Capítulo 11-Búsqueda
Xiang no sabía por qué se había bajado del taxi en el apartamento de Sienna. Ella solo dio su dirección, y cuando llegaron lo tomó de la mano y lo hizo salir del auto con ella. El lugar estaba lejos del centro de la ciudad y se veía oscuro y desolado. Al verlo, Xiang recordó algunas películas norteamericanas ambientadas en los barrios bajos de Nueva York, llenos de pandillas de delincuentes.
—Pero...¿cómo llegaré al hotel? —le preguntó. No tenía idea de dónde estaba.
—Duerme aquí, Xiang. Mañana te llevo… —le respondió la chica, arrastrando las palabras.
—Pero… Sienna ..
—¡Shhhhhh! —la chica lo quería hacer callar mientras ella hacía bastante ruido. Lo guío hasta un edificio bastante antiguo y comenzó a subir, tambaleándose, por unas viejas escaleras.
—¡Espera, Sienna…! —Xiang no sabía qué pensar ante la actitud de la chica.
—¡Entra de una vez, antes de que mis vecinos se quejen…!
Cuando Xiang atravesó la puerta, casi pisó a un gato gordo y peludo que estaba echado sobre una pequeña alfombra de la entrada, que probablemente sirviera para limpiarse los pies. El animal se quejó un poco, pero no se movió.
—¿Tienes hambre, Patrick? —le preguntó Sienna al enorme animal, que no tenía para nada aspecto de hambriento—. ¡Ya te doy tu comida!
El gato recién se movió cuando sintió la ración verterse en su plato. Xiang se rió: ese gato gordo era un malcriado.
—¿Quieres tomar algo, Xiang? —le preguntó la chica.
—Agua, si tienes —había tomado demasiado alcohol, y el vaso de agua bien fría que le trajo Sienna le cayó muy bien a su estómago.
Ella lo invitó a sentarse en el único sillón de la sala, que era un mueble de dudoso aspecto, cubierto por una manta de lana de todos colores, tejida a crochet, puesta seguramente para tapar los agujeros del tapizado. Xiang se sentó con cuidado, pensando en que ese mueble se iba a romper en cualquier momento y él iba a terminar en el suelo. El gato gordo se subió también al sillón y lo observó. «Tal vez ésta es su cama», pensó el chico, «me está mirando como si fuera una especie de intruso». Sienna apareció desde otra habitación, con una almohada, sábanas y una manta:
—Puedes dormir aquí, en el sillón.
—¿Con el gato? —preguntó el chico. Ese animal, extendido, ocupaba la mitad del espacio.
—No. Patrick duerme conmigo —Sienna hizo un poco de fuerza para levantar al animal, y antes de entrar a su dormitorio, le señaló una puerta—. Ese es el baño. Que descanses, nos vemos más tarde —bostezando, y con el gato en brazos, la chica se fue a dormir.
Xiang acomodó su extraña cama y se acostó. Por una pequeña ventana, la única que había en la sala, el chico pudo observar el pequeño apartamento: en una sola habitación estaba, a un costado la cocina, una pequeña mesa con cuatro sillas, y en un rincón el sillón en el que él estaba. El conjunto era bastante sencillo, aunque se veía limpio y prolijo. Xiang estaba tan cansado, que se durmió bastante rápido a pesar de lo incómodo y endeble que era ese sillón.
Despertó cuando sintió el peso del enorme gato que se le había acostado encima: ya era cerca del mediodía, Sienna se había levantado y el animal se había cambiado de cama.
—Buenos días, Patrick —lo saludó, divertido por la actitud del gato, que lo miró con indiferencia. Sienna le alcanzó una taza de café:
—Buenos días, dormilón. Si quieres bañarte hay toallas limpias en el baño…
—No, gracias —Xiang se avergonzó ante la idea de usar la ducha de la chica—. Lo haré en el hotel. Igual no me gusta ponerme la misma ropa después de bañarme.
—Tengo algunas cosas que deben ser de tu talla —respondió la chica—. Ropa de hombre, digo… —le aclaró.
—¿Si? —Xiang la veía algo masculina pero no tanto como para usar ropa de hombre, pero ella le aclaró sus dudas.
—Si, son de mi novio... digo ex novio —Por la cara de la chica pasó una leve sombra de tristeza.
—Oh... lo siento —musitó Xiang.
—No importa… De todos modos era un desgraciado.
El chico no quiso reírse del comentario de Sienna, aunque le resultó gracioso.
—No te preocupes —le respondió, tratando de no reírse—, tampoco me gusta ponerme ropa ajena.
—Está bien, entonces te llevaré al hotel.
—Creo que puedo llegar solo —le aseguró el chico—. Pediré un taxi.
El vehículo de alquiler llevó a Xiang al hotel sin novedades. El chico ya había aprendido algo de inglés, y también se manejaba con el traductor si no lograba que lo entendieran. Se sentía un poco más seguro en la ciudad, gracias a las lecciones de Sienna.
Cuando llegó a su habitación, se dio un largo baño caliente y se acostó un rato. Sintió que la cama estaba muy cómoda después de haber pasado la noche en el desvencijado sillón de la sala de su amiga.
Cuando despertó, un rato más tarde, decidió llamar a Lee. Le había prometido llamarlo cada tanto, pero nunca más lo había hecho.
—¿Lee? Soy Xiang…
—¡Xiang! ¿Dónde estás? —exclamó el custodio, aliviado de escucharlo después de tantos días de incertidumbre.
—En Estados Unidos.
—¿Sigues allí con esa mujer?
El chico debía decirle la verdad:
—No, Lee. Tuve un problema con ella, y nos separamos.
—Pero, Xiang, ¿por qué no me avisaste? ¿Estás allá solo?
—Estoy con otra chica…
—¡¿Cómo?! —exclamó el hombre. Pensó que Xiang había cambiado demasiado: después de años de obediencia y trabajo, se había escapado y ahora estaba teniendo su segundo romance.
—Ay, Lee... ¡No pienses mal! Es una chica de padres chinos que me está ayudando a entender el idioma y a manejarme en la ciudad. Por ahora me está yendo bastante bien, y cuando se me terminen los tres meses de vacaciones volveré, no te preocupes. ¿Cómo te fue con la agencia? —le preguntó.
—¿Con la agencia? Como me suponía, cuando llegué lo primero que hicieron fue despedirme.
—Oh… —le respondió Xiang. La noticia no lo había disgustado para nada. Apreciaba mucho a Lee, y quería contratarlo más allá de la agencia— ¿Ya te comunicaste con mis asesores?
—Aún no...
—¿Y qué esperas? —exclamó el chico—. Llámalos enseguida. ¡Ni se te ocurra conseguir otro trabajo, Lee! Quiero que sigas conmigo.
—Está bien, Xiang. Gracias, y cuídate.
—Tú también. Nos vemos a la vuelta.
Luego de su conversación con el custodio, Xiang quedó preocupado: pensó tal vez por orgullo, o por verguenza, Lee no había querido comunicarse con sus asesores. Se apresuró a llamar a su abogado para que lo contratara lo antes posible. Lee era una persona confiable, y le había demostrado ser un buen amigo.
Xiang tenía otra idea: quería buscar la academia de baile que había visitado con el chofer de Marielle. No tenía mucha idea de dónde estaba, y por eso llamó a Sienna esa misma tarde para que lo ayudara a encontrarla. Tenía su laptop, pero aún no dominaba el inglés ni los buscadores occidentales. La chica lo atendió con voz somnolienta: después de que él se había ido por la mañana, se había vuelto a acurrucar en su cama con Patrick, y había dormido todo el día.
—Xiang… ¿Qué quieres…?
—¿Estabas durmiendo? —le reprochó el chico—. ¿A esta hora?
—Te pareces a mi madre… —protestó Sienna, mientras soltaba al gato, que se quejó un poco pero apenas se movió.
—Uhhhh... ¡qué feo! ¡Levántate de una vez y ven para acá! Tengo que buscar un lugar.
—Está bien señor, ¡a la orden! —le respondió ella, con un gracioso tono militar.
Más tarde, cuando Sienna llegó y Xiang le explicó lo que quería buscar, se toparon con la dificultad de que él no recordaba ningún detalle de la zona por la que había circulado con el auto de Marielle, salvo el cartel que decía hip hop. Lo único que podían hacer era buscar, en un mapa online, direcciones de academias, y buscar una por una.
Sienna encontró veintisiete academias que enseñaban hip hop. En una aplicación que mostraba las fotos de las fachadas, pudo mostrarle a Xiang los carteles, a ver si los reconocía. Pero ninguno coincidía con lo que él buscaba.
—¡Ay, diablos, qué difícil! —se quejó. Pensaba que gracias a la tecnología le iba a ser fácil encontrar ese lugar, pero Nueva York era enorme y había demasiadas academias de baile.
—Tranquilo, Xiang… —dijo la chica, con la vista fija en la pantalla de la computadora—. Sólo piensa un poco más. ¿Recuerdas algún otro detalle que hayas visto en tu recorrido?
Xiang recordó una plaza con muchos escalones y un monumento. Sienna pensó un poco, y después se puso a buscar en la computadora. Le mostró una foto al chico:
—¿Ésta es la plaza?
—¡Si, si! ¡Esa es! —exclamó Xiang, feliz como si ya hubieran encontrado la academia—. ¡Eres una genio, Sienna!
—No te adelantes… le respondió la chica, que se puso a buscar en un radio cercano a la plaza. Encontró doce resultados y le volvió a mostrar las fotos a Xiang.
—¡Esa, esa es! —exclamó el chico al reconocer el cartel que decía hip-hop. Ahora podía leerlo: —Legends, dance academy. Hip Hop, Urban dances. ¡Woww!
—Es un lugar bastante conocido —le aseguró Sienna—. Tiene grandes profesionales en bailes callejeros. ¿Te interesa aprender a bailar, Xiang?
El chico se rió:
—Sí, me gustaría aprender un poco…
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