Parte/1
Parte/2
Nací en un pueblo del estado de Jalisco a dos horas de distancia de la ciudad de Guadalajara.
Mis padres fueron Pedro Cantú y Simona Ballesteros, mi madre era católica consumada, mientras que mi padre, se decía católico, sin embargo, no estaba de acuerdo con todo lo que los prelados de la iglesia imponían, él era más bien de pensamiento libre, lo cual influyó favorablemente en nuestra educación.
Corría el año de 1930, cuando mis padres contrajeron matrimonio, mi madre sólo contaba con catorce años, mi padre tenía treinta y cuatro, a pesar de su corta edad mi progenitora no tuvo ningún problema para quedar preñada de su primer hijo Pedro (pedro chico para diferenciarlo de mi padre).
Al siguiente año nació mi segundo hermano Juan, después mi hermana Paula y por último Julia, mi madre aún no contaba con veinte años cuando ya era madre de cuatro hijos, pero algo ocurrió en su cuerpo a partir del nacimiento de mi hermana Julia, ella empezó a tener abortos espontáneos, la partera los atribuía a debilidad en la matriz, ya que empezó a proquear hijos a tan corta edad, le dijo.
-Simoncita ya es tiempo de que dejes descansar tu matriz, corres peligro en una de esos abortos te puedes desangrar y morir.
-¡Pero que está diciendo doña Nati yo no puedo hacer eso, cuando yo me case el padre nos dijo a Pedro y a mí, que, si estábamos dispuestos a tener los hijos que Dios no diera, y contestamos que sí, yo no puedo romper esa promesa imagines cuando yo muera mi alma se iría directamente al infierno!
-Tan siquiera lo había de platicar con su marido.
-De ninguna manera, sabiendo lo descreído que es inmediatamente iba a aceptar y le ruego que ni siquiera se le ocurra mencionárselo.
-Bueno Simoncita mi deber era advertirle.
-Y se lo agradezco doña Nati.
En cuanto mi madre sufría un aborto inmediatamente mi abuela Agustina su madre corría a su lado, cuidaba de que su hija se alimentara muy bien diciéndole.
-Ándale mija ya te traje tu caldito de pollo, tienes que comer muy bien, para cuando termine tu cuarentena empiezas a comer hígado pa que repongas la sangre que perdiste y tu matriz se ponga fuerte y puedas seguir teniendo los niños que Dios tenga a bien de mandarte.
-Sí madre lo que usted diga.
Pero pese a los cuidados que recibía y la buena alimentación mi madre seguía sufriendo aborto tras aborto.
Cuando mi hermana Julia tenía dieciséis años, mi madre quedó embarazada sabrá Dios que número de embarazo sería, ella ya estaba predispuesta a sufrir la pérdida del feto como venía ocurriendo, pero por increíble que parezca esta vez no sucedió en los primeros meses, cuando estaba a punto de cumplir siete meses de embarazo, sintió el aviso de que el hijo esperado pugnaba por salir al mundo le grito a mí hermana.
─¡¡Julia, Julia!!
-Mándame mamá ¿Qué se le ofrece?
-Ve con tu abuela Agustina dile que venga rápido.
-Sí mamá voy volando.
-Rápido hija no se tarden.
Un poco más tarde llegó mi hermana Julia acompañada de mi abuela.
- ¿Qué pasó mija a que se debe la urgencia?
En esos años todo lo referente al sexo era tabú es por eso que le pidió a mi hermana salir de la habitación.
-Hija sal del cuarto quiero hablar con tu abuela.
-Si mamá.
-Madre creo que se me va a venir el niño, tengo dolores de parto.
-Ay mija, y yo que creí que este niño ya se te iba a quedar.
-Pues ya ve que no madre, ¡Ayyy!
-Cálmate mija ahorita mismo voy por doña Nati, ella sabrá qué hacer.
Algunos minutos después llegó mi abuela acompañada de la partera del pueblo doña Natividad (Nati).
-A ver mija, me dice tu madre que ya se te vinieron los dolores.
-Sí, doña Nati, desde hace rato.
- ¿A ver déjame revisarte? Pues ya no hay nada que hacer, ya tienes el cuello de la matriz abierto, no queda otra cosa que provocarte el parto. Agustina coce un chocolate con ruda para acelerarle los dolores, no tiene caso esperar, si no me equivoco tienes poco más de seis meses, lo más seguro es que traigas muerto al niño y si acaso tiene vida no te va a durar mucho está muy tiernito para qué viva.
Mi madre bebió su espumoso chocolate con un sabor horrible, cuando se lo termino, las contracciones se hicieron más constantes mientras doña Nati atendía a mi madre pensó.
-Yo le voy hacer el remedio a Simoncita pa que ya no encargue chamacos de esta se salvó de otra ya no respondo y yo no quiero llevar esa muerte en mi conciencia, por fin nació el niño.
-Ya mija ya salió, tal como lo dije nació muerto míralo Agustina.
-Por Dios Nati has algo mira como esta Simona parece llave de agua.
-Rápido Agustina deja a ese niño y corre a la cocina y cocer este remedio es para parar la hemorragia, ¡¡Date prisa porque se nos va Simoncita!!!
Mi abuela salió del cuarto con el niño en sus brazos, en la puerta estaba mi hermana Julia, que estaba expectante para ver qué pasaba, ya sabía que cuando entraba doña Nati, no eran buenas noticias.
─Ten mija agarra a tu hermanito, voy a la cocina.
Mi hermana vio al bultito envuelto en una cobijita, lo llevó a su recamara lo acostó tomó un paquete de algodón lo empapo de aceite para bebe y empezó a limpiar el pequeño cuerpecito la criatura estaba lleno de sangre, ella también creía que la niña estaba muerta, porque era una niña y no un niño como le había dicho su abuela.
Quizás por la frotación que Julia hacía en su cuerpecito la bebe empezó a entrar en calor, de pronto un débil llanto salió por su garganta, acto que hizo que Julia pegara un brinco por la sorpresa tomo a la niña y corrió al cuarto donde yacía su madre algo débil, doña Nati había logrado parar la hemorragia mi madre estaba fuera de peligro.
-¡¡Abuela, abuela!!
- ¿Qué pasa hija a que se deben esos gritos?
-Abuela la niña, está respirando y llorando.
- ¡Ay! Dios a poco si yo vi que estaba bien muerta, vamos a verla.
Julia y me abuela entraron al cuarto y, en efecto ahí el pequeño bultito se movía y lloraba sin parar.
-Ave María purísima es cierto esto es un milagro te juro mija que la niña nació muerta.
-Ay abuelita no te asustes, no estaba muerta lo que pasa es que tenía frío, ya que entró en calor empezó a llorar.
-Tienes razón vamos a llevársela a tu madre, sirve que le vuelve el alma al cuerpo ya que está muy triste pensando que su pequeño retoñito está muerta, aunque no sé qué va a ser peor, cuando más encariñada este con la criatura se le va a morir.
-Ay abuela porque eres tan pesimista, la niña va a vivir vas a ver.
- ¡Simona, Nati miren la niña no está muerta, Julia la revivió!
-Tenla mija abrázala dale calorcito.
-Julia vete volando a la tienda y compra una caja de cartón más o menos así de grande, pero vuélale muchacha.
-Si Doña Nati ahorita vengo.
-Y tu Agustina consigue botellas y llénalas con agua caliente.
- ¿Y eso para que Nati?
-Tú has lo que te digo y luego preguntas.
Cuando Julia llegó con la caja, doña Nati le puso unas cobijitas y acostó a la niña, mi abuela trajo las botellas con agua caliente, Doña Nati las puso alrededor de la niña, tapo la caja con una sabanita y les dijo.
-La niña se tiene que mantenerse calientita para que no extrañe la panza de su madre, nada más la sacan para darle de comer y cambiarla de pañal, la niña se ve muy sanita, pero está muy chiquita todo puede pasar cuando de enfríe el agua de las botellas le ponen otras.
- ¿Y cuánto tiempo debe de estar con las botellas de agua?
-Hasta que sus pulmoncitos agarren fuerza, yo voy a estar viniendo a darle sus vueltitas y esperemos que logre vivir, por las dudas traigan al padre para que la bautice, no vaya hacer que se muera y se vaya derechito al limbo, ya bautizada va a ser un angelito más en el cielo.
Mi abuela le dijo a mi madre.
-Bueno mija yo ya me voy tengo que hacer la comida para cuando lleguen tu padre y tus hermanos, me voy más tranquila tú estás bien y pues hay que pedirle mucho a Dios para que se logre la criaturita, yo voy a estar dando mis vueltitas a ver cómo van tú y la niña, me voy con Nati, yo le pago, pero si sucede algo no dudes en mandarme llamar.
—Gracias mamá, luego te doy el dinero.
—Ni te preocupes hija, tu preocúpate por tu criaturita.
Mi abuela salió en compañía de Doña Nati.
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