Narra Alejandro

No aguante de agarrar su mano y estábamos tan cerca, todo fue tan rápido que no pude reaccionar a tiempo, ella se separa de mi y veo que está nerviosa. Gabriela se va y me quedo pensando por unos segundos y suspiro. Se que ella tiene miedo y culpa por todo lo ocurrido en su vida, pero ella no es la culpable, me mata que se esté culpando y marchitándose de a poco. Suspiro y me llevo las manos a la cabeza, estas últimas semanas me sentía tan raro, lo único que pienso es como poder aliviar su vida y que se sienta mejor.

Gabriela es una mujer tan hermosa, es una mujer tan madura y es como si los años la hicieron más hermosa y me duele esto que le está pasando, lo peor de todo es que a pesar que siento esto, por mi profesión no puede pasar nada entre nosotros. No es ética y es mejor que la ayude como lo estoy haciendo.

Suspiro y escucho que alguien golpea la puerta.

–Pase.

La secretaria me mira y cierra la puerta al entrar.

–Un paciente lo está esperando afuera, ¿lo hago pasar?

Asiento en silencio y la muchacha sale rápidamente para hacer pasar al joven.

Narra Eugenia.

Me quedo observando a Rafael mientras está durmiendo y no puedo evitar sonreír al verlo tan hermoso. Acaricio su pecho y en un instante agarra mi mano.

–No estoy durmiendo.

Suelto una risa y me rodea suavemente con sus brazos, pasando su mano por mi espalda y me mira con atención.

–Eres tan hermosa. –Sonríe. –Como extrañaba tenerte así, estar cerca de ti es lo único que necesito.

Sus manos amasan mi cuerpo y apoya sus labios en mi cuello, dando besos suaves y cierro los ojos con fuerza cuando dejo salir un suspiro. Dios, como estamos recuperando el tiempo perdido. El sexo con Rafael es tan maravilloso, sabe como excitarme y hacerme perder mientras hacemos el amor. Sus besos me están encendiendo ahora y hace poco que acabamos de hacerlo, su mano baja hacia mi clítoris y lo masajea en círculos haciendo que largue un suspiro y es más agresivo con su toque.

–Rafael. –Gimo. –Hace poco que lo hicimos.

–¿Y? –Murmura mientras besa mi cuello. –Yo se que quieres hacerlo...

No puedo oponerme, tiene tanta razón. Mi cuerpo reacciona a sus caricias y lo quiero tanto, besa mis labios mientras me masturba y me mira con sus ojos oscuros encendidos por el deseo.

–Buena niña. –Dice.

Su toque me hace gemir constantemente y lo abrazo con fuerza cuando introduce dos dedos dentro de mí, haciendo que tiemble por la sorpresa. Mis gemidos son mas ruidosos y Rafael me mira completamente excitado mientras me está torturando.

Al rato deja de masturbarme y agarra mis manos para ponerlas por encima de mi cabeza, sujetándome con fuerza y me encanta cuando se pone así, haciendo que me moje aún más.

Me sostiene con una mano mientras que con su mano libre agarra su entrepierna para introducirla en mi vagina, los dos gemimos y se detiene por un momento para besarme. Disfrutamos la sensación de estar unidos y de pronto empieza a moverse lentamente, sus manos me sostienen con fuerza mientras me embiste cada vez más duro. No puedo callar mis gemidos y se que Rafael no quiere que me calle porque se mueve más rápido.

Sus movimientos me están llevando a la locura y puedo escuchar los gruñidos de Rafael mientras besa mi cuello, chupando y lamiendo mi piel. Se sienta tan bien y no quiero que se detenga. Nuestros gemidos inundan la habitación y me da vuelta rápidamente, haciendo que este arriba y apoya sus manos en mis caderas. Empiezo a moverme, marcando el ritmo rápidamente y echo la cabeza hacia atrás. Se que voy a llegar al orgasmo dentro de poco y no podre aguantar mucho tiempo y más cuando el masajea mi clítoris mientras me muevo.

Muerdo mi labio y sale un grito gutural, Rafael llega al clímax después y me derrumbo encima de su cuerpo. Me abraza con fuerza y me tapa con las sabanas.

–Te amo tanto Eugenia. Por dios, te amo tanto. –Me mira con locura.

Beso sus labios y Rafael melo devuelve, besándome apasionadamente.