
Ira
Narra Eugenia.
No puedo dejar de temblar por la rabia que siento en mi interior, nunca podía creer hasta donde llegarían sus mentiras. ¿Todavía quiere reírse de mí? No podrá, nunca más se va a reír de mí. La niña estúpida que el conoció ya no está. Unas lindas palabras no terminan con lo que tuve que pasar por su abandono. Esto es una mierda y lo peor es que esto recién empieza, Rafael volvió para hacerme la vida imposible y no se va a detener hasta lograrlo. Golpeo la mesa con fuerza y puedo sentir como mi rostro está rojo por la ira que estoy conteniendo.
Las lágrimas se caen rápidamente y me odio por parecer tan débil, ¿Por qué tuvo que regresar? Todo estaba bien como estaba. Mi interior es un torbellino de sensaciones y siento mi garganta seca.
Regreso a mi trabajo con mal humor y por suerte nadie se acercó, en mi escritorio encontré un sobre y lo agarro. Lo abro y suspiro al ver que es una gala de beneficencia, seguramente habrán invitado a Eduardo. Lo que más me impresiono que la gala es mañana. ¿Mañana?
Escucho que alguien golpea la puerta y lo dejo entrar, veo a mi asistente y ella sonríe un poco.
–¿Sabes algo de esta invitación Clara?
Ella me observa con confusión y muerde su labio. Veo que esta nerviosa.
–¿Qué pasa?
–Esa carta se la deje hace días señora.
Me quedo helada por unos segundos y doy un suspiro.
–¿Esta bien señora?
Ya estoy harta que me pregunten si estoy bien, no lo estoy. Este hijo de puta regreso y me está quitando la poca paz que tenía.
–Estoy bien Clara. –Digo seriamente y estoy cansada de decir lo mismo, como me encantaría mandar a la mierda a todos, pero nadie tiene la culpa de lo que me esta pasando. –Te puedes retirar, gracias.
Ella me hace caso y me siento derrumbada en mi silla. Llevo mis manos hacia mi cabello y suspiro. Como cambio mi vida en estos días y siento que ya no puedo más. Pase por tantas por su culpa y el como si nada me dice que me ama, no puedo creer que sea tan descarado, no debi dejar que me hable, ahora no puedo sacarlo de mi cabeza y me siento tan confundida. Quiero decirle a mi corazón que no lo amo, que ya no siento nada por el pero por Dios, cuando lo vi mi corazón se me salía del pecho.
Quiero despejar mi cabeza y dejar de pensar en el, me inundo en el trabajo y escucho que alguien golpea mi puerta, suspiro de fastidio y miro la puerta.
–Adelante.
La puerta se abre y mi mirada se suaviza al ver a mi madre.
–Hola hija. –Sonríe un poco.
–Hola ma. –Sonrio y me pongo de pie para darle un beso en la mejilla.
–Tienes ojeras...
–No dormí muy bien pero no te preocupes, no es nada.
Ella me mira un poco preocupada y se sienta despacio al otro lado de la mesa.
–¿Cómo estás? –Me pregunta.
–Bien, estaba trabajando un poco. –Digo con tranquilidad. –¿Vos?
–Bien... ayer empecé el psicólogo.
Pestañeo un par de segundos y la observo confundida.
–¿Por qué? –Entrecierro los ojos.
–Necesito descargar un poco lo que estaba conteniendo. –Suspira. –Siento mucha culpa y tengo que resolver ese problema para estar tranquila.
Me quedo en silencio y miro al suelo. No quiero decir nada y no me meteré en los problemas de mi madre, aunque estaré para ella si me necesita en lo que sea. Pero, ¿Por qué siente culpa?
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