15. SALA DE LOS TROFEOS
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Selena ya no se sentaba en la mesa de los Gryffindor, no porque hubiera tenido algún problema con Neville, de hecho, él era con quien mejor se llevaba de ese grupo. Sin embargo, los demás Gryffindor solían mirarla mal cuando se sentaba allí, lo que la hacía sentir incómoda.
Neville había intentado durante semanas que Hermione y Selena entablaran conversación, especialmente después del incidente con el troll. Pero Selena había hecho todo lo posible por evitar a Potter, Weasley y Hermione. No quería hablar sobre lo sucedido ni que le hicieran preguntas al respecto. A pesar de que Weasley y Potter habían mantenido el secreto, prefería no encontrarse con ellos. Sin embargo, su suerte no sería tan grande, ya que se dirigía hacia la entrada de la sala común de Gryffindor, donde Neville le habían indicado que la esperarían para mostrarle algo importante.
Mientras aguardaba, sintió un leve golpe en su hombro. No iba a decir nada al respecto hasta que vio quién lo había provocado: Ron Weasley, que la había chocado a propósito.
- Ten más cuidado, Weasley -dijo Selena, frunciendo el ceño y cruzando los brazos, su voz cargada de desdén.
- Lo siento, no te vi -comentó Ron, su tono irónico y una sonrisa burlona en su rostro.
- Claro, y a mí me cae bien Potter -replicó ella, levantando una ceja y dejando escapar una risa sarcástica.
- Tú tampoco me agradas, Lestrange -respondió Harry, aunque Selena notó que en la mirada de Harry no había desagrado, sino curiosidad.
- No sabes mentir, Potter -afirmó, con una media sonrisa que desafiaba a Harry a contradecirla. Las mejillas de él se ruborizaron levemente, y ella disfrutó de su incomodidad.-. ¿Qué te causa curiosidad?
- Tú sabes demasiado sobre las mentiras, ¿verdad? -expresó Ron, defendiendo a su amigo con un tono de voz desafiante.
- Ojalá se los coma el perro de tres cabezas -replicó Selena, con un gesto de desprecio, como si la idea le resultara divertida.
Ron frunciera el ceño.
- Tú... ¿Qué? -indagó Harry, frunciendo el ceño, claramente confundido-. ¿Qué sabes de eso?
- No tengo idea de lo que estás diciendo -respondió ella, simulando ignorancia y encogiéndose de hombros, mientras una sonrisa traviesa se dibujaba en su rostro.
- No te hagas, Lestrange -dijo Ron, irritado, cruzando los brazos y mirándola con desdén.
Selena se sintió satisfecha al ver cómo la tensión entre ellos se intensificaba, disfrutando del pequeño juego de palabras.
El retrato de la Dama Gorda se abrió con un suave chirrido, y Neville emergieron de la sala común de Gryffindor, decididos a sacar a Selena del apuro en el que se había metido con Harry y Ron. Con una mezcla de nerviosismo y determinación, la llevaron hacia la sala de trofeos, ubicada en el tercer piso. Al entrar, Selena se quedó asombrada ante las grandes vitrinas que exhibían trofeos, copas, escudos, bandejas y estatuas de oro y plata que relucían bajo la luz.
- ¿A qué vinimos a la sala de trofeos? -preguntó Selena, frunciendo el ceño y mirando a sus amigos con curiosidad. No comprendía qué era aquello tan importante que tenían para mostrarle.
- Hermione encontró que tu madre fue premio anual -contó Neville, mientras la tomaba del brazo con suavidad y la guiaba hacia una placa que llevaba el nombre de "Scarlett Avery".
- ¿Premio anual? -murmuró con asombro, sus ojos ampliándose-. ¿No se supone que se lo dan a las buenas personas?
Recordó lo poco que sabía de su madre, y la imagen que tenía de ella no encajaba con esa idea. Se había unido a Lord Voldemort y la había abandonado.
- Eso no lo sabes -replicó Neville, intentando suavizar el golpe de la revelación.
- Nadie la obligó a unirse a Lord Voldemort -expresó Selena, con una firmeza que sorprendió a Neville, quien se estremeció al escuchar el nombre del oscuro mago.
- El premio anual se les otorga a los prefectos y debe ser un ejemplo para los demás -aseguró Neville, con una voz tranquilizadora.
- Neville, tu sabes perfectamente quienes son mis padre -dijo Selena, su tono volviéndose más grave.
- No se -confesó él, visiblemente afligido.
- No es algo de lo que me sienta orgullosa -dijo Selena, mientras sus ojos se posaban en la placa de su madre-. Tal vez en algún momento mi madre fue buena -murmuró, dejando escapar un gran suspiro que parecía llevar consigo un peso emocional.
- Quizás estuvo bajo algún maleficio imperdonable -sugirió Neville, tratando de animar a Selena-. Mi abuela cuenta que muchos magos fueron obligados a hacer cosas que no querían.
- Eso es algo que jamás sabré -expresó Selena, con tristeza en su voz, sus hombros cayendo ligeramente.
- Lo lamento, pensé que te gustaría que te mostrara esto de tu madre -dijo apenado, mirando a Selena con empatía.- Pensé que como no sabías nada de ella, te iba a gustar saber un poco más -añadió Neville, su voz llena de sinceridad.
Selena respiró hondo, sintiendo una mezcla de emociones que la envolvían como una niebla densa. Se pasó una mano por el cabello, tratando de despejar sus pensamientos antes de hablar.
- Perdon si me puse un poco melancólica -dijo, su voz suave y un tanto temblorosa-. Es solo que estos temas me afectan así... porque no sé nada de ellos, ni siquiera tengo una foto de ellos -confesó, su mirada perdida en la placa que colgaba en la pared, como si buscara respuestas en su superficie brillante.
Fue reconfortante saber que mi madre en algún momento fue bondadosa y un ejemplo. Gracias -dijo, esbozando una leve sonrisa que iluminó su rostro, aunque sus ojos aún reflejaban la tristeza de la incertidumbre, como si una sombra persistente se negara a desvanecerse.
- Hermione encontró la placa, así que a ella debes agradecerle -dijo Neville, con una leve sonrisa que intentaba ser alentadora.
- Sí, debería hablar con ella -murmuró Selena, su voz apenas un susurro, mientras se mordía el interior de su mejilla, pensativa.
No es que se hubiera peleado con Hermione; simplemente, ya no hablaban tan seguido. Lo que realmente quería era evitar preguntas sobre su obscurus. Sabía que Hermione estaba preocupada y deseaba saber qué le había sucedido, pero no estaba lista para contarle. Ya había compartido algo con alguien, Neville, y eso era un gran paso para ella, que no solía confiar demasiado en las personas.
Selena se pasó la mano por el brazo, como si intentara reconfortarse a sí misma, mientras miraba a Neville.
- Quizás otro día -dijo finalmente ella
Neville asintió
- También encontramos una placa con el nombre de tu padre, por si quieres saber un poco más -dijo Neville, señalando la vitrina de al lado con un gesto entusiasta, aunque su voz temblaba ligeramente.
Selena se acercó, su corazón latiendo con fuerza. - ¿Premio anual? -preguntó, temerosa. Después de lo que Neville le había contado sobre su familia, dudaba que su padre en algún momento hubiera sido una buena persona. Él había confesado crímenes atroces y, si realmente era un seguidor de Lord Voldemort...
- No, ¿quieres verlo? -dudó Neville, observando su expresión con preocupación. No estaba seguro de si ella realmente quería conocer más sobre su padre.
Con un suspiro profundo, Selena se acercó a la vitrina. Allí, se encontró con varios trofeos de Quidditch que llevaban el nombre de su padre: "Rabastan Lestrange, mejor golpeador", "Rabastan Lestrange, mejor jugador de la temporada", "Rabastan Lestrange, mejores jugadas del año".
- Parece que era bueno en Quidditch -murmuró ella, observando los premios con una mezcla de asombro y desdén. Justo al lado, había un trofeo que captó su atención-. Mira -señaló, su dedo temblando ligeramente-. ¿Ese es el padre Potter? "James Potter, mejor buscador" -leyó en voz alta, mientras Neville se acercaban para observar el trofeo.
- Puede ser, se lo mostraré a Harry... él tampoco sabe mucho sobre sus padres -agregó Neville, su voz llena de empatía.
Los niños continuaron explorando las vitrinas en busca de más nombres conocidos. Selena buscó entre los trofeos los nombres de sus padres, pero no tuvo éxito. Era una lástima que solo hubiera placas y trofeos, sin ninguna foto; le hubiera gustado conocer el rostro de sus padres.
Mientras miraban, Selena encontró que Frank Longbottom también había sido premio anual. La expresión de Neville se iluminó al escuchar su nombre.
- ¡No sabía eso de mi padre! -exclamó, sonriendo con orgullo.
Una vez que terminaron de observar la sala de trofeos, Selena notó que había algunas fotos junto a los nombres de algunas placas, pero ninguna de ellas incluía a sus padres. La decepción se reflejó en su rostro, pero trató de ocultarlo.
Finalmente, los niños concluyeron su recorrido por el castillo y llegaron a la biblioteca, un lugar tranquilo y acogedor, lleno de libros que parecían susurrar secretos antiguos. Selena se sintió un poco nerviosa al ver a Hermione, así que respiró hondo y se acercó a ella, sintiendo el peso de la incertidumbre en su pecho.
- Hola -murmuró Selena tímidamente, jugando con el borde de su túnica mientras evitaba la mirada de Hermione.
- Hola -respondió Hermione, su rostro iluminándose con una leve sonrisa que transmitía calidez.
- Neville me dijo que tú encontraste las placas de mis padres -dijo Selena, su voz un poco más firme, aunque aún temblorosa.
- Sí, pensé que quizás te gustaría saber -dijo Hermione, inclinándose ligeramente hacia adelante, como si quisiera compartir un secreto.
- Sí, gracias -respondió Selena, esbozando una leve sonrisa que iluminó su rostro, sintiendo un pequeño destello de gratitud.
- ¿Estás enojada conmigo? -preguntó Hermione, su expresión preocupada mientras se cruzaba de brazos, como si intentara protegerse de una posible respuesta negativa-. No hemos hablado mucho y pensé que...
Selena la interrumpió, levantando una mano en un gesto de calma. - No, solo no quería que me preguntaras nada de lo sucedido el día que pasó lo del troll -dijo, su voz un poco más fuerte, pero aún cargada de vulnerabilidad.
- Oh, me preocupa un poco -confesó Hermione, su mirada suave y comprensiva-. Pero si no quieres hablar del tema, está bien.
- No quiero, no ahora -confesó Selena, sintiendo que una parte de ella aún no estaba lista para abrirse.
- Bien, no preguntaré, lo juro -dijo Hermione, elevando una mano en forma de promesa, su tono decidido y sincero.
- Gracias -dijo Selena, sonriendo genuinamente esta vez, sintiendo que una carga se aliviaba un poco-. Extrañaba hablar contigo.
- Yo también -confesó Hermione, su voz llena de calidez.
La señora Pince, la bibliotecaria, llego con un enorme libro para Hermione.
- Aquí tienes el libro que buscabas, Granger -dijo Pince, entregándole el libro que parecía casi tan pesado como Hermione misma.
- ¡Hermione! ¿Qué buscas en ese enorme libro? -preguntó Selena, riendo al ver el tamaño del volumen.
- Estoy buscando información sobre Nicolas Flamel -explicó Hermione, abriendo el libro con esfuerzo.
- ¿Qué profesor mandó a buscar eso? -inquirió Neville, arqueando una ceja.
- ¿Qué más tarea? -se quejó Selena, cruzando los brazos con un gesto de frustración.
- No, no es una investigación que estoy haciendo por mi propia cuenta -respondió Hermione, con una chispa de determinación en sus ojos.
- De acuerdo... sé que tramas algo, pero no voy a preguntar nada al respecto -dijo Selena, sonriendo con complicidad.
Habian trascurridos algunos meses desde que Selena llegó a Hogwarts, y para su sorpresa, se había adaptado muy bien al colegio de magia y hechicería. Poco a poco, las inseguridades que solían perturbarla comenzaron a desvanecerse, y con cada día que pasaba, su confianza en sí misma crecía como una planta que florece bajo el sol.
Desde el primer día, se llevó bien con Neville, quien siempre la hacía sentir cómoda con su naturaleza amable y torpe. Su risa contagiosa y su torpeza entrañable crearon un lazo especial entre ellos, y rápidamente se hicieron amigos. Con el tiempo, Selena también se acercó más a Hermione. Juntas, solían pasar las tardes en la biblioteca, sumergidas en libros y tareas, rodeadas del suave murmullo de las páginas al pasar. Selena se sentía aliviada de no tener que hablar del incidente con el troll; Hermione nunca mencionaba el tema, lo que la tranquilizaba y aumentaba su confianza en ella.
Sin embargo, no podía evitar sentir un ligero desagrado hacia Weasley y Potter, quienes la miraban con desdén cada vez que se cruzaban en los pasillos. Sus miradas despectivas.
Su relación con el grupo de Slytherin había mejorado bastante, aunque los comentarios despectivos de algunos de ellos aún la molestaban. Afortunadamente, ya no se metían con ella por haber sido criada por muggles o por no comprender muchas de las cosas del mundo mágico. Después del incidente con Chase Macmillan, parecían haber apiadado de ella y solían ser más amables.
Pansy y Blaise, sin embargo, a veces eran insoportables, criticando a todos a su alrededor con desdén. La única Slytherin que parecía no ser una purista de sangre era Trace Davis; era la única que jamás había escuchado hacer comentarios clasistas o puristas. Selena no podía comprender por qué el estatus de sangre era tan importante para las serpientes. El grupo de Pansy, Blaise y Daphne no paraba de mencionar su "privilegio" de ser sangre pura, algo que a Selena le parecía absurdo.
Era un privilegio que ella no había pedido tener y que realmente le parecía ridículo. Nunca juzgaría a nadie por su estatus de sangre o por su procedencia. Sabía lo horrible que se sentía ser apartada por el lugar de donde venía; en la escuela muggle siempre había sido juzgada por ser la huérfana, y en el orfanato, por ser la rara.
Los jardines de Hogwarts y el lago negro se convirtieron en sus lugares favoritos. Pasaba su tiempo libre con Neville, recorriendo el enorme jardín o sentándose a la orilla del lago, donde el agua reflejaba el cielo azul. Su amigo solía hablarle más de su familia y de las veces que su tío abuelo Algie había intentado que Neville hiciera magia. Las historias de Neville, llenas de risas y anécdotas entrañables, hacían que Selena se sintiera más conectada con su nuevo hogar.
- Una vez me tiré al agua desde el muelle de Blackpool, casi me ahogo -dijo Neville, su rostro iluminado por una mezcla de vergüenza y diversión.
- ¡Neville! -exclamó Selena, soltando una carcajada-. Eso es terrible. -Sabía que no debía reírse de aquello, pero la imagen de su amigo luchando contra las olas era demasiado cómica.
- Sí, mi abuela me sacó del lago -respondió él, encogiéndose de hombros, como si la anécdota fuera un simple episodio de su vida.
- Yo hice magia muchas veces sin saber que era una bruja... -dijo Selena, su tono volviéndose más serio-. Quiero decir, no tenía idea de lo que me sucedía. Cuando me enfurecía, todo se salía de control... era horrible.
- A mi abuelo Algie le hubiera encantado que eso me sucediera -dijo Neville, riendo a carcajadas, su risa contagiosa llenando el aire.
- Me imagino que sí -respondió Selena, sonriendo.
- Cuando por fin me llegó mi carta de Hogwarts, Algie estaba tan contento que me regaló a Trevor -continuó Neville, su voz llena de nostalgia.
- Aww, eso es tan lindo. ¿Cómo descubriste que tenías magia? -preguntó Selena, inclinándose hacia adelante, interesada.
- Bueno... -Neville rasca su cabeza pensativo, buscando las palabras-. Mi tío abuelo Algie, en uno de sus intentos por que hiciera magia cuando tenía ocho, me colgó de una ventana del piso superior de la casa. Me tomó de un tobillo... -Selena estaba atónita ante lo que el niño le contaba, sus ojos abiertos de par en par-. Y accidentalmente me soltó cuando su esposa Enid le ofreció un merengue.
- ¡Por Melián! Necesito saber cómo termina esta historia -dijo Selena, sintiéndose tan sorprendida como horrorizada ante la locura de la situación.
- Bueno, reboté en el jardín hasta la calle. Todos estaban tan contentos, mi abuela hasta se puso a llorar -dijo Neville, riendo a carcajadas, disfrutando de la locura de su propia historia.
- ¿Y tú cómo lo descubriste? -preguntó él, curioso.
- Cuando Dumbledore me dio mi carta... -Selena se quedó pensativa, recordando ese momento-. No recuerdo qué edad tenía exactamente cuando comencé a hacer magia. Yo simplemente hacía cosas extrañas. Los celadores y los niños del orfanato me tenían como un fenómeno paranormal. No tuve mucha gente que se alegrara por hacer cosas "raras" -dijo, haciendo comillas con sus manos, su expresión un poco melancólica.
- Hubieras sido el orgullo de mi familia -dijo Neville, riendo, su mirada llena de admiración.
- Apuesto a que sí -respondió Selena, riendo junto con el Gryffindor, sintiendo que, a pesar de sus diferencias, compartían un vínculo especial que los unía.
Al comenzar noviembre, el aire se tornó gélido, y las montañas cercanas al colegio se cubrieron de un gris helado, mientras que el lago parecía un espejo de acero congelado. Cada mañana, el parque brillaba, adornado con una delicada capa de escarcha que relucía bajo la tenue luz del sol.
La temporada de Quidditch había comenzado, y el sábado se llevaría a cabo el primer partido entre Slytherin y Gryffindor. Selena estaba emocionada por presenciar un partido por fin. Draco le había hablado incansablemente sobre ese deporte, explicándole las reglas tantas veces que la niña las conocía de memoria.
Al enterarse de que su padre había sido parte del equipo de Quidditch de Slytherin, Selena se sumergió en la investigación de este fascinante deporte. Draco, al notar su creciente interés, decidió regalarle "Quidditch a través de los tiempos".
Durante el día, practicaba los hechizos que había aprendido en clase o que leía en sus libros. Le fascinaba explorar el mundo mágico, siempre descubriendo algo nuevo. Por las noches, se dedicaba a explorar el castillo, habiendo escuchado a estudiantes mayores en la sala común de Slytherin hablar sobre los secretos que albergaba Hogwarts. Hasta el momento, había logrado descubrir dos pasadizos, pero en el libro de "Los Fundadores" se mencionaba que había más de diez, muchos de los cuales aún permanecían ocultos.
Con determinación, Selena se propuso encontrar cada uno de esos pasadizos. Pasada la medianoche, cuando todas sus compañeras dormían, se levantó de la cama y salió de la habitación, tratando de hacer el menor ruido posible. La sala común estaba desierta, lo que le permitió salir con facilidad. Antes de comenzar su búsqueda, decidió dirigirse a la cocina. Los elfos eran muy amables con ella y no parecían molestos por sus visitas nocturnas. Antes de marcharse, los elfos le llenaron los bolsillos de galletitas y dulces, por si le daba hambre en el camino. Selena se despidió con un agradecimiento y una gran sonrisa.
En el tercer piso, solo le faltaba explorar la sala de trofeos. Ya conocía aquel lugar, pues había pasado varias veces por allí. Se puso a observarlo más detenidamente, admirando los trofeos y los retratos mientras pronunciaba "Alohomora" sobre cuadros y vitrinas, con la esperanza de encontrar el pasadizo oculto. De repente, un maullido la sobresaltó. Desde los estantes más altos, una figura gris se movía entre los trofeos. A pesar de la oscuridad, Selena pudo ver el brillo amarillo en los ojos de la Sra. Norris, la gata de Filch. Esta saltó ágilmente y aterrizó en el suelo en cuatro patas, comenzando a maullar con un tono que resonaba en la sala vacía.
- ¡Shh, cállate! -susurró Selena, tratando de mantener la calma mientras su corazón se aceleraba-. Toma, ¿quieres una galletita? -sacó una de las galletitas de su túnica, extendiéndola hacia la gata con una sonrisa esperanzada.
Sin embargo, la Sra. Norris parecía ignorarla, continuando con su maullido, como si estuviera alertando a su dueño. Selena frunció el ceño, sintiendo que su misión estaba en peligro.
- Vamos, no me delates -murmuró, mirando a la gata con una mezcla de frustración y diversión.
Con un último vistazo a la sala de trofeos, decidió que era hora de moverse antes de que la situación se complicara más.
No le dio tiempo a salir corriendo. En cuestión de segundos, tras el primer maullido de la gata, Filch ya estaba allí. Selena entró en pánico y, en un impulso desesperado, sacó de su bolsillo una pequeña esfera del tamaño de una canica: su bomba de humo. Nunca la había usado y no sabía si funcionaría, pero había encontrado la receta en un libro que el profesor Snape le había dejado llevarse de la sala de pociones.
- ¡Vamos, funciona! -murmuró para sí misma, apretando la esfera con fuerza.
No era un hechizo del libro en sí, sino una poción que alguien había anotado en los márgenes, catalogada como "inofensivo, solo usar en huidas". Solo necesitaba ingredientes básicos que ya tenía, y los dos últimos los había robado en clase de pociones.
Con un movimiento rápido, lanzó la bola al suelo. Al impactar, se formó una gran serpiente de humo de color verde oscuro. Cuando esta abrió la boca, como si fuera a atacar a Filch, explotó, llenando la habitación de un humo denso y casi negro. Era su oportunidad de escapar; Filch no había visto quién era y, con suerte, se liberaría del castigo.
Selena no supo de dónde salieron, pero de repente sintió que dos figuras altas la tomaban de los brazos y la arrastraban hacia lo que parecía ser un pasadizo. Iba a gritar, pero uno de ellos le tapó la boca con una mano firme pero gentil.
- ¡Shh, cállate! Filch nos escuchará -susurró uno de ellos, su voz baja y urgente mientras la puerta del pasadizo se cerraba tras ellos.
Cuando el humo se disipó, Selena reconoció al instante a sus rescatadores: nada más y nada menos que Fred y George Weasley. Jamás había hablado con ellos, pero los había visto cruzarse en los pasillos y conocía su reputación de bromistas. Esa cabellera pelirroja era inconfundible.
- Debemos correr, Filch conoce este pasadizo -dijo uno de los gemelos, su tono lleno de adrenalina mientras tiraba de ella hacia adelante.
- ¿A dónde conduce este pasadizo? -preguntó Selena, tratando de mantener el ritmo mientras corrían.
- Al cuarto piso. Por cierto, soy George Weasley -dijo el gemelo a su izquierda, sonriendo con complicidad.
- Y yo soy Fred Weasley, el gemelo guapo -añadió el otro, guiñándole un ojo.
- Selena Lestrange -se presentó, sintiendo una mezcla de nervios y emoción.
- Lo sabemos -respondieron al unísono, sus voces resonando en el pasadizo.
- ¿Cómo lo saben? -preguntó, sorprendida, al ver cómo se miraban de manera cómplice.
- No importa -dijeron de nuevo al mismo tiempo, riendo suavemente mientras continuaban corriendo.
- A nosotros nos gustaría saber, ¿qué haces merodeando por Hogwarts en la noche? -preguntó George, cruzando los brazos y mirándola con curiosidad, una sonrisa traviesa en su rostro.
- Sabemos que no es la primera vez que escapas de tu sala común, pequeña serpiente -agregó Fred, elevando una ceja y haciendo un gesto de complicidad con su hermano.
Selena, sintiendo que la presión aumentaba, frunció el ceño.
- ¿Cómo saben todo eso? -preguntó, sorprendida.
- Bueno, digamos que a nosotros también nos gusta deambular por el castillo -respondió George, encogiéndose de hombros con una sonrisa pícara.
- Ah, solo fui a la cocina por comida -dijo, sacando de sus bolsillos un puñado de galletas y chocolates, mostrando su botín con orgullo.
- ¿Has encontrado más pasadizos secretos? -preguntó George, tomando una galleta y dándole un mordisco, sus ojos brillando de interés.
- No, estaba buscando este pasadizo cuando apareció la Sra. Norris -respondió Selena, recordando el momento de pánico.
- Ya casi llegamos, te llevaremos a tu sala común sin que te atrapen -murmuró Fred, mirando hacia adelante con determinación.
El pasadizo secreto los llevó al cuarto piso. Selena observó el lugar, memorizando cada detalle para poder volver allí en otra ocasión.
- Debemos apurarnos antes de que Filch o algún profesor aparezca -dijo George, dándole la espalda a Selena mientras sacaba algo de su túnica. Lo observó brevemente antes de guardarlo de nuevo, volviendo a girarse hacia Fred y Selena-. Tenemos el camino despejado, ¡vamos!
- ¿Qué era eso que lanzaste a Filch? -preguntó Fred, su tono lleno de curiosidad-. ¿Dónde lo conseguiste?
- Lo hice yo, lo saqué de un libro de pociones -respondió Selena, sintiendo un ligero orgullo en su voz.
- ¿Qué libro? -preguntaron al unísono, sus ojos fijos en ella con interés.
- Un libro que me prestó el profesor Snape -confesó, notando cómo los gemelos se miraban sorprendidos antes de volver a mirarla, elevando una ceja.
- Con que la favorita de Snape -dijeron en tono de burla, sonriendo de manera cómplice.
- ¡Claro que no! Snape odia a todos sus estudiantes por igual -replicó Selena, cruzando los brazos con desdén.
- A mí jamás me prestó un libro, ¿a ti, George? -preguntó Fred, mirando a su hermano con una expresión de incredulidad.
- Jamás, Fred -respondió George, sacudiendo la cabeza.
- Tal vez odia menos a los Slytherin -comentó Selena, riendo suavemente. Era cierto; Snape siempre parecía favorecer a Slytherin cuando podía, pero también era conocido por su hostilidad hacia todos los estudiantes. Rara vez se comportaba de manera amable, y solo era menos severo si la poción estaba perfectamente realizada, aunque a veces ni eso era suficiente para recibir su aprobación.
- Interesante... tienes que decirme cómo hacer eso -habló Fred, inclinándose hacia adelante con una expresión de genuino interés, sus ojos brillando con emoción.
- Aunque yo le quitaría la serpiente... es tan Slytherin -agregó George, haciendo una mueca de asco.
- Oye -se quejó Selena, cruzando los brazos y frunciendo el ceño-. La serpiente le da un toque muy guay.
- Si tú lo dices -respondieron ambos en coro, sonriendo de manera burlona.
- ¿Conocen más pasadizos secretos? -quiso saber, su curiosidad evidente en su tono.
- Selena, Selena -George dio un gran suspiro, como si la pregunta fuera un gran peso-. Nos ofende esa pregunta.
- Fred pasó un brazo por los hombros de la niña, sonriendo con complicidad-. Conocemos Hogwarts como la palma de nuestra mano.
- ¿Entonces conocen todos los pasadizos? -volvió a preguntar, su voz llena de esperanza.
- Por supuesto -dijeron con orgullo.
- ¿Me dirán cuáles son? -preguntó, iluminando su rostro con una enorme sonrisa y poniendo su mejor cara de súplica.
- Aww, qué adorable -dijo George, riendo mientras se inclinaba hacia ella, disfrutando del momento.
- Pero no nos causas ternura con esa cara de cachorro mojado -agregó Fred, riendo también, lo que hizo que Selena frunciera el ceño y borrara su sonrisa, bufando de frustración.
- Ya casi llegamos a tu sala común -dijo George, tratando de cambiar de tema.
- Se supone que no deben saber dónde está la sala común de Slytherin -replicó Selena, levantando una ceja.
- Como dijimos, conocemos Hogwarts como la palma de nuestra mano -respondió Fred, guiñándole un ojo.
- ¿No me dirán ni siquiera cuántos pasadizos hay? -volvió a preguntar, su tono lleno de esperanza.
- Mmm... No -dijeron al mismo tiempo, sonriendo de manera traviesa.
- Aunque quizás en otro momento -añadió George, encogiéndose de hombros.
- Aunque te divertirás buscando los pasadizos -agregó Fred, riendo mientras caminaban.
Finalmente, los gemelos la llevaron hasta la entrada de su sala común. Selena se detuvo y, con una sonrisa agradecida, les dio las gracias por salvarla de ser castigada.
- Aquí, como agradecimiento -dijo, sacando de su bolsillo algunas bombas de humo que había hecho ella misma, ofreciéndoselas con una sonrisa traviesa-. ¡Prometo que son divertidas!
Los gemelos miraron las bombas con ojos brillantes, y una sonrisa se dibujó en sus rostros.
Al día siguiente, tras finalizar la última clase del día, el profesor Snape se encontraba de pie, con los brazos cruzados y una expresión severa, fuera del aula de Historia de la Magia. Selena se puso pálida al escuchar que su nombre completo resonaba en el aire, y su corazón se aceleró cuando él hizo un gesto con el dedo índice, indicándole que lo siguiera a su oficina.
- Me he enterado de que te has estado escapando por las noches -dijo Snape, su voz grave y autoritaria resonando en el pasillo. «Malditos Weasleys soplones», pensó Selena, mientras intentaba poner su mejor cara de sorpresa.
- No sé de qué habla -respondió, tratando de mantener la calma, aunque su voz temblaba ligeramente.
Snape elevó una ceja, su mirada penetrante fija en ella.
- ¿Estás segura, Lestrange? Porque Filch me ha dicho que se encontró a alguien en la sala de trofeos.
- Yo no he sido -replicó, sintiendo cómo la tensión aumentaba en su pecho.
- ¿Ah, no? Porque me ha contado que le tiraron una bomba de humo muy peculiar.
Selena balbuceó, dándose cuenta de que Snape le había dado el libro de donde había sacado la receta para hacer aquella bomba de humo. Sin embargo, no podía admitir que era ella; sabía que la castigarían o, peor aún, le quitarían puntos a Slytherin.
- Sabes de lo que hablo, ¿verdad? -insistió Snape, su tono volviéndose más amenazante.
- No, señor -volvió a negar, sintiendo que su mente se nublaba. Era obvio que había sido ella; debió haber sido más astuta, solo le faltó dejar su nombre en la sala de trofeos.
- Te daré otra oportunidad de confesar -dijo Snape, su voz ahora más baja pero cargada de tensión-. ¿Qué hacías merodeando por el castillo a esas horas?
- Tenía hambre -confesó finalmente, sintiendo que quizás si admitía algo, su castigo sería más leve. Snape se llevó una mano a la cara, murmurando algo inaudible, pero su expresión no parecía molesta, sino más bien frustrada.
- No puedes salir de la sala común en medio de la noche, y menos hacerle esas bromitas a Filch. ¿Quedó claro, señorita Lestrange? -advirtió, su mirada fija y amenazante.
- Sí, señor... -murmuró, sintiendo que la culpa la invadía. - Y quizás he hecho varias pociones del libro para otras personas.
Snape frunció el ceño, claramente descontento con su confesión.
- Me traes el libro de nuevo -exigió, su voz elevándose-. Y no quiero que vuelvas a hacer ni una bromita más del libro. No puedes andar traficando esas pociones a todos los estudiantes de Hogwarts.
- Lo siento, profesor -dijo, mirando al suelo, como si observar su pie moverse de un lado a otro fuera lo más interesante del mundo-. No lo volveré a hacer -murmuró, sacando el libro de su mochila con manos temblorosas.
- Retírate -dijo Snape, apretando la mandíbula, su mirada aún fija en ella. Selena levantó la vista, sorprendida. «¿Sin castigo? ¿Sin quitarle puntos?» Se pregunto sorprendida.
- ¿Qué haces parada ahí todavía? ¡Retírate ahora! -ordenó, su tono impaciente.
Selena salió casi corriendo, sintiendo un alivio abrumador al escapar de la oficina antes de que el profesor cambiara de opinión. Se sorprendió de haberse librado tan fácilmente de aquella situación, su corazón aún latiendo con fuerza mientras se alejaba.
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