Llegamos a mi ciudad y aspiré profundamente, había extrañado tanto mi ciudad y estar ahí con Tom era lo mejor de todo. Me sorprendió haciéndome saber que nos quedaríamos en mi casa. Mis padres le dieron la llave de la casa a Tom y entramos.

—Bueno, cuéntame tus grandes planes—dije mientras me sentaba en el sofá.

—Bien, para que tus padres no se preocupen, tú te quedaras aquí en tu casa y yo en el departamento que esta enseguida que solía rentar con los chicos.

—Me parece bien—le dije— pero... no entiendo ¿Qué venimos a hacer aquí?

—Lo sabrás mañana cuando venga por ti.

— ¿Es una cita?

—Es una cita—dijo Tom guiñándome el ojo.

En eso se escuchó el timbre de mi casa, fruncí el ceño y me levanté del sofá. Fui hasta la puerta y al abrirla me quedé petrificada.

— ¿Nate? —murmuré demasiado sorprendida.

— ¡Andrea! —dijo emocionado y él simplemente me rodeo con sus brazos en un fuerte abrazo de oso— ¿Dónde te metiste, loca?

—No ¿Dónde te metiste tú?

—Desde que te fuiste me dejaste con el corazón roto...—murmuró e hizo una mueca—aunque tampoco recuerdo que me buscarás o llamarás.

—Lo siento—bajé la mirada apenada—pero tenía que ir...—Nate puso su dedo índice en mis labios para silenciarme.

—Ya no digas más. Ya pasó, ahora estas aquí—Nate coloco su mano en mi mejilla acariciándola delicadamente con su pulgar—conmigo, otra vez y nada nos podrá separar.

—Ammm...Nate.

Nate se estaba acercando demasiado a mí, lo tenía tan cerca que incluso sentía su aliento chocar con mi rostro. A mis espaldas escuche como alguien carraspeaba.

— ¿Interrumpo algo? —pregunto Tom.

—No—di un paso hacia atrás alejándome de Nate para después tomar a Tom por el brazo. —Tom, él es Nate, Nate, él es Tom de quien tanto de hablé—dije con una gran sonrisa.

—Ah si—dijo Nate sin mucho ánimo—Hola.

—Hola—nunca había escuchado un saludo tan frío en mi vida. Ambos estrecharon sus manos con un apretón de manos demasiado fuertes que pude ver los dedos de ambos palidecer.

—Bueno, Nate...—él me interrumpió, Tom y él no dejaban de mirarse de forma amenazadora.

—Me voy, nos vemos otro día. Adiós—Nate se acercó a mí y me dio un fuerte abrazo como si no quisiera dejarme ir. Me dio un sonoro beso en la mejilla y se fue. Cerré la puerta y enfrente a Tom. Decir que se veía cabreado era poco.

—Con que ese es el tal Nate—dijo Tom con resentimiento.

—Si—murmuré.

—Creo que tienes amigos muy cariñosos.

— ¿A qué te refieres? —pregunte fingiendo confusión.

—Sabes exactamente a qué me refiero, te estaba acariciando la mejilla y para mi gusto estaba demasiado cerca de ti, además ese abrazo que te dio y ese beso—podía ver las venas de su cuello saltarse y como se estaba poniendo rojo.

—Tom ¿estas celoso? —intente hacer aquello algo divertido.

Tom bufó.

— ¿Celoso? ¿Yo? —volvió a bufar— para nada, ni siquiera sé que significa esa palabra—rodé los ojos. ¿Por qué para los hombres siempre es difícil admitir que están celosos?

— ¿En serio? Muy bien—sonreí ampliamente—Entonces como no te pones celoso con Nate lo voy a invitar a salir con nosotros a todos lados.

— ¡No! —gritó Tom abriendo en gran manera los ojos.

— ¿Qué?

—No, no lo invites, yo quería que estuviéramos solos. —Alcé una ceja—Bien, lo admito, me puse celoso. ¿Contenta?

—Si—dije con una sonrisa y tome su rostro entre mis manos—Tom, dime cuando algo te molesta, te apuesto que juntos encontraremos una solución y además Nate es solo un amigo y lo quiero mucho, pero tú eres el único al que amo y siempre amaré.

—También te amo.

Me dio un tierno beso.

Después de una cena juntos, Tom se fue a su departamento y yo me quedeen mi casa. Mañana dijo que empezaría con las sorpresas que había preparado.