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Capítulo 25- Pasado

Xiang y Sienna pudieron conversar con sinceridad: ella juntó el valor para contarle todo lo que había pasado, mientras él la abrazaba, conteniendo su propia angustia y su impotencia:

—¿Por qué no me dijiste la verdad, linda? —le dijo—. ¡Nunca te habría hecho una cita con los abogados para que fueras sola…!

—Esta bien, Xiang. Creí que podría hacerlo sin ayuda. Pero la verdad es que enterré todo este tema, y decidí olvidarlo en Estados Unidos. Al volver aquí, todo se me vino encima. Estuve pensando en volver a casa... 

Xiang se alarmó:

—Pero, ¿y nosotros…? ¿qué pasará con lo nuestro?

—No lo sé, Xiang. ¡Por favor, no me presiones…! —Sienna estaba demasiado disgustada, y no podía pensar con claridad. 

—Está bien, amor. No te hablaré más del tema. Pero por favor, no pienses en irte.

—Lo siento, bebé. No quiero ponerte mal...

—No te preocupes, linda.  Igual no voy a dejarte ir aunque lo intentes —Xiang intentó bromear, pero estaba demasiado abatido—. ¿Quieres que haga detener la investigación?

—No lo sé… No quiero pensar...

—¿Y que quieres hacer? —el chico la observó, preocupado.

—Por ahora solo quiero que me abraces...

El chico la cubrió con sus brazos, como si quisiera  protegerla del mundo. Sienna se sintió más tranquila, y de a poco se fue quedando dormida.

                          ***

Xiang recibió una llamada de su asistente:

—Esta tarde tenemos que ir a un lugar a que te pruebes un outfit de una nueva línea de ropa que quiere que seas su patrocinador.

—¿Qué clase de ropa es? —respondió el chico, con indiferencia.

—Prendas de diseñador. Parece que están interesados en hacerte una línea exclusiva.

—¿Ah, si? —dijo, irónico—. Que interesante... ¿y tengo opción a elegir o ya firmaron todo por mí?

El asistente no hizo caso al fastidio de Xiang:

—Por lo que sé, ya está firmado. Pero podrás elegir qué ropa usar. ¿Te parece bien?

—Mn —Xiang sabía que la agencia arreglaba todo sin consultarlo. La mitad de la ropa que tenía que usar no le gustaba, pero nadie le preguntaba nada. 

El lugar donde tenía que probarse los outfits era un atelier con un mini estudio fotográfico. En un vestidor, vio varias prendas colgadas en un perchero, y una chica joven le fue indicando qué ponerse, luego de maquillarlo y peinarlo.

Estaba aburrido y con sueño. Quería ver a Sienna, o por lo menos hablar con ella, pero estaba rodeado de gente. La ropa no era fea, pero era demasiado fantasiosa para su gusto. Las prendas de diseñador eran así, parecía que no servían para ser usadas en la calle.

Le tomaron varias fotos, y cuando ya estaba empezando a perder la paciencia, le anunciaron que habían terminado. La diseñadora en persona estaba arriba, en su oficina, y quería verlo.

—Muy bien —Xiang subió las escaleras y golpeó en la puerta que le habían indicado.

—Adelante… —oyó que le dijeron desde adentro. Cuando entró, se quedó congelado: su representante lo estaba esperando, junto con la diseñadora.

—Marielle...

—¿Qué? ¿Se conocen? —preguntó el hombre que observó con curiosidad la cara de desconcierto de Xiang.

La mujer respondió primero:

—Coincidimos en un hotel de Arles, hace unos meses. Pero en ese momento no sabía quién era...

Xiang estaba perplejo, incapaz de mirarla. 

—¿Y, chico? ¿Te gustó la ropa? —le preguntó su representante.

—Creo que no se adapta a mi estilo. Lo siento, pero no voy a usarla —respondió el chico, y se dio media vuelta para salir, casi corriendo, de la oficina. El hombre, exclamó sorprendido:

—Pero, ¿qué demonios...?

Xiang salió del lugar con prisa y sin despedirse de nadie, y dejó atrás a sus guardaespaldas, a los que tomó por sorpresa.

—¡Xiang! ¡Espera, Xiang! —Lee lo sujetó del brazo a tiempo, porque afuera del estudio ya se había agolpado la gente para verlo salir, y se encaminaba directo a una trampa: la camioneta aún no había llegado a la puerta.

—¡Traigan ese vehículo de una vez! —gritó el chico, furioso. Ya se había olvidado de Marielle, y no entendió por qué había vuelto a aparecer otra vez en su vida, y precisamente en ese momento tan complicado que tenía con Sienna—. ¡Quiero irme ya de aquí!

En el auto, un poco más tranquilo, pudo contarle a Lee que Marielle había reaparecido. El hombre no podía creer lo que él chico le decía.

—Si, Lee. Esa mujer volvió y parece que firmó un contrato con la agencia para que yo modele su ropa…

—¡Demonios! —exclamó Lee.

El teléfono de Xiang sonó: era un número que no tenía agendado. Atendió, casi seguro de saber de quién se trataba:

—¿Hola?

—Xiang...

—¿Qué diablos quieres ahora, Marielle?

—¿En serio no te gustó mi colección? La hice especialmente para tí —susurró la mujer, con voz sensual.

—Mira, Marielle. No sé qué te traes entre manos, pero no pienso trabajar contigo —le respondió Xiang, cortante—. No tengo idea de qué firmó mi representante, pero yo no firmé nada. Te pido que no vuelvas a llamarme.

Marielle escuchó en silencio las palabras del chico, y cuando le fue a responder, él ya le había colgado. Sonrió porque sabía que con el contrato que tenía firmado con su agencia, Xiang estaba obligado a tratar con ella aunque no quisiera.

—Voy a reconquistarte, Xiang. Como sea.

Esa noche el chico quedó libre, y se fue a la casa de sus padres. Sienna lo esperaba, y decidieron pedir comida por delivery. 

—¿Podemos pedir sushi? —A Sienna le encantaba la tradicional comida japonesa, y se rió de la cara de asco de Xiang, que prefería la comida china.

El clima nocturno era agradable, y se fueron a comer a un pequeño pabellón al aire libre, que había en el jardín del fondo de la casa. Sienna notaba que, a pesar de conversar con ella, Xiang parecía taciturno y distraído.

—A ti te pasó algo… —le dijo.

Xiang se dió cuenta de que Sienna había aprendido a leer sus expresiones, aunque no dijera nada. Y él era bastante transparente. No podía ocultarle sus sentimientos, y tampoco quería hacerlo. A pesar de estar contrariado, esbozó una sonrisa. 

—Tengo un pequeño problema, pero espero que se solucione pronto. No te preocupes, amor —Su teléfono sonaba, insistente. Xiang lo miró, y vió el mismo número que no tenía agendado. Contrariado, apagó el aparato—. Linda, ¿recuerdas a aquella mujer con la que me fui de Francia a los Estados Unidos?

—¿La que armó el escándalo en el hotel de mi hermana?

—Sí, esa. Está aquí, en China, y mi agencia firmó un contrato con ella, sin consultarme, para que yo sea patrocinador de su ropa.

—¿Y qué vas a hacer?

—Por ahora, negarme. Pero no sé si podré. Tal vez tenga que pagar una multa o algo, si me niego.

—Y bueno, hazlo, y trata de no cruzarte con ella —Sienna no era celosa, pero no le gustó la situación.

—No creo que sea tan fácil. No sé que se trae entre manos esa mujer.

—¡Ay, amor…! Que inocente eres —respondió la chica—. ¿No sabes qué se trae entre manos…? ¿En serio?

Xiang puso cara de fastidio.

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