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Prólogo

Desde que se había instalado en Alemania por varios asuntos, Yoshiro tenía una vida algo ya ajetreada, siempre haciendo lo que sus superiores le decían, tratando de sacar algo de provecho ya que era uno de los mejores integrantes que tenían, bastante bueno en armas si le preguntas a cualquiera que lo conozca.

Era bueno haciendo su trabajo, pero, no exactamente el mejor investigando.

Así que, a sus superiores no se les ocurrió mejor idea que darle un compañero que le pueda ayudar a investigar y sacar cosas; Yoshiro no le presto mucho atención a aquello, algo de compañía estaría bien pero tampoco le pondría tanta atención a su futuro compañero.

Las cosas no fueron como él esperaba, y dieron un giro de 180 grados cuando le avisaron que su compañero sería una mujer.

Hildegarde Brigitta Lorenz.

El nombre no le decía mucho, y decidió no darle mucha importancia, aunque admitía sentir algo de curiosidad por su nueva compañera, quería verificar si ella era tan "buena" haciendo su trabajo como sus superiores le decían tanto.

Y entonces, el tan anhelado día llegó.

Finalmente la conocería.

No puede ser tan importante.

. . .

Que equivocado estaba.

Al llegar al edificio, lo primero con lo que se encontró fue a uno de sus jefes hablando con una chica de cabello largo azabache, no podía mirarla bien pues estaba de espaldas. Traía un gorro y un saco gris, bueno, al menos vestía bien y lo podía ver.

Pero entonces. .

Su jefe había notado su presencia y lo saludó, lo que causó que la joven también se volteara a verlo.

Y entonces la vio.

Su expresión pasó de ser una de sorpresa a una suave pero linda sonrisa al verlo, ella tenía unas ojeras un poco grandes debajo de sus ojos, pero eso no quitaba las lindas facciones de su cara.

— ¡Yoshiro! Finalmente llegaste. Te presentó a la señorita Lorenz, o mejor dicho, tu compañera de trabajo.

La joven se acercó a paso seguro y elegante hacía él, con una leve pero encantadora sonrisita.

¡Hallo! Soy Hildegarde, como ya debes de saber. —Extendió su mano— Es un gusto ser tu compañera.

— Soy Yoshiro, un gusto también conocerte. —Estrechó de forma suave la mano de la otra, no quería lastimarla.

La mano de Hildegarde era tibia, pero muy suave al mismo tiempo. Yoshiro no quería quitar su mano de la suya "por alguna extraña razón" pero tenía que.

Con algo de pena y decepción, separo de a poco su mano con la suya, aunque no tenía ni la menor idea de porque no quería separar el tacto de ambas manos.

— Ahora que ambos se conocen —Habló el mayor — Ya pueden discutir y repartirse el trabajo. Se qué Hildegarde hará un trabajo excepcional junto a ti. — Su semblante cambió a uno más serio y miró a la joven— No me decepciones, Hildegarde.

La chica tragó duro al escuchar aquello, pero no perdió la compostura, y aún firme, respondió:

— No lo haré señor.

— Bien, ahora, ¿qué esperan? ¡a trabajar!

¿Quien diría que con aquella acción el norcoreano pondría patas arriba a toda Alemania?

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