Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

10.

     Carter fue el último con el que Karen habló la pasada noche. Antes se había despedido de Madison que la animó para que no se sintiera tan triste por la partida de su padre. Carter, por supuesto, fue mucho más extenso y machacón que ella. La cuestión era cuánto tiempo le quedaba a su padre. Por qué Jayden no había respondido a sus ruegos y preguntas. El por qué nadie le daba la solución al terrible destino de Edward.

    Pudo despedir a su padre, junto a April, tras un buen madrugón. Lo ayudó a colocar la maleta en en maletero del coche. Se despidieron un sinfín de veces hasta que él las apremió recordándolas que les quedaba unas horas de carretera. Y tenía que pasarse luego por la empresa para tomar apuntes sobre el nuevo lugar y presentarse al gerente de esta.

    Lo volvió a apretar tanto como la pasada noche. «La muerte puede presentarse en cualquier momento, o lugar». «Quiero ser yo quien se ponga en su lugar y que él se salve». ¡Demasiado joven para querer terminar. Pero, por su padre, era capaz.

    La pesadumbre de la despedida asfixiaba. April y Karen alzaron la mano una vez el coche empezó a moverse para tomar calle abajo. Su madre sus piró.

    —Ya se ha ido.

    Karen la abrazó con todas sus fuerzas, pero tiernamente.

    —Estaremos bien, mamá.

    —Hemos tenido que consolarte incluso a mitad noche con tus pesadillas. No centras en tus estudios. Cambias de estado de ánimo como la veleta que gira en días de vientos revueltos. ¿Qué hago contigo, hija?

    —Le pregunté a papá por mis padres biológicos.

    Al escucharlo, a April se le cayó el alma a los pies.

    —¿Por qué te interesas ahora por eso?

   —Mis sueños están relacionados con eso. Y no sé si son recuerdos verídicos, u otros creados por mi mente traidora. Al menos, hay un acierto: ellos murieron en un accidente. Aunque, según papá, yo no iba con ellos.

    April palideció. Sabía que llegaría el día que ella querría saber más de su pasado. Un pasado que se emborronaba conforme pasaban los años.

    —No nos informaron mucho. Sabes cómo está el tema de la privacidad.

    —El caso es que sueño con cosas... cosas que son inexplicables. Y me estoy volviendo loca con eso.

    April negó.

    —Mejor será que no pienses, cariño. Porque, a ver, estás a gusto con nosotros, ¿no es así?

    —¿Sabes que mi intuición me dice que algo irá mal?

    —¿Con qué?

    —Con lo que sea.

    —Con lo que sea...

    —No puedo decirlo por si no se cumple. No es algo bueno para nosotros.

    Su madre se frotó la cara con la mano.

    —Vale. Déjalo estar. Esto se está saliendo de contexto —rogó.

    Karen miró hacia la dirección por donde se había ido el coche. ¿Cuánto tiempo tardarían en llamar y dar la fatídica noticia? Cruzó los dedos y repitió mentalmente que ojalá y Jayden se equivocara.

    —¡Hija! —April la llamó consultando la hora al mismo tiempo—. No tardará en venir el bus escolar.

    Había llegado el momento de volver a la realidad. De ver a Carter y a Madison. ¡A Jayden! La iba a oír.


    Se entretuvieron en los pasillos. Quería enfrentarse a Jayden. ¿Qué parte de él se mostraría esta vez? Carter la había abrazado nada más verla infundiéndole ánimos. Volvía a hacerlo. Ella se lo quitó de encima con cuidado.

    —¡Estoy bien! ¡En serio!

    —¿Seguro?

    —¡Sí!

    Señaló hacia su teléfono. Lo tenía en la mano.

    —Lo has consultado un centenar de veces. ¡Ya te llamará tu padre! Cuando tenga un momento. No lo atosigues.

    Esperaba que Carter tuviera razón y acertase. Sería señal inequívoca de que su padre seguía con vida.

    Sonó el timbre de entrada a clase. No había ni rastro de Jayden. ¿Se habría rajado tras anunciar la muerte de su progenitor? ¿Dónde se había metido portando todas las respuestas a la ristra de preguntas que llevaba en mente preguntarle?

    A Carter se le elevaron las comisuras.

    —Parece que hoy está enfermo el rarito.

    —No es un hecho del que alegrarse —lo reprendió Karen.

    Carter alzó las manos.

    —Al menos no te dará la brasa, preciosa.

    —¡Que no me llames...! —La entrada del profesor pidiendo silencio la interrumpió. Karen rodó los ojos—. Eres incorregible.

    —Y tú, la cosa más bonita sobre el planeta.

    Madison hizo una mueca de fastidio. Tanto empalague se sentía molesto de buena mañana.


    Se le hacía extraño no ver a Jayden deambulando por allí. ¿Dónde estaban sus visiones? ¿Se habían marchado con él? ¿Y si Jayden las provocaba? Miró de nuevo el teléfono. La pantalla seguía sin avisos de llamadas o mensajes. Su padre aún respiraba. ¿Por qué no le había mandado aunque fuera un mensaje? Reconocía que no podía llamarla en horario de clase, pero... ¿Ni un mísero mensaje?

    Carter señaló.

    —Vamos a la cafetería. Me muero de hambre.

    —Hoy voy a pedirme algo con chocolate. Se me antoja.

    Carter alzó una ceja.

    —¿Estás en tus días? He leído que, cuando las chicas estáis en vuestros días, se os antoja chocolate porque el magnesio baja de nivel y el cuerpo lo pide intuitivamente.

    Madison puso los brazos en jarras elevando una ceja.

   —¿Desde cuándo buscas este tipo de información siendo un tío?

    —Desde que me importa Karen y tengo que estar al día de sus necesidades.

    Lo miró molesta.

    —¡No necesito que cuides de mí! En serio, Carter, respira.

    —¡Ya lo hago! Pero... mírate. Te ves tan vulnerable.

    —Y tú tan gilipollas —lo agravió, molesta por considerarla algo tan frágil.

    —En nada te desmayas. Necesitas un guardaespaldas.

    Lo fulminó con la mirada.

    —Te estás jugando que te odie.

    —¡Solo digo!

    —Entonces, cierra la boca.

    Fue a abrazarla para clamar su ira.

    —Va, preciosa, no te enfades conmigo.

    Ella se zafó.

    —Cuando dejes de agobiarme —lo amenazó, señalándolo con el dedo.

    No tenía mucha hambre. Se comió una pieza de fruta.

    —No puedes comer como si estuvieras a dieta. Te vas a aflojar. Lo miró advirtiéndole de nuevo—. Carter alzó las manos tragándose su preocupación—. De acuerdo. Lo que tú quieras.


    La dejó en paz. Se estaba ganando a pulso el boleto de despedida para Karen. Puede que fuera demasiado insistente. Lo era. Porque la quería. Porque se preocupaba. Porque era muy importante para él. No podía remediarlo. La adoraba como si fuera su diosa. Pero había tocado los límites y tenía que poner una pausa.

    Hablaron sobre el examen de biología. Sobre la clase de educación física donde seguro que los iban a hacer correr como descosidos por el enorme recreo. ¡Menuda gracia! Madison acabó pidiendo bollería con chocolate. La paladeaba como quien experimenta un orgasmo con gemidos y suspiros, al tiempo que masticaba. Karen y Carter la habían mirado un par de veces avisándole que, o paraba, o no dejarían de mirarla aquellos que podían escucharla, entre risas.

    —Si haces el mismo ruido que ahora cuando...

    Ella levantó la mano para que se callara.

    —¡No sigas! No estropees mi momento.

    —Tengo... tengo que ir al baño —murmuró Karen cansada de que fuera un día de una tensión constante.

    —Te acompaño.

    Puso su mano frente a Carter.

    —¡Ni se te ocurra! Que te cuelas dentro.

    Madison puso los ojos en blanco.

    —Yo lo hago. —Se llevó el último bocado a la boca. Lo masticó rápido—. Vale. Ya he terminado.

    Se pusieron en pie. Madison siguió a su amiga hasta el baño. Karen vació su vejiga. Luego lo hizo Madison. Se lavó las manos y buscó el teléfono. Nada. Mientras no hubiera nada, era bueno. O su madre esperaría a que terminase con las clases para llamarla. Como hiciera eso le echaría una buena reprimenda.

    —Eh. Tranqui. Habrá llegado bien.

    —Tuve... tuve una premonición.

    —¿Qué?

    Karen imaginó que, dentro de la cabeza de su amiga, una vocecilla estaría mencionando: «ya estamos con eso».

    —¿Qué ocurría?

    —Presentí que algo le pasaba a mi padre.

     Madison rio nerviosa y angustiada.

    —Vuelves a estar en plan negativa. ¡No puedes estar así! Va a darte algo.

    —Temo que le ocurra algo a mi padre.

    Su amiga sacudió la cabeza.

    —¡Seguro que no! Hablan tus miedos.

    Negó. Se miró al espejó. Suspiró observándose cansada. Madison frotó su espalda con dulzura.

   —Relájate. Por tu bien.

    Karen abrió la boca sintiéndose aspirada hacia algún lugar. Estaba oscuro. ¿A qué se debía la repetitiva oscuridad? Unos pasos se escucharon frente a ella. El corazón le iba a mil. No podía ver nada. No podía ver al intruso. Ni sabía hacia dónde moverse sin tropezar. De hecho, tenía los pies pegados al suelo.

    —Por favor, no me hagas daño —murmuró en un hilo de voz hacia la cerrada oscuridad. Una cerilla se encendió cerca. ¿O era la llama de una vela? O la luz de una linterna. No lo podía aclarar. No veía a quien la portaba.

    —¿En qué lado quieres estar? —escuchó preguntar a una voz vibrante y grave.

    Recordó el deseo que le pidió a Jayden. Quería que su padre viviera. Quería ser egoísta. Dar su vida por él, a pesar de su temprana edad. Gritó el deseo en alto. La luz se apagó y regresó a la realidad, tosiendo como una descosida, agarrada al lavabo. Madison le daba golpecillos en la espalda.

    —Oye. ¿Estás bien? —Karen asintió sin poder decir ni palabra—. ¡Tía, qué susto me has dado! Te habías quedado catatónica.

    Miró a los ojos a su mejor amiga. La abrazó, llena de lágrimas.

    —¿Y ahora qué? ¡Ay, mi chica sensible! Vale. Vale —le acarició la espalda—. Todo va a ir bien.

    No. Porque en realidad y según había pedido ella, y por si acaso, esto era una rápida despedida. Luego se despediría de Carter.

    Tosía. Aún con resuello.

     —Vamos. Sacaremos una botella de agua de la máquina expendedora y bebes. Estás apurada.

    —Si muero de repente, no te enfades conmigo, porfa.

    —No dejaré que fallezcas por un golpe de tos. Te lo prohíbo terminantemente.

    Si ella supiera de su pedido.

    —Toma —se la entregó cuando la sacó del cajetín. Karen bebió. Era agradable sentir que su garganta se hidrataba y se expandía adecuadamente.

    —Te debo lo que cuesta.

    —Ni de coña. Me debes seguir viva. —Elevó un dedo—. Te lo advierto. —Temía que, con su estado mental tocado, pensara en el suicido cuando mencionó lo de su muerte. Estaba sufriendo mucho por ella.

    Regresaron donde Carter.

    —¿Va todo bien? —inquirió él al ver la lividez en el rostro de Karen.

    —Le ha dado un vahído. Pero la he pillado a tiempo.

    —¿Cómo? —Se levantó. Le tocó la frente para comprobar si no estaba fría y sudorosa, antes de que le volviera a dar. Ella se apartó.

    —No ha sido nada.

    —Ya te había dicho antes que no te tomaras solo la manzana. —Le dio lo que le quedaba de bocadillo. Aunque fuera poco, era mejor que nada—. Cómetelo. Lo necesitas.

    —No. No es hambre. Es... —Con el ceño fruncido de Carter podía leerle la mente. Estaría pensando que volvía a delirar como solía hacer. ¡Genial! Volvía a tener a sus amigos de espaldas. Lo aceptó para que no se enfadara—. De acuerdo. Gracias.

    Carter hizo una inclinación de cabeza.

    —Un placer.

    Buscó su teléfono. Lo ocultó debajo de la mesa. Le mandó un mensaje a Jayden.


  JAYDEN

        •«¿Por qué no has venido a clase hoy? ¿Tan enfermo estás? ¿O puede que estés huyendo de mí?»


    No obtuvo respuesta. Ni se mostraron los mensajes leídos. ¿Dónde se había metido? ¿Dónde estaba la parte humana de su guía espiritual? Cerró la pantalla. Madison la pilló y miró debajo de la mesa.

    —Si estás preocupada, llama a tu padre.

    No se atrevía. Por si recibía la mala noticia que esperaba.

    —Luego lo llamo —se excusó, alargando la agonía.

    Le mandó un mensaje a su madre.


  KAREN

    •«¿Sabes algo de papá?»


    —Eh. Volvamos a clase —señaló Carter hacia el estridente sonido del timbre de regreso a las clases lectivas.

    Estaban en clase de matemáticas cuando Savannah Williams irrumpió en clase.

    —Buenos días —saludó primero a toda la clase. Luego se dirigió al señor Hall murmurándose. Miraron a Karen con el gesto desencajado.

    —Está bien. Señorita Evans, salga con Savannah. Coja sus cosas.

    —¿Por qué? ¿Qué pasa?

    No dijo nada. Se mantuvo solemne. El corazón se le encogió.

    Se levantó. Carter y Madison la observaron alarmados. ¿Qué había pasado? Sobre todo Madison a quien le había contado lo de su premonición. No podía estar pasando. Karen no podía ser una visionaria.

    Salieron hacia los pasillos.

    —Por favor, dígame qué está pasando.

    —Su madre se lo dirá. Está aquí.

    ¡Su madre! Estaba confirmado. Le entró la angustia. Los ojos se le humedecieron. ¡Menudo traidor! Quien fuera aquel que portaba la luz no había escuchado su súplica.

    En el despacho, su madre estaba esperándola junto al director.

   —¿Qué pasa, mamá?

    Tenía el rostro desencajado y unas ojeras oscuras como el cuervo más negro y aterrador.

    —Nos vamos a Pensilvania.

    —¿Se trata de papá?

    Simplemente asintió. No le salían las palabras.

https://youtu.be/Adil-zpJdEs


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro