Capítulo 7 | Alexis Hamilton
Narra Alexis.
Me desperté al sentir unos lengüetazos que obviamente ya sabía de quién provenían, más el sueño no me dejaba concentrarme.
Abrí los ojos lentamente y Evee no dejaba de ladrar y lamerme constantemente.
— Ya, ya me desperté niña, déjame —le ordenaba aún con los ojos cerrados a la labradora mientras trataba de sentarme cómo podía sobre la cama y limpiaba mi rostro el cual estaba lleno de saliva—, uhg —exclamé asqueado.
A penas me senté, la cama se fue abajo provocando que mi trasero golpeara fuertemente contra el piso, haciéndome despertar por completo.
— Demonios —maldecí por lo bajo—. ¡Mamá maldita sea, se rompió la estúpida cama otra vez! —grité enfadado.
Me puse de pie y caminé furioso hacia la habitación de mi madre, pero no estaba.
La casa estaba vuelta un chiquero, como siempre, o no la casa; más bien estúpido remolque en donde vivíamos.
Me dirigí hacia la sala y ahí yacía mi madre en el viejo sofá con la lengua afuera y el olor a alcohol amanecido emanando de la zona en donde se encontraba.
— Ahí estás ebria como siempre, ya veo a quien salí —al escucharme se sentó en el sofá frotando con aparente dolor su cabeza—. ¿Qué no le habías dicho a tu estúpido novio que comprara la estúpida cama? O al menos la arreglara por amor a Satanás.
— Shh, cállate —ordenó aún con sus manos en su cabeza—, me duele la cabeza, ya déjame dormir —al ver que no dije nada abrió sus ojos y me observó con detenimiento—. Ya andas desnudo otra vez.
— ¿Algo que no sepa? —pregunté sarcástico luego de mirarme para verificarlo, pues realmente no estaba muy seguro de estarlo.
La fiesta de anoche fue demasiado.
— Sabes que a Josh no le gusta que andes en pelotas por la casa.
— Pues que se largue entonces. No dejaré de hacer lo que me gusta por ese imbécil —dije para luego irme caminando hacia mi habitación.
— ¡Antes te largas tú eh! —le escuché gritar mientras caminaba hacia mi cuarto sintiendo mi pene erecto chocar contra la parte baja de mi abdomen con cada paso que daba.
— ¡No veo la hora de hacerlo! —le respondí para luego cerrar con fuerza la puerta de mi habitación una vez estuve dentro.
Me paré frente a mi closet, miré mi miembro y este tenía una erección mañanera bastante responsable. Lo azoté de lado a lado mientras le hablaba.
— Espero que así te pongas cuando tengas el ano de Elliot abrazándote calurosamente eh —sonreí dándole palmadas mientras imaginaba lo rico que sería aquello—. ¿Qué es lo más lindo y duro que papi tiene? ¿Quién es? Eres tú, eres tú. —me percaté de que Evee me observaba fijamente con su cabeza de lado.
— ¿Y tú que ves? No es como si fuese la primera vez que lo hiciera.
Dejé mi faena y abrí mi closet. Medité unos segundos que iba a ponerme. Hasta que me decidí: por unos jeans negros, tenis altos del mismo color, camiseta azul y una chaqueta negra por encima de ella. Tenía una colección de ellas, y aunque Elliot asegura que son todas iguales solo por ser negras, yo les veo algo muy especial a cada una. Como la que llevo puesta, por ejemplo; la recuerdo porque me la puse la primera vez que participé en una orgía.
«Fue un día encantador». —suspiré mientras sonreía en el espejo para mi mismo.
Sentí un punzón en mi cabeza a causa de la horrible resaca que tenía por haber bebido tanto anoche, por lo que me llevé una mano a ella para frotarla y tratar de calmar el dolor.
— Demonios —me quejé examinándome en el espejo.
Mi cabello marrón; perfectamente peinado, y mis ojeras cada vez más profundas a causa de las malas noches opacaban prácticamente el brillo de mis ojos azules, mi hermosa piel bronceada y mi cuerpo irresistible para cualquier chico. No lo voy a ocultar.
Soy un encanto de persona.
Mi panza rugía a causa del hambre, así que me dirigí hacia la cocina a tomar al menos un vaso de agua, ya que mi madre ni porque coma se preocupa.
Mi madre es prácticamente una cualquiera, ni siquiera sabe quién es mi padre y estoy seguro de que me engendró en una de esas tantas orgías en las que participa. Trae un novio a la casa mensual y la arrestan por conducir ebria y drogada semanal —y no exagero— aunque ahora ha llevado más tiempo con el imbécil de Josh, el cual solo está con ella por el dinero que le paga el banco de una herencia millonaria que le dejó mi abuela, de la cual nos sustentamos ya que ni para prostituirse sirve.
Yo hasta hace poco tenía una hermana de dieciséis años, pero una noche mi madre decidió salir con ella de fiesta y volvió sola diciendo que no sabía en donde la había dejado. Tuvimos que mentirle a la policía diciéndole que ella había salido sola y no la volvimos a ver, pero estoy seguro que mi madre la drogó o la prostituyó en algún lugar y la extravió en uno de sus arranques de locura, o tal vez perdió el conocimiento por una sobredosis de drogas y no supo dónde la dejó, quien sabe. La pobre de mi hermana hasta ahora está desaparecida.
Pero igual no la soportaba mucho.
Me dirigí al patio de la casa en donde tenía mi moto guardada en una caseta de madera que yo mismo construí —pues ya se me estaba haciendo tarde por estar presenciando tanto tiempo mi bello rostro en el espejo, aunque si por mí fuera pasaría todo el día en ello y no me cansaría—.
Encendí el motor y me dirigí a toda velocidad hasta el Clinton High, la secundaría en donde estudio.
Ya moría de ganas por ver el hermoso y angelical rostro de Elliot. Si, su rostro, sus ojos, su sonrisa, en fin, lo único en lo que los hombres bien portados nos fijamos.
En el camino me detuve en un semáforo. A mi lado había un chico bastante atractivo y presumía de un trasero prominente sentado sobre la moto que conducía. Me acerqué lo suficiente y esperé a que el semáforo cambiara a verde para golpear con fuerza su trasero y acelerar riendo y mirando hacia atrás para ver su reacción a toda prisa.
— ¡Maldito imbécil! —le escuché gritar una vez se quitó su casco y se desmontó de su moto al parecer para verme mejor.
Puse mi vista al frente y seguí riendo mientras conducía.
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