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13. TROL EN LAS MAZMORRAS

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Con el paso de las semanas, los rumores sobre la supuesta práctica de magia oscura por parte de Selena se habían tranquilizado. El incidente había fortalecido su relación con los compañeros de su casa, pero también había atraído la aversion de algunos miembros de las otras casas. La sombra de esos murmullos aún pesaba sobre ella, pero Selena había decidido no dejarse afectar.

Cada noche, exploraba el castillo, aventurándose a descubrir los secretos que ocultaba. Había logrado desentrañar un par de pasadizos escondidos, pero en los últimos días había tenido que lidiar con Peeves. Cada vez que lo veía, el poltergeist sabotendola constantemente sus paseos nocturnos, lanzando gritos estruendosos que alertaban a Filch y la obligaban a regresar a su sala común.

Una tarde, tras una larga jornada de clases, Selena se quedó dormida en la biblioteca. Cuando finalmente despertó, se dio cuenta de que había pasado mucho tiempo enfrascada en libros y que ya había comenzado la cena. Con el estómago rugiendo, tomó la decisión de ir directamente a la cocina, un lugar que había estado buscando durante semanas.

La entrada estaba en un corredor exterior, donde se encontraba un gran cuadro de frutas. Para ingresar, debías hacerle cosquillas a la pera, que se transformaba en una perilla de puerta. La cocina era una habitación gigantesca con un techo alto y cinco mesas idénticas a las del Gran Comedor.

Más de veinte elfos domésticos trabajaban diligentemente, con sonrisas iluminando sus rostros al verla. Selena los saludó con la mano y, en respuesta, los elfos le ofrecieron un festín de deliciosa comida y tentadores postres. Se despidió de ellos y se dirigió al baño.

Al entrar, un llanto desgarrador resonó en el aire. Selena frunció el ceño y, dudando un momento, llamó:

-¿Myrtle? ¿Eres tú?

Myrtle La Llorona, el fantasma que vagaba por el baño de niñas del primer piso. Selena logró hablar con Myrtle sin que esta se enfureciera o se echara a llorar. Pero esta vez no parecia ser Myrtle la que lloraba en los baños.

-¿Estás bien? -preguntó Selena, golpeando suavemente la puerta del último cubículo, su voz llena de preocupación. -¿Quieres que llame a un profesor? O... ¿te acompaño a la enfermería?

Al principio, solo hubo un susurro entrecortado. -N-no... -murmuró una voz temblorosa desde dentro.

Selena frunció el ceño, inquieta. -¿Por qué lloras? Si quieres, podemos hablar -dijo, tratando de ser lo más comprensiva posible. No sabía quién estaba allí.

Con un tembloroso suspiro, Hermione Granger emergió del cubículo, sus ojos estaban rojos e hinchados, y en un arrebato emocional, abrazó a Selena. Las lágrimas aún corrían por sus mejillas.

-¿Quieres hablar de por qué lloras? -preguntó Selena. Su intención era reconfortar.

Hermione se separó lentamente, tratando de calmar su llanto. -E-es que... nadie me soporta -dijo, su voz quebrándose mientras miraba al suelo, las mejillas aún empapadas.

Selena estudió su rostro, sintiendo un impulso de empatía. -¿Por qué dices eso? Tú eres muy agradable -respondió ella, como si intentara encender una chispa de esperanza. Sin embargo, Hermione negó con la cabeza, más abatida que antes.

-No tengo amigos -susurró, casi inaudible, sus ojos destilando tristeza.

Selena sintió un nudo en el estómago. Si bien su relación con Hermione era cordial, la realidad era que no eran amigas. Cruzaban algunas palabras cuando ella se sentaba en la mesa de Gryffindor con Neville o en la biblioteca, pero nunca había sido más que eso. A veces, Hermione podía parecer insoportable, con su aire de "yo lo sé todo y siempre tengo razón", pero en ese momento, Selena solo podía ver lo vulnerable que era.

-No creo que eso sea cierto -dijo Selena con firmeza, su voz tan cálida.

-No, Ron tiene razón, nadie me aguanta -dijo Hermione, limpiándose las lágrimas con la manga de su túnica, su voz apenas un susurro entrecortado.

-¿Weasley te dijo eso? -preguntó Selena, arqueando una ceja con incredulidad. Cuando Hermione asintió, Selena frunció el ceño-. Es un idiota, no le hagas caso.

-Es que Harry también lo piensa y creo que... -Hermione comenzó a decir, su mirada perdida en el suelo, pero Selena interrumpió con determinación.

-Son Potter y Weasley, ¿qué esperas de ellos? -dijo Selena, gesticulando con frustración-. Los golpearé cuando los vea.

-No, Selena, te castigarán o, incluso peor, te expulsarán -advirtió Hermione, su voz ahora más seria, aunque aún reflejaba tristeza.

-Bien... pero no los escuches. Nosotras podemos ser amigas -dijo Selena, sonriendo con calidez. Hermione le devolvió la sonrisa, aunque aún había un destello de inseguridad en sus ojos.

-Gracias -murmuró Hermione, y, en un impulso, abrazó a Selena con fuerza.

-Pero si te vuelven a molestar, los golpearé -bromeó Selena, logrando que Hermione soltase una risa nerviosa.

-Oye, no quiero sonar grosera, pero... ¿sientes ese olor? -preguntó Selena, arrugando la nariz con desagrado.

-Sí, es... asqueroso -respondió Hermione, haciendo una mueca mientras miraba a su alrededor, tratando de identificar el origen del hedor.

De repente, la puerta del baño se abrió de golpe, y una cabeza enorme se asomó. No era un humano; era un troll. Selena y Hermione se miraron con terror y rápidamente se escondieron en un cubículo.

-¿Qué es esa cosa? -susurró Selena, su voz apenas un hilo, mientras su corazón latía con fuerza.

-Un troll -respondió Hermione, temblando, sus ojos muy abiertos.

-¿Cómo entró un troll al colegio? -preguntó Selena, su voz llena de incredulidad. Pero el troll gruñó, y ambas se estremecieron al unísono.

-No sé, supuestamente son bastante tontos -susurró Hermione, su voz temblorosa.

-Tenemos que salir de aquí -dijo Selena, tomando la iniciativa. Se arrastraron hasta el primer cubículo, el más cercano a la puerta-. Tenemos que correr hasta la entrada.

-No, nos va a ver -dijo Hermione, palideciendo aún más.

-Si nos quedamos aquí también nos verá. ¡Vamos! -respondió Selena, su tono decidido.

Con un movimiento decidido, la Slytherin abrió lentamente la puerta del cubículo y salió corriendo hacia la salida, pero se detuvo en seco. La puerta estaba cerrada con llave. Al intentar abrirla, su corazón se hundió al darse cuenta de que no había escapatoria.

Un grito agudo de terror hizo que Selena se girara rápidamente; Hermione había sido vista por el troll, que avanzaba hacia ella con una mirada feroz.

-¡Hermione! -gritó Selena, pero la Gryffindor, con el pánico reflejado en su rostro, volvió a entrar al baño y comenzó a arrastrarse por debajo de los compartimentos, buscando refugio.

El troll golpeó el cubículo donde Hermione se había escondido, y su gruñido resonó en el aire. Al ver que no estaba allí, comenzó a destruir cubículo tras cubículo, su furia desatada mientras buscaba a la niña.

Selena, con el corazón en la garganta, observó aterrorizada, sintiendo que el tiempo se detenía. «¿Cómo podían salir de esta?» La adrenalina corría por sus venas mientras el troll continuaba su búsqueda, y la desesperación comenzaba a apoderarse de ella.

- ¡HEY TÚ! -gritó Selena, su voz resonando con una mezcla de valentía y desesperación mientras lanzaba un pedazo de madera astillada hacia el troll, que había destrozado los compartimentos del baño- ¡POR AQUÍ!

Con cada trozo de escombro que arrojaba, su corazón latía con fuerza. El baño era un caos total; los inodoros estaban destrozados y el agua comenzaba a inundar el suelo, creando charcos resbaladizos. El troll, momentáneamente confundido, se detuvo a pocos pasos del último compartimento donde estaba Hermione, balanceándose de un lado a otro con una expresión torpe en su rostro, tratando de identificar la fuente de la provocación. Sus ojos malignos se fijaron en Selena, y un escalofrío recorrió su espalda.

En ese momento, la puerta del baño se abrió de golpe, y Harry y Ron entraron, sus rostros pálidos al ver la escena. Pero la distracción fue breve; el troll, con un movimiento rápido, agarró a Selena con su mano libre, levantándola del suelo hasta tenerla cerca de su rostro. Un aliento apestoso y lleno de baba la golpeó en la cara.

- ¡Suéltame! -gritó Selena, su voz llena de pánico mientras intentaba zafarse de la horrible criatura. Sus movimientos eran frenéticos, pero la fuerza del troll era abrumadora.

Hermione, paralizada en el fondo del baño, observaba con horror, incapaz de moverse.

- ¡Distráelo! -gritó Harry a Ron, su voz aguda y urgente. Ron, con el rostro enrojecido por la adrenalina, comenzó a lanzar trozos de madera hacia el troll, cada uno impactando con un sonido sordo.

- ¡Vamos, corre, corre! -exclamó Harry, girándose hacia Hermione, tratando de empujarla hacia la salida. Pero ella estaba acurrucada contra la pared, con los ojos muy abiertos y la boca entreabierta, como si no pudiera procesar lo que estaba sucediendo. - ¡Lestrange! -gritó de nuevo, su voz llena de desesperación.

Mientras tanto, Selena, que estaba siendo aplastada por la mano del troll, sintió que el pánico la invadía. Su varita estaba en su túnica, pero la bestia la sostenía con tanta fuerza que no podía alcanzarla. En medio del terror, sintió una extraña energía surgiendo dentro de ella, algo que había experimentado en los orfanatos, pero esta vez no se resistió. Sus ojos se volvieron blancos y un humo negro comenzó a rodearla, envolviéndola en una neblina oscura.

El troll, sorprendido por el cambio, la lanzó al suelo con un movimiento brusco, y ella soltó un grito de dolor, agitando la mano mientras el humo se disipaba.

- ¡Distráelo! -repitió Harry, mientras Ron seguía lanzando trozos de madera, intentando captar la atención de la bestia.

Selena, tirada en el suelo, comenzó a recuperar la conciencia, aunque un mareo la envolvía. Se tocó la nuca y sintió un intenso dolor, notando algo caliente en su mano. Al mirarla, vio que estaba cubierta de sangre. El sonido de los gruñidos del troll la hizo reaccionar. Intentó levantarse, pero un dolor punzante en las piernas la detuvo. Miró hacia abajo y vio raspaduras profundas, la sangre comenzando a manar. Su pierna derecha estaba en una posición extraña, y el miedo se apoderó de ella de nuevo.

-No puedo moverme... -dijo Selena, su voz temblorosa y llena de desesperación, mientras miraba a Harry, quien corrió hacia ella. Cuando él intentó levantarla, un grito desgarrador escapó de sus labios, ahogado por el intenso dolor que sentía en su pierna.

El troll, al escuchar el grito, pareció enloquecer aún más, girándose de manera brusca hacia Ron, que estaba demasiado cerca para poder escapar. El miedo se apoderó del rostro de Ron, sus ojos se abrieron al ver la furia del monstruo dirigiéndose hacia él.

Entonces, en un alarde de valentía que rayaba en lo imprudente, Harry corrió dando un gran salto y se colgó del cuello del troll.

-¡Potter, no! -gritó Selena, mientras su corazón latía desbocado. Pero ya era demasiado tarde; Harry estaba colgado de la bestia, tratando de encontrar su equilibrio.

La criatura soltó un grito ensordecedor cuando Harry, con todas sus fuerzas, le clavó la varita en la nariz. El troll comenzó a agitarse, tratando de deshacerse del chico y sus movimientos eran tan descontrolados.

Mientras tanto, Selena, sintiéndose atrapada en su propio cuerpo, buscó su varita en su túnica. Al notarla ausente, su mirada se posó en el suelo, a unos metros de distancia, donde brillaba bajo la tenue luz del baño. Con un esfuerzo titánico, comenzó a arrastrarse hacia ella, cada movimiento le provocaba un dolor punzante. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, mezclándose con el miedo y la frustración que la invadía.

Finalmente, al alcanzar la varita, apuntó al troll y gritó con todas sus fuerzas:

-¡Petrificus totalus!

Un instante de silencio recorrió la habitación, y la bestia se quedó paralizada, permitiendo que Harry se deslizara hacia el suelo, empapado en sudor y temblando por la adrenalina.

-¡Winguardium Leviosa! -gritó Ron, haciendo que la gran baston que el troll había estado usando se elevara en el aire antes de caer con un estruendo sobre la cabeza, que finalmente colapsó en el suelo, inconsciente.

-Selena, tu pierna -dijo Hermione, su voz un susurro alarmado, al ver la sangre que manaba de la herida en la pierna de su amiga.

-Creo que te rompiste la pierna -dijo Harry, su expresión grave mientras observaba la herida, su preocupación palpable.

-¿En serio? No lo había notado, Potter -respondió Selena, con una mezcla de sarcasmo y mordacidad, mientras miraba a Harry y luego a Ron, su mirada reflejando el rencor por la situación en la que se encontraban.

Un portazo repentino hizo eco en la habitación, seguido del sonido de pisadas apresuradas que resonaban en el pasillo. Los cuatro se sobresaltaron, dándose cuenta del caos que habían desatado. En un instante, la profesora McGonagall apareció en el umbral de la puerta, su rostro una máscara de furia contenida. Tras ella, Snape y Quirrell entraron, este último emitiendo un gemido de horror al ver al troll en el suelo.

Snape se inclinó sobre la criatura con una expresión de desdén, mientras la profesora McGonagall miraba a Harry y Ron, su enojo palpable.

- ¿Qué estaban pensando? -dijo McGonagall, su voz fría como el acero-. ¡Por Merlín, señorita Lestrange! -Llevó una mano a su pecho al ver a la niña tendida en el suelo, pálida y visiblemente herida.

Snape, con un gesto rápido de su varita, hizo aparecer una camilla y, con otro movimiento preciso de sy varita hizo levitó a Selena, colocándola suavemente sobre la camilla.

- Tienen suerte de que no los haya matado -murmuró McGonagall, dirigiendo una mirada fulminante a Ron, que aún sostenía su varita, tembloroso

Selena, a pesar del dolor que sentía en su pierna, intentó sonreír, pero solo le salió una mueca de sufrimiento- Pero no morimos -dijo con voz entrecortada, tratando de restarle importancia a la situación.

- Por poco -repitió Snape, acercándose a la camilla y examinando con atención la pierna de Selena-. Casi lo logras, Lestrange. -Sus ojos se posaron en Harry y Ron, cargados de odio-. La llevaré a la enfermería con Madame Pomfrey.

McGonagall asintió, aunque su mirada seguía siendo dura.

- ¿Por qué no están en sus dormitorios? -preguntó nuevamente, su tono lleno de incredulidad.

Snape movió su varita para que la camilla de Selena avanzara, pero una vocecita interrumpió el silencio tenso.

- Por favor, profesora McGonagall... me estaban buscando a mí. -Todos giraron la cabeza hacia Hermione, que se acercó con una expresión de temor

- ¡Señorita Granger! -exclamó McGonagall, sorprendida.

- Vine a buscar al troll porque yo... pensé que podía vencerlo, porque había leído mucho sobre eso. -Ron dejó caer su varita al suelo, y Selena sintió que se le caía la mandíbula al oír la mentira que Hermione estaba tejiendo para proteger a Ron y Harry-. Si ellos no me hubieran encontrado, ahora estaría muerta. Selena llegó justo a tiempo para evitar que el troll me matara. Comenzó a lanzarle cosas, me agarró y... y... -balbuceó, luchando por encontrar las palabras-. La lanzó contra los compartimentos del baño, Harry le clavó la varita en la nariz, Selena lo petrificó y Ron lo hizo golpearse con su propio bastón. No tuvieron tiempo de ir a buscar ayuda.

Harry, Ron y Selena intercambiaron miradas de asombro, tratando de ocultar su sorpresa ante la versión distorsionada de los hechos.

- Treinta puntos menos para Gryffindor -anunció Snape, su voz grave resonando en el aire-. Vuelvan a la torre de Gryffindor.

Hermione fue la primera en salir, sin mirar atrás.

Selena no pudo evitar sonreír, a pesar del dolor. Al menos su pierna rota había logrado que le quitaran treinta puntos a Gryffindor.

- Sigo pensando que tuvieron mucha suerte. No muchos de primer año podrían derribar a un troll. Ganaron cinco puntos cada uno y Dumbledore será informado de esto -dijo McGonagall, mirando a los cuatro con una mezcla de admiración y reproche.

- ¿Cinco? -se quejó Selena, frunciendo el ceño-. Mínimo merezco quince.

La profesora McGonagall la fulminó con la mirada, mientras que Snape parecía... ¿sonreír?

- Llévate a la señorita Lestrange a la enfermería -ordenó McGonagall, y Snape asintió.

En el trayecto hacia la enfermería, Snape mostró un interés inusual en los detalles de lo que había sucedido con el troll. Selena, aún con mucho dolor, repitió la historia que Hermione había contado, añadiendo lo que su amiga había omitido: su obscurial había salido a la luz cuando el troll la había atrapado.

- ¿Desde cuándo eres amiga de la señorita Granger? -indagó Snape, su tono incisivo. No parecía convencido.

- Desde siempre, es como mi mejor amiga -mintió, sintiendo que su respuesta no lo convencía del todo.

- ¿Y dónde aprendiste a hacer la maldición Petrificus Totalus? -Snape parecía realmente interesado en conocer cada detalle, su mirada penetrante fija en ella.

- Lo leí en el libro "Hechizos y Contrahechizos" -esta vez no mintió. Había estado leyendo algunos libros en su tiempo libre, aunque nunca había intentado hacer ese hechizo.

Una vez en la enfermería, Snape dejó a la niña en una camilla, y Madame Pomfrey se acercó corriendo, su expresión de preocupación transformándose en determinación mientras evaluaba a Selena.

- Te daré una poción y en unas horas la pierna estará curada -anunció, moviendo rápidamente sus manos en busca de los ingredientes necesarios.

Selena se sintió aliviada al escuchar eso, aunque la sensación de haber estado tan cerca de la muerte aún la perseguía.

La poción que Madame Pomfrey le ofreció a Selena tenía un aspecto poco apetecible: verde y espesa, parecía más bien moco de troll. Con un suspiro de resignación, tomó valor y se la llevó a la boca. El sabor era incluso peor que su apariencia, y sus ojos se abrieron de par en par mientras trataba de contener una mueca de asco.

- Tienes muchos cortes en las piernas y un gran golpe en la nuca. Te daré una poción para eso -dijo Madame Pomfrey, inclinándose hacia ella con una mirada de preocupación mientras examinaba las heridas de Selena con manos firmes pero suaves.

- ¿Hoy duerme aquí, Madame Pomfrey? -preguntó el profesor Snape, su voz grave resonando en la habitación mientras se cruzaba de brazos, observando con interés.

- Sí, solo una noche -respondió la enfermera sin apartar la vista de las heridas de Selena.

- Bien, debo ir a hablar con el director -Snape asintió, comenzando a girar hacia la puerta.

- Profesor -dijo Selena, levantando la voz un poco para detenerlo antes de que se marchara-.

Él se volvió, su expresión inmutable, pero sus ojos mostraban una pizca de curiosidad.

- Sí.

- Sobre mi problema... bueno, ya sabe... el obscurial -murmuró, sintiendo que su corazón se aceleraba. La vergüenza la invadía.

Snape arqueó una ceja, su mirada se volvió más intensa.

- Le comentaré a Dumbledore sobre lo que te sucedió hoy -dijo, su tono un tanto más suave, aunque aún autoritario.

- Está bien... pero, Granger, Weasley y Potter... -Selena se mordió el labio, luchando por encontrar las palabras adecuadas.

- ¿Qué sucede con ellos? -Snape frunció el ceño, su voz más profunda.

- Me vieron. No quería que todo Hogwarts supiera. No quiero ser un fenómeno aquí también -confesó, sintiendo el peso de su historia aplastarla. Sus ojos se llenaron de preocupación, recordando cómo había sido tratada en el pasado.

Toda su vida había sido vista como un bicho raro, y cuando por fin creyó que había encontrado su lugar en el mundo, el miedo la invadía al pensar que todos la juzgarían por lo que era. Había sido un desafío lidiar con el hecho de que su vida en un orfanato se hiciera pública, que la noticia de la muerte de su madre por traición y la notoriedad de su padre, un asesino y torturador. No quería caminar por los pasillos y escuchar susurros a sus espaldas. No quería ser nuevamente el centro de miradas curiosas y despectivas.

Tener un obscurus era ya un horrible bastante pesado como para que encima toda la escuela se enterara. Si descubrían que era un obscurial, todo el mundo sabria lo que ella habia tenido que pasar en su infancia, todos aquellos recuerdos dolorosos que había tratado de enterrar en lo más profundo de su ser.

Su obscurus, aunque caótico y difícil de controlar, había sido su compañera en momentos de mayor vulnerabilidad, una defensa instintiva que la protegía de aquellos que intentaban hacerle daño. Era un refugio oscuro, un poder que brotaba de su dolor, pero que, a su vez, representaba la amenaza de ser desnudada ante aquellos que no podrían comprender su historia. Cada explosión de su poder era un recordatorio del sufrimiento que había atravesado, y el temor a que ese secreto se convirtiera en algo público la mantenía alerta y en guardia.

- Hablaré con Potter, Weasley y Granger al respecto -dijo Snape, su tono ahora más serio.

- Gracias, profesor -respondió ella, sintiendo un pequeño alivio.

- Parece que estás mejorando en tus habilidades. Ahora eres capaz de vencer a un troll -comentó Snape, observándola con una mezcla de sorpresa y aprobación.

- Tuve ayuda, pero he practicado mucho para mejorar -replicó Selena, su voz un poco más fuerte, llena de orgullo.

- Lo sé, noté tu progreso. Sigue así, Lestrange, pero evita los trolls -dijo Snape, apretando los labios para reprimir una sonrisa que apenas asomaba.

- Sí, profesor -respondió ella, sintiendo una chispa de satisfacción mientras él salía de la enfermería.

Selena no pudo evitar sonreír al darse cuenta de que sus horas de práctica y todo el esfuerzo estaban dando frutos. Estaba mejorando. Aunque aún no era la mejor y no siempre lograba que los hechizos salieran a la primera, ya podía hacer magia sin miedo. Le alegraba que alguien, especialmente el jefe de su casa, notara su dedicación, sobre todo porque no era conocido por ser uno de los profesores más motivadores y rara vez elogiaba a sus estudiantes.

Madame Pomfrey regresó con una poción que hizo que Selena comenzara a bostezar. En cuestión de segundos, se quedó completamente dormida, entregándose al cansancio acumulado.

Definitivamente, había algunas experiencias que uno no podía compartir sin sentir una conexión especial. Sin embargo, derribar a un troll de tres metros y medio no era algo que hiciera que Selena sintiera aprecio por aquellos dos niños que, hasta ese momento, solo habían logrado fastidiarla con su mera presencia.

Despertó temprano, con un hambre voraz, pero Madame Pomfrey no le permitió ir al Gran Comedor. En su lugar, tomó el desayuno en la enfermería. La noche anterior, había llegado con varias heridas en las piernas, un golpe en la cabeza y una pierna destrozada.

Ahora solo le dolía un poco el cuerpo, aunque probablemente era porque un troll la había lanzado varios metros hasta estrellarse contra un compartimento del baño. Las heridas de sus piernas, que antes eran profundas, ahora eran solo rasguños que, con el tiempo, se curarían sin dejar marcas. La enfermera le comentó esto mientras le daba una poción después del desayuno, asegurándole que pronto estaría de vuelta a la normalidad.

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