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19. UN ACTO DE VALENTÍA

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Selena no le contó a nadie sobre la conversación que había tenido con Dumbledore, ni siquiera a Neville.

Durante los últimos tres días, había pasado la mayor parte del tiempo en su habitación, sumida en un mar de pensamientos y teorías. Su actitud tan inusual había comenzado a preocupar a Draco, quien merodeaba cerca de las habitaciones de las chicas, incapaz de entrar. En su lugar, enviaba a Daphne a buscarla, pero Selena solo quería estar sola.

Neville y Hermione parecían entender su necesidad de espacio y le dieron un respiro. Sin embargo, cuando se cruzaban con ella en el Gran Comedor durante las comidas, no podían evitar mirarla con preocupación, sus rostros reflejando la inquietud que sentían por su amiga.

Ese día, Selena se sentía un poco mejor. Hoy, Slytherin ganaría la Copa de las Casas; era la que tenía más puntos. No hacía falta ser un genio para darse cuenta de que las serpientes tenían la victoria en sus manos. Ravenclaw había intentado sumar más puntos en la última semana, pero aún así, quedaban en segundo lugar.

Ron había salido de la enfermería hacía unos días, y la escuela seguía alborotada por lo sucedido. El niño que vivió aún estaba con vida, solo que inconsciente en la enfermería.

Al caer la noche, Selena bajó a la fiesta de fin de año. Al llegar al Gran Comedor, se dio cuenta de que casi todos estaban allí. El lugar estaba decorado con los colores de Slytherin, en verde y plata, para celebrar el triunfo de su casa, que había ganado la copa por siete años consecutivos. Un gran estandarte con la serpiente de Slytherin cubría la pared detrás de la mesa de los profesores.

- ¡Selena! -exclamó Draco al verla acercarse a la mesa de las serpientes, su rostro iluminándose con una sonrisa-. Pensé que no vendrías.

- No me hubiera perdido la victoria de Slytherin -respondió ella, esbozando una media sonrisa mientras se sentaba junto a él.

Draco la miró con preocupación, sus cejas fruncidas. - ¿Estás mejor? Me preocupas. Me inquietó aún más que no vinieras a desayunar estos últimos días. Tú jamás te pierdes una comida.

Selena no pudo evitar sonreír ante su preocupación. - Estoy bien, Draco -se limitó a decir, aunque su voz sonaba un poco más suave de lo habitual.

- Sabes que puedes contarme lo que sea, ¿no? -insistió Draco, su tono lleno de sinceridad. Sabía que algo le pasaba y parecía decidido a averiguarlo.

- Lo sé -respondió ella, con una media sonrisa que no alcanzaba a ocultar su inquietud.

- ¿Alguien te molestó? Puedo arreglar eso. Aprendí un maleficio nuevo que puedo practicar con quien te haya molestado -dijo, con un brillo travieso en sus ojos, mientras se inclinaba hacia ella, como si estuviera listo para actuar.

- Nadie me ha dicho nada -dijo Selena, apoyando la cabeza en el hombro del rubio, buscando consuelo en su cercanía-. Solo... no quiero hablar ahora.

- Puedo esperar a que tengas ganas -murmuró Draco, envolviendo sus brazos alrededor de ella en un abrazo reconfortante. Su voz era suave, casi un susurro, mientras la mantenía cerca, como si su presencia pudiera ahuyentar las sombras que la rodeaban.

Selena no respondió, solo sonrió un poco. Draco Malfoy podía ser un niño mimado y algo insoportable a veces, pero ella sabía que podía contar con él. Después de todo, los Slytherin se cuidaban entre ellos.

De repente, un murmullo recorrió el Gran Comedor y todos comenzaron a hablar en voz alta. Harry Potter había ingresado, y muchos alumnos se pusieron de pie para mirarlo, sus rostros llenos de curiosidad y admiración. Dumbledore llegó unos minutos después, y las conversaciones cesaron de inmediato, como si un hechizo hubiera caído sobre el lugar.

- ¡Otro año se va! -anunció Dumbledore con alegría, su voz resonando en el Gran Comedor-. Y voy a molestarlos con la charla de un viejo, antes de que hinquen los dientes a los deliciosos manjares. ¡Qué año que tuvimos! Esperamos que su cabeza esté un poquito más llena que cuando llegaron... Ahora, tengo entendido que hay que entregar la Copa de las Casas, y los puntos ganadores son: en cuarto lugar, Gryffindor, con trescientos doce puntos; en tercer lugar, Hufflepuff, con trescientos cincuenta y dos; Ravenclaw tiene cuatrocientos veintiséis y Slytherin, cuatrocientos ochenta y dos.

Una tormenta de gritos y aplausos estalló en la mesa de Slytherin. Selena comenzó a gritar y aplaudir, llena de felicidad por la victoria de su casa. Observó cómo las demás casas los miraban con odio, especialmente la mesa de Gryffindor. En medio del bullicio, divisó a Neville, quien, a pesar de que su casa había quedado en último lugar, levantó un pulgar en señal de aprobación y le regaló una sonrisa. Ella le devolvió la sonrisa, sintiendo un cálido aprecio por su apoyo.

- ¡Sí, sí, bien hecho, Slytherin! -dijo Dumbledore, su tono aún alegre-. Sin embargo, los acontecimientos recientes deben ser tomados en cuenta.

«Espera un momento, ¿qué acaba de decir?» pensó Selena, frunciendo el ceño mientras miraba al anciano. Aquello no le agradaba en absoluto.

El ambiente cambió de inmediato. Todos se quedaron inmóviles, y la sonrisa de los miembros de Slytherin se apagó poco a poco. Selena miró a sus compañeros de casa; Draco tenía la mandíbula apretada, sus ojos fijos en Dumbledore con una mezcla de desconfianza y frustración. Pansy, Daphne y Millicent estaban boquiabiertas, murmurando entre ellas, sus rostros reflejando la confusión y la inquietud que comenzaba a llenar el aire.

Tracey se había cruzado de brazos, su expresión seria, mientras Blaise se llevaba las manos a la boca, incapaz de creer lo que Dumbledore estaba insinuando. Grabbe y Goyle parecían no comprender nada, sus miradas vacías, mientras Theodore, sumido en su libro, parecía no importarle lo que sucedía a su alrededor.

La tensión en el Gran Comedor era palpable, y Selena sintió un nudo en el estómago. La celebración que había comenzado con tanto entusiasmo ahora se veía amenazada por las palabras del director.

- Entonces -dijo Dumbledore, ajustándose las gafas con un gesto solemne-, tengo algunos puntos de último momento para agregar. Déjenme ver... Primero, para el señor Ronald Weasley -Ron se sonrojó tanto que parecía un rabanito expuesto al sol-, por ser el mejor jugador de ajedrez mágico que Hogwarts haya visto en años. ¡Premio de cincuenta puntos a la casa de Gryffindor!

Los gritos de los Gryffindor resonaron hasta el techo encantado, y las estrellas parecieron estremecerse ante la euforia. Ron, con una sonrisa de incredulidad, se dejó caer en su asiento, incapaz de contener la alegría.

- Segundo... a la señorita Hermione Granger -continuó Dumbledore, su voz resonando con calidez-, por el uso de la fría lógica al enfrentar el fuego. ¡Premio de cincuenta puntos a la casa Gryffindor!

Hermione, abrumada, enterró la cara entre los brazos, y aunque la distancia era considerable, Selena estaba segura de que estaba llorando de emoción. Su amiga siempre había sido algo sensible, y este momento era un verdadero triunfo.

- Tercero... al señor Harry Potter... -prosiguió Dumbledore, la sala se volvió mortalmente silenciosa-, por todo su temple y sobresaliente valor. ¡Premio con setenta puntos a la casa Gryffindor!

El estrepito fue total. Selena se puso a sumar en su mente, y si sus cálculos no fallaban, Gryffindor ahora estaba empatado.

- Empate -murmuró Draco, indignado, cruzando los brazos con desdén.

- ¿Eso es posible? -le preguntó Selena en un susurro, mirando al rubio con curiosidad. Este se encogió de hombros, su expresión era de desdén.

En el Gran Comedor, un murmullo se extendió como un eco, nadie parecía comprender bien lo que sucedía. Dumbledore levantó el brazo, y poco a poco, la calma fue regresando.

- Hay muchos tipos de valentía -dijo sonriendo Dumbledore, su mirada brillando con sabiduría-. Hay que tener gran coraje para oponerse a nuestros enemigos, pero hace falta más valor para hacerlo con los amigos. Por tanto, premio con diez puntos al señor Neville Longbottom.

La mesa de los Gryffindor estalló en vítores eufóricos. Harry, Ron y Hermione se pusieron de pie, abrazando a Neville, quien estaba pálido por el asombro. Se sintió como si hubiera desaparecido bajo una avalancha de abrazos y felicitaciones. Nunca había ganado más de un punto para Gryffindor.

«Su abuela va a estar muy orgullosa» pensó Selena obserbando a Neville desde la mesa de Slytherin

A pesar de la distancia, Neville pudo ver a Selena elevar su dedo pulgar en un signo de aprobación, tal como él lo había hecho anteriormente. Su rostro, iluminado por una mezcla de emociones, reflejaba la complejidad del momento.

Selena sentía una alegría genuina por Neville; él había llevado a su casa a la victoria en la copa de este año. Sin embargo, un profundo enojo burbujeaba en su interior por la injusticia de los puntos añadidos en el último momento. Era como si le hubieran arrebatado la copa de las manos, y esa sensación la incomodaba. Pero, «¿cómo podía enojarse con Neville?» Él no tenía la culpa.

Con el ceño fruncido, Selena dirigió una mirada fulminante hacia Dumbledore, quien sonreía con satisfacción. «Demasiados puntos», pensó, sintiendo que su enojo hacia Albus Dumbledore crecía en su pecho.

Draco, que hasta ese momento había permanecido inmóvil, con una expresión de horror en su rostro, frunció el entrecejo mientras observaba a Dumbledore. Su mirada, intensa y cargada de frustración, revelaba que estaba incluso más molesto que Selena. Ella podía notar el enojo en sus ojos grises, sus ojos eran una tormenta en ese momento. La tensión en su mandíbula y cómo sus manos se apretaban en puños a los lados de su cuerpo.

Un leve destello de satisfacción cruzó el rostro de Selena al percibir las emociones de Draco; era un raro momento en el que podía descifrar lo que él sentía. Normalmente, Draco era un enigma. Pero ahora, su descontento era palpable.

-¡Lo que significa! -gritó Dumbledore, alzando la voz para que se escuchara entre los aplausos ensordecedores, mientras Ravenclaw y Hufflepuff celebraban la derrota de Slytherin-. ¡Hay que hacer un cambio de decoración!

Con un movimiento de su mano, dio una palmada, y en un instante, los adornos verdes se transformaron en un vibrante escarlata, mientras que los de plata se tornaron dorados. La gran serpiente se desvaneció, dando paso al león de Gryffindor, que parecía rugir con orgullo.

A pesar de sentirse orgullosa por Neville, Selena no podía evitar la frustración que la invadía. Se suponía que esa debería haber sido una noche fabulosa, pero no; Gryffindor le había robado la copa de las casas de una manera que le parecía profundamente injusta.

Más tarde, Snape pasó los promedios de los estudiantes de primer año. Selena no se sorprendió al notar que no era la primera de su clase, aunque se alegró de no ser la última. Un cuarto y quinto lugar estaban bastante bien, considerando todos los problemas que había tenido para hacer magia. Sin embargo, Draco no compartía su satisfacción; su rostro estaba enrojecido de furia al enterarse de que Hermione había obtenido un promedio mejor en todas las asignaturas y el siempre obtenia el segundo lugar.

Selena sintió un atisbo de pena por Draco. Sabía cuánto se había esforzado por obtener las mejores notas, siempre buscando impresionar a sus padres y hacer que se sintieran orgullosos de él. Pero lo que no se daba cuenta era que sus padres ya estaban orgullosos de él, aunque no tuviera las mejores calificaciones.

Con un suspiro, Selena observó a Draco, su expresión de frustración contrastando con la alegría que la rodeaba. «Quizás algún día se dé cuenta de que su valía no se mide solo por los números en un papel», pensó, deseando que su amigo pudiera ver lo que ella veía en él.

Una vez en el Expreso de Hogwarts, Selena y Draco regresaron a la plataforma 9¾ en busca de un compartimento. Mientras caminaban por el pasillo, Neville asomó la cabeza desde el compartimento que compartía con Hermione, Ron y Harry.

- ¡Sele, ven! -dijo Neville, extendiendo la mano para tomar el brazo de Selena y hacerla entrar en el compartimento. Ron y Harry fruncieron el ceño, intercambiando miradas de complicidad.

- Lena viene conmigo -interrumpió Draco, agarrando el otro brazo de Selena con firmeza y fulminando a Neville con una mirada desafiante

- Has estado todo el día con ella -se quejó Neville, tirando un poco más del brazo de Selena, tratando de mantenerla a su lado-. También es mi amiga.

Con una sonrisa maliciosa, Draco se inclinó hacia adelante, disfrutando de la tensión del momento.

- Pero yo soy su mejor amigo -replicó, dejando claro que no tenía intención de ceder. Su tono era frio, pero su mirada era seria-. Suéltala -ordenó, tirando del brazo, pero Neville no iba a dejar que se robaran a su amiga tan fácilmente.

- ¡Suéltala tú! -respondió Neville, apretando los dientes mientras ambos niños comenzaron a tirar del brazo de Selena, llevándola de un lado a otro.

Ron y Harry parecían disfrutar de la pelea, riendo en voz baja, mientras Hermione la veia con preocupacion.

- ¡Suéltenme! -exclamó Selena, visiblemente molesta. Inmediatamente, ambos niños la soltaron, como si la hubieran quemado-. No iré con ninguno de ustedes -bufó, cruzando los brazos-. Me iré a sentar con... Theo -dijo, señalando al compartimento de al lado, donde Theodore Nott estaba sumido en un libro, ajeno al caos que se desarrollaba a su alrededor.

- ¿Con Theo? -preguntó Draco, indignado, sus ojos se abrieron con incredulidad.

- Sí -respondió Selena, comenzando a caminar hacia el compartimento-. Adiós.

- Es tu culpa, Longbottom -logró escuchar Selena decir a Draco antes de cerrar la puerta del compartimento detrás de ella.

- Hola -saludó a Theo, quien parecía no importarle quién había entrado, ya que no despegó la vista de su lectura.

- ¿Qué haces aquí? -preguntó, frunciendo el ceño-. Si buscas a Malfoy, no sé dónde está -dijo, volviendo a sumergirse en su libro.

- No busco a Draco -respondió Selena, sorprendida por su tono desinteresado. Theodore la miró con asombro.

- ¿Entonces? -preguntó, claramente confundido, ya que apenas habían cruzado palabras antes y no eran amigos.

- Nada, solo vine a sentarme aquí -dijo Selena, acomodándose frente a él. Sin embargo, compartir el compartimento con Theodore no había sido la mejor idea. El chico parecía molesto con su presencia, y ella se sintió incómoda bajo su mirada intensa.

- No tenemos que hablar -murmuró Selena, intentando aliviar la tensión-. Solo vine aquí porque no quería que Neville y Draco se pelearan.

- No iba a hablarte -respondió Theodore sin mirarla, abriendo de nuevo su libro de maleficios. Selena frunció el entrecejo, sintiendo que su paciencia se desvanecía.

Theodore Nott podía ser odioso cuando quería, y ella no estaba de humor para soportarlo. Con un suspiro, se levantó de su asiento, dispuesta a buscar otro lugar donde sentarse, sintiendo que había tomado una mala decisión al elegir ese compartimento.

- Puedes quedarte -agregó el, sin apartar la vista de las páginas de su libro.

- Puedes quedarte -agregó Theodore, sin apartar la vista de su libro, sus dedos pasando las páginas con calma.

- No, gracias. Creo que no quieres que esté aquí -bufó Selena, cruzando los brazos y frunciendo el ceño.

Él levantó la vista, sorprendido.

- No dije eso -respondió, aunque su mirada se desvió de nuevo hacia el texto.

- Pues lo diste a entender siendo tan grosero -replicó ella, su tono desafiante.

- Lo siento, Lestrange -dijo Theodore, cerrando su libro con un golpe sordo. Sus ojos castaños ahora estaban fijos en Selena, como si intentara leer su expresión-. Solo me parece raro que estés aquí y no con tu amigo Malfoy.

Selena se encogió de hombros, su postura defensiva.

- Te dije por qué no fui con él.

- Sí, es que Malfoy está celoso de Longbottom -dijo Theodore, una sonrisa burlona asomándose en sus labios.

- Lo sé -respondió ella, rodando los ojos-. Odio cuando se pelean.

- No sé por qué eres amiga de él. Malfoy es un purista y a ti no parece importarte eso -dijo Theodore, inclinándose hacia adelante, su voz baja y casi conspirativa.

Selena frunció el ceño, su mirada fija en él.

- Tú también lo eres -replicó, su tono firme, desafiándolo.

- Claro que no -respondió él, levantando una ceja, como si la acusación le sorprendiera.

- Te he escuchado hacer comentarios muy puristas, Nott -dijo Selena, su voz llena de determinación.

El azabache sonrió, un gesto que no llegó a sus ojos, como si una broma interna lo mantuviera a distancia.

- Sí, se llama sarcasmo -murmuró, dejando escapar una risa burlona-. Pero realmente no me importa la pureza de sangre. Me parece una tontería que todavía sigan pensando así.

Selena lo observó con atención, y en su mirada, percibió una sinceridad que no esperaba. Se sorprendió. Había escuchado a Theodore hacer comentarios despectivos en el grupo de Slytherin, pero ahora, al mirarlo más de cerca, se dio cuenta de que la mayoría del tiempo estaba solo, como si no encajara en ese mundo.

- ¿Por eso no te juntas mucho con los Slytherin? -preguntó, su curiosidad despertada, inclinándose ligeramente hacia él.

- Sí, son unos idiotas -respondió él, encogiéndose de hombros con desdén, su expresión reflejando su desagrado.

- Me siento insultada -dijo Selena, llevándose una mano al pecho, aunque una sonrisa se dibujaba en su rostro.

- No eres tan terrible -dijo Theodore, haciendo una mueca divertida-. Creo que me caes mejor que Parkinson o Greengrass.

Selena frunció el ceño. Era cierto que Pansy y Daphne podían ser insoportables, pero ella sabía que su comportamiento era defensivo. Si se tomaba el tiempo de conocerlas mejor, podía ver que, en el fondo, eran agradables. Sin embargo, sus comentarios a menudo tenían un matiz purista que a Selena no le agradaba. Habían sido criadas en ese entorno, y no esperaba que cambiaran de la noche a la mañana.

Ella se quedó hablando con Theodore un rato, disfrutando de la conexión inesperada que habían formado. Las risas y los comentarios compartidos hicieron que el tiempo pasara volando. Después de un momento, se despidió de él con una sonrisa y se dirigió al compartimento de los Slytherin. Allí, se despidió de Blaise, Tracey, Draco, Daphne e incluso de Pansy. Prometieron escribirle durante el verano, y la invitación de Draco a pasar las vacaciones en su casa hizo que su corazón se llenara de emoción.

Con una sensación de calidez en el pecho, Selena se puso en marcha en busca de Neville y Hermione. Sin embargo, en el camino, se encontró con Cedric Diggory, quien la saludó con una sonrisa encantadora. Su presencia iluminó el pasillo, y Selena sintió un ligero rubor en sus mejillas antes de continuar su camino.

Al llegar al compartimento donde estaban Hermione y Neville, le prometieron que se escribirían durante todo el verano. Selena se despidió de ellos, dejando atrás a Weasley y Potter, que permanecían al fondo, ignorados como si no existieran.

Neville le presentó a su abuela, Augusta. Selena notó la incomodidad en la señora, quien hizo un esfuerzo por ocultar su desagrado y sonreír al ver a su nieto feliz. La escena era un contraste entre la calidez del reencuentro familiar y la tensión palpable en el aire.

Al llegar a la estación de King's Cross, una de las celadoras del orfanato la esperaba. La expresión de la mujer no era de alegría; al acercarse, Selena sintió que la mujer la miraba con desaprobación. En lugar de darle la bienvenida, comenzó a reprenderla por su irresponsabilidad al llegar tarde y el tiempo que supuestamente le estaba haciendo perder. A unos metros, Potter observaba la escena con atención, acompañado de un hombre gordo con un espeso bigote que parecía disfrutar del espectáculo. Selena sintió que una ola de incomodidad la invadía, segura de que se convertiría en objeto de burlas el próximo año.

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FIN DEL PRIMER LIBRO DE LA SAGA: OBSCURIAL

[1] OBSCURIAL

[2] HEREDERA DE SLYTHERIN ✔

[3] OSCURIDAD ✔

[4] ASCENSO (proceso)

[5] REVOLUCION

[6] SECRETOS

[7] RESISTENCIA

LOS DEMAS LIBROS EN MI PERFIL

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