Obsesión - Capítulo Único
Cuando el reloj dió la una de la madrugada Taehyung estaba bebiendo el último trago de whisky del pico de la botella con lentitud y en alguna parte de aquel motel tan sucio como barato ubicado a mitad de la carretera iniciaba un tema de Jazz.
Sonrió con dificultad, sintiendo la cara ligeramente entumecida. Parecía una casualidad cargada de ironía: Charlie Parker, su saxofonista favorito.
El inicio y el fin de todo lo que le importaba.
Un chiste de mal gusto del universo, probablemente. Uno más, para sumar a la larga lista que llevaba.
Con la vista borrosa y los primeros calambres de la abstinencia, empezó a diluir lo último que tenía del polvo blanco en unas gotas de agua usando de recipiente a una cuchara que había pedido en la recepción. La mujer de mediana edad que atendía allí lo había observado con indiferencia, acatando su pedido sin preguntar siquiera si le interesaba una taza junto con el utensilio.
Tae dejó huir de sus labios agrietados una corta y grave risa cargada de amargura al recordar la escena. Ella sabía los fines que le daría a ese pedazo de metal, estaba seguro. Y, claramente, le había importado un carajo porque él ya había pagado la habitación.
No le sorprendió. Así era la humanidad. A nadie le importaba lo que fuera más allá de su propio culo.
No entendía la a gente y jamás antes la entendió. Quizás por eso nunca pudo sentirse parte y siempre estuvo fuera de lugar.
Desencajado.
Una pieza de rompecabezas que vino fallada, y con el Jazz como su único alivio, su único amor. Lo único que le importaba en ese mundo mugroso, loco y colmado de avaricia.
Las notas del saxo alto oscilaban con gracia y sentimiento, incluso a través de esos parlantes de mala calidad que no sabía a ciencia cierta por dónde estaban escondidos. Ese género musical era, a su parecer, tan caótico como su mente: sólo apreciable el ritmo singular para pocos. O mejor dicho, para los que lo merecen.
Ambos -el Jazz y él- eran tal para cual, y por eso se habían comprendido desde un inicio. No necesitaba gente. No. Necesitaba de esa música para no sentirse miserable y solo, incluso aunque en el fondo supiera que era su inevitable destino.
Llevado por el sonido, el joven empezó a tararear la melodía oculta entre altos y bajos con su profunda voz. El burbujeo de la mezcla líquida empezando a hervirse en el improvisado objeto acompañaba al compás, y se permitió fantasear por un momento que eran aplausos apagados a la distancia.
El público que siempre soñó tener, pero que nunca tuvo.
Tal como su ex pareja le gritó con desprecio en medio de una pelea por su obstinado sueño de vivir de las funciones callejeras: él no era Charlie Parker.
Bastarda hija de puta. Le había dolido aquello.
Ella no lo comprendía. Otro oído atrofiado que no merecía estar cerca suyo, cerca de su pasión. Hizo bien en irse por donde había venido llevándose consigo esas palabras ignorantes.
¿O tal vez él la corrió del departamento? No lo recuerda bien.
No estaba en sus sentidos en ese momento, solo sabe que al día siguiente ya no estaba ni ella ni sus cosas… Como sea, no tenía sentido darle vueltas, bien por él. De ser posible hubiera brindado ahí mismo al recordarlo, pero acababa de terminarse la maldita botella que había robado de una estación de servicio.
Los dedos agrietados de Taehyung ardieron con el roce del calor, pero no dejó de apretar el interruptor de aquel encendedor gastado. El gas líquido no se veía dentro del plástico semi transparente de tonalidad azul, por lo que sabía que alcanzaría solo para un uso. Si lo apagaba era probable que no vuelva a encender, y no podía permitirse eso. No podía haber errores como ese esa noche. Demasiados ya había cometido en sus cortos veintiséis años de vida, y estaba en lo que consideraba un nuevo inicio: el quiebre que había esperado cada minuto de existencia.
Hacerse adicto al igual que su ídolo, podría catalogarse como la principal de sus fallas, por supuesto... aunque no se arrepentía de ello, sino todo lo contrario.
La gente no sabía lo que él podía hacer bajo los efectos de ese jodido polvo.
Mejor así... de todos modos, nadie lo entendería tampoco. Era su secreto.
Mientras terminaba de pasar la mezcla a la jeringa, repasaba en su mente los acontecimientos de su patética vida: había perdido su casa, su pareja, su familia... y luego de lo que había hecho horas atrás esa noche, debía sumar a su trabajo a la lista de pérdidas.
Se sentía más ansioso de lo que solía estar. Probablemente por el acto ilegal que acababa de cometer, sumado a la necesidad de inyectarse y su maldita dependencia a la heroína... pero prefirió adjudicarlo a que esas bocinas baratas no le hacían justicia al tema que seguía sonando casi llegando a su fin.
¿Admiraba demasiado al artista? A veces, cuando ajustaba su brazo para marcar la vena, se replanteaba hasta qué punto había llegado por su fanatismo. Por su amor.
Esa era una de esas ocasiones.
Trató de tragar el nudo de su garganta junto con el dolor de la piel abriéndose, e intentar olvidarse de esas preguntas a las que no tenía respuesta.
O mejor dicho, que no quería contestarse.
Se tumbó en la cama luego de retirar la aguja, con escenas vívidas danzando en el techo manchado de humedad. Sus músculos se relajaron y se sintió flotar mientras las observaba. Otro tema de Jazz iniciaba, al parecer el mundo sí quería burlarse de él, pues era otro del repertorio de Parker.
Jodida casualidad.
Su primer encuentro con la música y con él fue de niño.
Aún lo recordaba con llamativa claridad, podía verlo todo como si se reprodujeran mediante un proyector sobre él. Una mueca desquiciada que pretendía ser una sonrisa apareció en su rostro consumido por el tiempo y la droga.
Pudo sentir en su propia piel al viento invernal, que lo hizo estremecerse. Con los ojos desorbitados, miró su mano derecha donde podía entonces percibir un firme y cálido apretón que supo reconocer de inmediato: Fue de la mano de su madre que ese día había ingresado al American Jazz Museum. En una tarde nublada y fría.
Era de las pocas salidas a las que podían acceder siendo unos simples extranjeros coreanos en Kansas. Su padrastro los había llevado allí porque era su ciudad natal, prometiéndoles que sería un sitio maravilloso.
Patrañas, fue una jodida pesadilla.
El racismo siempre fue una mierda. Y comprobaron que a los ciudadanos de allí se les daba excelente esa actividad a pesar de tener un museo dedicado al género musical más discriminado de la historia norteamericana. A diferencia de lo que su progenitora suponía al momento de acceder a la mudanza, no hacía falta ser “negro” para vivir la discriminación en carne propia. Irónicamente, inclusive ellos los miraban con repugnancia en las facciones.
Les encantaba ser ellos quienes despreciaban a otro.
Las personas, todas, eran pura basura.
Pero no importaban los pormenores de aquellos días, ni su inicio por el desprecio a la humanidad que fue incrementando con el paso de cada año hasta convertirlo en el hombre arisco que era en su actualidad. Lo que importaba entonces y lo que siempre importó, fue el resultado de aquel paseo. Porque allí fue cuando lo vio la primera vez.
El saxofón alto de la marca Grafton. La adquisición más nueva del museo. Acababa de llegar, y estaba exhibido orgullosamente en el centro del salón principal.
Sus infantiles orbes fueron a él con la fuerza con la que los polos opuestos se atraen. El Taehyung más actual, acostado entre las mantas con olor a desinfectante barato, suspiró con nostalgia.
Por supuesto que se habían atraído mutuamente. Era el destino.
Era el amor.
Al lado del pedestal donde estaba solemnemente apoyado, un guía explicaba animadamente a un grupo de señores sobre el instrumento. Movido por una impulsividad apasionada, se zafó de la mano protectora de su madre y corrió hacia allí ignorando la llamada de atención que ella le gritó.
— Este modelo está hecho de plástico, a diferencia de la mayoría de los saxofones, que están hechos de latón. La compañía Grafton vendió estos modelos comercialmente durante diez años, a partir de 1950. Esto lo convierte en uno de los pocos de su tipo... —hablaba el hombre mientras movía sus manos dando énfasis a lo que decía.
Taehyung lo oía maravillado sin apartar su atención del instrumento. Sus mejillas quemaban y su corazón corría. ¿Así era el amor a primera vista? El niño no lo sabía, era demasiado pequeño para entender de amores. En cambio, el joven drogado que revivía ese día con las repercusiones de la taquicardia en sus oídos estaba totalmente seguro de que eso era.
Fue en ese momento en que aseveró sus sentimientos que la película delirante que podía ver en ese cielo raso mohoso comenzó a descender lentamente. Era como si el espacio se cerrara y estuviera dispuesto a aplastarlo. Tae contuvo la respiración, cerró sus párpados y esperó el impacto, sabiendo lo que sucedería perfectamente.
Las figuras se cernieron sobre él, hasta consumirlo en una vorágine inentendible de sonidos y sensaciones sobre la dermis. Las soportó todas sin hacer ni una mueca, pued estaba ya acostumbrado a esas alturas. Sólo se permitió volver a ver cuando el frio y los olores se intensificaron lo suficiente como para estar seguro de que ya la transición había sucedido.
Ya no estaba más en la cama. Era un niño otra vez, y estaba en el museo junto con el grupo de personas que oía al guía.
— ¿Cuál es la razón por la que está aquí este saxo de juguete? —Preguntó un tipo a su lado, con aspecto de aristócrata estirado. Algo se estrujó con molestia en el centro de su pecho.
Esos ojos no eran merecedores de observar tan de cerca una pieza tan única.
— No es de juguete, a pesar de que el material pueda dar esa idea... —respondió el muchacho del museo sin sentirse ofendido en absoluto, parecía estar acostumbrado a ese tipo de preguntas despectivas—. Fue tocado por el nativo de Kansas City y uno de los mejores saxofonistas de todos los tiempos, Charlie Parker, durante el concierto Jazz at Massey Hall.
Tae dejó de mirar ese tipo (al que quería internamente golpear) para regresar su completa atención al instrumento, brillando bajo los focos de luz que lo envolvían resaltando cada una de sus complicadas aristas. Las llaves emitían un ligero destello que lo encandilaba, y la campana resaltaba su característica curva ligera hacía delante de un blanco perlado que contrastaba con el dorado de los detalles.
Belleza era una palabra que no alcanzaba para describirlo.
— ¿No es precioso? —le susurró alguien a Taehyung al oído, llamando así su atención.
Volteó con serenidad, porque reconocía la voz. Ya no lo asustaba. No cómo la primera vez, por supuesto. Esa ocasión casi se mea en los pantalones... Bueno... Quizás sí lo hizo ese día, pero era pequeño y a nadie le llamó la atención “el desliz” que empapó su ropa, quedando como un evento que nadie dio importancia. En aquel momento, el infante no se atrevió a contar a nadie sobre lo que había pasado para que su control de esfinteres falle de esa forma. Quizás, si lo hubiese hecho, la historia habría sido muy diferente: una llena de pastillas y psiquiatras, probablemente.
— Por supuesto que lo es —respondió al hombre que le sonreía mostrando un montón de perlas blancas que resaltaban en su piel mota. Tae repasó cada una de ellas sin agregar nada más. Cada día podía notar sus facciones más claras y definidas. En aquel momento, por ejemplo, pudo apreciar un ligero desvío en su ojo derecho que antes no podía ver.
Ahí estaba él, su eterno enemigo y, a su vez, su mayor ejemplo a seguir.
Verlo le producía demasiados sentimientos encontrados, ambiguos e incompatibles que lo confundían.
Bueno, en realidad, él nunca había sido bueno con los sentimientos, si debía ser honesto.
Las luces se habían vuelto tenues. Ya no había más nadie aparte de los tres protagonistas de esa retorcida historia.
— Esta actuación se ganó el apodo de "el mejor concierto de jazz de todos los tiempos" —dijo el hombre, ahora acercándose al saxo, recorriendo con absoluta devoción la superficie, pasando sus dactilares por las almohadillas sin llegar a presionarlas. Era una caricia. Una disculpa silenciosa. Una charla privada entre ellos, donde Tae no estaba invitado.
El joven de veintiséis años se removió con incomodidad. Nunca para nadie fue grato ver a su ser amado con su primer amor.
—Charlie Parker... —le llamó con la voz más tensa de lo que hubiese querido, deseando fervientemente que aleje sus dedos de su tesoro—. Habías empeñado recientemente tu saxofón. Por esa razón, fue que te consiguieron el de plástico Grafton para que lo tocaras...
Ese instrumento nunca había sido realmente del músico, había sido un préstamo caritativo del salón hacia un hombre irresponsable quién a su parecer, no era realmente digno de llamarse su dueño. ¿Cómo podría serlo?No lo había venerado con la misma fidelidad que él. No se había enamorado.
El morocho, por su lado, parecía no ofenderse por el dato. Para alivio de Tae, colocó sus manos en los bolsillos y retomó su atención en el muchacho.
—Fueron tiempos complicados... —se excusó.
Iba a replicar, indignado por su pobre respuesta, pero una mano que lo sujetó fuertemente del hombro lo hizo girar con brusquedad.
— ¡¿Qué haces Tae?! —su madre estaba colérica. El recuerdo continuaba su curso natural, y él era otra vez un niño siendo regañado por huir sin permiso.
La gente a su alrededor había regresado a continuar la actuación de sus memorias iniciales. Y por supuesto, el saxofonista moreno no estaba más allí.
Taehyung suspiró con molestia. Parker había huido de él, de nuevo.
Había tomado esa jodida costumbre desde hacía un tiempo, cuando le hablaba sobre sus decisiones de vida. Ese cínico idiota era un cobarde.
Lo buscó con la vista a sus alrededores, porque necesitaba volver a verlo mientras el efecto durara o habría hecho semejante viaje para nada, pero frustrado comprobó que no había rastros. Debería esperar a otro inicio de recuerdo para volver a tratar de localizarlo, tal como solía hacer durante cada “viaje”.
El descubrimiento de ese extraño método de conexión no fue suyo, no podía darse méritos de eso. A ese secreto se lo había susurrado el mismo Charlie con el pasar de los años, hasta que finalmente accedió a inyectarse dos años atrás, luego del peor declive de su carrera para poder así hablar mejor con el artista.
¿Por qué? Parker le prometía el éxito en la carrera de saxofonista que siempre quiso concretar, y ante la desesperación, cedió a su petición.
¿Un delirio? ¿Una cosa de locos? Podía ser, pero ¿qué cosa no era una locura en ese universo delirante donde un papel impreso era el condicionante para vivir o morir de hambre?
Parker era real, lo podía asegurar. Era él quien le enseñó a tocar el instrumento, convirtiéndolo en un prodigio autodidacta que en su momento había escalado entre aquel género musical a pesar de su corta edad.
Pero no era la época del auge del Jazz. Y su talento pasó de ser novedoso a ser noticia vieja, opacado por cualquier otro artista pop de turno a los que las discográficas sí les interesaba.
En palabras textuales de las empresas, Taehyung no era redituable para ellos. Un coreano que toca saxo no da dinero, si al menos fuese negro podría quizás haber sido tomado en cuenta para un círculo reducido. Pero como era el caso su único público terminó siendo la gente que pasara por la estación de tren donde tocaba, por unos pocos billetes con los que de todas formas no podía pagar su cena. Dependía de su trabajo de medio tiempo, que tampoco era suficiente para vivir con dignidad.
Para su suerte no tuvo que esperar mucho en ese hall siendo regañado, para que otra escena comience a transcurrir con él de protagonista. También era de ese mismo día, pero horas más tarde.
Reconoció ese momento de inmediato. Como siempre, veía todo en primera persona, en los ojos de él cuando era pequeño. Su madre le había pedido encarecidamente que la espere un momento mientras ella pasaba al baño, y él había quedado totalmente solo.
Corrió, como la primera vez, huyendo del sitio aprovechando su inesperada libertad con un único destino en mente.
Vio pasar las personas velozmente en su periferia, los cuadros de gente que no le interesaba mirar, los demás instrumentos insulsos que no llamaban su atención y los pasillos uno detrás de otro mientras se dirigía al salón principal.
Allí lo esperaba.
Hermoso, brillante. Etéreo.
Fue ese el instante en que sintió por primera vez la más genuina de las curiosidades. Una llamada, una provocación en la que cayó sin pensarlo dos veces.
Fue hacia él porque era inevitable, era su destino.
Fue solo unos segundos que pudo tocar con sus infantiles manos la fría y delicada superficie dorada del saxo antes de que un guardia lo alce y lo separe con velocidad. Unos breves segundos, sí... pero suficientes.
Había sentido la electricidad correr por su cuerpo completo y el éxtasis que le erizó los vellos de la piel. Había rozado al amor de su vida, un primer encuentro inocente pero cargado de emociones absolutamente nuevas para el pequeño niñito que aún no sabía de sentimientos profundos.
—Eso fue muy arriesgado —le dijo quien lo mantenía suspendido en el aire. La voz no era del guardia ni él era un chiquillo de seis años. Taehyung volvió a tener veintiséis, y pudo reconocer al saxofonista invadiendo sus memorias una vez más.
—Volviste —le respondió.
—¿Estabas buscándome a mí o a él? —preguntó refiriéndose al reluciente punto de unión entre ambas almas perdidas, quien seguía solemne en el pedestal del centro de la sala.
Tae dudó observando la perlada superficie. No estaba seguro en verdad.
¿Corrió hacia allí porque lo había hecho de niño o porque quiso en la actualidad?
¿Por qué las emociones siempre eran tan complicadas?
—Lo supuse... —respondió ante su silencio el moreno.
—Necesito saber por qué yo... —jadeó finalmente el joven, intentando girarse a verlo, pero recibiendo en su lugar una sujeción más fuerte por parte de los fornidos brazos que lo apresaban.
—¿Lo amas? —Preguntó interrumpiendo lo que iba a decir.
Tae enmudeció, con la taquicardia atacándolo de nuevo por sorpresa. El calor en su rostro ascendió con la misma celeridad que sus latidos.
Había sido atrapado.
—¿Piensas que por amarlo voy a dártelo, Tae?
— Ya no es tuyo… —susurró con voz quebrada como respuesta—, es mío ahora...
La escena se fundió en negro absoluto sumido en silencio, haciéndolo sentir ansioso. De a poco, el ruido de las cerdas de escobillón sobre la cerámica del piso empezó a oírse cada vez con más claridad. Taehyung supo incluso antes de ser capaz de ver la escena en qué otro recuerdo había caído: un par de horas antes de terminar en el motel de mala muerte, en el trabajo que había conseguido desde hacía ya un par de años. El mismo trabajo que estaba seguro de que acababa de perder luego de lo que había hecho.
En aquella memoria él narría el suelo con parsimonia, repleto de papeles pequeños y mugre.
La gente era sucia. Desagradable y sucia.
—¿Terminaste, Kim? —Consultó un hombre mayor, de porte encorvado y lentes gruesos. Se veía cansado, con los años pesando sobre su delgado cuerpo.
—Aún no, señor Park. Parece que las vacaciones y las publicidades del museo realmente atrajeron muchas personas últimamente... —dijo, levantando su vista de la basura que estaba limpiando para dirigirse a su jefe de turno noche en los fines de semanas—. ¿Quiere que cierre como las últimas veces?
El hombre sonrió con alivio. Lógicamente, estaba esperando que se ofrezca y Tae debió controlar la sonrisa desquiciada que quiso asomarse por sus labios puesto que su plan estaba yendo perfectamente.
—Eso sería genial —contestó acercándose a él y colocando en su mano extendida un manojo cargado de numerosas llaves que tintinearon con el movimiento—, eres un buen muchacho, siempre te compadeces por este viejo cansado.
—No se preocupe, señor —lo tranquilizó a la vez que las guardaba en su bolsillo para que el temblor maniático de sus manos no delatara las intenciones ocultas detrás del gesto.
Había esperado tres años para llevar a cabo su más oscuro deseo. Lo único que lo mantenía con vida, dispuesto a enfrentar su día a día rodeado de personas repugnantes en un mundo echado a perder. En una época donde su pasión no valía de nada y su público eran un montón de inútiles incapaces de disfrutar debidamente del jazz.
Continuó barriendo, o mejor dicho, continuó el mismo movimiento de sus brazos pasando una y otra vez la escobilla por el mismo espacio sin siquiera ver el piso. Le fue imposible concentrarse en una actividad tan básica como aquella, con su completa atención en los sonidos, a la espera de saberse solo.
Cuando el portón de ingreso se cerró y no tuvo más razones para seguir su ridícula actuación, tiró al piso el escobillón e inició una tranquila caminata hacia su verdadero objetivo esa noche. El sonido del mango de madera hizo un eco estruendoso en la sala, pero ya nadie estaba allí para escucharlo. Tampoco nadie veía su andar en contramano de su recorrido estipulado de limpieza.
Tenía media hora hasta que llegue el guardia de cambio de turno. Había estudiado cada minuto minuciosamente todos aquellos años.
Solo se detuvo cuando estuvo de frente a su amado, quien ya no estaba al alcance de manos infantiles porque luego de su atrevimiento a los seis años, el museo colocó una pared de vidrio protector con el fin de imposibilitar cualquier intento de tocar al instrumento por extraños que no sean personal del museo.
Pero él era personal del museo. Y tenía la llave.
Sus manos temblaron incontrolables por la emoción mientras lo liberaba a él de su prisión, respirando sonoramente por la nariz. Se habían reencontrado, luego de tanto anhelo, de tanto tiempo observándolo a la distancia como demente en donde limpiaba esa sala tardando el doble que en las demás cada semana... cada día... cada turno.
—¿Realmente fuiste vos? —dijo la voz del saxofonista rompiendo el ambiente.
Taehyung alzó su vista, aún sosteniendo el saxo en sus manos. Detrás del cristal, del otro lado de aquella caja que aprisionaba minutos antes al amor de vida, estaba el moreno mirándolo fijamente.
Su expresión era diferente a la que tenía siempre. Quizás era el juego de luces lo que tornaba tan sombrías a las expresiones del hombre, pero de todas formas el aire de estancó en el pecho del joven: la sonrisa que portaba, era similar a la un psicópata. El ojo desviado solo acrecentaba más lo siniestro de su rostro.
—¿Qué? —murmuró sin entender la pregunta, apretando más fuerte a su tesoro, temiendo que quiera arrebatárselo.
Aunque claro, era un temor irracional. Era imposible, se recordó a sí mismo, dado que lo que estaba viviendo era un recuerdo de su mente. El saxo estaba celosamente guardado en su mochila, en el motel. Junto a su realidad. Al lado de su cuerpo, en la cama mugrosa.
—Es una simple pregunta... —dijo él sin dejar de mostrar sus dientes blancos.
—Yo te había preguntado algo antes... —la boca de Tae estaba seca. ¿Era miedo lo que sentía? ¿No era ilógico temerle a su propio ídolo? Otra vez se encontró con su dificultad para comprender los propios sentimientos.
—Tu pregunta... —mencionó pensativo, como si tratara de recordar, aunque el joven estaba seguro de que no lo había olvidado y jugaba con él—. ¿El por qué te elegí como pupilo?
—Sí —respondió bajo, falto de aire.
Desde aquella vez que de niño lo oyó por primera vez en su cuarto, al regresar del museo, que Parker le aseguró que le enseñaría a ser como él.
Se imaginarán el susto que se llevó.
En aquellos días el músico no tenía forma, sino que era un susurro distante que le hablaba de un mundo diferente, donde él podía ser comprendido.
Al inicio tuvo miedo. Por supuesto.
Pero aquella voz calmada lentamente fue ganando su confianza, alimentó su deseo de ser saxofonista, y su necesidad de ver al instrumento que le había robado el corazón con un único vistazo.
Y Tae, quien nunca antes había oído Jazz, comenzó a escucharlo entre el silencio de la noche al irse a dormir. Un sonido que era solo para él, que nadie más podía oír.
Era como una nana de un ser querido, de alguien que velaba por él... o al menos de eso se convenció a sí mismo.
Jamás le habían cantado una nana y tampoco le daban mucha atención luego de la mudanza tanto los problemas económicos como por la distancia que empezó a formarse entre su mamá y su padrastro cuando el amor fue puesto a prueba en un país donde no encajaban.
Con sus veintiséis, luego tantos años de seguir ciegamente su fanatismo al cual había encomendado su existencia completa, quería saber por qué había sido elegido, sentía la necesidad de entender.
¿Era por haberse enamorado? ¿Por la conexión que sintió con el objeto que había finalmente robado esa noche? Porque si lo pensaba, desde que corrió al soltarse de su madre, fue hacia el saxo como una mosca hacia la luz.
Pero la luz mata a la mosca. Y recientemente, había caído en la cuenta de que estaba muriendo: pobre, adicto y solo.
¿Valía la pena su pasión? ¿Era realmente suya o era él anhelo de otro?
Taehyung tenía muchas preguntas que temía enfrentar. Algunas complejas, y otras, bastante más sencillas: ¿era posible sentirse atraído por algo que no sea una persona? Porque ese objeto de plástico que cargaba era lo que más en su existencia había anhelado, con una fuerza que le cortaba la respiración.
El odiaba a la humanidad. Su primer y único amor nació allí, en ese museo. Y como todo primer enamoramiento, parecía ser que no sabía cómo querer.
¿Se obsesionó? Sí. Definitivamente se obsesionó.
Pero no sabía pararlo.
No quería pararlo.
Eran tal para cual. Piezas olvidadas, extrañas, únicas… pero que encajaban perfectamente entre sí.
¿No era acaso el destino?
¿No era eso el amor que buscaba tanto el ser humano?
—Porque en el fondo somos iguales —Respondió el saxofonista sacándolo de los pensamientos en los que se estaba ahogando.
El muchacho calló.
—Ahora es tu turno de responder... ¿quién sos? —continuó el moreno.
—Kim Taehyung —murmuró tembloroso. Sus nudillos estaban blancos de tanto aferrarse al plástico nacarado.
—No lo creo —dijo con tranquilidad, empezando a rodear el vidrio yendo hacia él, recorriendo con la punta de sus dedos la superficie cristalina.
La sensación visceral de que corría peligro se incrementó hasta retorcerle el estómago.
—¡No te acerques Parker! —dijo alzando su voz en una advertencia que el músico ignoró abiertamente, sin dejar de aproximarse.
—¿Quién sos ahora? —insistió.
—¡Kim Taehyung! —se repitió queriendo dar un paso hacia atrás, pero permaneciendo inmóvil, producto del pánico.
—¿Quien robó el museo? —consultó la voz de saxofonista, resonando en cada recoveco de su cerebro.
Tae se empezó a sentir mareado. Enfermo.
Débil.
-Yo..- le respondió ahogado, sintiendo que iba a desmayar en cualquier momento.
El hombre había llegado hasta él, acercando su rostro hasta el suyo. Sus manos estaban firmes sobre las del propio Kim, en un gesto posesivo como dejando claro que lo que sostenía el muchacho no le pertenecía a nadie más.
—No —le susurró en su oído con dulzura.
Con horror, el joven notó que se despegaba de su cuerpo lentamente hasta que ya no era más suyo, podía verlo frente a él, como si se tratara de otra persona. La escenas sucedían con él de espectador, mientras sentía que el piso a su alrededor se movía sin control.
Quien estaba barriendo ya no era él, era Parker. Su cara se podía ver en la suya, borrosamente, como si las imágenes se superpusieran. Era Charlie quien tiraba la escoba, y a pesar de tener las ropas que reconocía como su propio uniforme de trabajo, era el moreno quien abría el vidrio.
Tae solo miraba, desde fuera de su propio ser, con un espanto tan fuerte que le oprimía el pecho.
—¡No...! –dijo con un grito ahogado, negándose a lo que le estaba mostrando—¡Sal de mi cabeza!
—Es demasiado tarde para pedirme eso... —murmuró el Taehyung con el rostro de Parker que estaba parado frente a él, sosteniendo el saxo con tranquilidad.
—¡Aléjate!
—Ya somos uno, Tae...
—¡No!
—Hace mucho que lo somos... —dijo la voz nuevamente sonando desde dentro de sus tímpanos, mientras su recuerdo se transformaba nuevamente en otro.
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Estaba viendo al primero de todos ellos, cuando entraba por primera vez al museo. Pero no era el protagonista, nuevamente observaba todo desde fuera permitiéndose una nueva perspectiva donde pudo verlo entonces a él.
Detrás de su mamá, estaba Charlie. Y él era quien con una sonrisa macabra hacía zafar su manos de la protección de su madre, y lo empujaba hacia el saxofón.
El niño corría hacia allí, guiado por el mismo músico que se reía como desquiciado.
—No... —gimoteó con los ojos cristalizados antes de volver a ser tragado por la oscuridad.
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—¿Tae…?
Una voz femenina lo llamaba. La reconoció rápidamente, incluso antes de que la nueva memoria empezara a iluminarse de nuevo como un tercero que podía verse a sí mismo a unos pasos de distancia frente a un espejo. Allí, acomodándose un gorro de alas color blanco y un traje que le quedaba algo grande, estaba si propia figura.
—Tae, cariño, ¿qué haces...? —su ex estaba allí, llamándolo, pero aquel muchacho de traje no se volteaba a verla ni le respondía.
Era su cuerpo, era el cuarto que alquilaba... pero quien estaba acomodándose la camisa no era él. Lo supo de inmediato. En aquel reflejo, la piel caramelo se oscurecía a un negro intenso por breves instantes como si se tratara de un efecto de la luminaria y su ojo derecho estaba desviado.
¿Como era posible que ella no lo note?
—¿Taehyung qué--... ?
—No me llames así, te lo he pedido muy claramente —dijo entre dientes el hombre interrumpiéndola sin voltearse en su dirección.
Tae se estremeció en su sitio sintiéndose sofocado. No era eso lo que recordaba de esa noche.
Nada parecía ser lo que recordaba.
—Ya terminó ese juego en la cama... No me está gustando... Me estoy empezando a preocupar —insistió ella tratando de tomarlo del brazo, pero recibiendo un brusco empujón que la hizo caer al piso.
El muchacho espectador se petrificó tan asustado como la expresión de la muchacha que desde el suelo miraba a su novio, desconociendo lo que pasaba.
Quiso ir a ayudarla, pero no pudo moverse. Estaba anclado a su sitio.
—¡DI MI NOMBRE...! —pidió a los gritos, con la cara desencajada de rabia.
—¡BASTA DE ESO! ¡NO SOS CHARLIE PARKER! —Respondió a los gritos la chica, antes de que el colérico joven tomara una botella y se abalanzara sobre ella con un grito gutural.
Por su parte, Taehyung sólo pudo encogerse en su sitio cerrando con fuerza los ojos y tapando sus oídos, incapaz de poder ver lo que estaba pasando.
Los sonidos, sin embargo, los oía aún perfectamente puesto que se escuchaban en el interior de su jodida cabeza.
—¡Detente...! —sollozó temblando, con la cabeza entre sus rodillas.
Pero no había forma de detenerlo. La realidad era, que ya había sucedido.
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.
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—Creo que es hora de irte a dormir muchacho...
Tae Sacudió su cabeza asustado, aún presionando sus oídos con desesperación. Era incapaz de abrir sus ojos o decir algo. Ya no podía escuchar el cráneo de su ex siendo destrozado, pero su mente había grabado ese desagradable ruido para atormentarlo.
Comprendió que ella nunca se había ido y dejado solo.
No.
Estaba muerta.
Parker la mató.
¿Cómo explicaría a la policía que no era realmente él?
Una caricia suave paso por su rostro, deteniéndose a limpiar sus lágrimas con ternura. Él se estremeció con terror de rechazar esa mano áspera. No podía luego de ver de lo que era capaz.
—Debes estar cansado, pequeño... Es hora de descansar... –Le susurró el saxofonista.
El olor a desinfectante barato inundó sus fosas nasales y el ritmo del jazz volvía a llenar el ambiente como al comienzo, avisándole que estaba de nuevo en el hotel. Estaba completamente seguro de eso, pero no se sentía acostado en la cama como debería estar, sino que seguía en cuclillas.
—¿No escuchas mi nana? —insistió con calma el hombre, dejando de hacerle dulces mimos para alejarse del tembloroso chico que aún no abría los párpados. Oyó sus pasos dirigirse a otro punto, y el sonido de una silla moverse en el piso sin ninguna delicadeza.
Tae no quería ver. Temía encontrarse con el cadáver de ella si miraba. La sola idea lo hacía llorar más fuerte, incapaz de controlarse.
—Taehyung, aquí nunca hubo parlantes... ¿Ya no reconoces mis canciones para dormir? —volvió a hablar Charlie luego de unos momentos de silencio—. Antes te gustaban...
Sus orbes finalmente se atrevieron a comprobar en donde estaba, secándose la vista empañada por las lágrimas mientras hipaba. En efecto había regresado al motel. La escena, sin embargo, se seguía viendo como si él fuese un invitado, un tercero, un mero espectador omnisciente.
Su cuerpo, el verdadero, seguía en la cama a varios metros de donde él encontraba. Sentado con tranquilidad en la silla de la esquina de la habitación donde había inicialmente mezclado la heroína, estaba el asesino a sangre fría que le había hablado al oído durante largos veinte años, haciéndose pasar por un amoroso tutor.
El mareo incrementaba a medida que los segundos pasaban y él se acercaba a aquella cama vieja, guiado por los espasmos que podía ver que él mismo estaba teniendo sobre las sábanas amarillentas del uso.
Algo estaba mal. Lo sabía desde antes de llegar a verse con claridad, y comprobar lo que temía: convulsionaba.
La taquicardia de nuevo hacia un retumbe en sus oídos mientras se veía con un hilo de espuma desagradable cayendo por su comisura. El verdadero él, el cuerpo del Taehyung que solía ocupar, se estaba ahogando.
—Buenas noches, Tae... Fue un gusto habernos conocido —dijo el hombre abrazándolo con fuerza por su espalda, ignorando los gritos de desesperación que le pedían que lo suelte. Que lo deje entrar de nuevo.
Que necesitaba despertar.
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La mujer de la recepción estaba mirando una novela mientras comía papas fritas escondida en la cocina del personal del motel, como solía hacer la mayoría de las veces que le tocaba el turno noche. Chistó en molestia cuando por tercera vez interrumpieron la programación para repetir una noticia local que se venía emitiendo hacía varias horas.
“El saxo alto había sido adquirido por el municipio por…”
Se levantó molesta de su asiento para tirar el paquete vacío de papas, sin molestarse en prestar demasiada atención a las imágenes. Para su desgracia la noticia ni siquiera le era interesante, se trataba sobre el robo de una de las reliquias del Jazz Museum a unas horas de ahí. ¿A quién demonios le podía llegar a importar una porquería de esas?
“...esa actuación tuvo lugar solo dos años antes de la muerte de Charlie Parker y marcó el punto de inflexión antes de la espiral descendente que enfrentaría con su salud y abuso de sustancias...”
La campana del mostrador sonando la hizo distraerse de sus maldiciones a la emisora de tv y la hizo observar el reloj de pared que daba las cuatro AM.
La gente ya no tenía respeto ni por su horario de novela.
Con hastío, se dirigió a paso lento hacia allí solo para ver que alguien se alejaba abriendo ya la puerta de salida.
—¿Señor? —quiso llamarlo alzando la voz, pero no hubo ninguna respuesta de su parte. El tipo ni siquiera aminoró la relajada marcha que llevaba, a pesar de que por la distancia debería de haberla oído.
Al lado del timbre la mujer vio la llave de una de sus habitaciones.
Reconoció el número de inmediato, era del joven demacrado que había ingresado horas atrás. La silueta se alejaba, y ella lo observó con el seño fruncido. Lo recordaba más delgado y más alto, pero era de madrugada y la verdad le importaba poco el aspecto del muchacho en cuestión.
Negó con desaprobación. Seguramente estaba tan drogado que decidió marcharse sin tener idea del horario.
—Estúpido Yonki... —murmuró guardando la llave en su respectivo gancho—, espero que no hayas dejado todo hecho una porquería para limpiar...
A lo lejos, en la carretera oscura, una melodía en saxo alto empezó a sonar teniendo de testigo silencioso únicamente a las estrellas.
—Volví —les susurró el músico una vez terminada la pieza.
☆☆☆☆☆☆☆☆☆☆☆
¡Hola!
Este OneShot había surgido de un grupo de escritura que se llamaba FlyKingSquad ^^ era una consigna que debía incluir a Tae y a un saxo. Y pues esto salió.
Acabo de encontrarlo entre los borradores del celular y me dije: ¿por qué no? ... Así que lo subí.
Pd: los datos son reales. El saxo existe, el museo existe y el músico en cuestión existió con ese mismo destino.
Pd 2: el dibujo es de mi autoría y está subido con detalle en la carpeta de dibujos (por supuesto que también todos míos ^^ )
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