se paseó por su lado sujetando uno de sus rizos que hoy los llevaba atados luciendo su perfecto rostro en todo su esplendor —. Lamento mucho ser quien quiebre tantos años de ignorancia, pero como verás no tengo alternativa —respiró contra su nuca erizando la piel de esa mujer en apenas un segundo.
—Solo dilo de una puta vez —farfulló entre dientes asqueada con su propio cuerpo por el reaccionar ante ese monstruoso hombre.
—Lenguaje.
—Lenguaje m—
—Tu padre creó negocios muy turbios, le debía a mucha gente en Nueva York, en Las Vegas, y varias zonas más. Confórmate con saber que sus últimos años fueron los peores. Tenía gente peligrosa merodeando a su alrededor, buscando cobrar lo que él debía, y que haya muerto de cáncer es lo mejor que le pudo pasar si no quería que su familia acabara asesinada —contó ahora frente a frente —. Lo bueno es que al unirse conmigo, tú y tu madre jamás se enteraron de lo que hacía Lawson, tampoco de que sus vidas dependían de un hilo y quien daba las decisiones de seguridad era yo todo este tiempo —se señaló triunfante —. Imagínate lo desesperado que se hallaba tu padre para tener que decidir unirse a la Bratva, Eleanor —rio peinando su rubio cabello que se calaban por sus anillos —. Sorpréndete ¿Cierto? Hasta el día de hoy me resulta una locura —suspiró relajando sus hombros.
—No...no comprendo qué es de lo que hablas —se alejó asustada. La palabra Bratva se repetía en su cabeza y no recordaba de dónde la conocía, tampoco lo que significaba. Pero si había que unirse a ella es porque se trataba de algo fuerte.
Emilio rodó los ojos sacudiendo su cabeza.
—No me dirás ahora que no sabes qué es, porque no tengo tiempo para explicarlo. Lo único que debes saber es que tu padre se unió buscando protección, buscando que le ayudemos a cuidar su familia por si venían a buscarlo, y eso es lo que he hecho —apretó sus labios con orgullo.
—¿Tú también perteneces a ese grupo? Es por eso que mi madre te conoce, ella lo sabía —adivinó pasando su mano por su cabello siendo consciente de lo mucho que debía hablar con su madre.
—Me agrada cuando vas uniendo las ideas —dijo acercándose —. Has salido a tu madre, aunque ella es más sabia y no hace semejantes escenas —la señaló de pies a cabeza.
—Si mi padre te pidió protección, ¿Qué tiene que ver la locura de que quieras casarte conmigo? Sigo sin entenderlo, tampoco porqué empezaron a atacarme ahora cuando según tú eres el puto amo de la seguridad —reprendió irónica mordiendo su labio con fervor.
La sola idea de imaginarse a su padre los últimos años de vida con miedo, o metido en asuntos ilegales, le dejaban un sabor amargo. No quería cambiar la imagen de su familia en su cabeza, no deseaba reemplazarla por una en la que ella ignoró lo que en verdad su padre era.
Emilio mordió el interior de su mejilla conteniéndose. Admitía que aquel comentario le causaba un poco de gracia, pero que ella no le viera la importancia al asunto era descomunal. Eleanor no tenía conocimiento alguno de lo que era su padre, de todo lo que ocurrió mientras ella aspiraba a comprometerse con el imbécil de Antonio.
—Estas personas que están persiguiéndote, tratan de cobrar lo que tu padre dejó en deudas.
—Tengo suficiente dinero en el banco, diles que puedo pagarles —aclaró convencida, pero la risa sincera de aquel hombre burlándose de sus palabras la puso en duda.
—Eleanor, querida, ya no les importa el dinero, no es así que se arreglan los problemas. Quieren tenerte a ti y de paso, como daño colateral, matar a tu madre. Es algo muy común, y la paciencia que han tenido fue considerada —alzó sus hombros y tiró su cabeza hacia atrás para vaciar el vaso de vodka. Sus anillos sonaron contra el cristal.
Eleanor sintió sus piernas tambalear, y el mareo la hizo sentarse en el sofá de la sala. Imaginarse que ella estaba en peligro era una cosa, pero que buscaran atacar a su madre quien no contaba con nada de protección, solo con sus dos amigas y vecinas era lo que más la preocupaba. ¿Qué tal si iban por ella primero?
—Necesito avisarle a mi madre, tengo que ir con ella —le hizo saber pálida del susto.
—Uh-uh —chasqueó su lengua negándose —. Reforcé su seguridad de siempre, nadie puede acercarse a su casa sin que yo lo noté. Tu madre está al tanto de todo, la única que restaba por informar eres tú.
—Gracias, que considerado —arremetió entre dientes, apretando sus manos sobre su regazo.
Lo observó de reojo, a su derecha Emilio recargaba el peso de su cuerpo en el bar de la sala, pero sus ojos estaban puestos sobre ella, posiblemente esperando que tirara la casa abajo. Aquella castaña se dio cuenta que no tenía alternativa, que la verdad era esa, que si su madre ya estaba al tanto significaba que ya no se trataba de una pesadilla, sino la pura realidad.
De pronto recordó el sobre en su cartera, la copia del contrato que firmó, y que aún no recibía respuesta de ese indiferente hombre sobre el casamiento.
—Entiendo lo que dices, que tal vez mi padre estuvo metido en negocios turbios —comenzó con voz neutra.
—No, tal vez no. Es la verdad, Eleanor —impugnó con firmeza.
Ella se atrevió a rodear los ojos sin interesarle que él vea semejante gesto infantil.
—También que mi madre siempre estuvo enterada y que yo he vivido en una burbuja. Que existe un grupo que se llama Bratva y que tú perteneces a él. También que te has encargado de nuestra seguridad tanto tiempo —continuó hablando sosteniendo su cartera.
—No esperaba menos de ti.
—Ahora, quieres que me case contigo como pago por lo que has hecho, por darme seguridad sin que yo lo supiera, o que mejor, mi padre te prometió que lo harías si lo ayudabas —demandó abriendo el sobre y sacando el contrato, todo bajo su atenta mirada.
Leyó la última hoja y jadeó atónita apretando su mano sobre esos papeles. ¿Cómo pudo ser tan ignorante? ¿Cómo pudo confiar en que lo que ambos pactaron sería lo que estaba firmando?
—Léelo en voz alta, por favor. No me canso de saber una y otra vez que terminarás a mi lado bajo este mismo techo —movió su mano alentándola, pero con una sínica sonrisa que sostenía su cigarro.
Quiso gritar, lanzársele encima y golpearlo. Ya no comprendía de donde salían tantos instintos violentos de atentar contra la vida de otra persona, pero cuando se trataba de ese sujeto sus peores deseos salían a la luz, esos que eran provocados por la sola idea de que no huiría de nada, ni siquiera de él.
—"Fíjese como cláusula que el presente contrato se celebrará siempre y cuando ambos titulares celebren la unión del matrimonio en un plazo de sesenta días como máximo. En caso de que dicho estatuto no se lleve a cabo, la unión de Markov Industries y Lawson's Digital será anulada absolutamente." —concluyó.
La última oración fue perdiéndose en la voz de Eleanor, pero fue acercando a Emilio hacia el sofá quien se colocó detrás, sobre el hombro de esa estupefacta mujer, acelerando su respiración.
—¿Sabes lo que dicen de leer la letra pequeña? —inquirió cerrando sus ojos, moviendo su nariz sobre la coleta que sostenía sus perfectos rizos. Dios, eran perfectos, y olía tan bien que lo noqueaba.
—Si.
—En este caso debiste leer la letra grande, porque te lo serví en bandeja, Eleanor, y ni así has sido capaz de darte cuenta antes—trazó su pulgar por la longitud de su cuello, electrizando su piel, aumentando el calor en su pecho. Era un contacto peligroso, pero sumergida en su nueva realidad, Eleanor era incapaz de cortarlo —. ¿Sabes qué me resulta fascinante? —remarcó con su acento fuerte —. Que pienses que esto es algo que tu padre me debía, y no que es sencillamente algo que yo planeé o que deseo que te metas a la cama conmigo como mi esposa.
El cuerpo de Eleanor se tensó por completo.
—Eres detestable.
—¿Sabes las veces que permití que Antonio te tocara o que simplemente lo besaras mientras yo observaba todo, y velaba por tu vida? —dictaminó apoyando su rostro sobre su hombro desnudo, aspirando el aroma tan exquisito que llevaba su piel.
El contacto era bestial, la forma en la que recargaba su cabeza en ella con confianza era espeluznante, pero el calor entre sus piernas amagaba a traicionarla.
—Solo dime cuánto dinero te debe mi padre, podré pagarlo —susurró deseando salir de su lado. Por más segundos que se quedara ahí, su cuerpo se anclaba al sofá, ablandándose a su mano, a sus labios que recorrían su hombro, a su inmensa figura detrás, a el roce de sus mechones rubios en su piel.
—Ese es el problema, que a mi tu padre no me debe nada. ¿Confías tanto en mí que no crees que esto lo hago por mi propia voluntad?
—No confío nada en ti, ni un poco —acusó alejando su hombro, rompiendo el contacto con violencia.
Rápidamente Emilio sujetó su mentón acercando su rostro al suyo. Su dedo pulgar e índice ejercían la mayor presión, y pese a que seguía detrás del sofá, encima de su hombro, ahora la tenía frente a frente, su boca a un centímetro de la suya.
—Deberías, porque a partir de hoy todos sabrán de nuestra unión. Pero aquí, en esta casa dejaré que tú sola sepas que, si no cumples con lo que has firmado, esas personas que están ahí fuera buscándote acabarán contigo. Puedo lanzarte a los leones en un segundo, Eleanor —demandó en un susurro que no pasaba por alto la advertencia en sus palabras.
—Lánzame, ya que eres el jefe de seguridad —lo provocó alzando su mentón, pero los dedos de Emilio se afirmaron más, acercándola, y el roce sutil y violento de sus labios tocando apenas los suyos fue inminente, casi como una cruel caricia.
—Ese es el problema, que estoy cansado de protegerte y ver cómo te la pasabas con el imbécil de Antonio. Ahora, seguiré haciéndolo, pero tú siendo mi esposa, Eleanor —exclamó alternando su mirada en sus ojos y carnosos labios.
—Ese es el problema, que no quiero ser tu esposa, prefiero que me maten que pasar una hora más en esta casa contigo —demandó repitiendo sus palabras, completamente enfurecida por su descaro.
El tacto en su mentón se suavizó, pero aún la sostenía frente a él.
—Qué lástima.
—Si, qué lástima.
—Qué lástima que no has podido negarte antes que anunciara a la Bratva que su jefe celebrará su matrimonio —sonrió con sus ojos brillosos —. Qué lástima que pienses que esto te hará algún mal, cuando todos, incluso las personas que te buscan, no se atreverán a tocarte un pelo sabiendo a quien perteneces —sus nudillos ahora bajaban por su mejilla —. Ve sabiendo que no puedo velar por tu vida como venía haciéndolo. Los enemigos se te han duplicado, y teniéndote lejos corres más peligro. Ya te permití demasiada libertad.
Ojalá Eleanor pudiera saber qué era de lo que hablaba, porque por mas que descifrara que se trataba de gente peligrosa, no conocía ese nombre de nada. Aunque lo que si era claro es que querían atacarla, eso era lo único certero. Pero ¿Qué tanto debía su padre? ¿Por qué la deuda no murió junto con él? Si algo había aprendido es que a Emilio no tenía que creerle, y aunque posiblemente las razones del casamiento eran esas, sabía que existía más.
—Debí suponer que los servicios de mi empresa jamás importaron, las intenciones eran otras —reprendió con su orgullo por el piso. Siempre sería el apellido de su familia, nunca su propio talento.
—Todo lo que tenga que ver contigo me importa, y los servicios de tu empresa los necesito para Irving, no hay mentira en ello —exclamó sonriendo.
Imbécil.
Hipócrita.
Cínico.
Era todo lo que pensaba Eleanor en esos momentos, no le creía nada, menos de que le importara su trabajo. Y lo que vino después fue provocado por un impulso, el mismo que la hizo quebrar el vaso en la pared.
—No tienes idea de lo que haces, haré de tu vida un puto infierno —bramó escupiendo en su cara y alejándose.
Sabía que su futuro era inminente, pero dar batalla era lo único que le quedaba, y ahí viéndolo en el sofá limpiando su rostro la hizo sentir fuerte, que no todo estaba perdido.
Emilio se puso de pie y sacudió su cabeza sonriendo con malicia, de esas sonrisas de villanos que ocultaban tanta verdad.
—Espero que cuando yo haga lo mismo no te quejes luego, Eleanor —advirtió canturreando y señalando su rostro.
¿Acaso estaba insinuando...? Mierda, no podía ser tan morbosa en ese preciso momento.
—Me largo de aquí —anunció queriendo olvidarse de su rostro y de su tacto por el día. No sabía a dónde se dirigía, pero seguro que a su propia casa no. Tal vez a la de su madre.
—Alek te llevará y harás lo que él diga ¿Has entendido, querida esposa? —preguntó alzando su voz con ímpetu a sus espaldas, dejando en claro que él mandaba.
El ruido de una botella y hielo anunciaban que se servía otro trago, mientras la observaba desfilar por la enorme sala hacia la salida.
—¡Vete a la mierda!
—Lenguaje y modales, dos cosas que debemos corregir —le hizo saber provocando que ella le sacara el dedo del medio sin voltear. Tan infantil —. Mañana pasarán por ti a que escojas el vestido y llevarte a mi empresa. No abras la puerta si Alek no llama primero —continuó.
Aún quedaban unos metros de sala regalándole a él tiempo a favor. Demasiado concentrado estaba en ver el movimiento de sus caderas, su trasero marcado en su pantalón y su coleta balanceándose de un lado hacia otro producto de su bravo andar. Demasiado sensual, demasiado perfecta para su propio bien.
—Ojalá sea uno de tus enemigos para matarme, se lo agradecería —disparó causando que él apretara sus labios por su comentario. Nadie se iba a creer que era hija de otra persona que Lawson, ambos testarudos y quisquillosos. Pero Eleanor lo era incluso más.
—Señora Markov, ¿Desea la camioneta o el auto? —inquirió Alek en su metro ochenta acercándose a la puerta de salida con sus manos en su espalda. Su jefe desde la sala admiraba todo como el amo y señor que era.
—¡Qué carajos me importa lo que traigan para sacarme de aquí! Puede ser hasta una carreta, y no vuelvas a llamarme Señora Markov —indicó moviendo sus manos en el aire histérica. Esa casa la enloquecía, deberían estar todos en un maldito manicomio.
La ronca y fuerte risa de Emilio se oyó a sus espaldas. Esta vez era una sincera.
—Síguela llamando de esa forma porque es lo que es. Ya ha aceptado su destino, mira cómo te da ordenes —anunció con un deje de satisfacción que no era más que fingido.
—Tú no has imaginado cual será el tuyo aún —murmuró solo para ella, pero por la mirada del joven guardia se dio cuenta que la había oído.
—Por favor —extendió su mano hacia la puerta para indicarle el camino.
Eleanor salió rápidamente sosteniendo su cartera y siendo escoltada por tres sujetos con armas. Les tenía terror, y que estuvieran tan cerca le revolvían el estómago, pero lo que más le asustaba era saber que su carácter no medía peligro al contestarle a Emilio, y que su cuerpo se acostumbraba a su tacto rápidamente.
Peor aún, que su mente ya asimilara que debía casarse, porque no pondría en peligro a su madre, tampoco su empresa y su gente con el nuevo negocio que se vendría abajo si ella no accedía.
Dios, la cláusula del contrato lo dejaba en claro; el negocio de marketing no estaba sellado hasta que ellos se casaran. Todos trabajaban pensando que no existía problema. La cantidad de personas bajo su servicio que llevaban comida a sus familias dependían de la decisión que tomara. Prometió aumentarles el sueldo, mayores oportunidades, más puestos y ayuda para la cantidad de tarea, ampliar su empresa. Había dado su palabra, y no era ninguna mentirosa para no cumplirla.
Aceptaba, aunque en su interior estaba decidida a hacerlo agonizar y arrepentirse de ese matrimonio. Ya no sabía quien era peor, o quien debía ingresar a un manicomio, si él por ser tan siniestro y macabro, incapaz de decir sus verdaderas intenciones, o ella por acceder y jurarse a si misma hacerle la vida miserable.
Bueeeeno, un poco se va sabiendo 🤯, pero recuerden...nada es lo que parece, y aquí se sabe la punta del iceberg 😂😂👌🤭.
Ese enfrentamiento tan ❤️🔥❤️🔥🌶🌶.
Lo bueno es que aquí culmina la primera parte, y a partir del siguiente capítulo esto incrementa 😬😬. Aparecerán nuevos personajes y ¿se viene casorio? 😌😌
Perdón, pero yo amo a Emilio y su manera de hacer rabiar a Eleanor, es que los dos son 🔥 .
Gracias por todo el apoyo, ya saben que cuanto más les guste, más rápido actualizo 😂😉😉🥀.
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