Bautizamos a la niña hicimos una celebración a la que no pudo faltar Gabriel, aproveche para agradecerle el regalo.

Gracias por la recamara tan hermosa que le regalaste a mi hija.

-No, fue nada, pero el mérito no fue todo mío, mi hermana me ayudo a elegirla y me coopero con parte del dinero.

-Dale las gracias de mi parte.

-Claro que sí, con mucho gusto.

La niña conforme iba creciendo seguía igual de blanca los ojos no le cambiaba de color y el pelo le seguía saliendo rojo, las personas le empezaron a decir la pelirroja, la madre de Ernesto tenía sus dudas de que la niña fuera hija de su hijo, lo bueno es que en el pueblo no había ningún hombre pelirrojo, porque si acaso hubiera habido alguno capaz que ella hubiera pensado que él era el padre, Ernesto nunca dudo.

Mi padre se dio a la tarea de consultar su árbol genealógico, para ver si entre sus antepasados había algún familiar con el pelo rojo, güero y con ojos azules, pero nada, no había ninguno, al menos sabíamos que la apariencia de la niña no tenía los genes de la familia Cantú ni Ballesteros, según la madre de mi marido, tampoco en su familia había ningún pelirrojo, ese misterio se iba a descubrir algunos años después.

Cuando Zuly tenía tres años, llegó al mundo mi segundo hijo Alejandro, (alex), afortunadamente, en México llegaron los anticonceptivos y fui una de las primeras en tomarlos, solo me quedé con dos criaturas.

Cuando Ernesto entro a trabajar en la mina lo pusieron de auxiliar del contador general ya que era muy bueno con los números, dos años después el señor se jubiló y Ernesto ocupó en su puesto.

Algún tiempo después tal como le había dicho mi marido a mi papá la producción de la mina se terminó, a los mineros se les liquido por los años trabajados según mandaba la ley del trabajo ya que estaban sindicalizados, pero a los empleados de confianza les ofrecieron un puesto en las oficinas generales que se encontraban en la ciudad.

Pero había dos condiciones, teníamos que irnos a vivir a la ciudad y Ernesto tenía que estudiar para recibir su título de Contador Público, si aceptaba la compañía le iba a pagar sus estudios en una universidad privada. mi padre se encargó de convencerlo, lo que quería era un mejor futuro para su hija y sus dos nietos.

Nos trasladamos a vivir a la ciudad, la compañía también nos facilitó una vivienda, yo desde un principio me entusiasme, en mi fuero interno, sentía que iba a estar más cerca de mi amor platónico, fueron cuatro años muy pesados para mi marido, tenía que estudiar y trabajar al mismo tiempo, pero lo logró, obtuvo su título, lo que le sirvió para obtener un sueldo más elevado, lo que vino a mejorar nuestro nivel de vida.

A Gabriel lo veíamos más frecuentemente, seguía soltero lo que a mí me daba mucho gusto, en mis delirios de grandeza, pensaba ingenuamente que lo que lo mantenía soltero era el amor por mí, él vivía en una casa que su padre había comprado en la ciudad lo atendía la señora Victoria, yo entable una amistad con ella con el simple hecho de estar al tanto de la vida de mi amado.

La visitaba muy seguido aprovechaba algún descuido de la señora para entrar a su recamara y husmear en ella, acariciaba su ropa interior mojaba un pañuelo de tela con su perfume que tanto me gustaba y lo ponía en mi bolsa, muchas veces estuve tentada a robarle unas trusas, pero el miedo de que mi marido las encontrara por un descuido mío me contuvo, mi obsesión por ese hombre aumentaba cada día más y yo no hacía nada para parar ese sentimiento prohibido.