En esos momentos se escuchó la voz de mi padre buscando a mi madre como de costumbre.

-Simona ya llegué ¿Dónde te metes?

─Aquí estamos.

-Y Ahora porqué esas caras largas ¿quién se murió?

- ¡Nadie, pero aquí tu hija tiene algo que decirte!

-Pero mamá, yo, yo no, dije en un susurro de voz.

-Ya está bueno, que tanto misterio solo suéltenlo y ya.

-Pues aquí tu hija que salió con su domingo siete, está en espera de una criatura.

A mi padre se le fue el color de las mejillas, se sentó en la primera silla que su mano alcanzó.

-Esto no me lo esperaba de ti, tu madre, Julia y Paula salieron de blanco de esta casa.

Yo apele al llanto, era lo único que me iba a salvar de la cólera y decepción de mi padre, él no podía verme llorar, sin que se condoliera.

-Ya, ya deja de llorar con eso no ganas nada ¿me supongo que el que te hizo la gracia fue Ernesto verdad?

-Si.

-Ahora que venga me dejan a solas con él, yo arreglo esto.

-Pero papá yo no me quiero casar.

Mi madre en cuanto escucho mis palabras exclamó llena de furia.

-Eso hubieras pensado antes de abrir las patas, se te dijo miles de veces y no entendiste pues ahora con tu pan te lo comes hija de la chingada.

Y apuntando con un dedo a mi padre le advirtió.

- ¡Y tú no vayas a ceder ya te conozco que no mas te chilla y doblas las manitas!

-Ya, ya mujer cálmate te va hacer daño, en eso no voy a transigir después de todo Ernesto es un buen muchacho.

Y así se selló mi futuro.

Esa tarde cuando llegó Ernesto, le dije.

─Mi papá quiere hablar contigo a solas.

─ ¿Por qué? ¿Ya no quiere que seamos novios?

─Al contrario, es para exigirte que te cases conmigo, según doña Nati, estoy esperando un niño.

Al hombre se le ilumino la cara de felicidad.

─Es cierto eso Conchita, que feliz me haces.

─Anda vamos no hagas esperar a mí papá.

Mi padre y Ernesto se encerraron en una habitación, no sé cuánto tiempo paso, pero cuando salieron Ernesto se despidió saliendo de la casa, sin decirme ni una sola palabra, mi padre dijo.

─ Ya está todo arreglado, se casan en un mes.

­─ ¡Pero te has vuelto loco! ¿Qué va a decir la gente?

─ Que diga, lo que les dé su chingada madre, a mí me importa siete chingadas, ya sabes que a mí no me importa, los dimes y diretes de la gente, por mi pueden irse mucho a chingar a su madre ¡¡Dame de cenar!!

Ya no se habló más del asunto, mi madre y mis hermanas después de darme un sermón de los mil diablos, arreglaron todo lo de la boda el único feliz era Ernesto, sus padres estuvieron de acuerdo, ellos ya daban por hecho que nos íbamos a casar desde que éramos unos niños.