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10. CLASE DE VUELO

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Selena se sentía tan nerviosa que podía sentir cómo los latidos de su corazón resonaban en sus oídos. Las clases de vuelo programadas para el jueves se acercaban rápidamente, y la idea de caerse o, aún peor, de no poder aprender a volar la aterraba. Hasta el momento, solo había usado la escoba para barrer en el orfanato, donde, para ser honesta, no destacaba en absoluto. En la sala común, sus compañeros parecían confiados, como si montaran escobas desde la cuna. Era frustrante. A pesar de que podría leer mil libros sobre el tema, Selena sabía que eso no la ayudaría a volar. Su única opción era entrar en pánico.

Al entrar en el gran comedor, se dirigio a la mesa de los Gryffindor y se dejó caer en el banco junto a Neville, quien parecía tan nervioso como ella. Frente a él, Hermione leía en voz alta, con esa emoción contagiosa, que a veces resultaba un tanto irritante para Selena.

-Hermione, en serio, eso no te ayudará en nada -dijo Selena, interrumpiendo con un movimiento rápido y algo brusco al quitarle el libro de "Quidditch a través del tiempo". Forzó una sonrisa. -Quizás no sea tan difícil.

Muchas veces Hermione era insoportable, Selena habia notado lo buena que era en todas las asignaturas algo que a ella le causaba un poco de envidia debido a que a pesar de la charla con el profesor Snape, le causaba panico hacer las cosas mal y no siempre los hechizo salian como queria, pero habia hecho un pequeño avance, estaba realizando magia, no era la mas eficas pero lo estaba haciendo, eso era un gran paso para la Slytherin.

-Jamás he montado una escoba -confesó Hermione, dejando escapar sus miedos en un susurro, casi un lamento.

-¿Y tú crees que yo sí? - pregunto Selena alzó una ceja-Para lo único que la he usado es para barrer el piso del orfanato. A veces olvidas que tanto tú como yo hemos sido criadas por muggles.

Neville, que había estado escuchando con atención, intervino de forma tímida: -Mi abuela jamás me dejó montar una.

-Bueno... seguro lo hizo por tu seguridad -dijo Hermione, tratando de sonar amable, aunque a Selena le pareció un poco condescendiente.

Selena esbozó una sonrisa nerviosa, pensando que la abuela de Neville tenía razón. Con lo torpe que era Neville, era una buena decisión mantenerlo alejado de las alturas.

En ese momento, Harry y Ron llegaron, acomodándose cerca de ellas. Ron frunció el ceño al ver a Selena en su mesa, sus palabras salieron como un disparo.

-¿Por qué no se va a su mesa? -dijo, lo suficientemente fuerte como para que ella lo escuchara. -Es tan insoportable como Herm...

Selena sintió que se le encendía la ira. -¿Sabes que si puedo escucharte, verdad? -replicó, cruzando los brazos y mirando a Ron con desafío.

-¿Entonces por qué no te vas a la mesa con los Slytherin? -respondió él, manteniendo su postura desafiante.

-Chicos, basta -intervino Hermione, notoriamente incómoda, moviendo las manos en un gesto de desesperación. -No es necesario discutir.

Los búhos empezaron a llegar al Gran Comedor, sus alas batiendo suavemente en el silencio matutino. Una lechuza de plumas marrones aterrizó con gracia frente a Neville, entregándole un paquete cuidadosamente envuelto. Con ojos brillantes de curiosidad, Neville abrió el paquete, revelando una bola de cristal del tamaño de una gran canica, llena de un humo blanco que se deslizaba como un susurro.

-¡Es una recordadora! -exclamó, su voz resonante con asombro. Se inclinó hacia adelante, sosteniéndola con ambas manos temblorosas- Mi abuela sabe que olvido cosas, así que esto te dice si hay algo que te olvidaste de hacer. Mira, uno la sujeta así, con fuerza...

De repente, la recordadora brilló intensamente y se volvió de un rojo escarlata, iluminando la expresión de Neville con una mezcla de sorpresa y preocupación.

-Oh... -su rostro se tornó pálido- Es que te has olvidado algo...

- ¿Qué olvidaste, Neville? -preguntó Selena, con una sonrisa curiosa. Sus ojos miraban al chico, quien parecía debatiéndose entre la confusión y el recuerdo.

De repente, Draco Malfoy se acercó con su habitual aire de superioridad, una sonrisa sardónica disimulando su intención. Con un gesto rápido y despreocupado, le arrebató la recordadora a Neville, sosteniéndola entre sus dedos como si fuera un trofeo.

- ¡Eh! -exclamó Harry, levantándose al instante, los puños apretados contra la mesa-. ¡Devuélvele eso!

Ron lo siguió, ante el desafío que representaba Malfoy, pero la profesora McGonagall, perceptiva y rápida como un rayo, apareció justo a tiempo. Con su varita en la mano y una mirada severa, miró de uno a otro.

- ¿Qué sucede aquí? -preguntó, su tono firme resonando en el bullicio del Gran Comedor.

Malfoy, sin inmutarse, alzó una ceja, soltando una risa burlona.

- Solo estaba mirándola -respondió, haciendo un gesto despreocupado hacia la recordadora, y dejándola caer de nuevo sobre la mesa con un ligero tintineo.

Selena, sintiendo la tensión en el aire, decidió intervenir. Se acercó a Draco y, con una mirada de advertencia, tomó su mano.

- Vamonos -dijo ella, su voz baja pero firme, intentando apaciguar la situación. Con una sonrisa, se volvió hacia Neville y Hermione. Su mirada se llenó de empatía-. Nos vemos luego.

Hermione, con el ceño fruncido y los labios apretados, observó cómo Selena se alejaba, las manos entrelazadas con las de Draco. Por su parte, Neville se quedó inmóvil, un destello de decepción cruzando su rostro mientras la veía marcharse. Selena decidió que era mejor evitar más problemas, y se fue con Draco, sintiendo la mirada acusadora de Harry y Ron en su espalda, consciente de que no siempre era bienvenida en la mesa de los Gryffindor.

En la mesa de Slytherin, la energía era palpable. Hoy era el día de la clase de vuelo, y la emoción hacía que todos murmuraran y rieran animadamente. Draco Malfoy y Blaise Zabini estaban en su elemento, alardeando de sus habilidades con las escobas, mientras hacían gestos exagerados, imitando acrobacias que prometían realizar en el aire.

- Estoy diciendo que cuando me vean volar, todos estarán boquiabiertos -declaró Draco, su sonrisa arrogante ampliándose mientras reía. Blaise asintió, compartiendo la misma emoción.

Selena, sin embargo, sentía una mezcla de nervios y ansiedad. Al finalizar el desayuno, se levantó lentamente. Daphne Greengrass se puso de pie a su lado, y las dos comenzaron a dirigirse hacia la sala común.

- Te ves algo... distraída -le comentó Daphne, frunciendo el ceño al notar la mirada ausente de su amiga.

Selena suspiró, sus manos jugando nerviosamente con el bode de su tunica.

- Estoy algo nerviosa -admitió, su voz un susurro- por la clase de vuelo.

Daphne encogió los hombros, una sonrisa consoladora asomándose en su rostro.

- Oh... no te preocupes. Yo tampoco soy muy buena, en realidad. -Dijo mientras arrugaba un pergamino que había estado escribiendo.

Selena dejó escapar una risa nerviosa que pronto se desvaneció.

- Yo jamás he volado. -Su voz sonó un poco más baja, como si el simple acto de confesarlo la hiciera sentir más vulnerable.

- Bueno... hay muchos nacidos de muggles en la clase. Será más fácil para ti que para ellos -comentó Daphne con un tono de voz despreocupado. Sin embargo, Selena no se sintió convencida. Su mirada se desvió hacia el suelo.

Selena había escuchado muchos comentarios como ese en la mesa de Slytherin, y no podía evitar que la insatisfacción se acumulase en su pecho. La obsesión de algunos de sus compañeros por la pureza de sangre le parecía absurda. Sus padres eran sangre pura y excelentes hechiceros, pero ella no se sentía ni cerca de estar a la altura.

Una expresión de preocupación cruzó su rostro mientras recordaba las miradas burlonas y los murmullos que a menudo la rodeaban. Daphne no era de las que hacían comentarios denigrantes hacia los muggles o mestizos, pero esa misma conversación la hacía sentirse incómoda.

Finalmente, el silencio la empujó a hablar.

- En realidad, no creo que sea más fácil para mí -se atrevió a decir, su voz temblorosa pero decidida.

Daphne levantó la mirada de su pergamino, sorprendida.

- ¿Qué cosa? -preguntó, arqueando una ceja.

- No creo que sea más fácil para mí volar que para los hijos de muggles.

Daphne frunció el ceño, mirándola como si hubiera dicho la cosa más ilógica del mundo.

- Claro que sí.

- ¿Por qué crees eso? -preguntó Selena, sus ojos intensos mientras buscaba la lógica detrás de la afirmación de su amiga.

- Eres sangre pura, dah -respondió Daphne con risa, pero Selena no compartió su alegría. En cambio, su expresión se tornó más grave.

- Estás muy rara hoy, ¿estás bien? -Daphne notó el cambio y dejó de reír, su tono se suavizó.

- Creo que... voy al baño -dijo Selena, su voz cortada mientras evitando mirar a su amiga.

Mientras se alejaba, sintió una mezcla de alivio y desasosiego. Necesitaba un momento, un respiro antes de enfrentar la incertidumbre que le aguardaba en la clase de vuelo.

Selena no quería ir al baño; lo único que anhelaba era un momento a solas. Con paso decidido, que seria mejor dirigirse a la biblioteca, buscando tranquilidad entre las estanterías. Allí encontró un rincón alejado, donde Hermione Granger estaba tan absorta en sus libros que no notó que la castaña pasaba a su lado.

Selena se acomodó en una mesa en el fondo y se sumergió en sus tareas, el tiempo deslizando sus horas sin que ella se diera cuenta. Cuando, finalmente, levantó la vista de sus pergaminos, se encontró con la familiar figura de Cedric Diggory en la otra punta de la mesa. El chico, concentrado en un libro, había estado allí todo el tiempo sin que ella lo notara; su cabello rubio brillaba bajo la luz tenue de la biblioteca.

Selena dudó en interrumpirlo, sintiendo un pequeño nudo de nervios en su estómago. Justo en ese momento, el chico cerró su libro y comenzó a guardar sus cosas en la mochila. Al levantar la vista y encontrar a Selena, su rostro cobró vida con una amplia sonrisa.

- Hey, hola -dijo Cedric con un cálido tono amigable, su voz resonando ligeramente en el susurro del lugar.

- Hola -respondió Selena, sintiendo un leve calor en sus mejillas. Su corazón latía con fuerza; no estaba acostumbrada a estos encuentros inesperados.

- Con que Slytherin, eh -dijo Cedric, inclinándose levemente hacia ella y mirando el escudo de serpiente en su túnica, haciendo una mueca de desagrado que parecía más amistosa que reprochadora-. Aunque debo ser honesto, pensé que quedarías en Gryffindor.

Selena levantó una ceja, un ligero toque de desafío en su voz.

- ¿Por qué todo el mundo odia a Slytherin? -preguntó con una pequeña risa, divertida por su sinceridad.

- No es que los odien -se apresuró a decir Cedric, levantando las manos como si estuviera en un juicio-. Es solo que... son algo... bueno, ya sabes, algo complicados -buscaba las palabras correctas, sus ojos entrecerrados en una expresión cálida pero cuidada.

Selena se encogió de hombros, divertida por su intento de ser diplomático.

- Sí, son algo molestos -confesó con un tono de complicidad, una sonrisa traviesa asomándose en sus labios.

Cedric soltó una risa ligera, sus ojos brillantes.

- No era exactamente lo que quería decir, pero sí -contestó, la risa reflejada en su expresión.

- Pero lo habías pensado -replicó ella, sintiendo una chispa de complicidad en el aire.

- Tienes razón -admitió Cedric, riendo con sinceridad ahora.

Con un suspiro de resignación, Selena miró su reloj.

- Debo irme a comer antes de mi primera clase de vuelo... nos vemos luego. -Se levantó, preparando su mochila.

- Suerte, Lestrange -le dijo Cedric, con una sonrisa que iluminaba su rostro.

- La necesitaré para no caer de mi escoba -contestó ella, girándose para marcharse mientras una sonrisa nerviosa se dibujaba en sus labios-. Adiós, Diggory.

Mientras se alejaba, no pudo evitar sentir que ese breve encuentro había encendido algo en ella, como un pequeño destello de emoción.

Esa tarde, Selena y los demás miembros de Slytherin llegaron primero a su primera clase de vuelo. Allí ya se encontraban las veinte escobas, prolijamente alineadas en el suelo, brillando bajo la luz del sol.

- Parece que los leones se acobardaron y no vendrán -murmuró Blaise, cruzándose de brazos con una sonrisa burlona, exacerbando las risas en el grupo de serpientes que lo rodeaban.

- No puedo creer que nos hagan esperar -se quejó Draco, frunciendo el ceño

- Apuesto a que alguno de ellos cae de la escoba -dijo Millicent, echando un vistazo hacia donde se sospechaba que llegarían los Gryffindor, su voz cargada de expectativa.

- Eso espero -agregó Pansy, con una gran sonrisa maliciosa, sus ojos brillando de emoción ante la sola idea.

Tracey Davis, que había estado observando a distancia, se acercó a Selena de manera amistosa.

- ¿Podrías cambiar esa cara de espanto? -susurró, dando un toque amistoso en el brazo de Selena.

- Estoy algo nerviosa -confesó Selena, mirando hacia el grupo de Slytherin que continuaba apostando quién se caería de la escoba primero. Se mordió el labio inferior, sintiendo que se revolvia el estómago.

Tracey hizo un gesto de comprensión, inclinándose levemente hacia Selena.

- Tranquila. Si te caes, está la enfermería cerca -dijo, manteniendo una expresión seria por un instante antes de romper en una risa ligera-. Es broma, yo tampoco jamás he volado una escoba -reveló, sonriendo un poco más esta vez-. Y apuesto a que la mayoría de las historias sobre lo bien que volaban eran todas mentiras -agregó, haciendo una señal hacia Draco y Blaise, quienes estaban intensamente concentrados en sus apuestas.

- Si muero, te dejo de herencia mis libros -dijo Selena en un tono dramático.

- Tu herencia apesta -rió Tracey, Selena se llevo una mano sobre su pecho como si se sintiera ofendida.

- Oye, es lo único que tengo -replicó Selena, riendo también y sintiéndose un poco más cómoda.

Justo en ese momento, la Señora Hooch apareció con un aire decidido. Su cabello corto y canoso ondeaba ligeramente al viento, y sus ojos brillantes, amarillos como los de un halcón, escaneaban el grupo con autoridad.

- Bueno, ¿qué están esperando? -ladró la Señora Hooch, sus manos en las caderas y una ceja arqueada en señal de impaciencia-. Cada uno al lado de una escoba. Vamos, apúrense.

Los Gryffindor llegaron solo unos segundos después, con miradas que variaban entre el desprecio y la sorpresa al ver a los Slytherin ya listos. Las serpientes les lanzaron miradas fulminantes.

- ¡Extiendan la mano derecha sobre la escoba! -gritó la señora Hooch, su voz resonando por el campo como un trueno-. ¡Y digan "arriba"!

- ¡ARRIBA! -gritaron todos al unísono, levantando sus manos al mismo tiempo, la emoción palpable en el aire. La expectativa de volar por primera vez llenaba el espacio, mientras las escobas comenzaban a elevarse lentamente.

La escoba de Selena saltó de inmediato a su mano, y ella, atónita, parpadeó varias veces, incapaz de creer lo que estaba sucediendo. Con una pequeña sonrisa de asombro, levantó la vista y se dio cuenta de que había sido una de las pocas en hacerlo. Allí estaba Potter, con una gran sonrisa en su rostro mientras sujetaba firmemente su escoba. Draco y Blaise, con sus miradas de satisfacción, también habían conseguido el mismo resultado. Pero no todos estaban igual de afortunados: la escoba de Hermione rodaba desinteresadamente por el suelo, mientras la de Neville permanecía inmóvil. Selena no pudo contener una leve risa cuando vio a Pansy y Weasley luchando con su escoba, que apenas subió diez centímetros antes de caer.

La señora Hooch, con su postura firme y voz autoritaria, les mostró cómo montar la escoba, asegurándose de que todos entendieran cómo sostenerla correctamente. Selena escucho las risas ahogadas de Ron y Harry cuando Draco, fue corregido por la profesora.

- Ahora, cuando haga sonar el silbato, darán una patada fuerte -anunció la señora Hooch, levantando su silbato hacia los estudiantes-. Mantengan sus escobas firmes, elévense unos pocos centímetros y luego bajen inclinándose suavemente. Preparados... ¡tres... dos...!

Pero antes de que sonara el silbato, Neville, visiblemente nervioso, dio una patada apresurada.

- ¡Regresa, muchacho! -gritó la señora Hooch, su voz resonando con un tono de preocupación aguda.

Pero Neville ya estaba ascendiendo de manera descontrolada... cuatro metros... seis metros. Su cara se tornó blanca, y comenzó a deslizarse hacia un costado de la escoba. De repente, un estruendo resonó en el aire: ¡BUM! Neville cayó al suelo, y su escoba continuaba ascendiendo, deslizándose poco a poco hacia el bosque prohibido. La señora Hooch se inclinó sobre él, su rostro mostrando una mezcla de inquietud y urgencia.

- La muñeca fracturada -murmuró la profesora, ayudando a Neville a levantarse-. Vamos, muchacho... estás bien... ¡a levantarse! -Su mirada se endureció al dirigirse al resto de la clase-. Ninguno de ustedes debe moverse mientras llevo a este chico a la enfermería. Dejen las escobas donde están o saldrán de Hogwarts más rápido de lo que tardan en decir "Quidditch". Vamos, querido.

Tan pronto como la señora Hooch se retiró, las risas de Draco llenaron el aire. Selena lo miró con el ceño fruncido, molesta por su comportamiento, pero Malfoy se reía tanto que ni siquiera la notó.

- ¿Vieron su cara de gran bodoque? -exclamó Draco, la risa burlesca resonando entre los Slytherin, que se unieron a él, riendo a coro.

Parvati Patil, con la cabeza alta y una mirada desafiante, decidió poner un alto en la diversión.

- Cierra la boca, Malfoy -dijo con un tono cortante, cruzando los brazos en señal de descontento.

- Oh, ¿estás enamorada de Longbottom? Nunca pensé que te podrían gustar los gorditos llorones -intervino Pansy, con una sonrisa maliciosa que delataba su intención de provocar. Con un tono burlón, añadió-: Cuidado, Lestrange, Parvati te quiere robar a tu novio.

Selena sintió cómo sus manos se apretaban involuntariamente. Intentaba ser amable, pero Pansy lograba sacar lo peor de ella, tentándola a darle un puñetazo en la cara.

- No eres graciosa, Parkinson -respondió, manteniendo la voz firme, aunque por dentro hervía de frustración.

- ¡Miren! -gritó Draco, agachándose con entusiasmo y recogiendo algo del pasto-. Es esa tontería que le mandó la abuela a Longbottom.

- ¡Dame eso, Draco! Es de Neville -Selena extendió la mano, su expresión ahora decidida. Pero él sonrió con malicia y negó con la cabeza, disfrutando de su poder.

- ¿No la escuchaste? Dijo que se lo des -intervino Harry con calma, cruzándose de brazos, el tono resignado en su voz.

La conversación cesó, y todos dejaron de hablar para observar el espectáculo.

- Creo que voy a dejarla en algún lugar, para que Longbottom la busque... ¿Qué les parece arriba de un árbol? -propuso Draco, su voz teñida de diversión.

Selena, alzando la voz un poco más, emitió un rápido suspiro.

- Draco, ya basta -dijo, intentando poner fin a la tontería.

Pero él ya había montado su escoba, listo para despegar, y Harry lo siguió con la mirada concentrada.

- Ven a buscarla, Potter -bromeó Draco, mientras se elevaba hacia el aire.

- Un par de idiotas -murmuró Selena, observando cómo los dos chicos se alejaban volando. No podía evitar sentirse frustrada por la situación.

- ¡No! -gritó Hermione, su voz llena de preocupación-. La señora Hooch dijo que no nos moviéramos, ¡nos van a meter a todos en problemas!

Selena no podía escuchar lo que Harry y Draco se decían, pero apostaría lo que fuera a que no era una charla amigable. El rubio lanzó la bola de cristal al aire y comenzó a descender lentamente, mientras Harry, decidido, salió disparado en su búsqueda.

- ¡HARRY POTTER! -gritó la profesora McGonagall, su voz severa.

Selena contuvo el aliento, pensando que ese había sido probablemente el fin de Harry Potter en ese momento. Observó cómo la profesora se lo llevaba, preguntándose hacia dónde lo llevaría: «¿a recoger sus cosas para regresar a casa?» Era una pena; la verdad, a ella no le caía tan mal Potter.

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PD: ESTUVE PENSADO EN EL TERCER LIBRO (SI AUN NO TERMINO ESTE YA LO SE) Y PENSE EN EL PROFESOR LUPIN Y SIRIUS COMO ANDREW GARFIELD Y BEN BARNES ¿LES GUSTA? O PREDIEREN EL CAST ORIGINAL.

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