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7. EL SOMBRERO SELECCIONADOR

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Las puertas del tren se abrieron, y un viento helado golpeó la cara de Selena. Se estremeció y se apresuró a unirse a los demás en la pequeña plataforma oscura. Un hombre gigantesco emergió de las sombras; su cabello y barba enmarañados ocultaban gran parte de su rostro, pero sus ojos brillaban con una alegría casi infantil.

-¡Primer año! ¡Los de primer año por aquí! -tronó el gigante, con una risa profunda que resonó en la noche- Vengan, síganme... ¿Hay más de primer año? Cuidado al caminar. ¡Los de primer año, síganme! Por cierto, soy Rubeus Hagrid, guardián de las llaves y los terrenos de Hogwarts -se presentó sonriendo

Selena observó cómo Hermione se adelantaba a Neville, decidido a no quedarse atrás. El chico, con el rostro arrugado y los ojos brillantes por las lágrimas, parecía a punto de estallar en llanto. Se le había escapado su sapo Trevor, y la angustia era evidente en su expresión. A Selena le dio pena verlo así; quería consolarlo, pero luchaba contra la indecisión.

«¿debería acercarme?» -pensó. Sabía que el comportamiento de Neville podría atraer las burlas de otros compañeros, y no quería ser cómplice de eso. Había visto suficientes bromas crueles en sus años en el orfanato, y no deseaba que el chico se convirtiera en blanco de los brabucones. Era como si una voz interna le advirtiera que consolarlo podría tener consecuencias desagradables.

Selena había sido una presa fácil en el pasado, un objetivo para aquellos que disfrutaban de jugar con las inseguridades ajenas. Creció en un ambiente hostil, donde cada debilidad se aprovechaba, aprendiendo desde pequeña que mostrar vulnerabilidad era igual a abrir la puerta al daño. En esos lugares, había desarrollado un instinto de supervivencia que la mantenía a la defensiva, negándose a demostrar debilidad ante los demás.

Pero ahora estaba en Hogwarts, un mundo lleno de magia. Había esperanzas de que al menos aquí las cosas fueran diferentes. Ya no era la niña asustada que solía ser. Quizás este lugar le ofreciera la oportunidad de cambiar esa narrativa. Finalmente, decidió que el valor de la empatía era más importante que el temor a ser juzgada.

Selena se acercó a Neville y se detuvo justo a su lado hablando con una voz suave.

- ¡No llores, Neville! Encontraremos a Trevor -dijo Selena con tono suave, intentando consolar al niño mientras le acariciaba levemente el brazo.

- Mi abuela se enfadará cuando se entere de que perdí a Trevor -murmuró Neville

- Tranquilo, Neville, lo encontraremos -respondió Selena, con una sonrisa cálida que buscaba calmar su angustia.

- ¡En un segundo tendrán la primera visión de Hogwarts! -gritó Hagrid por sobre el hombro-¡Justo a doblar esta curva!

Un fuerte «¡Ooooooh!» emergió del grupo cuando llegaron al borde de un vasto lago negro. En la cima de una alta montaña, al otro lado, se erguía el imponente castillo de Hogwarts, con sus ventanas brillando como estrellas en la oscuridad.

- ¡No más de cuatro por bote! -gritó Hagrid, señalando una fila de pequeños botes que flotaban en el agua, cerca de la costa. Su tono era firme, pero la emoción se hacía evidente en su voz.

Selena y Neville se apresuraron a subirse al bote, seguidos de un niño pelirrojo y otro de cabello azabache. Ella notó cómo se situaban, algo ansiosos, pero ella intentó mantener la calma.

- Genial, Harry, nos tocó con la gritona -murmuró el pelirrojo, frunciendo el ceño al dirigir una mirada cargada de desdén hacia Selena.

- ¡Shh! Ron, te va a oír -respondió Harry, sonrojándose de vergüenza mientras lanzaba una mirada rápida hacia Selena, que tenía el ceño fruncido tras escuchar el comentario.

- ¿Todos subieron? -gritó Hagrid, quien ocupaba un bote solo-. ¡Ahora mismo! ¡Adelante!

Los botes comenzaron a deslizarse por el lago. Todos observaban en silencio el gran castillo, que parecía cobrar vida con su resplandor. Pasaron por un túnel oscuro, llevándolos bajo el castillo hasta llegar a un muelle subterráneo.

- ¿Crees que encontraremos a Trevor? -preguntó Neville, limpiándose las lágrimas que aún resbalaban por sus mejillas con un movimiento brusco de su mano.

- Claro que sí -respondió Selena, sonriendo a Neville con sinceridad.

- Podríamos pedirle a Hagrid que nos ayude a buscarlo -comentó el niño de cabello azabache, mostrando interés en la conversación de forma más animada. Ron, a su lado, frunció el ceño al notar la sonrisa de Selena dirigida a su amigo.

- Eso es una buena idea -respondio la niña

Ron puso los ojos en blanco al escuchar la voz de Selena.

- Gracias por intentar ayudarme -murmuró Neville, dejando escapar una pequeña sonrisa.

- No te preocupes, seguro debe andar cerca -dijo Harry intentando sonar optimista.

- Eso espero -suspiró Neville, alzando los ojos hacia el castillo- Por cierto, soy Neville Longbottom.

- Un gusto conocerte, Neville. Yo soy Harry, Harry Potter -dijo Harry, extendiendo su mano hacia él con una sonrisa amigable.

- Yo leí algo sobre ti en uno de mis libros de historia de la magia -intervino Selena, su voz apagada por la sorpresa mientras mantenía la mirada en Harry-. Tú eres el niño que sobrevivió a Lord Voldemort.

El silencio se apoderó del grupo, y Neville y Ron se estremecieron al escuchar su nombre prohibido. El pelirrojo miró a Selena con desprecio.

- ¿Estás loca? -dijo, frunciendo el ceño-. No digas su nombre.

- Lo siento, olvidé que no se debía decir -respondió Selena, sintiéndose avergonzada, su rostro ruborizado. Sabía que el tema era delicado, pero dejaba una sensación extraña en su interior.

- Pues no lo vuelvas a hacer -respondió Ron, su tono brusco y despectivo.

Selena sintió una punzada de frustración, pero respiró hondo, intentando mantener la calma.

- Ya dije que lo siento -dijo ella con serenidad, aunque su paciencia comenzaba a agotarse con la actitud del pelirrojo.

- Bueno, no es para tanto -intervino Harry, intentando desviar la tensión antes que estallara-. Por cierto, ¿cuál es tu nombre?

- Selena Lestrange -respondió, y el rostro de Ron se convirtió en una máscara de sorpresa.

Selena pensó que él iba a hacer un comentario, pero solo la observó con desagrado.

- ¡Todos abajo! -gritó Hagrid una vez que los botes alcanzaron la orilla.

- ¡Eh, tú allí! ¿Ese es tu sapo? -preguntó Hagrid, mientras controlaba la llegada de los botes y la multitud que bajaba.

- ¡Trevor! -gritó Neville, extendiendo las manos con ilusión, los ojos brillando con emoción.

- Te dije que lo encontrarías -murmuró Selena, sonriendo, aliviada al ver la alegría en el rostro de Neville.

Subieron por unos escalones de piedra, el eco de sus pasos resonando en el hall del castillo. La gran puerta de roble estaba delante, imponente y llena de historia. Hagrid levantó un gigantesco puño y golpeó con énfasis tres veces la puerta. Esta se abrió de inmediato, revelando a una bruja alta, de cabello negro, vestida con una túnica verde escarlata que acentuaba su rostro severo.

- ¡Los de primer año, profesora McGonagall! -anunció Hagrid con su voz profunda y amistosa.

- Muchas gracias, Hagrid. Yo me ocupo de ellos -respondió la profesora, con un tono firme que dejaba clara su autoridad.

Siguiendo a la profesora McGonagall, los estudiantes se adentraron por el piso de piedra, que estaba adornado con banderines ondeando suavemente. El bullicio de cientos de voces resonaba desde la puerta de la derecha, pero McGonagall los condujo a un pequeño hall. Allí, nerviosos y expectantes, los niños se agruparon, mirando con ansias el entorno mientras esperaban a que la profesora regresara.

- Veo que es cierto lo que se decía en el tren -dijo un niño con voz arrastrada, sus ojos brillando con curiosidad. A su lado, dos chicos enormes, cuya presencia podría haberlos confundido con alumnos de un año más avanzado, lo observaban con interés-. Harry Potter ha venido a Hogwarts.

Las murmullos comenzaron a fluir entre los presentes, todos lanzando miradas intrigadas hacia Harry, cuya fama instantáneamente había captado la atención. El chico de cabello azabache se sintió abrumado por las miradas.

- Estos son Crabbe y Goyle -dijo el platinado, señalando a sus amigos con un gesto condescendiente- Yo soy Draco Malfoy.

El chico pelirrojo soltó una risita ante la mención de Malfoy, un sonido que hizo que Selena frunciera el ceño, encontrando aquella risa poco cortés.

Aquel niño pelirrojo soltó una risita al escuchar el nombre de Malfoy. Selena se sintió incómoda; había algo inherentemente grosero en su risa, y no pudo evitar pensar que era un comportamiento cruel. Aquel chico no le caía bien en absoluto, y su burla solo la reafirmó en su desagrado.

- ¿Mi nombre te hace gracia? -preguntó Malfoy con desdén, mirando ahora al pelirrojo-. No necesito preguntarte el tuyo, pelirrojo y de túnica de segunda mano; debes ser un Weasley.

El comentario hizo que el rostro del chico pelirrojo se tornara rojo de rabia, lo que provocó que Selena tratara de ocultar una risita de diversion, sintiendo una extraña satisfacción al ver la incomodidad de Weasley. Ahora, las miradas se volcaron hacia ella, con Harry y Ron mirándola con ceño fruncido mientras Malfoy le sonreía.

- Pronto sabrás que hay familias de magos que son mejores que otras, Potter -dijo Malfoy, girándose hacia Harry con un aire de superioridad-. No te juntes con la gente equivocada -añadió, dirigiendo una mirada despectiva hacia Weasley-. En eso puedo ayudarte.

- Sé elegir por mí mismo, gracias -dijo Harry con voz serena, ignorando la mano extendida de Malfoy.

La tensión entre los tres chicos era palpable, como un hilo tenso a punto de romperse, mientras Selena rodaba los ojos al observar ese enfrentamiento silencioso. En ese momento, la profesora McGonagall reapareció en el hall, rompiendo el ambiente de hostilidad.

- Bienvenidos a Hogwarts -anunció la profesora con un tono autoritario- El banquete de inicio de año se llevará a cabo en unos minutos, pero antes de que ocupen sus lugares en el Gran Comedor, serán asignados a sus casas. La selección es una ceremonia muy importante porque mientras estén aquí, sus casas serán como sus familias en Hogwarts. Tendrán clases con los miembros de su casa, dormirán en los dormitorios de su casa y pasarán su tiempo libre en la sala común de la casa. Las cuatro casas son Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw y Slytherin.

- Ahora, hagan una fila -ordenó la profesora, señalando con precisión a los de primer año- y síganme.

Los estudiantes caminaron tras de ella, sus corazones latiendo con anticipación. El Gran Comedor brillaba gracias a miles de velas que flotaban en el aire, creando un ambiente mágico. Las grandes mesas estaban llenas de estudiantes que los miraban con curiosidad. Al final del comedor, la gran mesa de los profesores se alzaba majestuosa.

- Es un hechizo para que parezca como el cielo exterior -murmuró Hermione, haciendo hincapié en el detalle que la había impresionado.

- Es impresionante -asintió Selena, incapaz de apartar la vista del techo encantado.

La profesora McGonagall acomodó un taburete de cuatro patas frente a ellos, sobre el cual puso un sombrero puntiagudo de mago, que mostraba signos de desgaste y suciedad.

Entonces, el sombrero se movió de forma repentina. Una rasgadura cerca del borde se abrió, ancha como una boca, y el sombrero comenzó a cantar con una voz melodiosa, resonando en el Gran Comedor. Las velas titilaron en respuesta a la emoción, y el comedor estalló en aplausos entusiastas cuando el sombrero terminó su canción. La profesora McGonagall, ajustando sus gafas con un gesto seguro, avanzó con un gran rollo de pergamino en la mano.

- Cuando los llame, deberán colocarse el sombrero y sentarse en el taburete para ser seleccionados -instruyó con su voz autoritaria pero acogedora-. ¡Abbott, Hannah!

En la mente de Selena cruzaban los peores pensamientos, como sombras acechando su confianza. «¿Y si cuando fuera seleccionada, su casa no la aceptaba? O peor aún, ¿y si era asignada a la casa equivocada?» Se encontraba en un torbellino de dudas, sintiendo que su futuro en Hogwarts pendía de un hilo. Observó a sus compañeros mientras tomaban turno en el taburete de selección.

De pronto, su mirada se posó en Hermione Granger, quien llevaba varios minutos sentada en el taburete. El sombrero, se movía de un lado a otro, como si estuviera inmerso en una profunda reflexión. La tensión en el ambiente aumentaba; los murmullos de los estudiantes se tornaban un súbito zumbido, y cada segundo que pasaba parecía eterno. Selena sintió que su corazón latía con fuerza, sincronizando con el ansioso vaivén del sombrero.

Finalmente, estallaron los gritos:

- ¡GRYFFINDOR! -anunció el sombrero, y las mesas aplaudieron con ferocidad. Ron, a su lado, soltó un gruñido de descontento mientras Selena le daba un codazo. Aquel chico parecía tener menos tacto del que deberían permitirle.

- ¡Oye! -murmuró Ron, girándose para mirarla, sus cejas fruncidas al mostrar su molestia.

Selena rodó los ojos, decidida a ignorarlo. En ese momento, la profesora McGonagall llamó a otro estudiante.

- ¡Malfoy, Draco!

Draco, un chico de cabello rubio platino y ojos grises como el acero, caminó con seguridad hacia el taburete. Una vez sentado, el sombrero no tardó en gritar:

- ¡SLYTHERIN!

Los aplausos resonaron de la mesa verde, mientras Draco esbozaba una sonrisa orgullosa, inflando su pecho como un pavo real.

- ¡Lo ves! -murmuró Ron, mirando a Harry con una ligera mueca de satisfacción- Todos los magos oscuros pertenecen a Slytherin.

Selena escuchó atentamente, sintiendo que dudaba de la opinión de Ron, pero la inquietud comenzó a germinar en su interior.

El próximo nombre retumbó en el aire.

- ¡Longbottom, Neville!

Neville, visiblemente nervioso, tropezó con el taburete, causando un leve murmullo de risas entre los demás estudiantes. Después de un largo momento en el que el sombrero deliberó, finalmente lo asignaron a Gryffindor. La emoción tomó a Neville por sorpresa, y salió corriendo con el sombrero todavía puesto, haciendo reír a todos.

- ¡Lestrange, Selena! -llamó la profesora McGonagall.

Selena sintió que su corazón se aceleraba mientras atravesaba el comedor, cada mirada clavada en ella como una lanza. Al sentarse en el taburete, el sombrero se deslizó sobre su cabeza, y su voz comenzó a murmurar en su oído.

«Cuanta impaciencia, Lestrange... Estoy pensando. Es una decisión muy difícil»

«¡¿Por qué?! Solo elige una casa, por favor -suplicó ella en su mente, sintiendo cómo la ansiedad comenzaba a apoderarse de ella.»

«No puedo simplemente elegir una casa. Debo pensar dónde te pondré... Eres valiente, quizás Gryffindor. O Hufflepuff por tu lealtad y bondad... o tal vez Ravenclaw, eres inteligente... No lo sé...»

El tono del sombrero era amable pero indeciso, y Selena sintió que un sudor frío comenzaba a recorrer su espalda.

«¡¿Cómo que no lo sabes?! Se supone que tú debes elegir las casas -pensó, sintiendo cómo el aliento se le cortaba por la ansiedad.»

«Tranquila... podrías ser Slytherin. Eres muy ingeniosa y tienes una gran determinación -dijo la voz, haciéndola estremecer un poco al recordar lo que Ron había murmurado- Claro que no todos son magos oscuros -el sombrero soltó una carcajada que sonó como una risa seca- ¿Sabías que tus padres eran Slytherin? Eran brillantes. Podría haber puesto a tu padre en Ravenclaw, pero rogó que lo pusiera en Slytherin. Tu madre, en cambio, no había duda: toda una Slytherin»

«¿Mis padres estuvieron en Slytherin? -preguntó, intrigada, deseando saber más, pero el sombrero guardó silencio.»

«Donde te pondré... ¿Slytherin, Hufflepuff, Gryffindor o Ravenclaw?»

Selena tomó aire, inhalando profunda y lentamente.

«¿Qué tal Gryffindor? -sugirió, imaginando a las personas que había conocido siendo seleccionadas en esa casa. La idea de seguir sus pasos y, al mismo tiempo, la tentación de unirse a la casa de sus padres la llenó de esperanza»

«Es una buena idea -murmuró el sombrero, y Selena sintió cómo éste comenzaba a moverse de un lado a otro sobre su cabeza»

Su corazón latía con fuerza mientras esperaba ansiosamente. En ese momento, el sombrero cesó su movimiento y una voz clara y decidida resonó en su mente.

«Aunque Gryffindor sería una excelente opción para ti... encontrarás tu destino en un lugar diferente...»

Selena sintió como si el tiempo se detuviera, y un escalofrío recorrió su espina dorsal.

«Bien... he tomado una decisión -sentenció la voz en su oreja. La incertidumbre se apoderó de ella, pero también una chispa de emoción. ¿Dónde la llevaría el sombrero?»

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