Una semana antes...

Damien se despertó al escuchar aquella voz susurrarle que se levantase; la cual ya se había vuelto una costumbre para el, y como siempre, a las seis treinta de la mañana. Más había algo extraño en su tono de voz, pero Damien no podía reconocer exactamente que era aquello, solo sabía que era algo diferente a todos los días.

Se tomó una refrescante ducha y se dirigía a buscar que ponerse, cuando de repente, le oyó decir en su mente.

«Hola».

Se sobresaltó un poco al escucharle, más su voz de alguna manera le proporcionaba seguridad, por lo que se limitó a saludarle de la misma manera en tono bajo.

Pero no respondió.

Así que Damien entendió que tal vez debía hablarle mentalmente, como ella lo hacía, y así lo hizo, y en cambio su respuesta fue una simple risa, que de alguna manera hizo sonreír al pequeño.

«¿Cómo te llamas?» —preguntó Damien mentalmente a su nueva amiga.

«No lo sé, tú me creaste». —respondió esta.

«Mm, pues... Lucy, te llamarás Lucy». —dijo el pequeño reconociendo que su voz era femenina.

Lucy sólo le correspondió con aquella risa que ya se estaba haciendo característica de ella.

«He venido a ayudarte, a acompañarte. Por lo tanto debes obedecerme. Soy tu mejor amiga». —una vez dicho esto comenzó nuevamente a reír.

Y Damien también le sonrió.

Los días pasaban y las charlas con Lucy cada vez se hacían más frecuentes, a tal punto de que Damien pasaba los días encerrado en su habitación hablando o jugando con ella. Cualquier cosa que ella le decía Damien le obedecía, a fin de cuentas ella era su mejor amiga, y no haría nada que le hiciese daño, de hecho, todo lo contrario...

O al menos eso le hacía creer.

Continuará...