18. TODO UN MISTERIO
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Al día siguiente, Selena se dirigió a la mesa de Gryffindor para el almuerzo. Se sentó entre Hermione y Neville, mientras que Ron y Harry, que estaban enfrente, le lanzaron miradas de odio, aunque se limitaron a guardar silencio.
- Potter, he oído que te asustaste mucho ayer en el bosque prohibido. ¿Saliste corriendo al ver a esa cosa? -dijo Selena con una sonrisa traviesa, sabiendo que Draco era el rey del drama y que su historia estaba exagerada. Se había levantado de buen humor y quería molestar a Potter un rato.
Harry la miró, confundido, sin comprender lo que acababa de escuchar. Nada de lo que Selena decía era cierto; Draco había contado una historia completamente falsa y, al pensarlo, sus orejas se pusieron rojas de rabia.
- Yo no he salido corriendo -se defendió, notando cómo la frustración se acumulaba en su pecho. La sonrisa de Selena solo lo irritaba más.
- ¿A no? -preguntó ella, fingiendo sorpresa mientras se inclinaba hacia él, sus ojos brillando de diversión-. Pero si te desmayaste, ¿verdad? -añadió, riendo por dentro al inventar esa parte.
- ¿Qué? -la cara de Harry se tornó completamente roja-. ¡Claro que no! ¡Nada de eso es cierto! Malfoy maldito mentiroso -murmuró entre dientes, sintiendo cómo la risa de Selena lo provocaba aún más.
- Es broma, Potter. Sé que Draco le gusta dramatizar las historias -dijo, mientras le robaba la tostada a Hermione, que acababa de untar con mantequilla de maní.
- ¡Oye! -protestó Hermione, mirando con indignación cómo su tostada desaparecía.
Selena se encogió de hombros, disfrutando del momento.
- Pero lo del unicornio muerto sí es cierto, ¿verdad? -preguntó a Neville, mientras se comía la tostada con satisfacción.
- Sí, fue horrible -respondió Neville, con una expresión de preocupación en su rostro.
- Menos mal que me salvé de ese castigo -dijo Selena con orgullo, cruzando los brazos y sonriendo.
- No puedo creer que Filch no te haya visto -se quejó Neville, sacudiendo la cabeza.
- No puedo creer que escapases de tu sala común a medianoche -replicó Hermione, frunciendo el ceño-. De todas formas, gracias por intentar ayudarnos. Te arriesgaste a que te castigaran.
- Ayudarte -la corrigió Selena, levantando una ceja con una sonrisa burlona.
Harry y Ron, que habían escuchado de Hagrid que la Slytherin había ido a su cabaña a advertirles sobre las acusaciones de Draco, se sintieron incómodos. Eran demasiado orgullosos para darle las gracias, especialmente porque, de todos modos, ya habían sido castigados.
- De todas formas, fue muy peligroso que hicieras eso. ¿Y si te expulsaban? -dijo Hermione y Selena rodando los ojos con exasperación.
- Tranquila, Herms. Tengo todo muy calculado -respondió Selena, con confianza-. Filch siempre sigue el mismo recorrido. Peeves suele estar en el quinto piso, y los profesores se turnan para hacer sus rondas. Cada uno tiene un recorrido distinto. Suelen vigilar más los fines de semana, y los prefectos solo están de guardia hasta las 11:45. Luego se van a sus salas comunes, y los prefectos de Slytherin muchas veces se saltan sus rondas -explicó, con entusiasmo, recordando cómo había pasado todo su primer año analizando y observando los acontecimientos nocturnos del colegio-. Además ¿Sabías que hacen una fiesta una vez al mes? Aunque dicen que las fiestas de Hufflepuff son las mejores.
- ¿Hablas en serio? -preguntó Hermione, con los ojos muy abiertos y una expresión de incredulidad en su rostro. A su lado, Neville no parecía sorprendido; Selena ya le había mencionado esas fiestas en alguna ocasión.
- Sí, y ni siquiera nos dejan entrar a la fiesta, malditos idiotas -se quejó Selena, frunciendo el ceño. Solo los estudiantes a partir del cuarto año podían asistir, y eso le parecía totalmente injusto, ya que le daba mucha curiosidad saber qué sucedía en esas reuniones.
- Esto es completamente inapropiado -protestó Hermione, indignada, mientras se cruzaba de brazos-. ¿El profesor Snape lo sabe?
- Claro que no. Casi nunca aparece por nuestra sala común -respondió Selena, encogiéndose de hombros con desdén.
- ¿Cómo es que sabes todo eso? -interrumpió Harry, que aunque intentaban ignorar a Selena, no podía evitar escuchar la conversación.
- ¿Qué, nadie te enseñó a no meterte en conversaciones ajenas, Potter? -replicó ella, lanzándole una mirada desafiante.
- No, porque no tengo padres -dijo Harry, con seriedad, sintiendo que la atmósfera se volvía tensa.
En ese momento, Selena soltó una risa contagiosa que sorprendió a Harry. Sin poder evitarlo, él también se rió, y pronto los demás Gryffindor se unieron a ellos. A medida que reían, Harry notó detalles de Selena que nunca había observado antes: cuando reía, se le formaban hoyuelos en las mejillas, sus ojos color avellana brillaban con alegría, y sus largas pestañas enmarcaban su mirada. Su rostro estaba salpicado de pecas, y pequeños lunares adornaban su nariz y mejillas, dándole un aire adorable que desafiaba su estereotipo de Slytherin.
- Bienvenido al club, Potter -dijo Selena, sonriendo con complicidad cuando las risas comenzaron a desvanecerse.
- En serio -dijo Harry, aún sonriendo-. ¿Cómo sabes la rutina de Filch?
Selena sintió que la curiosidad repentina de Harry era un poco extraña. Sabía que algo tramaba, pero no estaba segura de querer saber qué era lo que él planeaba, Potter tenía un don para meterse en problemas.
- No estoy segura de que deba decirte -dudó, sintiendo un ligero nerviosismo. Si él le contaba a McGonagall, podría meterse en problemas.
- No te delataré, lo juro -dijo Harry, poniendo una mano en su pecho y levantando la otra, como si estuviera haciendo un juramento. Selena lo observó durante unos segundos, y en los ojos de Harry pudo percibir su sinceridad.
Finalmente, con un suspiro resignado, Selena decidió que tal vez valía la pena compartir un poco de información.
- Me he escapado por las noches, dos o tres veces -confesó Selena, mirando a Neville con una sonrisa traviesa. Sin embargo, él la observó con el ceño fruncido, como si percibiera un atisbo de mentira en su relato.
- Bueno, bueno, muchas veces -bufó ella, riendo nerviosamente. Sabía que Neville era el único que conocía todas sus aventuras escapando de Filch y Peeves.
- Simplemente observé lo que hacía Filch; tiene una rutina. Peeves es un poco más impredecible, pero los fines de semana siempre está en el quinto piso. No sé exactamente qué hay allí, pero muchos de los estudiantes mayores van -explicó, encogiéndose de hombros con desdén.
- ¿Por qué? -preguntó Ron, frunciendo el ceño, claramente confundido.
- No tengo idea -respondió Selena, encogiéndose de hombros de nuevo-. Pero he visto a tu hermano.
- Fred y George siempre se escapan de la torre de Gryffindor para ir a las cocinas -intervino Ron, con una sonrisa de complicidad.
- No, ellos no. Me refiero al que es prefecto. Lo vi con una chica de Ravenclaw -dijo Selena, señalando disimuladamente a Percy, que estaba sentado a unos asientos de distancia.
- ¿Percy? -preguntó Ron, sorprendido y con los ojos muy abiertos-. ¿Con una chica?
- Sí, ¿no es ese? -Dijo Selena señalando disimuladamente y Ron asintió, aún atónito-. Bueno, lo he visto. -Ron se quedó con la boca abierta, incapaz de articular palabra-. También he visto a Terence Higgs, el prefecto de Slytherin, aunque siempre va con chicas distintas -añadió, mientras mordía otra tostada.
- ¿Y qué hay allí? -preguntó Hermione, pensativa. Los demás Gryffindor compartían la misma expresión de confusión; al parecer, nadie sabía qué sucedía en ese misterioso lugar.
- No tengo idea -repitió Selena, encogiéndose de hombros-. En fin, los profesores suelen vigilar más los fines de semana.
- Vaya... tienes todo muy calculado -dijo Harry, sorprendido, admirando su astucia.
- Por supuesto, no iba a salir cada noche sin un plan. No dejaría que me quiten puntos de mi casa -respondió ella, con un tono burlón que hizo que Ron frunciera el ceño.
- Muy graciosa -dijo Ron, haciendo una mueca de desdén.
- ¿Has visto al profesor Snape? -preguntó Harry, con un tono de voz que denotaba preocupación.
- Sí, suele estar en su oficina. ¿Por qué preguntas por él? ¿Sigues con lo mismo? -preguntó Selena, levantando una ceja con curiosidad.
- Solo curiosidad -respondió Harry, encogiéndose de hombros.
- Como digas, Potter -dijo ella, sonriendo levemente. Sabía que algo se tramaba.
- ¿Están planeando algo, verdad? -preguntó Neville, al notar la expresión cómplice entre Harry y Selena.
- Potter trama algo -respondió Selena, con un tono de advertencia-. Yo no quiero saber qué es lo que planean.
- No pueden meterse en más problemas; van a hacer que nos quiten más puntos -se quejó Neville, con una expresión de preocupación en su rostro.
- Tranquilo, Neville, no vamos a hacer nada -dijo Hermione, intentando calmarlo.
Selena sabía que aquellos tres iban a hacer algo estúpido, pero decidió que era mejor no preguntar. Faltaba poco para que anunciaran la casa ganadora de ese año, y Slytherin estaba en primer puesto. No podía permitir que les quitaran puntos, así que lo mejor sería no salir por las noches y evitar conflictos.
La semana siguiente, Hermione comenzó a actuar de manera extraña. Siempre había sido muy organizada y obsesionada con el estudio, pero ahora parecía haber llevado su dedicación a otro nivel. Selena la observaba desde su rincón de la biblioteca, notando cómo la Gryffindor se llevaba libros de años más avanzados y pasaba horas copiando frenéticamente en sus pergaminos. Aunque Selena no podía leer lo que escribía, se dio cuenta de que su escritura era desprolija; tachaba y reescribía constantemente. Hermione Granger jamás había hecho eso.
Cuando Hermione notó que los ojos color avellana de Selena se posaban sobre ella, sus mejillas se sonrojaron de inmediato. La Slytherin la miró, levantando una ceja con curiosidad.
- ¿Qué tramas, Granger? -preguntó Selena, cerrando su libro de pociones con un golpe suave.
- Nada -respondió Hermione rápidamente, evitando su mirada-. Debo irme, tengo que ayudar a Ron con la tarea de encantamientos. -Mientras hablaba, comenzó a guardar los libros en su mochila con movimientos apresurados.
- Han estado muy extraños estos días -comentó Neville, que estaba sentado al lado de Selena, terminando su propia tarea de pociones. Hermione salió casi corriendo de la biblioteca, dejando una estela de confusión tras de sí.
- Lo sé. ¿Crees que se va a meter en algún problema? -preguntó Selena, frunciendo el ceño.
- No lo sé. Es Hermione; meterse en problemas no está en sus prioridades -dijo Neville, encogiéndose de hombros mientras pasaba la vista por su pergamino.
- Pero Weasley y Potter son un imán de problemas -replicó Selena, con un tono de advertencia en su voz.
- Tienes razón. Ellos han estado hablando por las noches sobre cosas extrañas -confesó Neville, bajando la mirada como si temiera que alguien pudiera oírlo. Su voz era un susurro, cargada de preocupación-. Espero que no nos quiten más puntos por su culpa.
Volvió a concentrarse en su tarea, pero la inquietud era evidente en su expresión, sus cejas fruncidas y su labio inferior mordido.
- Yo espero que sí, que les quiten muchos puntos -respondió Selena, dejando escapar una sonrisa traviesa que iluminó su rostro.
Neville levantó la vista de su pergamino, sus ojos brillando con sorpresa y diversión.
- Que les quiten muchos, muchos puntos -repitió en tono de burla, mientras le daba un leve empujón con el hombro, como si compartieran un secreto.
Selena soltó una risa, disfrutando del momento, sintiendo que la tensión se disipaba un poco. Sin embargo, Neville frunció el ceño, fingiendo ofenderse por el comentario.
- Oye, no seas cruel -dijo, llevándose una mano al pecho como si le hubieran hecho un gran agravio, aunque una sonrisa traviesa se asomaba en sus labios.
Ambos compartieron una risa, aunque la preocupación por Hermione seguía latente en sus mentes.
Selena se durmió tranquila aquella noche, pero a la mañana siguiente, al entrar al Gran Comedor, se llevó una gran sorpresa. El bullicio era mucho más intenso de lo habitual, y los estudiantes se movían de una mesa a otra, hablando animadamente. Cuando Neville la vio entrar, corrió hacia ella, su rostro reflejaban preocupacion.
- ¡Selena! -exclamó, casi sin aliento-. ¡Tienes que escuchar lo que pasó anoche! Intenté detener a Harry, Ron y Hermione, pero no pude. ¡Fue una locura!
Selena frunció el ceño, sintiéndose escéptica. Nadie más que ellos tres sabía la verdad, pero en todo Hogwarts corría el rumor de que Harry Potter había salvado el colegio.
- ¿Qué sucedió exactamente? -preguntó, intrigada.
Neville la llevó a la enfermería, pero la señora Pomfrey no los dejó entrar. La entrada estaba llena de estudiantes que también querían ver a los heridos. Al mediodía, Hermione Granger entró al Gran Comedor, y el ambiente cambió de inmediato. Muchos la felicitaban y le daban palmaditas en el hombro. Cuando se sentó en la mesa de Gryffindor, varios se acercaron a hablarle. Desde la mesa de Slytherin Selena observaba, Hermione sana y salva.
- ¡Hermione! -gritó Selena, corriendo hacia su amiga que estaba a punto de salir del Gran Comedor.
- ¡Sele! -respondió Hermione, sonriendo mientras abrazaba a su amiga con fuerza.
Selena había estado muy preocupada por ella. Aunque Hermione parecía estar perfectamente bien, los rumores sobre lo que había sucedido la noche anterior eran alarmantes. Quería escuchar de la boca de Hermione que estaba bien para poder tranquilizarse.
- Me diste un gran susto -dijo Selena, separándose del abrazo y mirándola a los ojos.
- Lo siento, pero no debes preocuparte. Estoy bien -respondió Hermione, sonriendo un poco, aunque su mirada delataba un leve cansancio.
- Había tantos rumores de que casi mueren... Estaba tan asustada que no pude desayunar esta mañana -confesó Selena, sintiendo que la preocupación la había consumido.
- Vaya, debiste estar muy preocupada -dijo Hermione, riendo suavemente. No era común que Selena se perdiera una comida del día.
- ¿Cómo te encuentras? -preguntó finalmente, con un tono más serio.
- Estoy bien. Ron y Harry se llevaron la peor parte -respondió Hermione, su expresión cambiando ligeramente.
- ¿Ellos están...?
- Ellos están bien, solo un poco heridos en la enfermería -la interrumpió Hermione-. ¿Me acompañas a verlos? Quiero asegurarme de que estén despiertos.
- De acuerdo, pero no creo que les agrade verme -dijo Selena, un poco insegura.
- Claro que no, estarán encantados de verte -contestó Hermione, aunque en el fondo, ni ella misma se lo creía del todo. Solo esperaba que no comenzaran una pelea en la enfermería.
Ambas amigas se dirigieron hacia la enfermería, con la esperanza de que todo estuviera bien.
En el camino hacia la enfermería, Hermione relató con detalle todo lo que había sucedido. Sus palabras estaban cargadas de emoción y preocupación, y aunque había algunas similitudes con los rumores que corrían en Hogwarts, lo que habían vivido era mucho más peligroso de lo que se decía. Selena se sintió aliviada al saber que, a pesar de todo, habían salido casi ilesos. Bueno, Ron tenía un brazo roto y Harry estaba inconsciente, pero al menos todos estaban fuera de peligro.
Al llegar a la entrada de la enfermería, Selena se quedó observando cómo Hermione se acercaba a hablar con Ron, quien recién había despertado. El pelirrojo no se percató de la presencia de Selena; su atención estaba completamente centrada en su amigo, que aún no despertaba. La preocupación se reflejaba en su rostro, con las cejas fruncidas y los labios apretados.
De repente, las puertas de la enfermería se abrieron, y Severus Snape hizo su entrada con su habitual túnica negra, el cabello grasiento cayendo sobre su frente y una expresión de pocos amigos en su rostro. Al ver a Selena, le hizo una seña para que se acercara. Ella se quedó en su lugar unos segundos, sintiendo un nudo en el estómago. «¿Había hecho algo malo?» Sin embargo, recordó que había estado comportándose bien esta última semana para evitar que le quitaran puntos a Slytherin. Tal vez no la llamaría para regañarla, sino para felicitarla por sus excelentes notas en pociones. Aunque, considerando que era el profesor Snape, eso era poco probable.
- ¿Sí, profesor? -preguntó, intentando mantener una sonrisa angelical que se sentía forzada.
- No vengo a castigarte, Lestrange -respondió Snape, frunciendo el entrecejo al notar la sonrisa falsa de la niña-. El director quiere verte.
- ¿Por qué? -preguntó Selena, la curiosidad y la inquietud surgiendo en su voz. No había tenido ninguna conversación con el director desde que recibió su carta de Hogwarts, y se preguntaba qué podría haber sucedido para que Albus Dumbledore quisiera hablar con ella. La Slytherin ni siquiera se había metido en líos con el trío de Gryffindor esta vez.
- No lo sé -contestó Snape, su rostro impasible-. Sígueme.
El profesor Snape la guió por los pasillos hasta una de las torres del tercer piso. Selena había pasado por allí en sus salidas nocturnas, aunque no solía quedarse mucho tiempo en esa zona, ya que siempre había muchos profesores. Ahora comprendía por qué: allí estaba el despacho del director. Snape se detuvo frente a una gárgola de piedra que decoraba el vacío pasillo.
- Ranas de chocolate -murmuró Snape, y Selena lo miró con confusión, sin entender de qué estaba hablando. Pero, para su sorpresa, la gárgola se hizo a un lado, revelando una escalera de caracol de piedra que se movía lentamente.
- Pasa -le dijo Snape, señalando las escaleras-. Dumbledore te espera.
Selena simplemente asintió, sintiendo cómo la tensión se acumulaba en su pecho. Subió el primer escalón de la escalera, que parecía moverse de manera mecánica, elevándola lentamente hasta dejarla frente a una puerta de roble pulido, adornada con una aldaba de bronce. Con un leve temblor en las manos, tocó la enorme puerta, y la voz suave de Dumbledore la invitó a entrar.
La oficina del director era una gran sala circular, iluminada por la luz que entraba a raudales por las numerosas ventanas. Los retratos de antiguos directores y directoras de Hogwarts observaban con interés mientras ella cruzaba el umbral.
- Señorita Lestrange -dijo Dumbledore al verla entrar, su voz resonando con calidez-. Siéntese, por favor. -Indicó un asiento frente a su escritorio con un gesto amable, su mirada serena y comprensiva.
- Sí, señor -respondió Selena, su voz un susurro. La preocupación se desvanecía lentamente al ver el rostro del anciano, que irradiaba tranquilidad. Su tono calmado, característico de él, la reconfortaba.
- Creo que debo una conversación -continuó Dumbledore, su expresión seria pero comprensiva-. Lamento haber tardado tanto, pero no volví a recibir información del ministerio sobre su caso hasta hace unos días. Aún no se ha resuelto nada sobre su bóveda de Gringotts. -Hizo una pausa, observando a Selena con atención-. Los miembros de la casa Lestrange, incluido su padre, no le darán acceso a su bóveda.
- Casi me había olvidado de eso -confesó ella, sintiendo un nudo en el estómago.
- Lamentablemente, no podrá acceder al dinero que sus padres compartían. Pero no se preocupe, el ministerio se encargará de sus gastos hasta su mayoría de edad. -Dumbledore sonrió levemente, intentando aliviar la tensión en el aire.
- Supongo que está bien -dijo Selena, encogiéndose de hombros, aunque su voz traicionaba una ligera desilusión.
- Entonces, desde que entré a Hogwarts, nada ha cambiado -murmuró, reflexionando sobre su situación-. Mi padre tiene el dinero de la bóveda Avery y no me dará acceso.
- Sí, los últimos movimientos de la bóveda fueron la transferencia del dinero, realizada por tu padre -lamentó el director, su tono grave-. El ministerio no puede hacer nada al respecto porque es una bóveda que comparten los miembros de la familia Lestrange que quedan vivos.
- Mis tíos -respondió Selena, su voz apenas un susurro.
- Exactamente. Sin el permiso de todos los miembros, es imposible entrar.
- Entiendo. Creo que no les caigo muy bien a mi padre y a mis tíos. -Su voz se tornó más firme, aunque la inseguridad aún brillaba en sus ojos.
- Azkaban afecta mucho a las personas -agregó Dumbledore, señalando su cabeza con un gesto comprensivo-. Quizás no estén muy bien.
- Deben ocultar algo -dijo de repente la Slytherin, su mirada intensa-. Ellos jamás saldrán de Azkaban. ¿Para qué quieren dinero?
- Es una buena deducción -admitió el anciano, inclinando ligeramente la cabeza-. Pero, ¿qué cree que puedan esconder? -Su interés era palpable, como si cada palabra de Selena pudiera revelar un secreto importante.
- No lo sé -confesó, sintiendo que la incertidumbre la envolvía-. Pero tengo muchas preguntas que hacerle.
- Dime, ¿qué deseas saber? -preguntó Dumbledore, su voz suave y alentadora.
- La verdad -dijo Selena, mirándolo fijamente. Sus ojos azules brillaban detrás de los anteojos en forma de media luna, pero no podía percibir las emociones del anciano.
- La verdad -suspiró Dumbledore, su expresión volviéndose más seria-. Es una cosa terrible y hermosa, y por eso debe ser tratada con gran cuidado. Sin embargo, contestaré tus preguntas siempre y cuando sepa la respuesta. En caso contrario, te pido que me perdones por no responder. Por supuesto, no voy a mentirte.
- ¿Quién eran mis padres realmente? -preguntó Selena, su voz temblando ligeramente mientras sus ojos se llenaban de incertidumbre-. ¿Por qué mi madre se casó con mi padre si era una persona horrible? Me he enterado de por qué está en Azkaban... ¿qué vio mi madre en él? ¿Era mi madre una purista? Solo tengo suposiciones sobre ellos.
Ella tenía muchas más preguntas en su cabeza, pero no estaba segura de que Dumbledore pudiera responder a todas.
Dumbledore la miró con compasión, su expresión seria pero comprensiva.
- No puedo responder muchas de sus preguntas, señorita Lestrange -dijo con un tono suave-, pero puedo contarle un poco sobre su madre, si así lo desea.
- Por favor -respondió ella, su voz casi un susurro, como si temiera que cualquier otra palabra pudiera romper el delicado momento.
- La familia Avery se caracterizaba por ser una de las más estrictas en cuanto a la pureza de sangre. Proveniendo de una familia así, probablemente en algún momento pensó en la supremacía de sangre. -Dumbledore hizo una pausa, observando la reacción de Selena.
- ¿Entonces ella era una purista de sangre también? -preguntó Selena, su voz llena de incredulidad.
- No es algo que yo pueda afirmar -respondió Dumbledore, moviendo la cabeza lentamente-. Solo sé que ella solía juntarse con personas a quienes sí les importaba el estatus de sangre. La conocí como estudiante de Hogwarts, y era muy brillante. Tenía amigos que no eran de sangre pura; Mckinnon, por ejemplo, era nacida de muggles. Las vi juntas muchas veces charlando en los pasillos, pero no sé si eran grandes amigas. Sin embargo, me consta que era muy amiga del joven Black, y él si estaba con Voldemort.
- ¿Mckinnon? -dijo Selena, su voz llena de esperanza-. Yo podría tratar de hablar con ella. ¿Hay alguna forma de que pueda...?
- Lamento informarte que ella murió, fue asesinada por mortífagos -interrumpió Dumbledore, su tono grave y lleno de pesar.
- Oh -susurró Selena, sintiendo cómo el peso de la noticia la aplastaba.
- Muchos murieron en la guerra con Voldemort -continuó Dumbledore, su mirada distante, como si recordara viejos tiempos de dolor.
- De alguna forma u otra, sigo sin respuestas claras -dijo Selena con ironía, cruzando los brazos sobre su pecho, sintiendo la frustración burbujear dentro de ella.
- Seré honesto... yo también me pregunto qué sucedió con la señorita Avery -admitió Dumbledore, su voz llena de sinceridad.
- ¿Qué piensa que sucedió con Vold... perdón, el innombrable? -se corrigió rápidamente, recordando las advertencias de sus compañeros sobre no pronunciar su nombre.
- Llámalo Voldemort, Selena -dijo Dumbledore, su tono firme pero amable-. Siempre usa el nombre correcto de las cosas. El miedo a un nombre aumenta el miedo a la cosa que se nombra.
- De acuerdo -murmuró Selena-. ¿Qué piensa que pasó con Lord Voldemort y mi madre? ¿Por qué huyó de él?
- Si ella era una supremacista y creía en las ideas de Voldemort, ¿por qué huir? -La pregunta resonaba en su mente, dándole vueltas todos los días.
Si su madre era una supremacista de sangre, «¿por qué habría de temer a Lord Voldemort?» No tenía ningún sentido.
Dumbledore la observó con atención, como si pudiera ver más allá de sus palabras, buscando la verdad en su confusión. La sala se llenó de un silencio reflexivo, donde las preguntas de Selena flotaban en el aire, esperando respuestas que tal vez nunca llegaran.
- Ha estado pensando mucho en este tema, ¿verdad? -preguntó Dumbledore, sorprendido por la deducción de la joven. Su mirada era profunda, como si también él estuviera reflexionando sobre lo extraño de la situación.
- Millones de hipótesis en mi cabeza -respondió Selena, su voz llena de frustración mientras se pasaba una mano por el cabello, tratando de ordenar sus pensamientos.
- Todas esas ideas son absurdas -continuó ella-. ¿La mandaron a torturar y no quiso? ¿Descubrió un secreto de Voldemort? ¿Se casó con su padre por amor o por obligación? ¿Qué fue capaz de hacer estando con Voldemort? Y esas son solo algunas de mis preguntas; tengo más aún.
Selena frunció el ceño, sintiendo cómo su mente corría a mil por hora.
- Pienso demasiadas cosas muy rápido -admitio Dumbledore
- Lo sé, es un talento natural -dijo con un tono de broma, intentando aligerar el ambiente.
- Es un talento que debe agregar a su lista -respondió Dumbledore, sonriendo levemente-. No sé qué sucedió con su madre. Si tengo más información, se la daré, pero por el momento es un misterio. -Hizo una pausa, observando el rostro de decepción de la niña-. Solo sé que su madre era una bruja extraordinaria, al igual que usted.
- No creo ser tan buena -murmuró Selena, esbozando una media sonrisa-. Creo que Hermione Granger es la mejor de todas; además, tiene mejores notas. -Admitió la niña con una sonrisa, recordando a su amiga y su brillantez.
- No hay duda de que la señorita Granger es formidable -dijo Dumbledore, su voz llena de calidez-. Sin embargo, creo que usted también lo es.
- Gracias... supongo -respondió Selena, sintiéndose un poco más segura.
- Tengo una noticia que quizás la alegre un poco -dijo de repente, su tono cambiando a uno más animado.
- ¿Qué? -preguntó emocionada, sus ojos brillando con curiosidad.
- El Ministerio de la Magia ha puesto un teléfono público en la esquina del orfanato donde vive -explicó Dumbledore, observando la confusión en el rostro de Selena-. Si marca 6-2-4-4-2, el teléfono la enviará al Callejón Diagon para que pueda retirar los libros en los próximos años o visitar su bóveda. Y el 1 de septiembre, la enviará a la estación de King's Cross. Tendrá a Hermes, una lechuza que trabaja para el Ministerio. -Dumbledore sonrió al ver la expresión de asombro en la niña-. Pasará todas las mañanas por si quiere enviar un mensaje.
- ¡Genial! Podré pasar más tiempo en la bóveda Avery -dijo Selena, su rostro iluminándose con una sonrisa.
- Eso es todo. Si tengo más información, será la primera en saberlo -dijo Dumbledore, asintiendo mientras
Selena se levantó de la silla, su mente aún atrapada en los pensamientos. Justo cuando estaba a punto de salir de la oficina, recordó un pequeño detalle que la inquietaba: su obscurus.
- Señor -dijo ella, su voz temblando como una pregunta más que una afirmación-. ¿Cree que mi obscurus se vaya? -preguntó tímidamente, jugando con los dedos de sus manos.
Dumbledore, con su mirada sabia y profunda, la observó atentamente.
- ¿Ha vuelto a surgir desde el incidente con el troll y el señor Macmillan? -preguntó el anciano, inclinándose ligeramente hacia adelante, mostrando un interés genuino.
- No, pero he intentado dominarlo. Es muy difícil; a veces ni siquiera sé cómo lo hago -confesó ella, su voz cargada de frustración, mientras se pasaba una mano por el cabello, como si intentara despejar sus pensamientos.
- Bueno, su obscurus es un tema complejo. El profesor Snape me comentó sobre sus dificultades a principio de año, pero me ha dicho que ha progresado rápidamente -dijo Dumbledore. Ella solo asintió, escuchando atentamente al anciano-. Teóricamente, el obscurial debería desaparecer.
- Pero creo que aún está -murmuró, su voz apenas un susurro, mientras sus ojos se llenaban de una mezcla de miedo y determinación.
- Consultaré con un experto en el tema, pero su obscurus está mucho más controlado aquí. No debe preocuparse por eso ahora -dijo Dumbledore con una calma tranquilizadora, su voz suave.
Selena no estaba de acuerdo con eso de no preocuparse; la verdad era que le inquietaba no poder controlar aquel humo negro que emanaba de ella. Sus esfuerzos por dominarlo parecían inútiles, y apenas había logrado algún progreso.
- Gracias, señor -respondió ella, aunque sentía que, a pesar de la charla, aún tenía demasiadas dudas que la atormentaban.
- Tiene mucho potencial, señorita Lestrange -fue lo último que Albus Dumbledore le dijo, su voz resonando con un tono de aliento antes de que la niña saliera de su oficina. - No lo olvide.
El año escolar estaba llegando a su fin, y aunque el Ministerio de la Magia no había solucionado nada, al menos le había proporcionado una forma más rápida de llegar al Callejón Diagon. Ahora podría escaparse del orfanato y pasar más tiempo en el mundo mágico, un lugar donde sentía que podía ser ella misma.
Scarlett Avery seguía siendo un misterio, pero Selena se había propuesto descubrir la verdad. Tenía la esperanza de que su madre fuera una mejor persona que su padre, y esa esperanza la impulsaba a seguir adelante con su busqueda de informacio.
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QUIZAS MAÑANA SUBA EL ULTIMO CAPITULO DEL PRIMER LIBRO, EL PROXIMO LIBRO VA A ESTAR INTENSO Y MAS DRMATICO.
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