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11.

     —¿Papá esta...?

    A April no le salían las palabras. Ya había cargado las maletas en el coche. Tomarían rumbo directo hacia allá. Necesitaba saberlo. Necesitaba saber la verdad. Pues, si él no había fallecido, le tocaría el turno a ella. Porque lo había pedido. Al menos, deseaba despedirse antes de su última exhalación.

    Llegaron hasta el hospital. Al menos, eso era algo cuando no se habían dirigido hacia la morgue, supuso.

    —¿Cómo está? ¿Puedes adelantarme algo?

    —Sigue inconsciente. Quiero creer que se despertará y estará bien.

    —¿Qué ha ocurrido?

    —Un accidente. Se lo han llevado por delante.

    ¡Y se había cumplido su premonición! ¿Dónde estaba el tipo de la luz? ¿Por qué no aparecía en su cabeza y le aclaraba? ¿Qué pasaría a continuación? «¿En qué lado quieres estar?». Si ahora mismo se lo preguntara, le respondería que al lado de su padre y darle fuerzas para ponerse bien. Y al lado de su madre para levantarla cuando sus fuerzas flaqueasen. Ahora, más que nunca, deseaba seguir en la luz.


    Carter la llamó. Quería saber qué había pasado. Cómo estaban los ánimos. Cómo estaba su padre.

    —Saldrá de esta. Quiero creer.

    —Madison dice que lo presentiste.

    —Sí.

    Lo escuchó exhalar al otro lado.

    —Empiezas a darme miedo.

    —Os he dicho a ti y a Madi que todo es real.

    —Pues esfuérzate, porque quiero que sigas aquí, con nosotros.

    —Creo que soy la niña de mis sueños. Y que todo lo que ocurre tiene un por qué. No sé qué finalidad porque Jayden no me da respuestas.

    —¿Qué tiene que ver él?

    —Escuché su nombre. Me es familiar, y lo único que recuerdo del día que visualizo todas las noches, en el momento en que me salvaron.

    —¡Pero si Jayden es un tipo desagradable!

    —No me creerás. Pero Jayden tiene un desdoble de personalidad: el humano, y el espiritual.

    —Es un ángel...

    —¡Lo recuerdas!

    —Cómo no recordar cosas así de peculiares cuando te da por filosofar.

    La hizo reír. La risa aliviaba la tensión. Se saltó la parte en que pidió que se la llevasen a ella. Era como decirle que había aceptado la oscuridad.

    —Me acercaré el fin de semana para ver cómo estáis.

    —No es necesario, Carter. En serio.

    —Quiero sujetar tu mano. Me necesitas. Sé que me necesitas.

    Carter sí que era un ángel. A pesar de su carácter agotador.

    —No quiero que riñas con tus padres si no te dejan venir.

   —¡Tranquila! Le diré a Madi que me acompañe. Tiene tantas ganas de apoyarte como yo.

     Ella ya se lo había dicho. La había llamado antes que Carter. Habían comentado lo de la premonición. Empezaban a pensar que Karen tenía algún tipo de don especial.

    —Os doy las gracias, de antemano.

    —Por favor, yo encantado.

    Charlaron un poco más. No de lo ocurrido con su padre, pues Carter quería distraerla.

    —¿Sabes? Ojalá pueda celebrar Acción de Gracias, en casa, con toda la familia, mi padre incluido. Es mi deseo.

    —¿Y por qué no? Los avances médicos son impresionantes.

    —Su pronóstico es reservado. Si se salva, no me quejaré más de nada.

    —No digas cosas imposibles que después no vayas a cumplir —bromeó Carter.

    —Mi familia es mi prioridad ahora.

    —Lo sé. Oye, voy a colgar. Voy a ver si mi madre necesita algo.

    —Mantenme informado.

    —Claro. Lo haré.

    —Gracias. Te quiero, preciosa.

    Le sacó otra sonrisa.

    —Eres un amor, Carter.

    —¡Soy tu amor! Dilo bien.

    Otra sonrisa más.

    —Hablamos, pesado.

   —¿Pesado? —Emitió una risilla malvada al otro lado—. Pero a ti te gusta.

     La hizo reír de nuevo.

    —Eres incorregible, Carter Baird.

    —Lo sé.


    Pasó por delante de la sala de espera. Estaba vacía. No. Había allí dentro una figura familiar. Tan familiar que la empujó a asegurarse.

    —Jay...

    Estaba mirando por la ventana.

    —¿Estás contenta?

    —Gracias. De antemano. Pero...

    Él negó contestando a su pregunta no pronunciada. Se dio la vuelta para enfrentarla.

    —Te dije que te mantuvieras en la luz. ¿Cómo te atreves a desear lo contrario?

    Estaba furioso.

    —Es mi padre, Jayden. Y lo quiero.

    Rio con desgana. Luego salió una sonrisa más real al tiempo que la miraba a los ojos.

    —Soy un desastre, Karen...

    —¡No digas eso! ¿Por qué? ¡Has salvado a mi padre!

    —He hecho mal varias veces mi trabajo. Y debo de ser castigado por ello.

    —¿Qué? ¡No! ¿Por qué?

    Se pinzó el puente de su nariz durante unos segundos, cerrando los ojos.

    —En primer lugar, llegué al lugar del accidente para conducir vuestras almas al lugar donde debían de viajar. Sentí lástima. Y conservé la tuya. Aquí. En la tierra.

    —Yo... yo era la...

    —Niña. Sí.

    —¿Cómo salí ilesa de aquel infierno? Sin consecuencias, o secuelas.

    —Con la secuela psicológica ya tienes más que suficiente, Karen.

    —Ya, pero...

    Él sacudió la cabeza.

    —Es difícil de explicar. —Hizo una pausa—. Encima, he traumatizado al pobre Jayden metiéndome en su vida para vigilar tus pasos. Ha tenido que sufrir pesadillas terribles que lo volvían loco. Se inquietaba y el mal humor se le multiplicaba por dos.

    —Lo recuerdo perfectamente —lamentó ella.

    Se puso aún más serio.

    —Una parte de ti te arrastraba, y te sigue arrastrando hacia el lugar donde deberías de estar desde que tu memoria regresó, con los sueños. Con tus visiones.

    —¿Mi memoria?

    —Borré tus peores recuerdos para que no supieras de dónde procedías y ocultarte. Los hiciste regresar con el tiempo. Algo ocurrido en tu vida los activó. Eres sagaz y espabilada.

    —Lo siento.

    —No te disculpes. —Hizo otra pausa—. Sí. Yo fui quien te mantuvo ilesa a pesar del aparatoso accidente. He ido cambiando de huésped para vigilarte de cerca por si regresaban tus recuerdos. Jayden ha sido uno de tantos. Para mantenerte aquí. Nada de todo esto es lo correcto. Pero soy un ser de luz de aquellos más noveles y piadosos. Y ahora, ocurre lo de tu padre. Él tenía que morir. —Arrugó el gesto en otro mucho más angustiado—. Y tú me pedías ponerte en su lugar. —Negó—. Me niego a apagar tan pronto tu vida. ¡Con lo que me ha costado conservarla! Va a ser que no.

    Ahora entendía los arrebatos de Jayden cuando protestaba por no recordar. Ella no había estado equivocada en sus elucubraciones.

    —¿Y ahora qué?

    —Debo limpiar mis errores. He intercedido por ti, por tu padre. Si regreso y dejo de entrometerme, quizá y me perdonen. Si no me mandan directamente al infierno.

    —No se puede mandar al infierno a alguien tan bueno como tú —intercedió por él con su más sincera opinión—. Además, si te vas, te voy a echar mucho de menos.

    —Tienes que mantenerte en la luz. Olvida decidirte por la oscuridad. No perteneces a este mundo, en teoría. Pero después de mi arduo trabajo y de tus tremendas ganas de vivir, y con lo que me costó saltarme las normas contigo y seguir ocultándote e este lado del mundo de los vivos, sé que aquí es donde está tu lugar. Y es lo que tienes que repetirte y convencerte tú misma. Aquí es donde perteneces. No dejes que nadie te lo discuta. Ni siquiera yo —agregó, ladeando una revoltosa sonrisa que lo volvió aún más angelical si cabía, y atractivo.

    —¿Y tu beso? —soltó a bocajarro. Se había ruborizado, al mencionarlo, bajando varios tonos su voz. Se tocó las mejillas. Estas ardían.

    —Otro de mis errores. Cautivarme con tu belleza y humanidad. —Negó, apretando los labios. Se le veía realmente demolido—. Ya quisiera quedarme más tiempo contigo. Porque, pequeña, eres un verdadero desastre.

    —¡No lo soy! —protestó ella.

    Jayden emitió una risa más desgastada. Una risa que seguía saliendo dolorosa.

    —Quédate con Carter. A ver, es un poco plasta. Pero te quiere mucho. Y presiento que va a cuidar adecuadamente de ti. Aunque aún es pronto para confirmarlo. Todavía sois muy jóvenes. Él tiene muy buen fondo. Eso sí. No dejes que te vuelva loco cuando le da por acelerarse. Incluso a mí me saca de las casillas —apostilló. Puso los ojos en blanco—. Hay que tener una paciencia infinita con él.

     —A mí me lo dirás —susurró Karen con fastidio.

    —También quédate al lado de Madison. Puede ser la eterna gruñona que no tiene pelos en la lengua. Puede cometer errores; nadie es perfecto. Os habéis querido como amigas desde hace mucho. Te adora. Es una mujer con un gran corazón.

    Karen inhaló con fuerza.

    —¿Qué pasará con mi padre?

    —Saldrá de esta. Le llevará un proceso largo conseguirlo. No será fácil, te lo adelanto. Pero la persistencia y el amor de una familia tan unida ayudará mucho en este proceso complicado. Tú vas a rescatarlo. A rescatar a todos. —Se acercó a ella, le acarició el cabello—. Eres valiente, Karen. Eres muy valiente. Has lidiado con todo y sigues aquí, en pie.

    La hizo temblar. Su tacto derramaba una dulzura inagotable y una paz inmensa.

    —¿Qué pasará con mis pesadillas?

    —Ahora que has aceptado quien eres deberías dejar descansar a tu mente y vivir el ahora. Dejar ir a la niña y seguir con la mujer que te has vuelto: intrépida y perseverante. Es necesario que avances con paso firme hacia un buen futuro. Hazlo por ti, por los tuyos. Tienes unos padres maravillosos que te quieren mucho. Aunque no sean tus padres biológicos eso no quita que puedan quererte menos. Porque te quieren. Mucho más de lo que imaginas. Tu padre te necesita ahora. Incluso tu madre, a la que he visto derrumbarse tantas veces a causa de tus cambios de humor bruscos y tu desgaste emocional; mental.

    —Lo sé. A la pobre le he dado mucha guerra.

    —No importa. Por más guerra que le des, su paciencia será infinita —Asintió con un pestañear de ojos—. Eres la adoración de tus padres, Karen. Siéntete orgullosa de ello.

    Hizo una pequeña pausa, reflexiva.

    —¿Tengo hermano biológicos?

    —¡Preguntas demasiado!

    —Me gustaría saberlo. ¡Vengaaa!

    Jayden emitió una risa mordaz.

    —Además de valiente, eres una entrometida. Tu lista de peticiones se me antoja extensa. ¡Y empiezas a cabrearme!

    Karen entornó la mirada desafiante.

    —Es Jayden quien habla ahora por ti.

    —Supongo. Forma parte de mi obra teatral —ironizó. Luego negó respondiendo a su pregunta—. No puedo darte ese tipo de información. Me tengo que detener aquí. Tendrás que buscarlo por tu cuenta.

    —Será difícil sin unos padres biológicos de los que obtenga datos precisos.

   Puso la mano sobre su cabeza dándole unos suaves golpecillos cariñosos.

    —Eres testaruda. Lo lograrás.

    Karen suspiró.

    —¡Está bien! Lo lograré —exclamó con determinación.

    —Sé que lo conseguirás.

     La miró a los ojos guardando un silencio que hablaba por sí solo con el amor y la ternura envolviendo la estancia. Una complicidad que se volvía más patente.

   —Ha sido duro el trabajo contigo. Me ha costado un mundo intentar que dejaras de tener esas visiones y sueños que se repetían porque tú insistías en saber quién eras, en vez de olvidar y dar los pasos hacia delante. —Negó—. Eres terrible. Eres dura de narices, señorita Karen Evans.

    —Eso dice mi madre. Además, a tozuda no me gana nadie. Diga lo que diga Carter.

    Sin avisar, lo abrazó. Era cálido. Olía dulce. Destilaba una paz imponente.

    —Gracias por todos tus consejos. Por cuidar tanto de mí. Me encantaría que continuaras en la tierra cuidando de mí. Ejerciendo como el ángel de la guarda que eres, Jay. Mi guía espiritual.

    —¿Y seguir confundiéndote, y tú volviéndome loco de atar? ¡No, gracias! Creo que ya me apeo en esta aventura.

    La apretó un poco más a él.

    —Has aguantado como una jabata cada envite que el otro lado te daba recordándote hacia donde tendrías que dirigirte. Te felicito —insistió.

    —Me cuidaré de ese otro lado manteniéndome lejos.

    —Espero. Porque ya no voy a estar para ayudarte.

    Se separó un poco de él. Le dio un beso leve pero muy significativo en sus labios. Él cerró los ojos. Era hermoso. Tan hermoso como lo había sido en sus visiones. Un adonis tallado para enamorar, pero que no debería de pertenecer a nadie por su naturaleza.

    —Me va a costar despedirme de ti. Te he tomado mucho cariño, Karen. Lo digo sinceramente. Y eso que los seres de luz no solemos experimentar emociones humanas ya que provenimos de un plano existencial más elevado que el humano. Nuestra naturaleza espiritual no está limitada por el cuerpo físico, la mente, o las emociones. Pero tú me has vuelto mucho más humano. Ni yo mismo lo entiendo. Pero has despertado ciertas emociones en mí que puede que formen parte del cuerpo que ocupo cuando dejo a Jayden esperando en la habitación de al lado para ayudarte y guiarte. Para apartar de ti lo que te estaba bloqueando. Tienes que avanzar, Karen. Lo digo en serio. Avanza. No enloquezcas —la aconsejó.

    Karen elevó el pulgar.

    —Lo haré. Y te daré el parte de ello en las noches, aunque no me escuches cuando te hable.

    —Te escucharé, créeme —aseguró, acariciando la mejilla de la chica con la yema de sus dedos.

    —Estarás demasiado ocupado expiando tus pecados —refunfuñó, cruzándose de brazos, con un mohín.

    —Estaré ocupado en otros trabajos, en otros lugares, con otros humanos que necesitan que sus almas avancen. O arrojar un poco de luz en sus vidas. Tal como he hecho contigo.

    —¿Qué será de Jay?

    —No te preocupes por él. Es un rebelde sin causa que no se cansa de desagradar al resto —ironizó, muerto de risa—. Ya sabes cómo son los adolescentes.

    La hizo reír.

    —¡Olvidas que yo misma soy una adolescente?

    —Desagradable, protestona y latosa.

    —¡No te pases!

    Jayden se rio. Continuó con la información de su huésped humano.

    —Está de paso. Sus padres se vuelven a mudar de ciudad. Es así como debe de ser. Como debe de suceder. En el caso de quedarse aquí, tus recuerdos regresarían. Y no te conviene. Y no te dejarán progresar. Al igual que si yo me quedase aquí.

    Ojalá y no se fuera. No quería que el Jayden celestial se marchara. Aunque detestara tener que compartirlo con el lado más agrio y desagradable del Jayden humano.

    —Los bloquearía. Quisiera que te quedaras.

    —¡No me metas en más problemas, que te veo venir! ¿Quieres? —Él le devolvió el beso leve depositando uno algo más duradero pero cuidadoso en sus labios. No era correcto y tenía que parar—. Eres tan agradable y gratificante. Me niego a despedirme, Karen —gruñó.

    —¡Karen! —Se escuchó a April llamarla desde el pasillo. La había oído hablar allí dentro. La vio entrar. ¡Mierda! Vería a Jayden. Al Jayden que representaba a la luz—. Hija, te estaba buscando. Me había preocupado no verte fuera.

    Karen se giró en busca de Jayden con preocupación. Había desaparecido.

    —¿Qué pasa? —Tocó la mejilla de su hija encontrándola inquieta.

    La joven sonrió.

    —Nada, mamá. Nada. Vayamos con papá.

    —Claro.

    Cuando April salió delante, Karen se detuvo y susurró un gracias al vacío de la estancia. Sabía que él la estaría escuchando. Desde algún lugar. Aunque no le viera.

https://youtu.be/3DbEKxAWBjk

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