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Las cosas para Hildegarde habían mejorado notablemente en estos últimos días.
No solo había sido recibida con los brazos abiertos por la gente del viejo pueblo en el que solía vivir, sino que pudo reconectar con la gente con la que solía convivir hace ya unos años, además de haber sido elegida para un trabajo de gente exterior del país.
La pequeña ciudad ya no era tan pequeña, y de poco a poco se podía notar como cada vez se iba extendiendo más, tal vez podría decirse que era una pequeña ciudad, pues habían cada vez edificios más modernos, pero seguía teniendo su encanto de siempre.
Aunque su familia no estaba del todo contenta con esa decisión, no era que fueron sobreprotectores con ella (bueno, tal vez si lo eran), sino que ese pueblo solo le traía malos recuerdos a todos, especialmente a su padre, quien decidió irse de aquel pueblo por razones que todos en la familia conocían perfectamente, así que se habían mudado a Núremberg, pero Hildegarde había querido regresar al pueblo que una vez fue su hogar.
Para dar algo de contexto, Hildegarde era la menor de 4 hijos, teniendo 3 hermanos mayores; por obvias razones su hermanos fueron creciendo y de a poco fueron dejando el nido en el que se habían criado, al final Hildegarde era quien se había quedado con su padre por más tiempo, pues era la más joven (y más ingenua), por lo tanto tenía que enseñarle lo suficiente para que se enfrentara al mundo real ella sola y que supiera como defenderse. Quién sabe si aquello había dado frutos, pues Hildegarde había descuidado bastante su salud al tratar de ser una buena trabajadora para sus superiores; al menos su padre estaba ahí para ella y esperarla con algo rico de comer después de una larga jornada de trabajo. Pero ahora estaba sola y eso era otra cosa que preocupaba a la familia, ella no podría mantenerse por si sola, y esta vez no habría nadie para cuidarla u obligarla a comer al menos algo a regañadientes, tal vez algún viejo conocido del pueblo pero. . . Era muy poco probable.
Hildegarde había llegado a dudar de su decisión, pues a ella tampoco le gustaba dejar a su padre solo, sabía los problemas que tenía y que eso podría afectarlo de sobremanera; sin embargo, su padre había sobrellevado este tipo de situaciones ya de una mejor manera, ver partir a su hija mayor fue algo que lo había puesto mal, y con su segundo hijo también, pero ya con su tercer hijo había comprendido que ya era hora de dejar de sentirse mal por ello, y en vez de sentirse deplorable, debería de sentirse orgulloso de los logros de sus preciados hijos.
La azabache menor ya había tenido otro tipo de viajes en donde se tenía que mover de lugar y estar lejos de casa, eso la preocupaba un poco, pero su padre siempre la había apoyado en todo, y todo aquello no fue una excepción, su padre le daba ese pequeño empujoncito que necesitaba para que ella pudiera irse sin preocupaciones; además, Núremberg era una buena ciudad con gente muy amable, las cosas eran demasiado calmadas por ahí, así que todo estaría bien.
La única preocupación de su padre era ese viejo pueblo, realmente no le molestaba que Hildegarde estuviera lejos de casa, pero esta vez si estaba bastante angustiado y no del todos seguro de la decisión de su hija; pero no pudo hacer mucho al ver que ella había insistido bastante en volver y que estaría bien, en ese caso, respetaría su decisión y la dejaría irse. De cualquier modo, Hildegarde amaba mucho a su padre, así que siempre lo llamaba y también que contaba su día, también lo llamaba si quería apoyo de alguna persona.
Hildegarde se había quedado en lo que solía ser su hogar, los años le habían cobrado factura a ese viejo nido, pero al menos aún seguía en mantenimiento constante por los vecinos y por algunos buenos viejos amigos como lo eran las hermanas Haydee y Jaylee, o Loon y Milo, realmente el lugar no había cambiado mucho, lo que le causaba mucha nostalgia a la azabache.
Regresando con su padre, ella le había contado todo lo que había pasado en los últimos días y todo lo que había cambiado, todo parecía ir tan bien hasta que. . .
Hasta que Polien se enteró del regreso de Hildegarde al pueblo, y era más que obvio que no se lo había tomado para nada bien.
La polilla no dudo en gritarle a la joven mujer que se vaya al infierno, que su mera existencia no era más que un vil error, y un montón de cosas que solo servían para herir en lo más profundo de la azabache.
"Nadie nunca te va a amar, ¿te haz visto? Hildegarde, eres horrible en muchas maneras".
Hildegarde había tratado de decirle que se lo tomara con calma, pero el chico polilla no hizo nada más que enojarse con ella solo por haber dicho que se calmara. Haydee y Jaylee tuvieron que intervenir en aquello, si no lo hacían, Polien hubiera estado horas y horas echándole basura a la pobre joven.
Al principio se lo tomo con calma, con nervios bastantes notables y decir que todo estaba bien; obviamente las hermanas no le creyeron pero decidieron no hacer más preguntas.
Al llegar a su vieja casa, no dudo ni un segundo en llamar a su padre.
— Mein mädchen, ¿qué sucedió? ¿Por qué suenas tan alterada?
— V-vater. . .
Hildegarde trató de respirar hondo, y contó cómo pudo lo que había sucedido.
— Polien esta enojado conmigo.
El mayor al otro lado del teléfono frunció levemente el ceño. Ese chico polilla nunca le había agradado del todo, aún recuerda con amargura cuando Polien jugaba de manera brusca con su hija cuando eran infantes. Al parecer ese pequeño bastardo no había cambiado mucho.
— ¿Te dijo algo? —Preguntó su padre, entre frustrado y triste por la situación, alguien como Polien no merecía dirigirle la palabra a su hija.
— M-me dijo muchas co-cosas. . . M-me dijo que, nadie n-nunca me iba a a-amar y. . .
Un leve sollozo se pudo escuchar por la parte de la azabache, causando que el corazón del hombre mayor se apretujara al escuchar a su hija menor llorar por toda esa situación.
— No le hagas caso a Polien mi niña, él no sabe de lo que habla.
— P-pero vater. . . ¿Y si. . . Nadie me ama?
Una sonrisa triste se asomó por los labios del patriarca, su hija realmente se sentía mal.
— Tochter, yo y tus hermanos te amamos. Y estoy seguro de que tus amigos lo hacen de una forma amistosa.
— No, vater, m-me refiero de f-forma. . . Romántica. C-como mutti y tú lo hacían.
Oh.
Ahora todo tenía más sentido.
El señor Lorenz se había quedado callado unos segundos, lo que dio paso a que Hildegarde continuará.
— Vater. . . ¿Qué p-pasa si nunca n-nadie me ama? —Comenzó a sollozar más— ¿Y si realmente nadie lo llegará a hacer?
Su padre había sonreído con compasión y pena al escuchar aquello, su niña realmente se parecía a su esposa cuando recién se habían empezado a tener confianza.
— Oh, pero alguien lo hará.
Y el hombre realmente no se equivocaba.
En esos 3 días que ya habían pasado, Yoshiro seguía sin avanzar mucho con Hildegarde, lo cual lo hacía sentirse insatisfecho y frustrado, pues no llegaban más allá de los buenos días y del "¿cómo estás?", se sentía decepcionado de si mismo por no saber que más aportar a la conversación.
De verdad quería acercarse a ella.
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Mein mädche: Mi niña, mi chica.
Vater: Padre, papá.
Tochter: hija.
Mutti: Mamá.
Ya casi nos acercamos a lo retorcido.
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