Su respiración se cortó mientras sus ojos se abrían de par en par mientras contemplaba atónita la escena frente a ella. ¿Acaso Miguel estaba...?

Fue entonces que el resto de sus sentidos regresaron y pudo registrar aquella imagen con más claridad además de distinguir el repiqueo rítmico de los pasos de su pariente contra la madera del kiosco.

Miguel estaba bailando mientras un grupo de músicos tocaba en la plaza. la castaña alzó una ceja, extrañada y no fue hasta que se separo un poco de la pared en la que se escondía que todo cobró sentido.

Un hombre alto vestido con jeans, camisa a cuadros y sombrero de palma, guiaba al más joven en aquel baile mientras ambos sonreían y daban gritos parecidos a los de los mariachis en ciertos momentos. Le parecía curioso que niño y adulto se acercaran tanto en determinados instantes, casi al punto de rozar sus narices pero, supuso, debía de ser parte de aquella danza. 

Lo cierto es que, muy pocas veces, había visto a su pariente tan feliz aunque fuera la segunda vez que Miguel violara la prohibición familiar.

Ese último pensamiento paralizó a la muchacha, si Mamá Elena llegaba enterarse de que uno de sus nietos había bailado con un hombre mayor y que, ocasionalmente esa danza sugería actitudes sospechosas durante su ejecución...

Rosa negó fuertemente con la cabeza, incapaz de proseguir con aquella línea de pensamiento.

Primero debería confirmar un último detalle antes de siquiera pensar en compartir su más reciente descubrimiento.