6.
Habían regresado sus pesadillas. Para colmo, Karen las había alternado junto al nerviosismo de no saber cómo se habría sucedido la conversación entre Carter y Madison. ¿La habría llamado? ¿Cuánto habría subido su tono con ella por juzgar a su mejor amiga de aquella manera tan vil? Era de las últimas personas que esperaba que le dijeran claramente que sí, que no estaba en su sano juicio. Y que no creía nada de cuanto le contaba. Todo eran imaginaciones suyas creadas por una enajenación creciente que nacía claramente de la inquietud. De una carga excesiva de estrés en su vida. ¿En serio? Y ella creyendo que era su medio hermana más que amiga; —incluso las hermanas suelen fallar de vez en cuando y no significa que no se quieran—. Sin embargo, e igualmente, no lo habría esperado de Madison.
Esa noche tocaba concierto. Ya no sentía la misma ilusión que cuando Carter anunció que no se quedarían sin entradas. E irían los tres. Bueno, al principio era una cita para dos. Suerte que le había parado los pies. Entonces, ¿esta noche volverían a ser dos? Porque, claro, Madison debía de estar con el cabreo que se la llevan los demonios y, obviamente, no querría ir con ellos. ¿Por qué Carter no llamaba? ¿Por qué no aclaraba nada? Aunque fuera temprano. ¿Acaso no habían quedado pronto para coger puesto en la larga fila que ya habría? El estómago le rugió. Bien. Haría una llamada en cuanto lo llenase. Aunque, a la vez, sentía nauseas. ¿Quién podía aclararse con tanto ir y venir de sensaciones revueltas? Porque todo era la inseguridad. Todo estaba en este mismo momento por los aires.
Alcanzó la cocina. Su madre estaba terminando de recogerla.
—Buenos días, cielo. ¿Te preparo el desayuno?
—Buenos días. Vale. Por cierto, ¿y papá?
—Ha salido a comprar el periódico.
—Oh. Guay.
Se sentó frente a la menuda encimera. April no tardó en presentarle delante un tazón de leche con cacao y unas tortitas que aderezó con jarabe de arce. Así era como a su niña le gustaban.
—¿Qué tal estás hoy?
—Bien —fingió decirlo en serio—. Esta noche estoy de concierto. ¿Recuerdas? —mencionó mostrando otra fingida emoción por el evento. De repente ya no tenía tantas ganas de ver a Pink. No porque no fuera su mayor fan y todo eso. Sino por el problema con Madison. Por qué ocurriría más tarde. Necesitaba saberlo cuanto antes o iba a estallar de un momento a otro por culpa de los malditos nervios.
—Papá se ha ofrecido a llevaros. Y a recogeros.
—¿Se va a quedar hasta tan tarde despierto?
—Todo por su niña.
—¡No va a pasarme nada, mamá! —la regañó imaginando a qué venía tanta complacencia.
Ella se encogió de hombros.
—Nunca se sabe.
—Voy a estar bien. Carter es un buen guardaespaldas.
—Lo sé. Además de guapo.
—Mamá que te estoy viendo venir...
—En serio. ¡El chico es muy majo! Podrías probar a...
Karen elevó un dedo pidiendo silencio.
—No, mamá.
Ella rodó los ojos.
—¡Pero qué niña más cabezota! En fin... —finalizó, regresando a la tarea que había dejado pendiente.
Desayunó. Luego, al tiempo que buscaba el atuendo para ponerse, mandó un mensaje a Carter.
KAREN
•«¿Ayer hablaste finalmente con Madison? ¿Qué dijo? ¿Qué pasó? Espero que no la cabrearas demasiado».
Enfadarla... ¡No podía estar más enfadada de lo que lo estaba con ella! Era la última persona que esperaba que abandonase el barco cuando este estaba haciendo aguas. Dejó el teléfono sobre la cama. Empezó a cambiarse de ropa.
Y esperó el mensaje. Esperó y esperó. Pero no llegaba. ¿Estaría aún durmiendo? ¿Cómo era posible cuando habían quedado pronto para ir y hacer cola? Estaba siendo todo tan extraño que los nervios se le agolpaban todavía más en el estómago. Ahora se empeñaba en centrifugar lo que hacía nada se había tomado. ¡Perfecto! Incluso el lácteo se le estaba volviendo agrio ahí, en el punto donde toda preocupación se retuerce con cada ración de estrés que le ofrecía a su vida. ¿Irían los tres juntos al concierto finalmente? Ella podría dar más el voto a que obtendría un NO como respuesta. Y que volverían al inicio cuando Carter planeó ir solo con ella. ¿De qué podría molestarse él? Si era lo que había decidido en un principio sin su consejo. Los nervios aumentaron. La centrifugadora pilló la mayor revolución por minutos dando vueltas interminables. Corrió hacia el baño. Estuvo a punto de vomitar. Hizo su mayor esfuerzo por no hacerlo. No podía salir de vacío de casa porque entonces podría dar un buen susto en plena calle. Y ella estaba totalmente en desacuerdo en montar cualquier numerito en sitios públicos.
—No. No —bisbiseó para sí misma, animándose a no dejar que su estómago decidiera vaciarse.
Se lavó la cara. Ya por segunda vez. Parece que la cosa surtió su efecto y las náuseas se detuvieron. Se llevó la mano al estómago.
—Vale. Con calma. Atolondrarse será peor. Preocuparse más de lo necesario, mi perdición —se aconsejó al tiempo que iba de regreso hacia su habitación.
Finalmente, el teléfono vibró. Lo cogió de encima de la cama donde lo había regresado para terminarse de arreglar. Era la respuesta de Carter.
CARTER
•«Hola, preciosa. Buenos días. Bueno, me haría mucha ilusión que fuéramos los dos solos, como al principio. Sin embargo, y como tu mejor amigo, barra, posible novio, será mejor que trate de reconciliaros o, en el futuro, me arrepentiré»
Sonrió a la pantalla. Al menos había reconocido que ir juntos no era tan buen plan con Madison enfadada. Y que no fueran solos eran puntos a favor para ella. Sin embargo, no mencionó nada de la conversación que tuvo que Madison. Y eso le mosqueó bastante.
KAREN
•«¿Qué te dijo Madison cuando le mencionaste... lo que le dijiste?»
CARTER
•«Luego te cuento. Voy un poco retrasado con todo. Acabo de levantarme. Te aviso cuando esté listo y dónde nos encontramos»
KAREN
•«Mi padre se ofrece a llevarnos»
CARTER
•«¡Guay! Dale las gracias de mi parte, por adelantado»
Ese guay había sonado un poco resbaladizo. Seguro que suponía que podrían compartir el transporte público y hablar mientras lo esperaban y durante el trayecto. Supuso que le estaba pisando un poco algunas de las expectativas que él se había propuesto para esa misma noche. Se negaba a darse por vencido. ¡Era demasiado cabezota, para su gusto!
Y ahí, en la conversación, se había expuesto la respuesta de por qué él había tardado tanto en responder. Pero, ¿y a la siguiente cuestión? Dar largas sonaba a que la cosa podría haber ido bastante regular. Por lo tanto, regresaba a la teoría de que acabarían por ir solo ellos dos al concierto. ¡Fantástico! Podría adelantarse y decirle que, de repente, se sentía indispuesta. ¿Por qué no?
Llegaron con el coche. Carter les esperaba delante del edificio donde vivía. Corrió para meterse en la parte de atrás del coche.
—Buenos días. ¡Gracias de nuevo, señor Evans!
—Es un placer llevaros. Hacer algo por vosotros antes de irme.
—¿De irse? —Miró a Karen que se había girado para mantener la breve conversación con él. Ella ahora se giraba hacia delante para no mirarlo a los ojos—. Karen no me ha dicho nada.
—Porque lo he dicho en casa a última hora. Tengo que marcharme por trabajo. Por lo que pido que cuides muy bien de Karen. Necesita una constante vigilancia.
—Papá —gruñó por lo bajo con desgana, y avergonzada porque Carter tuviera que saberlo de esta manera y no porque se lo dijera cuando le mandó un mensaje esta mañana.
—Vale, chico, ponte el cinturón. Nos vamos. ¿Tenemos que pasar por Madison?
—Ella vendrá después. No es necesario.
«Pero qué mentiroso», vocalizó Karen en su mente. Porque estaba más que segura de que eso no sería verdad.
Les dejó casi en la puerta del estadio. No pudo dejarlos mucho más cerca por la saturación de vehículos y de gente que había por los alrededores. Y porque había establecido un perímetro de seguridad para salvaguardar la seguridad del famoso que iba a realizar el concierto.
—Si necesitáis algo, llamadme —los señaló a ambos.
—Claro, señor Evans. Eso está hecho.
—Cuida bien de mi niña —insistió.
—¡Papá!
—Lo haré con gusto —afirmó él, más feliz que una perdiz. ¡Cómo no! A él no le costaría nada ese trabajo. Disfrutaba con ello. Ya se lo había hecho saber.
Los dos levantaron la mano a modo de despedida cuando el coche se puso de nuevo en marcha.
Karen miró a Carter con molestia.
—¿En serio?
—¡¡Qué!!
—¡No le sigas la corriente! ¡Disfrutas con ello!
La abrazo a él por sorpresa.
—Ya sabes que las órdenes de mi suegro las cumplo a rajatabla.
Lo apartó de ella.
—Ya vale, Carter. Te estás propasando
Alzó las manos.
—Señora, sí señora.
El gesto serio de Karen se volvió a otro más tristón.
—Madison no va a venir, ¿no es así?
Carter se encogió de hombros.
—He intentado convencerla. Pero...
Ella alzó la mano pidiendo silencio.
—Da igual. Finalmente, acabaréis abandonándome todos por mi supuesta locura.
Carter puso la mano sobre su hombro.
—Yo te creo. Y te doy mi apoyo.
—Eso decía Madi. Y mira.
—Yo no soy igual.
Ella rio con desgana. Era demasiado pronto para hacer conjeturas o promesas.
Adquirieron de un bar cercano unos tentempiés y bocadillos fríos. Al fin y al cabo iban a estar un porrón de horas en la dichosa fila. Aunque, de vez en cuando, y mientras uno de ellos se quedara guardando el lugar, podrían ir a comprarse algo más, Más tarde, desde luego, la cena. Pero el almuerzo y la comida estaban antes.
Se sentaron en el suelo. Estaba sobre una acera. Karen se quedó pensativa. Porque la mente de Karen continuaba esforzándose por descifrar los galimatías de Jayden. Era bueno no tener que verlo durante el fin de semana. Eso le proporcionaba un descanso en sus ataques de nervios relacionados con su raro comportamiento. ¿Por qué tendría que haberla interrogado así? ¿No se suponía que las respuestas eran para ella? ¿Qué parte era la que él le deseaba ocultar?
Carter le tocó el hombro.
—¿En qué piensas?
Deseó cambiar de tema.
—¿Cuánto de enfadado estás?
—Yo no me enfado contigo. Tengo paciencia.
—No me ha parecido eso cuando mi padre te ha dado la noticia.
Exhaló. Lo había descubierto.
—Vale. Es solo que me he quedado preocupado. Tu madre, sola contigo... ¿Podréis con lo que te ocurre? Oye, si necesitáis ayuda...
—Carter, mi madre sabe lo que se hace. Todo va a estar bien —confirmó, mucho más insegura ella de eso.
—En cualquier caso, y si la cosa se pone chunga, llámame.
—Claro. Lo haré —le sonrió.
—¿Se va muy lejos? ¿Para cuánto tiempo?
—A Pensilvania. Aún no lo sabe. Pero, como mínimo, para un año.
—Eso es mucho. Vais a notar en gran manera su ausencia.
—Mucho. A mamá le doy miedo o la hago estallar en llanto cuando mis crisis son fuertes.
—Deberías ir a terapia.
—Lo estoy considerando.
—Deberías ir. Y punto.
—Lo sé.
Carter observó a Karen con una dulzura y una preocupación desmesuradas. La quería demasiado. Y se negaba a que le ocurriera algo malo.
—Si ese tipejo extraño se pone tonto, llámame también y le doy un puñetazo.
—¿Jayden?
—Ese mismo. Me está tocando mucho las narices.
—Quedé con él. Madi me acompañó.
Carter frunció el ceño.
—¡Deberías de habérmelo dicho a mí! Te hubiera acompañado con gusto.
—Le hubieras dado una paliza antes de que se acercase a mí.
—Por supuesto, eso también.
—Sé que él tiene la respuesta de lo que me ocurre. O lo sospecho.
—Él...
—Suena raro. Pero sí. Cuando nos tocamos...
—¿Os habéis tocado? —gritó molesto.
—¡No como piensas! ¿Me dejas contarte esto como amiga sin que me interrumpas?
—¡No! ¡Sí! ¡Yo qué sé!
—Pues me callo.
—¡No! No. —Fingió cerrar una cremallera en sus labios. Le hizo el ademán de que prosiguiera.
—Es como si nos reconociéramos. ¿Y si fue él quien me salvó del accidente?
—Si pensamos con lógica, es completamente imposible. Tiene tu misma edad.
—¿Y si lo piensas de otro modo?
Carter arqueó una ceja.
—Un segundo. ¿Crees que es como Edward Cullen? ¿Tal vez brilla al sol? ¿Se le hace la boca agua cuando ve sangre?
—¡¡Carter!! ¿Quieres ser serio?
—Entonces ¿Qué debo de imaginar cuando lo mencionas?
—¿Y si fuera un... ángel?
Carter soltó una pedorreta cuando estalló en una sonora carcajada.
—¡Ahí te has pasado, hermosa! Ese tío es más un demonio, que un ángel. Doy fe de ello. Y lo digo en sentido figurado cuando esos seres no existen en la realidad.
—¿Podrías confirmarlo? ¿Alguien puede confirmarlo? ¿Has visto los vídeos y testimonios en Internet? ¡Son cientos los que dicen haberlos visto!
—¡Pues claro! Igual que a las sirenas. Y no son reales. —Tomó una bocanada de aire—. ¡Vale! Para, para. No sé qué te has tomado esta mañana, pero debía de estar caducado.
—Hablo en serio, Carter. Presiento que hay mucho más detrás de él.
—Tú no eres la niña con la que sueñas. Nadie habría podido sobrevivir a semejante infierno.
—A veces ocurren cosas inexplicables e imposibles de creer o describir.
—A veces... —Ella asintió—. Estás delirando.
—Piensas igual que Madi. Crees que no estoy en mi sano juicio, ¿verdad?
—Pienso que vives demasiado el mundo del celuloide. No estamos en la peli de Jeremy Irvine. Ya sabes. Esa de Fallen.
Karen arqueó una ceja.
—¿La has visto?
—¡Yo no veo esas pasteladas para adolescentes!
—Pues ¿Cómo la conoces?
Se encogió de hombros.
—Eres un embustero.
—Tengo primas. Primas que ven esas cosas y me las cuentan. Ven martirios de películas como esta, Crepúsculo y un largo etcétera. ¿Por qué los chicos tenemos que ser así de misteriosos, fríos y sobrenaturales para gustarles a una tía? Pregunto.
Ella negó con una risilla boba.
—Yo nunca he dicho eso.
—Pero te has colado por Jayden de buena a primeras.
Karen abrió mucho los ojos.
—¡No es cierto!
—¿No? ¡Pues le pones ojitos cuando lo ves!
—¡No es verdad!
—¡Oh! ¡Claro que sí! Tengo que grabarte cuando ocurra y me darás la razón.
Lo señaló, furiosa.
—¡Ni se te ocurra!
—Necesito pruebas para que no me lo niegues, preciosa.
—¡Deja de llamarme preciosa! —discutió. Miró a su alrededor. Todo aquel que lo estaba escuchando lo miraba con una risilla burlona en sus labios—. Y deja de gritar. Me estás dejando en evidencia. ¡Qué vergüenza! —susurró esto último.
—Tú también estás gritando —musitó en su mismo tono de voz. Le puso una corteza en la boca. —Deja de gruñir, marimandona —dijo bajito contrayendo el gesto en una mueca infantil.
Con un gesto ágil y melifluo le cerró de un tirón, despacio, la cremallera hasta arriba. Hacía frío allí, a la intemperie. Frotó su brazo.
—Me ha parecido verte temblar.
—Estoy bien.
—¿Seguro?
—Sí. Seguro.
Lo hizo reír.
—Te estarías ahogando y continuarías diciendo que estás bien. ¿Por que te empeñas en fingir, y no en demostrar que realmente necesitas algo?
—No me gusta preocupar a aquellos que están a mi alrededor.
Carter ladeó la cabeza de manera humorística.
—Ya...
Se dio unos golpes en el pecho.
—Ven.
Karen se quedó perpleja.
—¿Qué?
—Te abrazaré y entrarás más rápido en calor.
—No.
—¡Deja de comportarte como una niña tímida! No voy a comerte... porque no me dejas —murmuró divertido.
—Idiota —bisbiseó ella.
—Tu... idiota.
Karen rodó los ojos.
Tiró de ella y la llevó hasta allí. El tirón había llegado por sorpresa. La hizo emitir un gritito ahogado. Y para cuando quiso darse cuenta, ya la tenía cubierta por con brazos. Lo cierto es que el calor de su cuerpo se sentía agradable.
—¿Lo ves? Ya estás dejando de temblar —parloteó, esbozando una risilla que vibró sobe la parte trasera de la cabeza de ella. Era la zona que pillaba a la altura de sus labios. Eso también se sintió bien. Hizo que ella experimentase un fuerte escalofrío—. Ay, vaya. Vuelves a temblar.
Se removió para liberarse.
—¡No es verdad! —gritó, removiéndose con fuerza.
Carter alzó los brazos rindiéndose.
—¡Testaruda! Hay que ver qué poco has durado entre mis brazos.
—Eso ha sonado demasiado sugerente y embarazoso.
—Eso ha sonado a frustración. A decepción. Créeme.
—¡Te dije que no quería! —le gritó, regresando al otro lado, alejándose de él. La gente los miró esbozando una risilla burlona. Por culpa suya la estaba haciendo pasar una gran cantidad de vergüenza ajena.
—Eres una quisquillosa.
—¡Y tú un pesado! —Miró a todos aquellos que los observaban poniéndose colorada. Bajó la voz—. Por tu culpa estamos montando una escena.
—¿Por mi culpa? Eres tú quien grita.
—¡No es verdad! —volvió a alzar la voz.
Buscó dentro de la bolsa y le colocó una corteza en la boca.
—Guarda silencio si no quieres que nos echen de la fila, por favor —rogó, con un tonillo socarrón.
Ella le hizo una mueca apretada de enfado y burla. Cuando se empeñaba, el tipo se volvía un verdadero coñazo. Y no tenía ninguna gracia. Le lanzó otra protesta, pero él colocó un dedo sobre sus labios.
—No seas maleducada. No se habla con la boca llena —la regañó, con el mismo tono burlón de antes. Ella emitió un gruñido seco—. Eres una cascarrabias —continuó diciendo muerto de risa.
—¿Cabe una más en vuestro hueco?
La voz de Madison pilló a Karen por sorpresa. Se giró de golpe.
—¿Madi?
Ella le hizo un ademán para que se pusiera en pie. Dudó. Acabó haciéndolo y ella la abrazó.
—Siento haberme puesto borde. No tenía razón.
—Sabes que ambos sois muy importantes para mí. Sabes lo que opino.
—Yo soy tu chico. Así que soy el más importante de los dos —aclaró Carter metiéndose de por medio con su risilla astuta.
—He dicho que ambos sois igual. ¡Así que cierra el pico! —lo regañó Karen todavía abrazada a Madison.
—Pero cariño...
—¡Y no soy tu cariño!
—Vamos preciosa...
Karen soltó a Madison y levantó un dedo.
—Dame un minuto. —Se agachó para coger un par de cortezas y metérselas en la boca a Carter—. ¡Y no hables con la boca llena!
—Cabrita —entendió que decía como podía y se le escapó la risotada a ella y a Madison.
—Por cierto, no he querido venir de vacío. Traigo unos pastelillos.
—Pajtelillos —dijo como pudo Carter, emocionado—. Yo quieo.
Madison lo señaló.
—Cuando vacíes tu boca. ¡Y no sé si te daré! Que le das demasiado el coñazo a mi amiga.
Masticó con prisas y tragó.
—Es mi amiga, a la vez. Así que, si la convidas a ella, no te olvides de mí. —Le mostró el dedo corazón. Él arrugó el gesto en señal de burla—. Estás hecha toda una señorita educada.
—Que te den, Carter.
—Que te den más a ti.
Karen no podía dejar de reír. Volvían a ser ese grupo llamativo de constantes peleas que bien podrían pasar por reales cuando eran claramente más falsas que el beso de Judas.
Había vuelto la estabilidad. La amistad a tres bandas. Un triángulo amistoso. Allí, regresando a la emoción de esperar a alcanzar un buen sitio en el concierto de su cantante favorita. Karen respiró aliviada. Porque su vida ya se había vuelto lo suficientemente inestable como para que se rompieran más conexiones importantes.
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