Capítulo doce.
⚠️Advertencia: Este capítulo contiene escenas de violencia que pueden ser sensibles para el lector, por lo cual pido discreción para ello. Antes de iniciar la escena hay un párrafo advirtiendo, por si gustas saltarlo😌⚠️
Capítulo doce.
07 de julio, 2018.
Alguna vez has escuchado el refrán de los humanos que dice «caras vemos, corazones no sabemos» ¿sí? ¡genial! Porque es justo lo que está pasando en este tiempo y en este lugar. Creí haberte dicho hace mucho que las apariencias en la sociedad de Felmor importan mucho, bueno, estas apariencias también engañan. Pues muchos ven el rostro, pero no saben el asesino que esta persona lleva dentro.
Aunque si me lo preguntas, creo que todos los seres humanos llevan un asesino en su interior, por más bueno o buena que diga ser la persona, eso no quita que estos tengan malos u oscuros pensamientos en ocasiones. La diferencia radica en que muchos llevan a cabo sus oscuros pensamientos, pero otros simplemente lo ignoran porque no se sienten capaces de hacerlo.
Las familias y amigos de los chicos desaparecidos se encuentran en una agonía, muchos han perdido la esperanza de encontrarlos con vida, otros como Lex aún se mantienen con el ahínco de que pueden encontrarlo, se aventuran a jugar al investigador y entre juego y juego descubren cosas importantes, piezas claves, que ni la policía ha considerado tomar en cuenta.
La otra vez te conté parte de la historia de nuestro personaje «el túnicas», por supuesto que tiene un nombre, pero aun no es el momento. Si te lo preguntas, yo también tengo un nombre, me lo dieron hace mucho tiempo, pero eso no es importante, es más si para ti tal vez lo sea, quédate hasta el final, es muy probable que ahí lo diga. En todo caso, recordarás que empaticé mucho con su historia, y al parecer me ha cogido cariño, pues todas las noches (cuando no estoy vigilando a mis zombies) vengo a su refugio a hacerle compañía, pareciera como si quisiera que fuera una especie de mascota o algo así, pero eso no puede ser posible. Nací para ser libre, no para estar en cautiverio, tal y como ahora se encuentran los chicos desaparecidos.
Sí, sí, emociónate. Te he dado otra pista sobre mi identidad, tal vez ya lo habías intuido, ahora te lo confirmo, soy un animal. Interesante, ¿no?
En medio de los árboles frondosos, hay una vieja casa abandonada. Puede que tenga dueños, puede que no, lo que si sé es que este es el refugio de «el túnicas». Un refugio para él, el infierno para los chicos cautivos aquí dentro.
Como te comenté anteriormente, es una casa muy amplia y como ahora prácticamente soy un amigo de «el túnicas» ya no tengo necesidad de ocultarme, ahora puedo ver todo lo que sucede en el interior con lujo y detalle, y así como puedo ver, también puedo escuchar.
Hoy, «el túnicas» no se encuentra en el refugio, así que, sin nada que hacer porque últimamente todo se ha tornado aburrido he decidido venir a la casa y hacer una pequeña exploración.
La casa es grande, aunque llena de polvo y algunas arañas he de decir, bueno, no algunas, muchas en realidad. Pero bueno, no es ningún impedimento para continuar con nuestro recorrido. Como toda casa tiene sus habitaciones comunes como la cocina, la sala, el comedor y los cuartos donde los humanos que la habitaban dormían con placidez; pero lo peculiar de esta casa es que, a pesar de ser solo de un piso, tiene muchas habitaciones vacías, que solo Dios sabrá para que eran utilizadas y una de las habitaciones, exactamente la última ubicada en la esquina donde en el día apenas y alcanza un poquito de luz solar es diferente a las demás.
Está llena de muebles y estanterías inservibles, y como podrás imaginarte, también cubiertas de polvo, ¿y quieres saber que más? El suelo. Pero, lo peculiar del suelo son los patrones que están grabados en la cerámica, todos parecen ser simétricos y que a un amante del perfeccionismo le daría placer verlo, sin embargo, detrás de un sillón, si miras con suma atención podrás notar una pequeña diferencia entre las líneas, es casi imperceptible pero ahí está. Y solo basta que te sitúes en la línea extraña, que coloques una cuchilla en la ranura y empujes hacia adelante para descubrir la cerradura, la cerradura de una compuerta que conduce a unas escaleras que dan hacia un sótano, donde están Zach, Timothy, Louis y Mason.
Por supuesto, no puedo entrar a dicho lugar cuando «el túnicas» no se encuentra ya que no tengo la suficiente fuerza para abrir la compuerta y por desgracia, esa es la única entrada y salida, así que como te imaginarás los que se encuentran ahí abajo no tienen ninguna probabilidad de poder salir, y tampoco de ser escuchados, al menos por un oído humano.
Porque si, cuando la desesperación los embarga y supera la poca estabilidad mental que tienen, gritan y lloran como no tienes idea. Gritan por ayuda, gritan lo más que pueden, pero nadie los escucha. Luego lloran de manera tan desgarradora que pudiera partirle el corazón a cualquiera, piden perdón entre llantos y gritos, perdón a sus víctimas, pero no es solo por ello, también lloran y gritan por el dolor que sienten.
Gritos y llantos en vano, pues nadie lo escucha y nadie podrá venir a salvarlos.
Pasan las horas, se hace de noche, los animales del bosque empiezan a salir y a hacer ruidos y de pronto, entre todo ello, escucho el sonido de un auto acercándose y me tenso pues pienso que le han descubierto y que mi pobre «túnicas» tendrá que pagar por ello, pero al asomarme por las ventanas de la casa, puedo soltar un suspiro de alivio al ver que no, no es nada de ello, sino que es «el túnicas» bajando de su auto con una expresión en su rostro que infunda temor. Sus manos van hecha puños y camina hacia la casa con mucha rabia, sus fosas nasales se ensanchan y parece respirar agitadamente, y también sus ojos, sus peculiares ojos están rojizos y vidriosos.
Abre la puerta y la cierra con brusquedad, ni siquiera enciende las luces, sino que solo se limita a lanzar las llaves del auto a una mesa y bajando su capucha va hacia la cocina, toma un cuchillo y lo aprieta con demasiada fuerza al punto que resaltan las venas de sus nudillos. Parece no haberse percatado de mi presencia, pues normalmente cuando me ve, su rostro serio y frío, sin emociones cambia a unas facciones más alegres. «El túnicas» se alegra con mi presencia, dice que soy su amigo y el único que lo entiende y no le juzga por lo que hace.
Bueno, no es que no lo haga, pero a ver, solo me puedo comunicar por medio de gestos y sonidos que interpreta a su conveniencia, porque, aunque quisiera no puede entenderme.
En todo caso, le veo dirigirse con paso firme hacia la última habitación del pasillo del cual te hablaba antes y es mi oportunidad para mostrarte lo que hay ahí en el sótano, así que me apresuro a seguirle para que me vea y me pueda llevar hacia ahí abajo, y en efecto, al oír mis pisadas corriendo lo más rápido que pueda (aunque odio correr), y mis chillidos, voltea hacia atrás y mira hacia abajo, sacando su celular con su mano libre, que le sirve de linterna, buscándome entre la oscuridad hasta dar conmigo.
—Hola —digo, aunque sé que no me entenderá.
—¡Oh! ¡Blackie! —exclama y tal y como les dije antes, sus facciones cambian. Ahora su rostro se encuentra un poco más sereno, e intenta esbozar una leve sonrisa que se convierte más en una mueca—. ¿Quieres venir conmigo? Ven —Mete el celular en el bolsillo de sus jeans y extiende su mano para sostenerme entre ella. Y juntos, vamos hacia la habitación, se acuclilla frente a la compuerta y una vez abierta bajamos por las escaleras que conduce a un sótano un tanto peculiar.
Por cierto, mi nombre no es Blackie, pero «el túnicas» ha decidido nombrarme así, y pues, no tengo como negarme ante a ello.
Una vez, hemos bajado al sótano, inmediatamente me zafo de su agarre para situarme en una estantería y «el túnicas» toca a tientas la pared en la oscuridad hasta dar con un interruptor que ilumina el lugar con una tenue luz, dejando ver una especie de camilla en el centro y alrededor una serie de celdas aseguradas con candados y dentro de cada una de ellas a los chicos desaparecidos. Además, también esta la estantería donde estoy situado justo ahora y en cada repisa hay pequeños botes de vidrios vacíos pero que pronto serán llenados con algo peculiar, y diferentes utensilios un poco extraños, entre ellos jeringuillas, algo llamado morfina, guantes, blefaro, bisturí, antisépticos y un sinfín de cosas más cuyos nombres desconozco pero que son necesarios para «el túnicas»
Porque sí, ellos están vivos, o al menos intentan estarlo, pero hay algo diferente en ellos, algo que les hace falta. Y que de hecho los estoy viendo en un congelador, aún no hay muchos, solo hay cuatro, dos pares exactamente porque «el túnicas» últimamente se está tomando las cosas con calma.
Pero hoy, hoy parece estar un poco de «malas pulgas», y eso no solo lo noto yo, sino que también los chicos que se encuentran en las celdas, quién al escuchar nuestros pasos desde las escaleras hasta ver (los que aún pueden) como «el túnicas» encendía la luz, guardaron silencio y parecían conejillos asustados, corriendo hacia la esquina de sus lugares, acuclillándose y queriendo hacerse bolita, como si de esta manera pudieran ser invisibles ante los ojos de «el túnicas». Todos hacen ello, a excepción de un chico de cabello liso y castaño, que yace acostado en el suelo, sin moverse y con una débil respiración; su aspecto es terrible, su cabello ha crecido al igual que su barba que en su tiempo fue corta y elegante pero que ahora tiene un aspecto desaliñado y grotesco.
Sí, hablo de Mason, el chico infiel.
El sonido del cuchillo colisionando en las rejas causando que los chicos dentro de ella tiemblen ante la acción y algunos de ellos empiecen a sollozar, causando que «el túnicas» se enfurezca más y golpee con fuerza las rejas con el cuchillo haciendo un gran estruendo.
—¡Deja de llorar! ¡Maldita sea! —grita y desde mi sitio veo como el dueño de dicho sonido lleva sus manos hacia su boca queriendo ahogar su llanto, pero es imposible, porque le ha visto, y tal como está su humor creo que nada bueno le espera.
Y confirmo mis sospechas cuando veo como deja de arrastrar el cuchillo por los barrotes de las celdas para girarse hacia una en específico, justo donde se encuentra un chico de cabello largo y unos peculiares ojos celestes que brillan llenos de temor. Su aspecto a comparación de los otros no es tan desaliñado, se mantiene limpio y con su cabello cogido en una coleta.
¡Ah! Ahora recuerdo, se trata de Louis, el chico que hirió con una cuchilla. Bueno, supongo que en su estado no podía hacer mucho con él y ha dejado que se recuperara.
—¿Sabes? —inquiere acuclillándose frente al chico quien parece no poder dejar de llorar al ver cómo «el túnicas» parece tenerlo en la mira—. Hoy no estoy de buen humor —Niega con su cabeza—. Hoy es uno de esos días en el que el ambiente en mi casa me ha hecho recordar por qué los odio a todos ustedes y por qué deben de pagar por lo que hacen, si sabes a lo que me refiero —Le guiña un ojo y Louis empieza a negar con su cabeza arrastrándose aún más hacia la pared, acorralado, tal cuál un ratón frente al gato. El miedo es evidente en su mirada, las lágrimas parece que nunca se le agotarán y su cuerpo tiembla tanto al punto de parecer una gelatina.
No puedo evitar sonreír ante la escena, ¡pero que débil! Se ve alguien que frente a otros fingió ser fuerte.
—Por tu reacción creo que si lo sabes —ríe suavemente poniéndose en pie caminando hacia la estantería, justo donde estoy—. Ven, Blackie —murmura—. Hoy también serás testigo de esto.
Alza sus manos hacia mi dirección y me toma entre ellas para luego colocarme en su hombro, me aseguro bien y veo como toma unos guantes y seguido de ello coge una jeringa que llena de un líquido de uno de los tantos botes que tiene aquí guardados. Coloca la jeringa en una mesa y le observo preparar la camilla del centro, y solo eso basta para que Louis empiece a gritar lleno de miedo y temor porque sabe que él será el próximo en utilizar esta cama.
—¡Por favor! —suplica a gritos—. No me mates, haré lo que me pidas, pediré perdón, seré tu esclavo, tu cómplice ¡lo que quieras! Pero no me hagas eso.
—¡Ja! —exclama—. ¿Esclavo? Para que quiero un esclavo, tú ni siquiera mereces vivir —masculla y la diversión en su mirada ha desaparecido. Su rostro es serio, y su mirada… es muy difícil de describirla. En realidad, ni siquiera puedo predecir o intuir que está sintiendo en estos momentos pues alguna vez has oído el refrán que dice «los ojos son la ventana del alma» bueno, los ojos de «el túnicas» no transmiten nada en este momento, lucen tan vacíos que si ese refrán fuera cierto entonces diría que «el túnicas» no tiene alma—. No importa cuanto supliques por ayuda o por perdón, tu destino no cambiará y, además —sonríe de manera siniestra—, nadie te escuchará.
«El túnicas» saca del bolsillo de sus jeans un llavero que contiene un adorno muy peculiar, un lindo ojo blanco, con líneas rojas y un iris color azul hecho de crochet. Y mientras busca la llave que corresponde a la celda de Louis empieza a tararear una canción.
«Dime todo lo que quieres ahora.
Déjame saber todos tus deseos.
No los cumpliré ahora, ni mañana.
Porque hay un asesino con una obsesión extraña»
El llanto de Louis es muy fuerte al punto que temo que pueda llegarse a escuchar fuera del sótano. Timothy ahora se une al llanto de su compañero del lado, pero este lo hace con más discreción, aunque él realmente no sé porque llora, su destino ya está cumplido, a lo mejor porque sabe que no es un destino lindo el que le depara a Louis.
«Disfruta hoy tus ojos.
Porque mañana no podrás hacerlo.
No me insistas, porque me enfado.
Lo sé, soy demente.
Pero solo quiero decirte algo.
Si eres infiel nada bueno te espera.
En un pueblo donde hay un asesino con una mente enferma.»
«El túnicas» ya ha encontrado la llave y con una sonrisa en su rostro toma la jeringa que había preparado antes y cantando suavemente se acerca a la celda.
«Una loca obsesión con los ojos de color.
Si eres infiel, con tus ojos pagarás,
todo el dolor que les hiciste sentir»
Le veo insertar la llave a la cerradura y todo se vuelve un caos, los gritos de Louis son tan desgarradores al punto de dejarte sordo, el discreto llanto de Timothy ahora incrementa y a todos esos sonidos ahora se le suma la voz de Zach gritando desde su celda.
—¡Por favor! ¡Para esto! ¡Paralo ya, no les hagas daño!
Pero «el túnicas» ignora todas las voces al entrar a la celda y caminar hacia donde se encuentra un tembloroso y enclenque Louis.
—No me hagas daño, por favor —susurra resignándose cuando «el túnicas» acaricia su mentón.
«Y tienes que decir adiós ahora,
porque mañana ya no volverás a ver,
ni la luz del día, ni a ninguna otra mujer»
Es lo único que dice «el túnicas» antes de esbozar una sonrisa e insertar la jeringa en el cuello de un Louis quién poco a poco deja de gritar hasta caer al suelo completamente inconsciente.
Me da un poco de lástima porque ni siquiera pudo defenderse, es tanto el temor que le tienen que no les queda más que resignarse a su destino, a su cruel y triste destino.
Lo que voy a contarte a continuación no sé si puedas soportarlo, tal vez ya te lo estés imaginando, después de todo, muchas pistas se han dado y solo basta sumar dos mas dos para saber cual es el resultado o el destino que les espera a estos chicos.
Sobre la camilla yace el cuerpo de Louis y sobre él se encuentra «el túnicas» con una bandeja llena de instrumentos a su lado. Tampoco te creas que esto es similar a una sala de operaciones, nada que ver, pero «el túnicas» hace su trabajo con mucha minuciosidad, solo le basta drogarlos lo suficiente para que no sientan el dolor que se aproxima. Una vez hecho esto, procede a tomar algo llamado «blefaro» que lo coloca en uno de los ojos de Louis para mantenerlos abiertos todo el tiempo, y que, de hecho, le facilita el hacer cortes y extirparlos no de manera profesional, pero si un poco más fácil. Pero antes de ello busca entre las repisas unos botes llenos de una sustancia extraña, cuyo nombre no puedo pronunciar porque me resulta difícil de recordar y procede a colocar unas gotas en el ojo celeste de este chico.
—Perfecto —susurra colocando el botecito a un lado y tomando con su otra mano algo llamado bisturí.
Una vez en su mano comienza a hacer cortes alrededor del ojo, sobre todo en el parpado y en las bolsas donde se forman las ojeras. Por supuesto, la sangre no se hace esperar y comienza a fluir, realmente es un proceso muy largo y arduo ya que tiene que estar pendiente que la sangre no llegue a tocar al ojo pues si no todo estará perdido; con algunas gasas intenta detener un poco la salida de sangre al mismo tiempo que con la ayuda de una extraña pinza empieza a extirpar con sumo cuidado el ojo del chico. No te creas que «el túnicas» está realizando una operación tal cual lo haría un oftalmólogo, no por supuesto que no, es consciente de que hay algunas cosas que las hace mal pero lo único que le interesa es obtener en buen estado el ojo de color de este chico, su tesoro más preciado que va para su colección y que de alguna manera satisface su extraña obsesión.
Y luego de unas horas lleno de sangre, cortes y llantos por parte de Zach en su celda, «el túnicas» termina de extirpar ambos ojos los cuales, luego de cambiar sus guantes llenos de sangre por otros limpios, coloca de forma cuidadosa en un frasco de vidrio llenos de un líquido que ayuda a su conservación.
—¿No te parece precioso, blackie? —pregunta viéndolos con emoción.
Ladeo mi cabeza.
—Pues puede ser un poco perturbador para algunos, pero sí, se ven lindos —respondo.
Por supuesto, entiende solo sonidos extraños de mi parte, pero cuando acaricia con un dedo mi mentón supongo que los ha interpretado a su manera.
—Ven, que hay alguien que debe verlos —musita dando pequeños saltitos en dirección a la primera celda donde se encuentra un chico de cabello rizado, con una venda en donde una vez estuvo su ojo izquierdo y que con su mano tapa el único ojo que le queda evitando ver la adquisición exótica que acaba de obtener «el túnicas»
—¿Qué te parece Zach? ¿A que son preciosos? ¿A que sí? —dice sentándose frente a la celda del chico y sostenido en sus manos los frascos con los ojos dentro.
—Por favor —murmura con una voz ronca, que denota el cansancio de tanto gritar y llorar con todas sus fuerzas—. Detente, ya no hagas más estas cosas.
—¿Detenerme? —inquiere de manera ofendida—. ¿Por qué debería? Solo quiero que veas lo que te depara el futuro a ti y a tu novia —sonríe de manera siniestra.
Y solo eso basta para que deje de cubrir su ojo y se abalance hacia la celda sosteniendo con fuerza los barrotes que lo separan de «el túnicas».
—¡No! ¡A ella no la metas en esto! —grita o al menos intenta hacerlo—. ¡Sácamelos a mí! ¡Me lo merezco! ¿Sí? Pero a ella no, por favor, por lo que más quieras —Termina cayendo de rodillas con su único ojo lleno de lágrimas.
Miro el rostro de «el túnicas» y veo la furia en sus ojos pero también una especie de indignación, que se refleja también en las lágrimas que han comenzado a formársele.
—Mírate —masculla con rabia—. Como, aun así, después de todo esto, la sigues defendiendo, queriendo protegerla… —Hace una pausa intentando disipar las lágrimas que amenazaban con salir—. Me das asco —dice poniéndose en pie—. Tú y ella, son una basura.
—Y tú estás demente —escupe Zach mirándole con furia.
—Sí, lo estoy —Se encoge de hombros—. ¿Y adivina quién pronto se enterará de ello también? —Y volviendo a agacharse para estar al nivel de Zach vocaliza un nombre con sus labios y además le susurra algo que no alcanzo a escuchar pero que hace que el color abandone la piel de Zach y se quede ahí petrificado y en shock.
«El túnicas» se incorpora nuevamente y se aleja de las celdas para colocar los ojos en una repisa de la estantería y dirigirse hacia las escaleras.
—Blackie, vamos que voy a cerrar —Es lo único que dice antes de comenzar a subir.
Doy un ultimo vistazo a los chicos, a Zach quien yace sentado en el frío suelo aún en shock, pero con sus manos hechas puño; a Timothy quien por si te preguntas, también tiene vendas en sus ojos, porque estos ya le fueron sacados, abrazando sus rodillas en una esquina de su celda; a Mason, quién aún sigue acostado, creería que inconsciente y ahora, sobre la camilla a Louis quien pasa a tener también una venda sobre sus ojos.
Salgo de ahí con rapidez situándome en el hombro de «el túnicas» mientras cierra la compuerta y murmura con furia:
—Tengo que apresurarme a hacer el próximo movimiento.
Y solo para hacerte un breve recordatorio, ¿recuerdas a la pareja que te mencioné cuando vine a esta ciudad?, pues si, resulta que presencié la ruptura de Zach y su novia, pero la pregunta para ti, ahora es, ¿quién era su novia?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro