Amargura
La reunión había terminado y mi mente estaba fuera de esta realidad, pensando una y otra vez en el momento que di a luz a Constanza. Nunca creí que su nacimiento me iba a dar tanta alegría. A pesar de la amargura y la decepción que sentía por Rafael, Constanza apareció como un faro de luz. Todo lo que hice en estos años fue por ella, le di una familia, aunque no amo a Eduardo, quise darle un padre, la criamos con mucho amor, a pesar que entre nosotros no había ningún lazo de amor. Todo lo que tengo es de ella, quiero que nunca tenga necesidades y tenga la felicidad que nunca tuve. No voy a cometer los errores que hicieron mis padres en casarme con alguien que nunca amaría, Constanza va a elegir al hombre que ame.
Suspiro y tomo un sorbo de mi café, mis pensamientos se esfuman cuando escucho que la puerta se abre. Cuando reacciono, observo furiosa y me tranquilizo al ver que es mi madre.
–Parece que estas viendo a un fantasma. –Se ríe.
–Es que pensé que alguien de aquí no golpeo la puerta. –Respondo con tranquilidad.
–Eso te pasa por distraída.
Me da un beso en la mejilla y se sienta al frente.
–¿Cómo te fue en la reunión?
–Bien, dimos el balance de la empresa y hablamos sobre el lanzamiento de la nueva línea de cosméticos, todo normal. Nada de qué preocuparse.
–Lo se amor, confió en tu inteligencia. –Ella dice de buen humor. –¿Cómo va la familia?
Suspiro y asiento lentamente.
–Todo va bien mamá, como siempre.
–Me alegro tanto mi amor. Que suerte que todo en tu vida anda bien.
Sonrío un poco y trago saliva, me gustaría decir lo mismo, pero en mi vida nada anda bien, solamente con mi hija.
Mi padre hace casi tres años que es viuda, se la ve más animada y disfruta de su vida a solas. Vive cómodamente en un departamento donde vivía con mi padre hasta su fallecimiento.
–Hay que hacer un domingo en familia, hace mucho que no comemos los 4.
–Sabes muy bien que tienes las puertas abiertas mamá. Cuando tu quieras, puedes venir y hacemos algo.
Más tarde, salgo de la empresa y conduzco hasta el colegio de mi hija. Ella entra a la camioneta y me da un beso en la mejilla. La veo un poco inquieta y arqueo una ceja.
–¿Te pasa algo, cariño?
–Estoy bien ma, ¿Por qué lo dices?
–Porque no paras de mover los pies, sé que estas inquieta.
–Estoy bien ma, solamente estoy nerviosa por un resultado. –Respira tranquila.
Asiento y arranco el motor, conduzco hasta la casa y entro la camioneta en el garaje.
Al rato, terminamos de almorzar y cuando estoy guardando las cosas, escucho la puerta principal cerrarse y suspiro al saber de quien se trata. Me doy media vuelta y veo a Eduardo con un ramo de flores.
–Hola amor.
–Hola. –Digo tranquila.
Se acerca a mi y me da las flores.
–Son para ti.
Agarro las flores y lo miro por un momento. Puedo ver arrepentimiento en sus ojos y suspiro.
–Gracias por las flores.
–Espero que te gusten.
–Son muy lindas. –Sonrio un poco. –Me gustan.
–No se si te gustara pero reserve una mesa, te invito a cenar. No importa si me dices que no, lo entenderé, no te preocupes.
Trago saliva y asiento con suavidad. No me hará nada salir por una noche.
–Me encantaría.
Sonríe feliz y me abraza, besa mis labios y acaricia mi mejilla.
–La vamos a pasar muy bien, lo prometo.
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