Narra Rafael

Hoy es la cena de gala donde me invito el gobierno, no tengo ganas de asistir, solo quiero quedarme aquí en mi casa, pero mi asistente había confirmado mi participación. Lo único que había en mi cabeza es lo que paso ayer, cada palabra que salió de su boca me rompa el corazón. Era obvio que me odiaba, en sus ojos no había felicidad, ella estaba tan cambiada. Eugenia era una mujer tan alegre, esa sonrisa que me volvía loco y ahora esos ojos maravillosos que me miraban con tanto brillo, ahora son de odio.

Suspiro y me miro al frente del espejo después de haberme puesto el esmoquin. Me pongo un poco de perfume y salgo de mi casa, ya casi eran las nueve de la noche cuando llegue al salón donde es la gala. Al entrar, todos depositaban un número de dinero para la donación. Un hombre me lleva hacia la mesa que me toca y relaciono con algunos que están en la mesa.

Todos los que están conmigo se ponen de pie y mis ojos se abren como platos al ver a Eugenia con Eduardo, ella solamente me mira por unos segundos y saluda a los invitados.

–Ustedes deben conocer al escritor Contreras.

–Si. –Ella responde con seriedad. –Mi marido y yo nos conocemos.

Eduardo me da una mirada severa, sus ojos están oscuros y la ignoro, mis ojos están fijos en Eugenia y agarro su mano, ella no me rechaza porque estamos al frente de tanta gente.

–Un placer volver a verla Eugenia.

Beso su mano y siento una chispa en mi corazón cuando siento que su mano tembló cuando la bese, mi corazón late con fuerza y no puedo evitar sonreír. Ella todavía me quiere, lo se. Nuestro amor sigue puro a pesar de todo y te juro Eugenia que me vas a perdonar, te lo prometo.

Aleja su mano en mi y veo como respira hondo, mantiene su distancia y Eduardo pone una mano sobre la espalda baja de Eugenia. Hago una mueca al ver como la acaricia y trato de mantener la compostura, pero la sangre comenzaba a hervir en mi interior.

–Si no les importa, mi esposa y yo iremos a nuestra mesa.

Ese estúpido sonríe y le doy una mirada llena de odio. Se aleja con ella y me vuelvo a sentar, en casi toda la fiesta me la pase mirando con odio al ver como Eduardo la besa y la mira. Dios mío, me estoy volviendo loco de celos, no puedo soportar ver como la toca o la besa. Me abalanzaría y lo quitaría del medio, no puede estar con ella. Eugenia no lo ama, no puede haberse enamorado de él.

Me siento tan furioso, se que no tengo derecho a estar así pero voy a perder la cabeza por los celos que siento, se que lo esta haciendo apropósito porque se rie y me mira con una sonrisa descarada. Ella se pone de pie y camina hacia los baños, la sigo con cuidado y cierro la puerta del baño de mujeres. Por suerte no había nadie en aquel baño pero Eugenia me mira con sorpresa y disgusto.

–¿Qué estás haciendo aquí? No puedes entrar, ándate.

–No me voy a ir Eugenia, no antes de que me escuches porque me estas cansando.

–¿Yo te estoy cansando? –Ella se ríe. –No jodas Rafael, ándate y déjame tranquila.

La agarro del brazo y la llevo hacia mi pecho. Siento una descarga en mi pecho y nuestras respiraciones son lentas, mierda... me estoy volviendo loca y se que ella también.

–Ya me escuchaste Eugenia, no me voy a ir sin que me escuches y hablo en serio.