Prólogo
En aquella avenida se oían el sonido de las sirenas. Una madre gritaba desconsolada, sus gritos de dolor se podían oír a quilómetros de distancia. La gente amontonada alrededor de aquel sitio, los murmullos y ahí entre todas esas personas se encontraban ella... esa pequeña de cabellos negros como la noche, corto por los hombros. Sus ojos grises profundos miraban con fascinación el cuerpo en un inmenso mar de sangre.
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