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Luz

Narra Gabriela.

Me siento tan ansiosa de ir al psicólogo, después de haber hablado con mi hija ya me siento mejor. Las cosas entre ellos ya están terminadas y tiene que ser feliz, al menos yo lo intentare, pero al menos lo seré si mi hija y mi nieta lo son.

Entro a mi auto y me miro por el espejo retrovisor para acomodar mi cabello rojizo, suspiro y enciendo el motor. Mi vista esta atenta ante el camino y freno al ver el semáforo en rojo. Lo único en lo que estoy pensando es no haberle creado un lio grandísimo a mi hija, tendría que haberme ido antes de que todo se complicara... a veces me da miedo ese hombre, es tan posesivo con ella, no quiero ponerme paranoica pero no dejo de estar alerta. Por suerte hoy se iría y mi hija estaría más tranquila para pensar en lo que debería hacer... espero que tome la decisión correcta.

Hace tres semanas que voy al psicólogo y digamos que me siento un poco mejor de lo que estaba antes de empezar, se que a las pocas semanas uno no tiene tantos cambios, pero la verdad que me hizo muy bien desahogarme y me siento muy cómoda con Alejandro, es un hombre tan bueno y no puedo negar que me senti tan bien cuando el me abrazo con tanta fuerza cuando yo estuve mal, me sentí tan protegida que me calme por completo.

Respiro hondo cuando veo el semáforo en verde y acelero, sacando todos los pensamientos de mi cabeza.

Más tarde, llego al edificio y bajo del auto, toco el timbre al llegar a la entrada y la secretaria me deja pasar al edificio. Después de estar en el ascensor, entro al consultorio y la secretaria me saluda con amabilidad. Me quedo esperando a que se haga la hora y veo salir al psicólogo con un paciente, trago saliva y muerdo mis labios. Nos miramos y sonrio mientras me pongo de pie.

–Buenos días Gabriela. –El dice con una sonrisa y me da un beso en la mejilla.

Después de besar mi mejilla, lo veo de cerca y puedo ver un poco de luz en sus ojos verdes, siento algo en mi estomago y trato de mantenerme calmada. ¿Pero que me está pasando? Me separo un poco y entro al cuarto, me siento en el sillón y suspiro de alivio, estaba tan cerca de Alejandro y delante de su secretaria...

–¿Cómo estás?

Su pregunta me saca de mis pensamientos y lo observo.

–Estoy bien. –Respiro hondo.

Asiente lentamente y se sienta en silencio mientras abre su libreta.

Por suerte mi respiración volvió a la normalidad, estuvimos conversando y me pregunto como van mis cosas. Le conte que me quede ayer con mi hija y el problema que se formo por ella.

–¿Su hija le conto si discutió con su esposo?

–No, no hablamos todavía, no quiero formar más problemas y esperare a más tarde para saber cómo está.

–Entonces... puedes hablarme más cosas de ti.

Suspiro y juego con mis dedos mientras pienso que decirle.

–¿Hay algún recuerdo feliz?

–Muchos cuando era niña. –Sonrio. –Mis padres fueron buenos conmigo, fui una niña feliz. Tenia una casita para mi y ahí jugaba con mi mamá o mis amigas.

Alejandro me mira con una sonrisa y asiente mientras anota.

La sesión de hoy fue rápida y agarro mi bolso antes de irme, el se pone de pie para despedirse.

–Me alegro verte un poco más animada Gabriela, espero que estés bien.

Sonrio y me da un beso en la mejilla, toma mi mano por un momento y se sintió tan bien su mano cálida.

–Gracias Alejandro. –Digo nerviosa y me alejo un poco. –Hasta la próxima sesión.

–Hasta la próxima. –Dice suavemente.

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